A partir de finales de septiembre de 1936, me propuse como tarea concreta, mantenerme en contacto constante con las diferentes cárceles. Mis visitas casi diarias a una u otra de las mismas me facilitaron buenas relaciones con los funcionarios de prisiones, relaciones que me brindaron la posibilidad de prestar más adelante toda clase de alivio a los presos. Esta ayuda la obtenía procurando víveres, poniendo a su disposición vehículos de carga y otros servicios semejantes, para solucionar los problemas, realmente muy difíciles, que se planteaban a los directores de prisiones, en las circunstancias entonces reinantes, expuestos al riesgo de muerte, con el estado de ánimo que es de suponer, conocedores del importante número de funcionarios de prisiones asesinados. La mayoría de ellos cumplieron de forma muy meritoria y comprometida su trabajo, expuestos siempre a la enemistad de los extremistas, que se ponían furiosos cuando cumplían con sus deberes de simple humanidad.
Las frecuentes visitas diplomáticas no sólo respaldaban, en cierta manera, a los funcionarios frente a la guardia miliciana y a los comisarios políticos; sobre todo, servían para que los propios presos se sintieran comunicados con el resto de la humanidad y tuvieran la confianza de no caer en el olvido. Una sensación de respiro se notaba en la prisión, según muchos me contaron después, cada vez que llegaba la noticia de que, de nuevo, había visita diplomática. Otros representantes diplomáticos hacían también visitas frecuentes a las prisiones; en especial los de Chile, Inglaterra y Argentina, así como también los de Austria y Hungría.
Había días en los que yo hablaba individualmente con cuarenta a cincuenta personas, entre hombres y mujeres y procuraba, especialmente a las mujeres, facilitarles medicamentos, leche condensada y otras ayudas para su subsistencia que, con anterioridad, no se habían permitido. Era natural que los familiares de los presos procuraran su inclusión en nuestras listas, para en los casos de enfermedad conseguir que se recomendara el ingreso en la enfermería o el traslado a otros lugares semejantes.