13. «NADIE NOS DIJO QUE TRAJÉRAMOS BAÑADORES…».

El capitán Smith reservó su pequeña sorpresa hasta el día 5, apenas pocas horas antes del Giro de Inversión. Su anuncio, como era de esperar, fue recibido con absoluta incredulidad.

Victor Willis fue el primero en recobrarse:

¡Una piscina! ¡En una nave espacial! ¡Usted está bromeando!

El capitán echó el torso hacia atrás, se apoyó contra el respaldo de la silla y se preparó para divertirse. Dirigió una sonrisa a Heywood Floyd, a quien ya se había hecho partícipe en secreto.

—Bueno, supongo que Colón se habría asombrado ante algunas de las comodidades con que contaban los barcos posteriores a su época.

—¿Hay trampolín? —preguntó Greenberg, con cierto anhelo—. Yo era campeón en la facultad.

—A decir verdad, sí lo hay; sólo tiene cinco metros, pero eso le dará tres segundos de caída libre, a nuestro décimo nominal de g. Y si desea un tiempo mayor, estoy seguro de que al señor Curtis le alegrará reducir el empuje.

—¿De veras? —preguntó el jefe de ingenieros, con sequedad—. ¿Y arruinar todos mis cálculos de órbita? Por no mencionar el peligro de que el agua rebose… ya saben, la tensión superficial…

—¿No hubo una vez una estación espacial que tenía una piscina esférica? —preguntó alguien.

—Lo intentaron en el eje del Pasteur, antes de que comenzaran a hacer girar la estación sobre sí misma —respondió Floyd—, pero no resultó práctica. En gravedad cero la piscina tenía que estar completamente encerrada. Y si una persona era presa del pánico, se podía ahogar con bastante facilidad dentro de una gran esfera llena de agua.

—Sería una manera de figurar en los libros de récords: la primera persona que muere asfixiada bajo el agua, en el espacio.

—Nadie nos dijo que trajéramos bañadores —se quejó Maggie M’Bala.

—Quienquiera que tenga que usar bañador es probable que lo haga —le susurró Mijáilovich a Floyd.

El capitán Smith dio un golpecito seco sobre la mesa para restablecer el orden:

—Esto es importante, por favor. Como saben, a medianoche alcanzaremos la velocidad máxima y tendremos que empezar a frenar. Por eso, el impulso se cortará a las veintitrés y la nave se pondrá en marcha atrás. Tendremos dos horas de falta total de peso, antes de que reanudemos el avance a las veintiuna.

»Como pueden imaginar, la tripulación estará bastante ocupada. Aprovecharemos la oportunidad para hacer una revisión de los motores y para inspeccionar el casco, todo lo cual no se puede efectuar cuando hay paso de energía. En consecuencia, les aconsejo que duerman con las correas de sujeción levemente sujetas a lo ancho de la cama. Los camareros verificarán que no haya objetos sueltos que puedan producir problemas cuando vuelva el peso. ¿Preguntas?

Hubo un profundo silencio, como si los pasajeros reunidos todavía estuvieran algo atontados por la revelación, y estuvieran decidiendo qué hacer al respecto.

—Pensaba que me harían preguntas relativas al aspecto económico de un lujo así… pero como no las han hecho, les informaré de todas maneras. No se trata, en absoluto de un lujo; no cuesta nada, aunque confiamos en que sea un elemento muy valioso en los viajes futuros.

»Verán: tenemos que llevar cinco mil toneladas de agua que actúa como masa de reacción, así que será mejor que hagamos el mejor de los usos de esa agua. El tanque Número Uno ahora está vacío en sus tres cuartas partes, y lo mantendremos así hasta el final del viaje. De modo que, después del desayuno de mañana… los veré allá abajo, en la playa.

Si se tenía en cuenta el revuelo que se había levantado para conseguir que la Universe saliera al espacio, resultaba sorprendente que se hubiese hecho tan buen trabajo en algo tan espectacularmente superfluo.

La «playa» era una plataforma metálica de unos cinco metros de ancho, que se curvaba alrededor de un tercio de la circunferencia del gran tanque. Aunque la pared opuesta sólo estaba a otros veinte metros, un inteligente juego de imágenes proyectadas producía la impresión de que estaba en el infinito. Transportados por las olas, en la media distancia, los bañistas se dirigían a una costa que nunca podrían alcanzar. Más allá de ellos, un hermoso clíper de pasajeros (que cualquier agente de viajes reconocería al instante como el Tai-Pan, de Tsung Mar-Espacio Sociedad Anónima) corría a lo largo del horizonte, con las velas totalmente desplegadas.

Para completar la ilusión, había arena en el suelo (ligeramente magnetizada, de modo que nadie pudiera alejarse demasiado del lugar asignado), y el breve trecho de «playa» terminaba en un bosquecillo de palmeras que resultaban muy convincentes hasta que eran examinadas de cerca. En lo alto, un sol tropical completaba la idílica imagen, por lo que resultaba difícil darse cuenta de que, precisamente más allá de esas paredes, el verdadero Sol refulgía pero ahora con el doble de ferocidad que en cualquier playa de la Tierra.

En verdad el diseñador había hecho un magnífico trabajo en el limitado espacio de que disponía. Así que pareció un poco injusto que Greenberg se quejara:

—Lástima que no haya oleaje.