A finales de diciembre, el Gobierno noruego envió a un Secretario de Embajada, en calidad de Encargado de Negocios, ante el Gobierno de Valencia. Yo permanecí en Madrid ejerciendo las demás funciones que había desempeñado hasta la fecha.
Se produjo entonces de momento, una situación muy peligrosa, que duró unas cuantas semanas, porque el nuevo Encargado de Negocios en Valencia declaró públicamente que el Gobierno noruego nada tenía que ver con los refugiados en la residencia del ex Ministro de la Legación de Noruega; esa era una iniciativa privada mía. Se podía presentir que el Gobierno de Valencia, aprovechara esa falta de protección, para «limpiar» la Legación.
Lo que únicamente detuvo al Gobierno fue la alta consideración de que gozaba la Legación de Noruega en todo Madrid, su conducta absolutamente correcta y la ausencia de todo reproche con respecto a la misma. Sólo al cabo de algunas semanas pude recoger por escrito una clarificación al respecto. El Gobierno noruego ratificaba su solidaridad con la Legación de Madrid e insistía en el derecho al respeto más absoluto de la extraterritorialidad correspondiente. Tal fue la base de una colaboración con el Encargado de Negocios en Valencia para iniciar la gestión de la evacuación de algunos refugiados acogidos al derecho de asilo, en nuestra Legación.
Es muy lamentable que el espíritu de solidaridad que, en los primeros meses animaba unánimemente al Cuerpo Diplomático, no se mantuviera con la fuerza suficiente para resolver, también conjuntamente, la cuestión de la evacuación de los miles de acogidos al derecho de asilo. El Gobierno consiguió introducir la división de opiniones al respecto, entre los representantes de los distintos Estados, y el resultado fue que algunos consiguieran sacar a sus acogidos al extranjero y otros tuvieran que seguir albergando a los suyos, durante más de un año. Con un decidido «todos a una» tal como propugnábamos varios de entre nosotros en diciembre de 1936, se hubiera evitado tan mala situación y se hubiera salvado, sin duda, con mucho tiempo, a todos los refugiados. Después de las negociaciones del mes de enero en Ginebra, el Gobierno mostró en un principio, una complacencia, que se debilitó más adelante, debido a que, en aquel entonces (principios de 1937) las organizaciones anarquistas tenían aún la supremacía en los puertos y sólo sobre la base de pactos costosos con ellas podía lograrse el permiso teórico del Gobierno. Como ya se ha dicho, había dos Legaciones que conseguían la evacuación contra importantes desembolsos de dinero, que quedaban fuera de las posibilidades de otras Legaciones. La condición, impuesta por el Gobierno, de una conducta neutral por parte de los hombres jóvenes después de su salida de la zona roja, se infringía en algunos casos, con lo que el gobierno apretó más las clavijas. Se exigió entonces que los hombres cuya edad estuviera comprendida entre los veinte y los cuarenta y cinco años, permanecieran en el Estado que los hubiera admitido en su representación diplomática, hasta el final de las hostilidades.
Sobre dicha base se produjeron evacuaciones en serie tan pronto como las organizaciones anarquistas quedaron dominadas por el Gobierno y ya no era necesario pagarles tributo. Para la Legación de Noruega no era practicable, por desgracia, dicha vía, porque el Gobierno noruego declaró terminantemente que no admitiría en el país a ninguno de los acogidos al derecho de asilo, sin duda por motivos de política interior. Yo propuse que consiguieran la admisión por otro país neutral de los trescientos hombres de edades comprendidas entre los veinte y los cuarenta y cinco años que se hallaban en la Legación con el fin de obtener del Gobierno de Valencia la excepción correspondiente. Para facilitar al Gobierno de Noruega las negociaciones con otros países, había yo ofrecido depositar una garantía de 750.000 ffs. a favor del país que se mostrara dispuesto a recibir a esa gente. Tal cantidad garantizaría al país correspondiente un aval a cuenta de los gastos que tuvieran que sufragar por los refugiados, así aceptados. Pero el Ministerio noruego tampoco aceptó tal propuesta. A pesar de las repetidas gestiones realizadas personalmente en el transcurso de los meses de abril a junio en Valencia para obtener la tan urgente evacuación de los acogidos al derecho de asilo, todas mis iniciativas fracasaban ante dicha actitud negativa del Gobierno noruego que me imposibilitaba presentar una contrapropuesta al Gobierno de Valencia. Éste había aprobado en abril, mediante nota verbal, la evacuación de nuestros refugiados y expresado sus condiciones. Noruega se limitó, después de mucho tiempo a desestimar globalmente dicha nota, sin entrar en detalles ni hacer contrapropuestas.
Poco después, volvió a cambiar fundamentalmente la actitud del Gobierno de Valencia. Varios de los Estados que habían evacuado gente con la condición de retener dentro de sus fronteras a los hombres en edad militar, descuidaron este punto. Los refugiados al amparo de un estado asiático, empezaron por no irse al mismo, sino que abandonaron el barco, durante el viaje, para dirigirse a la España nacional. Esto fue la gota que colmó el vaso. A partir de entonces, Valencia declaró que ya no dejaría salir ningún hombre de edad comprendida entre los dieciocho y sesenta años.