Así como 2010: Odisea II no fue continuación directa de 2001: Una odisea espacial, tampoco este libro es una continuación lineal de 2010, ya que, si bien los tres deben ser considerados como variaciones sobre el mismo tema —variaciones que involucran a muchos de los mismos personajes y situaciones—, no necesariamente se desarrollan en el mismo universo.
Los progresos acaecidos desde 1964 —cuando Stanley Kubrick sugirió (¡cinco años antes de que el hombre descendiera en la Luna!) que debíamos intentar «la proverbial buena película de ciencia ficción»— hacen que la uniformidad total sea imposible, pues las narraciones posteriores incorporan descubrimientos y sucesos que ni siquiera habían tenido lugar cuando se escribieron los primeros libros. 2010 fue posible gracias a los extraordinarios y triunfales vuelos de circunvalación de Júpiter, efectuados por el Voyager en 1979, y yo no tenía la intención de regresar a ese territorio hasta que hubiesen llegado los resultados de la aún más ambiciosa Misión Galileo.
Galileo habría dejado caer una sonda en la atmósfera de Júpiter, al tiempo que habría pasado casi dos años visitando todos sus satélites principales. Estaba previsto su lanzamiento desde el Transbordador Espacial para mayo de 1986, y que alcanzara su objetivo hacia diciembre de 1988. Así que, alrededor de 1990, yo tenía la esperanza de aprovechar la profusión de nueva información procedente de Júpiter y sus lunas…
Pero, ¡ay!, la tragedia del Challenger eliminó ese libreto, y en estos momentos, el Galileo —que ahora reposa en su aséptica sala del Laboratorio de Propulsión por Reacción—[1] tiene que encontrar otro vehículo de lanzamiento. Tendrá suerte si llega a Júpiter siete años después de la fecha anteriormente fijada.
He decidido no aguardar.
ARTHUR C. CLARKE
Colombo, Sri Lanka
Abril de 1987