Martes, 18 de febrero, 20:15 horas
Mi hija ya echaba de menos a su madre en la cocina, aunque esta solo llevaba fuera un día. Estaba tirando a la basura su cena medio mordisqueada preguntándome cómo diablos puede salir mal un sándwich de queso fundido cuando sonó mi móvil. Era Maggie, ansiosa por saber qué tal nos iba mientras ella estaba de viaje.
—Dame alguna buena noticia —le dije a modo de saludo.
—Vas a tener la oportunidad de pasar la tarde con nuestra preciosa hija.
—Sí. Esa es una buena noticia… aunque no le gusta cómo cocino. Dame alguna otra buena noticia.
—Nuestra testigo principal está preparada. Va a declarar.
—¿Realizó la identificación?
—Lo hizo.
—¿Os habló acerca del ADN? ¿Encaja con nuestra teoría?
—Sí y sí.
—¿Y está dispuesta a venir hasta aquí a testificar acerca de todo eso?
—Lo hará.
Sentí como si una descarga de doce voltios me atravesara el cuerpo.
—La verdad es que todo son buenas noticias. ¿Hay algún pero?
—Bueno…
Noté cómo el viento dejaba de inflar las velas. Estaban a punto de comunicarme que Sarah seguía siendo una drogadicta o que había algún otro obstáculo que me iba a impedir recurrir a ella en el juicio.
—Y bien, ¿de qué se trata?
—Ni que decir tiene que habrá quien le ponga objeciones a su testimonio, pero este es bastante consistente. Es una superviviente, y se nota. Lo cierto es que solo echo una cosa en falta: las emociones. Le ha pasado de todo y parece que está un poco quemada; en el aspecto emocional, me refiero. No le verás ni lágrimas ni sonrisas. Siempre está a media distancia de ambas.
—Eso lo podemos trabajar. Podemos entrenarla.
—Ya, pero debemos andarnos con cuidado. No te digo que no esté bien tal y como está, solo que parece estancada en punto muerto. Por lo demás, todo perfecto. Creo que te gustará, y que nos ayudará a meter a Jessup de nuevo en prisión.
—Fantástico, Maggie. De verdad. Todavía te gusta la idea de encargarte de ella durante el juicio, ¿verdad?
—Podré hacerlo.
—Royce la atacará sacando a relucir las anfetaminas, los problemas de memoria y todo eso. Su estilo de vida. Tienes que estar preparada para cualquier cosa.
—Lo estaré. Eso te deja a ti con Bosch y Jessup. ¿Todavía crees que testificará?
—¿Jessup? Sí. No le queda otra. Clive sabe que no puede hacerle eso a un jurado. No, después de veinticuatro años. De modo que, en efecto, yo me encargaré de Jessup y de preparar a Bosch.
—Al menos no debes preocuparte por los antecedentes de Harry.
—Al menos, los que le constan a Clive.
—¿Y eso qué significa?
—Significa que no debes subestimar a Clive «el Astuto» Royce. Los fiscales siempre incurrís en los mismos errores. Os confiáis en exceso, y eso os vuelve vulnerables.
—Gracias, F. Lee Bailey. Te lo recordaré cuando vuelvas a defender a O. J. Simpson o a Patricia Hearst —ironizó ella.
—¿Cómo ha estado hoy Bosch?
—Como Bosch. ¿Y a ti cómo te ha ido?
Me asomé por la puerta de la cocina. Hayley estaba sentada en el sofá con los deberes esparcidos por la mesilla.
—En primer lugar, ya tenemos jueza. Será Breitman, del Departamento 112.
Antes de responder, Maggie meditó durante unos instantes acerca de aquella asignación.
—Creo que esto no beneficia a ninguna de las dos partes. Esta jueza está en tierra de nadie. No ha sido ni fiscal ni abogada defensora. Solo es una buena y fiable letrada dedicada a causas civiles. Nadie parte con ventaja.
