Jueves, 8 de abril, 18:55 horas
El sol caía sobre el Pacífico y dibujaba un refulgente sendero de color verde a lo largo de toda su superficie. Bosch se encontraba en la playa junto a Wright, a unos noventa metros al sur del muelle. Ambos observaban la pantalla de vídeo de cinco pulgadas encajada en un dispositivo que Wright llevaba sujeto al pecho. Desde él dirigía la operación de la SIE encaminada a capturar a Jason Jessup. En la pantalla podía verse una imagen borrosa del almacén tenuemente iluminado bajo el puente. A Bosch le habían entregado auriculares pero no un micro. Podía seguir las comunicaciones durante la operación sin intervenir en ellas. Cualquier cosa que deseara decir tendría que hacerlo a través de Wright.
Las voces que le llegaban eran difíciles de discernir debido al sonido de las olas rompiendo bajo el muelle.
—Aquí Cinco, estamos dentro.
—Estabiliza la imagen —ordenó Wright.
El enfoque de la imagen ganó precisión y Bosch pudo ver que la cámara apuntaba hacia los cuartos individuales de almacenamiento, los cuales se encontraban en la parte trasera de la instalación del muelle.
—Esta.
Apuntó a la puerta por la que había visto entrar a Jessup.
—De acuerdo —dijo Wright—. Nuestro objetivo es la segunda puerta comenzando por la derecha. Repito, la segunda puerta comenzando por la derecha. Avancen y tomen posiciones.
La imagen de vídeo se movió a trompicones hasta una nueva posición. Ahora la cámara se encontraba todavía más cerca.
—Tres y Cuatro están…
El resto de la comunicación fue borrado por el estallido de una ola.
—Tres y Cuatro, repitan —dijo Wright.
—Tres, Cuatro en posición.
—Esperen a mi orden. Unidad Superior, ¿lista?
—Unidad Superior lista.
En la zona superior del muelle evacuado había otro equipo, que había colocado pequeños explosivos en las esquinas de la trampilla situada encima del cuarto de almacenamiento donde pensaban que se había encerrado Jessup. Cuando Wright diera la señal, los equipos de la SIE harían volar la trampilla y entrarían desde arriba y desde abajo.
Wright tapó con la mano el micro que le cruzaba la mandíbula y miró a Bosch.
—¿Estás listo?
—Listo.
Wright apartó la mano y dio la orden a sus equipos.
—De acuerdo, démosle una oportunidad. Tres, ¿tiene el micrófono en posición?
—Afirmativo. Estará en el aire en tres, dos…, uno.
Wright comenzó a hablar para intentar convencer a un hombre escondido en un cuarto oscuro, situado a noventa metros de él, de que se entregara.
—Jason Jessup. Le habla el teniente Stephen Wright del Departamento de Policía de Los Ángeles. Se encuentra rodeado por arriba y por abajo. Salga con las manos detrás de la cabeza y los dedos cruzados. Avance hasta la posición de los agentes que lo están esperando. Si se desvía del cumplimiento de esta orden, le dispararemos.
Bosch se sacó los auriculares y escuchó. El sonido de las palabras de Wright le llegaba amortiguado desde debajo del puente. No cabía duda de que, de encontrarse ahí, Jessup podía oír la orden.
—Dispone de un minuto —apremió Wright en su última comunicación con Jessup.
El teniente comprobó su reloj y aguardaron. Cuando el segundero alcanzó el medio minuto, Wright contactó con sus hombres bajo el puente.
—¿Alguna novedad?
—Aquí Tres. No tengo nada.
—Cuatro, despejado.
Wright le dedicó a Bosch una mirada llena de desilusión, como si hubiera confiado en no tener que llegar a aquello.
—De acuerdo, procedemos tras mi orden. Manteneos juntos y nada de fuego cruzado. Zona Superior, en el caso de tener que disparar asegúrense de saber a quién…
Se produjo un movimiento en la pantalla de vídeo. La puerta de uno de los cuartos de almacenamiento, diferente de la puerta en la que estaban concentrados, se abrió con fuerza. La cámara se desplazó con brusquedad hacia la izquierda al reenfocar el objetivo. Bosch vio a Jessup emerger de la oscuridad tras la puerta abierta. Levantó los brazos y los juntó, y se colocó en posición de combate.
—¡Fuego! —gritó Wright.
La cortina de disparos que siguió no duró mucho más de diez segundos. Sin embargo, bastaron para que al menos cuatro de los agentes bajo el puente vaciaran su munición. El crescendo se vio acompañado de la innecesaria aportación de la zona superior. Para cuando llegó, Bosch ya había visto a Jessup caer abatido. Al igual que un hombre frente a un pelotón de fusilamiento, su cuerpo al principio pareció mantenerse erguido gracias a la fuerza combinada de los numerosos impactos recibidos desde diversos ángulos. Luego entró en juego la gravedad, y cayó en la arena.
Tras unos momentos de silencio, Wright volvió a establecer comunicación.
—¿Todo el mundo está sano y salvo? Procedan al recuento.
Todos los agentes de la zona inferior y superior informaron estar bien.
—Comprueben al sospechoso.
En el vídeo, Bosch vio a dos agentes acercarse al cuerpo de Jessup. Uno le tomó el pulso mientras el otro le apuntaba.
—Está siete-diez.
—Aseguren el arma.
—Recibido.
Wright apagó el vídeo y miró a Bosch.
—Y aquí se acaba todo —dijo.
—Sí.
—Cuánto siento que no pudiera obtener las respuestas que buscaba.
—Yo también lo siento.
Comenzaron a caminar por la playa camino del muelle. Wright echó un vistazo al reloj y encendió el radiotransmisor. La hora oficial del tiroteo se estableció a las 19:18.
Bosch dirigió la mirada a la izquierda en dirección al océano. Ya no quedaba ni rastro del sol.