21

NINGUNA CÁRCEL PUEDE RETENERME

Si tuvierais una sola oportunidad para alcanzar todo lo que siempre habéis deseado, para triunfar, para vencer, ¿qué pasaría? ¿Lo lograríais o fracasaríais estrepitosamente? ¿Qué clase de personas sois? Yo solía hacerme esa pregunta, pero ahora ya no tengo por qué.

Ocurrió dos semanas atrás, pero no he podido hacer gran cosa desde entonces, aparte de pensar en ello.

Me encadenaron y me sacaron a la calle. La lluvia me emborronaba la visión. Lobo Negro y Damisela se estaban besando como dos idiotas. El antifaz de Lobo Negro se había caído, dejando a la vista la mata de pelo blanco que suele ocultar. Durante un rato, parecían totalmente ajenos a mi presencia.

No tuvieron que esforzarse demasiado para acabar conmigo. Una vez que los Campeones escaparon de sus celdas, todo empezó a venirse abajo. Elfina usó sus poderes para provocar una tormenta, y Damisela ordenó a las aguas del océano que se elevaran por encima de las murallas, rociándolo todo de cálido salitre. La gran cúpula de mi laboratorio se resquebrajó y cedió bajo el peso del oleaje. El cielo se abrió y mi tan cacareada Edad del Hielo se derritió, convertida en tibia lluvia tropical. El agua inundó el laboratorio, el arsenal, todos mis experimentos, y esta vez se coló hasta las profundidades de la fortaleza, hasta las galerías subterráneas y las calderas atómicas donde ardían los fuegos secretos.

Es un gran momento para ellos. Los Nuevos Campeones celebran su victoria por todo lo alto, sin molestarse en disimular su euforia, mientras yo los contemplo e intento en vano alcanzar el candado de mi tobillo. ¿Por qué no iban a estar felices? Al fin y al cabo, es su momento de gloria.

Elfina flota en el aire y entona algún cántico ininteligible al tiempo que alza su lanza al cielo amenazador. Míster Místico contempla la escena con gesto teatral mientras su capa ondea al viento. Hasta me guiña un ojo. Por fin su ridícula chistera parece tener una utilidad práctica, consistente en impedir que la lluvia se le meta en los ojos. La ciborg me golpea en la cara, para regocijo de todos.

Lily —o más bien Erica, supongo— se ha marchado, ha desaparecido entre la lluvia para hallar su propio camino. No parecía más cómoda que yo en compañía de los Nuevos Campeones, y estos no han salido en su busca. Sigo sin comprender qué papel ha desempeñado en toda esta historia, ni si es una superheroína o una supervillana, o todo lo contrario. Se lo preguntaré cuando surja la ocasión.

* * *

Pero eso fue hace dos semanas. Ahora mismo estoy encadenado en el interior de un helicóptero de la DAM y tengo otras cosas en las que pensar. En unos diez minutos las bombas de humo estallarán, me quitaré las esposas, saldré por el otro lado del aparato y me pondré el uniforme que tengo escondido. Después, solo tengo que seguir caminando por la pista asfaltada. El maletín puede llamar la atención, pero podría ser el equipaje de alguien. El monigote que hice con los cojines de los asientos y la tela de un paracaídas debería engañarlos el tiempo suficiente. De lo contrario, tendré que improvisar.

En unos pocos minutos, volveré a ser libre. Pero eso será tan solo el principio de mis problemas. Aún tengo que concluir mi trabajo. Aún tengo que vérmelas con el mundo entero.

¿Qué significa conquistar el mundo? ¿Existe realmente un modo de hacerlo? ¿Hace falta ser el más rico, el más listo, derrotarlos a todos en una pelea? ¿O es suficiente saber que podrías hacerlo? ¿Acaso significa ser invencible?

¿O significa sencillamente conseguir a la chica de tus sueños? ¿Conquistó Fuego Esencial el mundo mucho tiempo atrás? ¿Lo hice yo? Tal vez no sea posible y punto. Nadie podía haberlo intentado con más ahínco que yo. ¿O acaso no he librado cien batallas, y las he perdido todas?

Quedan tres minutos. Y sí, esto podría ser un problema más grave de lo que había supuesto en un primer momento. Un problema nada banal, ahora lo veo. Pero tampoco es motivo para detenerse. Esta vez no cometeré errores.

Veo un helicóptero parado delante de su hangar, a unos doscientos metros, como mucho. Ese es mi objetivo. Me colaré en su interior, me sentaré en el asiento del piloto y no pararé hasta cruzar la línea de la frontera. Tengo tantas probabilidades de lograrlo como de fracasar en el empeño. ¿Quién construyó a Antitrón? ¿Quién descubrió cómo utilizar la ilimitada energía de la dimensión zeta? Ningún superhéroe, desde luego. Soy yo el pionero. Puedo vencerlos, no me cabe la menor duda. ¿Quién desplazó la Luna? Yo lo hice.

Dentro de una semana, estaré en Antigua, en Hong Kong o en Des Moines. Y desde allí encontraré el modo de seguir adelante. Algo nuevo, nanotecnología o supercuerdas o vudú. Sigo siendo el hombre más listo del mundo. Pronto, sí. Pronto seré invencible.

Cuando tu laboratorio salta por los aires, rociándote el cuerpo con una poción supercargada, ¿qué puedes hacer? No vas a quedarte allí tumbado. Sales como puedes de entre los escombros, marcado de por vida por terribles cicatrices, y juras vengarte del universo. Sigues adelante. Sigues intentando conquistar el mundo.