Por lo que sabían cada uno de ellos, Matthew Dodd seguía en París. Al menos, lo estuvo hasta el tiroteo del día anterior. Sin embargo, no iban a correr ningún riesgo.
Justo antes de las cuatro de la madrugada, Ozbek aparcó junto a la acera su GMC Denali negro y dejó salir a Whitcomb. Cuando se bajó, arrancó y se dirigió al oeste.
El apartamento que creían que pertenecía a Dodd estaba al sureste de Baltimore, justo al norte de la Fells Point Area. Aunque todos lo pensaron, ninguno señaló en voz alta la ironía de que el barrio se conociera como Butchers Hill o «Colina de los Carniceros».
Como se suponía que una mujer joven y atractiva sería menos sospechosa, a Whitcomb se le encomendó la tarea de vigilar la zona más amplia posible antes de que Ozbek y Rasmussen se introdujeran en el apartamento.
Escogieron un lugar en la zona alta de la calle desde donde pudiera ver sin obstáculos el apartamento y, sin embargo, estuviera oculta en caso de que alguien se asomara a la ventana y mirara hacia allí. Estaba utilizando el equipo de visión térmica del propio Ozbek, que, pese a ser de una generación anterior, le permitiría «ver» a través de varios centímetros de cemento.
Su radio Motorola encriptada estaba equipada con micrófono con auricular que se introdujo en la oreja derecha. Parecían los auriculares que llevaban los locutores o los agentes del Servicio Secreto y se veía mucho menos que los que se llevan sujetos junto a la boca.
La radio se activaba mediante un pequeño botón transmisor que Whitcomb llevaba en torno al dedo índice izquierdo y que había envuelto con esparadrapo. Sería una operación absolutamente silenciosa. Del mismo modo que sucedía en una operación de los cuerpos especiales de policía, la comunicación se activaría mediante clics en el botón transmisor.
Mientras Whitcomb se colocaba en su puesto, Ozbek y Rasmussen esperaron en el Denali a una manzana. Rasmussen pensó en volver a plantear sus objeciones a la presencia de Stephanie, pero decidió dejarlo pasar. Ozbek era el jefe y no iba a cambiar de opinión. Oz había explicado a Whitcomb que lo que iban a hacer no estaba permitido y que, técnicamente, contravenía las normas; pero ella aceptó participar de todas formas. No solo era una adicta a la acción, sino que también era una chica adulta capaz de decidir lo que quería o no hacer.
Sin embargo, Rasmussen no estaba precisamente entusiasmado con participar en un grupo cada vez mayor de infractores de la CIA. La agencia tenía ya bastantes problemas con su imagen de los últimos tiempos. No importaba lo que hicieran, si lo que hacían era para bien. La prensa y la mayoría de los tarados del Congreso se ocupaban continuamente de señalar con el dedo a bobos y presentarlos como si fueran monstruos.
Las reflexiones de Rasmussen se vieron interrumpidas cuando Whitcomb pulsó el botón para indicar que estaba en su puesto y que el apartamento y la calle estaban despejados.
Incapaz de encontrar un lugar donde aparcar, Ozbek dejó el Denali enfrente de una boca de incendio y apagó el motor. Rasmussen y él bajaron de un salto y se dirigieron como si nada hacia el edificio de ladrillo de tres plantas.
A mitad del bloque encontraron el acceso, giraron a la derecha y tomaron un callejón.
Una vez en la entrada trasera del edificio, Ozbek sacó una ganzúa mientras Rasmussen desenfundaba su pistola táctica H&K USP del calibre 45 y le ajustaba el silenciador.
Ozbek tardó menos de un minuto en abrir la puerta, momento en que saco su Beretta 92 FS, le coloco también el silenciador, y pasó al interior.
El apartamento que pensaban que era de Dodd se encontraba en el último piso, con vistas a la calle. Ozbek hizo una seña a Rasmussen, que atravesó el vestíbulo para dirigirse a la escalera principal.
Ozbek contó hasta diez y, a continuación, ascendió también despacio por la escalera trasera.
Cuando iban a llegar al tercer piso, apretó su botón de transmisión para obtener la confirmación final de Whitcomb.
Ella envió la confirmación de que todo estaba despejado justo cuando una mano enguantada le cayó delante de la cara y le apretó con fuerza la boca.