EL CULTIVO DE LA PRÁCTICA COTIDIANA DE LA MEDITACIÓN
El cultivo de la práctica cotidiana constituye uno de los aspectos más importantes de la meditación. Quizás, de hacerlo así, lo primero que adviertas es que puede que el lunes seas capaz de prestar una atención perfecta a la respiración, pero el martes es una lucha y el miércoles todavía es peor, luego el jueves mejora de nuevo y el viernes resulta completamente frustrante.
Es importante que no juzgues tus meditaciones. Tu tarea consiste en sentarte sobre un cojín o una silla, aceptar cualquier cosa que se presente y familiarizarte con ella, lo que siempre será un reflejo del estado mental que experimentes en ese momento. Y aun en el caso de que, al finalizar la jornada, te sientas tan inquieto que al sentarte sólo puedas observar tres respiraciones y el resto de los veinte minutos sea una sucesión continua y caótica de pensamientos, merece la pena que lo intentes. Trata de no alentar expectativas y practica, sin que nada de lo que ocurra te desaliente, como si fuese un simple ejercicio. No olvides que la práctica de la meditación se asemeja mucho a aprender a tocar el piano. Al comienzo, todo se limita a ejercitar los dedos. Luego puedes olvidarte del ejercicio y escuchar la música que hay detrás de él. Todos hemos experimentado centenares de millones de momentos de divagación mental y es imposible, en consecuencia, cambiar ese hábito en una semana. La meditación funciona, pero requiere de un ejercicio perseverante y amable.
A continuación presentamos una serie de sugerencias que pueden ayudarte a establecer una rutina de meditación cotidiana.
Elije el momento del día que mejor te vaya y trata luego de meditar diariamente a la misma hora.
Adapta la práctica a tu propio ritmo. Las personas madrugadoras quizás quieran realizar una breve meditación antes del amanecer, mientras que otros, por el contrario, pueden preferir sentarse por la tarde o por la noche.
Busca un rincón tranquilo en el que puedas practicar cómodamente. Puede ser cualquier lugar, siempre que te permita permanecer, durante la sesión, relativamente tranquilo. Utiliza una silla, un cojín o el apoyo que mejor te sirva para mantener la postura y la conciencia meditativa.
Siéntate a diario durante quince minutos, media hora o incluso más tiempo. Hasta cinco minutos diarios tendrán efectos positivos, siempre que los emplees para sentir la respiración y prestar atención a las sensaciones corporales, los sentimientos y los pensamientos.
Utiliza, dependiendo de la situación, una u otra de las ocho modalidades de meditación que presentamos en este libro o cualquier combinación posible de todas ellas.
Puede resultar útil disponer, en tu espacio meditativo, de algunos objetos inspiradores, como alguna imagen, incienso o un libro. Y quizás quieras también, antes de emprender la práctica, leer un breve pasaje. Muchos meditadores encienden una vela como símbolo de la iluminación que supone el regalo de la conciencia.
Busca un grupo de meditación. Puedes localizarlo en iglesias, templos, grupos budistas o hindúes y diversas organizaciones seglares. Participar en uno de ellos no te convierte automáticamente en seguidor de una determinada enseñanza, tan sólo contribuye a consolidar tu práctica con el apoyo de otros meditadores.
Recuerda que la meditación no es un reto, sino una práctica para toda la vida. El trabajo con la respiración, las sensaciones corporales, los pensamientos y las energías emocionales te capacita para mantener la calma y la atención plena en cualquier situación vital.
Simplifica la práctica. El objetivo de la meditación vipassana no consiste en lograr una determinada experiencia, sino en cobrar conciencia de todas nuestras experiencias. Una actitud de apertura inocente te ayudará a descubrir la verdad de tu vida en el momento presente.