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Hoy vinieron a mi memoria todas las canciones que había olvidado, también todos esos pueblos que apenas se nombran y por donde pasé, siguiendo un camino trazado por el mismísimo Diablo. Localidades como Nueva Jarilla, cerca de Jerez de la Frontera, pueblo chico, de naranjos y nidos de cigüeñas y farolas con luz de calle. Sitios como Utrera, de donde se arranca una voz que conquista la Gran Vía de Madrid y la llena de luces con su nombre, allá por los años setenta: Bambino.

Pueblos por donde pasó el héroe y que a mí me marcó el Diablo. Hago recuento: Madrid. Utrera. Nueva Jarilla, qué más da. Otro pueblo de estos es Umbrete, un pueblo de la Sevilla agrícola, de cuando los romanos, y donde Ricardo Pachón ha gestado los discos que marcarían el camino flamenco a seguir por los dioses. Trabajos como el de Veneno, Guitarras callejeras y La leyenda del tiempo, este último como un encaje de bolillos y sitar hindú, poemas de Omar Khayyam y letras de Fernando Villalón y de Federico García Lorca, referencias que han ido marcando mi camino.

Fue Ricardo Pachón el que se vio al borde de una piscina, con un Camarón errante porque había que cumplir con la casa discográfica y había que hacer el disco que ya tenían firmado. Entonces Ricardo agarró la guitarra y la obra de teatro surrealista de Federico García Lorca. Un texto que se titula Así que pasen cinco años y que es leyenda del tiempo. La citada obra de teatro se abre con el diálogo entre un joven y un viejo. «Me gusta tanto la palabra recuerdo», le dice el viejo al joven, y sigue diciéndole: «Es una palabra verde, jugosa. Mana sin cesar hilitos de agua fría». Se trata de una pieza de teatro llena de referencias al tiempo, el mismo tiempo que marcaría el disco más legendario de Camarón, donde el de la Isla cantó como nunca y ardió en su sangre a la manera lorquiana más surrealista, con todos sus perfiles intactos, pues para arroparse contó con los hermanos Amador para la cosa de la guitarrería. Y con un gitano almeriense que se convirtió en su apoyo desde entonces: Tomatito. Las bases las pusieron Rubem Dantas y el Tacita junto a Diego Carrasco, que acabaría metiendo los jaleos de Jerez.

«Hay que recordar hacia mañana», le dice el viejo al joven en la obra de Federico. Es verdad, esta obra se podía haber titulado «Con el pasado por delante» o «Reliquia del viento», por ser así traducida del inglés The Wind Remains, y cuyo autor, Paul Bowles, estrenaría como zarzuela en Nueva York. Adaptación libre de la pieza lorquiana, leyenda del tiempo donde hay gatos con voz de plata y arlequines que cantan poniéndose y quitándose la máscara.

El sueño va sobre el tiempo,

flotando como un velero.

Nadie puede abrir semillas

en el corazón del sueño.

En el mes de marzo de 1943, el Museo de Arte Moderno de Nueva York estrenaría la zarzuela de Paul Bowles. Dirigía la batuta Leonard Bernstein. Pocos años después, Paul Bowles partiría de viaje hacia la ciudad huérfana, donde hundiría sus pies y la vida de sus personajes. Un viaje que no tuvo retorno. Para qué. Paul Bowles murió en su viejo apartamento, entre almohadas y medicinas en las que confiaba más que en las yerbas venenosas que, combinadas con el viento, pueden llevarte a la locura.