LOS BENEFICIOS DE LA PRÁCTICA MEDITATIVA
Una de las imágenes más hermosas de meditación que he visto es un póster del gran maestro de yoga Swami Satchidananda, que, con una larga barba blanca y ataviado con un pequeño taparrabos naranja, se mantiene erguido y en equilibrio sobre una pierna en una postura clásica del yoga. ¡Pero lo más sorprendente es que se halla sobre una plancha de surf que se desplaza sobre una gran ola! Bajo él, hay una leyenda que reza: «¡Aunque sea imposible parar las olas, siempre puedes aprender a surfear!». Este póster resume a la perfección la esencia de la práctica meditativa, mostrando cómo podemos llevar la atención plena al mundo real, que está lleno de información sensorial, emociones y cambio.
La meditación de la atención plena no se centra en el mantenimiento de un estado mental concreto porque jamás lograremos, por más que nos empeñemos, el mantenimiento de un determinado estado mental. La meditación nos enseña a permanecer presentes y atentos a cada instante, con un corazón cada vez más abierto y una visión cada vez más clara. La meditación nos enseña a abrirnos, a amar con todo nuestro corazón y a no tener miedo a expresar ese amor. La meditación nos enseña, aun en los momentos más difíciles, a desidentificarnos de los inevitables altibajos de la vida y a vernos, de ese modo, menos afectados por los cambios, independientemente de que sean dolorosos o placenteros. La meditación nos enseña a amar y a descubrir el modo de abrirnos, aun en las situaciones más difíciles, a todos los aspectos de nuestra mente.
La conciencia meditativa relaja la tensión y cura el cuerpo. La meditación sosiega nuestra mente, abre amablemente nuestro corazón y estabiliza nuestro espíritu. Nos enseña a vivir más plenamente la realidad presente y a ver con más claridad a las personas con las que convivimos y el mundo en que vivimos. El ejercicio de la atención plena nos torna más presentes de modo que, cuando paseamos por el parque, no pensamos en lo que sucedió ayer, en los problemas laborales ni en las facturas que nos quedan por pagar. La atención plena nos enseña a estar donde estamos, porque ser conscientes del momento presente es, de hecho, la única posibilidad con que contamos y, si la desaprovechamos, no tardará en desvanecerse.
La meditación nos enseña a satisfacer nuestros deseos más profundos, a descubrir la libertad y la felicidad internas y a alcanzar una sensación de unidad con la vida. De este modo, podemos llegar a descubrir más claramente quiénes somos y un modo más sabio de vivir esta extraña vida a la que hemos nacido. La práctica nos ayuda a descubrir de qué va todo el proceso de la vida y de la muerte. Y lo único que, para ello, necesitamos es el ejercicio disciplinado de la atención plena y la conciencia necesaria para asentar una sensación de equilibrio interior que nos permita ver y aprender de todo lo que hay, tanto dentro como fuera de nosotros.
Pero aunque simple, la meditación no siempre es fácil y llevarla a cabo requiere un gran coraje. Carlos Castaneda dijo que, según el chamán yaqui Don Juan, sólo un guerrero espiritual puede avanzar por el camino del conocimiento. El guerrero espiritual es la persona que nunca se queja ni se arrepiente de nada.
La vida de un guerrero espiritual —dice Castaneda— es un desafío interminable y los desafíos pueden ser positivos y negativos. La diferencia básica entre la persona ordinaria y el guerrero es que éste se lo toma todo como un reto, mientras que aquél, por su parte, considera las cosas en términos de bendición o maldición.
El espíritu que necesitas llevar a la meditación es el de la apertura, el descubrimiento y la observación. Siéntate, camina y aprende a prestar atención al momento presente. Aprende a concentrarte de manera consciente y equilibrada y observa tu respiración, tu cuerpo, tus emociones y tu mente. Date cuenta de las pautas corporales y mentales que generan sufrimiento y aprende a liberarte de él. También puedes aprender a relacionarte bondadosamente con tu vida y con la vida de los demás, con una mayor comprensión y compasión.
Cuando estaba muriendo, alguien preguntó a Aldous Huxley qué era lo que había aprendido de los muchos maestros y gurúes espirituales que había conocido en su camino espiritual. «Creo que todo, por más desconcertante que parezca —respondió Huxley—, se resume en aprender a ser amable».