—¡Guau! Una jueza que va a ser imparcial y equitativa. ¿Te lo puedes imaginar?
Ella no respondió.
—Ha fijado una primera reunión en su despacho. Se celebrará el miércoles a las ocho de la mañana, antes de que comience la jornada laboral en los tribunales. ¿Cómo lo interpretas?
Eso significaba que la jueza deseaba reunir a los abogados en su despacho para discutir el caso. Se trataría de una primera toma de contacto informal, y sin cámaras cerca.
—Creo que está bien. Probablemente vaya a establecer unas reglas de actuación básicas, y algunas pautas sobre cómo trataremos el caso con los medios de comunicación. Suena a que lo va a conducir con mano de hierro.
—Eso mismo me ha parecido a mí. ¿Cómo lo tienes el miércoles para poder acudir?
—Comprobaré mi agenda, pero creo que sí. Estoy procurando desembarazarme de todos mis asuntos pendientes para poder centrarme en este.
—Hoy le he entregado a Royce la primera batería de pruebas. Constaba, sobre todo, de material procedente del primer juicio.
—¿Sabes que podrías haber apurado hasta el límite de los treinta días?
—Lo sé, pero ¿por qué motivo?
—El motivo radica en la estrategia. Cuanto antes se lo entregues, más tiempo tendrá para prepararse. Trata de acogotarnos negándose a desestimar un juicio rápido. Deberías devolverle la jugada. ¿Cómo? Fácil: no compartas lo que tenemos hasta que nos obliguen a hacerlo. Treinta días antes de que comience el juicio.
—Lo recordaré para la siguiente tanda. Pero el material de esta era de lo más anodino.
—¿Figuraba Sarah Gleason en la lista de testigos?
—Sí, aunque bajo el nombre de Sarah Landy, el que constaba en 1986. Di la dirección del despacho. Clive no sabe que la hemos localizado.
—Y seguirá sin saberlo hasta que no tengamos más remedio que revelarlo. No quiero que la acosen ni que se sienta amenazada.
—¿Qué le contaste acerca de su participación en el juicio?
—Que tal vez requerirían su presencia durante un par de días, sin contar los del viaje.
—¿Y eso no supondrá problemas?
—Bueno… Ella dirige su propio negocio, al que apenas hace unos pocos años que se dedica. Tiene entre manos un proyecto de grandes dimensiones, pero, si dejamos este de lado, asegura que vive muy tranquila. Supongo que conseguiremos traerla hasta aquí cuando la necesitemos.
—¿Sigues en Port Townsend?
—Sí. Hace una hora que acabamos con ella. Compramos algo de cena y nos registramos en un hotel. El día ha sido muy largo.
—¿Volverás mañana?
—Esa es la idea. Sin embargo, nuestro vuelo no sale hasta las dos. Tenemos que coger un ferry. El trayecto hasta el aeropuerto es muy largo.
—De acuerdo. Llámame por la mañana, antes de que volváis, por si se me ocurre algo relacionado con la testigo.
—Por supuesto.
—¿Alguno de los dos ha tomado notas?
—No. Temíamos que pudiera disuadirla.
—¿Habéis grabado la conversación?
—Tampoco, por la misma razón.
—Bien hecho. Quiero que este asunto esté al margen de las pruebas durante todo el tiempo que sea posible. Dile a Bosch que no escriba nada al respecto. Como mucho, podemos enviarle a Royce una copia de la foto a partir de la cual se realizó la identificación.
—Hecho. Se lo diré a Harry.
—¿Cuándo? ¿Esta noche o mañana?
—¿Qué diablos quieres decir?
—Nada. Olvídalo. ¿Algo más?
—Sí.
Me preparé para recibir el golpe. Por un instante se me habían escapado unos celos insanos.
—Me gustaría desearle buenas noches a mi hija.
—Oh. —Todo mi cuerpo exudaba alivio—. Te la paso.
Le acerqué el teléfono a Hayley.
—Es tu madre.