Jueves, 8 de abril, 16:40 horas
Bosch se encontraba de vigilancia con Wright en una oficina que les habían prestado en la acera de enfrente del hotel Checkers. Era el puesto de mando y, aunque nadie pensaba que Jessup fuera a ser tan estúpido como para entrar por la puerta principal del hotel, la localización les garantizaba una buena vista de toda la propiedad, así como de otros dos puntos de observación.
—No sé —dijo Wright mirando por la ventana—. Este tipo es listo, ¿me equivoco?
—Supongo —le respondió Bosch.
—En ese caso no me lo imagino dando este paso, ¿me entiendes? Si esa fuera su intención, ya lo habría hecho. Probablemente se encuentre a medio camino de México y nosotros aquí mirando un hotel.
—Quizá.
—Si yo fuera él, me largaría ahí y procuraría pasar desapercibido. Intentaría disfrutar del mayor número de días de playa posibles antes de que me encontraran y me metieran de nuevo en prisión.
El teléfono de Bosch empezó a sonar y vio que se trataba de su hija.
—Voy a salir un momento a coger esta llamada. ¿Tienes la situación controlada?
—La tengo.
Bosch contestó mientras abandonaba la oficina y enfilaba el pasillo.
—Hola, Mads. ¿Anda todo bien?
—Veo un coche de policía en la entrada.
—Sí, lo sé. Lo he enviado yo. Es una medida extra de precaución.
Habían estado hablando hacía una hora, después de que Maggie McPherson la hubiese llevado sin sobresaltos a la casa de un amigo en Porter Ranch. Le había contado a su hija que Jessup andaba suelto y también lo ocurrido en la oficina de Royce. De lo que no tenía constancia era de la visita nocturna de Jessup a su casa dos semanas atrás.
—¿De modo que aún no han pillado a ese tío?
—Estamos en ello, y ahora me coges ocupado. No te alejes de la tía Maggie y estarás a salvo. Iré a buscarte tan pronto acabe todo esto.
—De acuerdo. Un momento, que la tía Maggie quiere hablar contigo.
McPherson se puso al teléfono.
—Harry, ¿qué novedades hay?
—Nada nuevo. Hay una búsqueda en marcha y tenemos bajo vigilancia todos las puntos conocidos. Yo estoy con Wright junto al hotel de Sarah.
—Ten cuidado.
—Hablando de lo cual, ¿dónde está Mickey? Ha renunciado a tener protección.
—En su casa, pero me ha dicho que vendrá a reunirse con nosotras.
—De acuerdo, buena idea. Luego hablamos.
—Mantennos informadas.
—Lo haré.
Bosch colgó y regresó a la oficina. Wright seguía junto a la ventana.
—Creo que estamos perdiendo el tiempo y que deberíamos desmantelar esto —dijo.
—¿Por qué? ¿Qué ocurre?
—Acaban de anunciarlo por la radio. Han encontrado el coche que Jessup estaba utilizando. En Venice. No anda cerca de aquí ni por asomo.
Bosch era consciente de que abandonar el coche en Venice podría no ser más que una maniobra de distracción. Conducir hasta la playa, dejar el vehículo y, acto seguido, subir a un taxi de vuelta al centro. De todas formas, hubo de reconocer que estaba de acuerdo con Wright, aunque a regañadientes. Allí no hacían otra cosa que mirar las musarañas.
—Maldita sea —exclamó.
—No te preocupes, lo cazaremos. Voy a mantener a un equipo aquí y a otro en tu casa. Al resto lo voy a enviar a Venice.
—¿Y el muelle de Santa Mónica?
—Ya está cubierto. Tengo a diversas unidades en la playa y nadie ha entrado o salido del lugar.
Wright conectó por radio con la SIE y empezó a redistribuir a los suyos. Bosch caminaba arriba y abajo por la habitación mientras lo escuchaba, intentando penetrar en la mente de Jessup. Al cabo de poco, salió al pasillo para no molestar a Wright con su coreografía radiofónica y llamó a Larry Gandle, su jefe del Departamento de Robos y Homicidios.
—Aquí Bosch. Solo llamo para ponernos al día.
—¿Sigues en el hotel?
—Sí, aunque estamos a punto de abandonarlo para dirigirnos a la playa. Supongo que has oído que han encontrado el coche.
—Sí, acabo de estar ahí.
A Bosch le sorprendió. Con cuatro víctimas en la oficina de Royce, había dado por descontado que Gandle seguiría en la escena del crimen.
—El coche está limpio —dijo Gandle—. Jessup aún tiene el arma consigo.
—¿Ahora dónde estás?
—En Speedway. Acabamos de acceder al cuarto de Jessup. La orden de registro ha tardado lo suyo.
—¿Habéis encontrado algo?
—Nada por el momento. A este cabrón lo veías en la sala del tribunal luciendo un traje y te hacía creer que… No sé cuál es tu impresión, pero la verdad es que vivía como un animal.
—¿Qué quieres decir?
—Hay latas de conserva tiradas por todos lados y con restos pudriéndose dentro. Ves comida descomponiéndose en la encimera, y basura en cada rincón. Colgó sábanas de las cortinas para mantener el interior tan oscuro como una cueva. Convirtió el lugar en la celda de una prisión. Llegó incluso a escribir en las paredes.
La revelación le llegó de golpe. Bosch supo para quién había estado preparando aquella mazmorra bajo el muelle.
—¿Qué tipo de comida? —preguntó.
—¿Qué?
—Las latas de conserva. ¿Qué contienen?
—No sé, frutas y melocotones. Todo tipo de alimentos que uno puede conseguir frescos en una tienda. Pero él los tenía enlatados. Igual que en la cárcel.
—Gracias, teniente.
Bosch colgó y regresó corriendo a la oficina. Wright ya había dejado de hablar por radio.
—¿Tu gente ha acudido bajo el muelle a comprobar el cuarto de almacenamiento o solo han desplegado el equipo de vigilancia?
—Es una vigilancia superficial.
—¿Quieres decir que no lo han comprobado?
—Han repasado el perímetro. No había señal de que nadie se hubiera colado bajo el muro. Por lo tanto, retrocedieron y tomaron posiciones.
—Jessup se encuentra ahí. Se les escapó.
—¿Cómo lo sabes?
—Simplemente lo sé. Vamos.