Harvath no sabía si reírse y admirar la audacia de aquel tipo o romperle la boca por utilizarle como cebo.
—¿Así que usted sabía que Marwan Khalifa estaba muerto, que Dodd seguramente era la persona que utilizaba su cuenta de correo electrónico y, aun así, decidió no darnos ningún tipo de aviso? —preguntó Harvath.
—Si lo hubiera hecho, no habrían acudido a la reunión —respondió Ozbek.
—¡Por supuesto que no! —exclamó Nichols.
Harvath no necesitaba que el profesor interviniera.
—Usted limítese a vigilar esa memoria USB —dijo.
Estaban sentados en un pequeño cibercafé de Virginia. Leonard había respondido por Ozbek por teléfono, pero Harvath insistía en que lo viera. Su teléfono móvil no tenía cámara, de modo que la identificación definitiva se realizó mediante una cámara web del café. La otra razón por la que Harvath había escogido el café era el contenido del sobre que el mensajero había llevado a Nichols; una memoria USB de gran capacidad.
—Se lo estoy diciendo —dijo Ozbek—. Le engañaron. Hasta con lo del mensajero. ¿Cree usted que fue una coincidencia que guardara tanto parecido con Dodd?
Harvath le miró.
—Tal vez fuera así desde donde usted estaba, pero, desde donde estaba yo, era un tipo normal y corriente. Creo que se excedió.
—Escogió a ese tipo para hacernos salir.
—¿Hacernos? —dijo Harvath—. Yo ya estaba fuera.
—Él quería saber si le perseguía alguien más y, de ser así, cuánta gente consideraban que era necesario enviar. Todo lo que Dodd hace tiene un motivo. Confíe en mí.
—Si todo eso es cierto, entonces acertó usted echándole el guante de un salto al mensajero, ¿verdad? —dijo Harvath.
Ozbek ignoró el comentario.
—Esa memoria USB es una trampa —afirmó—. Usted lo sabe. ¿Por qué quiere conservarla?
—No tiene nada de malo ver qué contiene. Podría tratarse de material pensado para convencernos de que realmente era Khalifa.
—¿Con qué fin? Usted mismo dijo que en los correos electrónicos que envió al profesor Nichols estaba tratando de indagar, de averiguar hasta dónde están comprometidos con el encargo. Le estoy diciendo que el problema es la memoria USB.
—Escuche —dijo Harvath—, la memoria podría contener perfectamente algún tipo de virus. Estoy de acuerdo. Esa es la razón por la que estamos utilizando un ordenador público. Si la memoria es realmente un intento de entrar y curiosear, no hay por qué preocuparse.
Nichols levantó la vista de la pantalla y dijo:
—Todo parece indicar que está en árabe. No puedo leer nada de esto.
—Déjeme ver —dijo Ozbek.
Aunque Harvath hablaba árabe muy bien, la destreza para leerlo nunca había sido tan buena como le hubiera gustado.
—Sírvase usted mismo.
Ozbek analizó algunos archivos un instante y, a continuación, preguntó:
—¿Qué es la Gran Mezquita de Sana?
—Es un proyecto en el que Marwan estaba trabajando en Yemen —respondió Nichols—. Era un alijo de documentos, papiros y fragmentos de pergamino supuestamente procedentes de los primeros ejemplares del Corán conocidos por el islam.
—Hay detalles de que se han «archivado» o «preservado» imágenes digitales y otros elementos. ¿Es en eso en lo que estaba trabajando en Roma?
Nichols todavía estaba impresionado por haberse enterado de que su amigo y colega había sido asesinado, y la voz le tembló cuando habló de él.
—Me dijo que era uno de los proyectos más emocionantes en los que se había metido. No dejaba de asegurar que el momento estaba predestinado por Dios. Por entonces yo me encontraba a kilómetros de conseguir algo con mi investigación, pero él estaba seguro de que los dos proyectos iban a confluir en el instante preciso y que lo que se había hallado en Sana otorgaría más legitimidad aún al proyecto en el que yo trabajaba.
—¿Y en qué trabajaba usted exactamente? —preguntó Ozbek—. Entiendo por qué un musulmán radical como Dodd querría matar a Marwan Khalifa, pero ¿por qué a usted? ¿Por qué tomarse tantas molestias para matar a un especialista en Thomas Jefferson?
Nichols miró a Harvath para saber si debía responder o no a esa pregunta.
—Aquí no —respondió Harvath.
—Entonces, ¿dónde? —preguntó Ozbek.
—Lo verá cuando lleguemos. Mientras tanto, quiero imprimir todos esos documentos antes de marcharnos. No voy a dejar que esa memoria USB toque ninguno de nuestros ordenadores.