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La historia del grupo Veneno es la historia de una flor olorosa brotada en los márgenes de los setenta en Sevilla. Un grupo envuelto en humo de polen rubio y libertario que, sin perder la raíz flamenca, caminó por las arriesgadas ramas del punk, vomitando denuncia y arte. Porque el arte, en estos casos, también es una forma de denuncia.

A la caída de la tarde,

San José de Arimatea

dejó la radio en el suelo

y se puso a bailar.

Escupían con la fuerza del punk, ya digo, pero conservaban la memoria flamenca y la combinaban con la mística. San José de Arimatea, el enterrador de Cristo, el de los evangelios apócrifos, el mismo que levantó acta acerca de los dos ladrones que acompañaron a Jesús, tenía canción. La mística era llevada a ras de suelo ¿Para qué elevarse a conseguirla? Que baje ella, parecían indicar los componentes del grupo Veneno. Se les notaba que habían mamado leche cuajada de colorines y distorsiones gracias a esos discos de los mayores que venían del extranjero, que era como decir la base de Morón.

Se fumaba, se tocaba la guitarra en la casa del Kiko, que todo el mundo conocía como «la farmacia de guardia» por ser piso franco que nunca cerraba y que estaba situado encima de una farmacia sevillana. Un piso, ya digo, donde se fumaba, se tocaba la guitarra y se componían canciones como aquella que dice:

Si supieras, amor mío,

que la vida es un potaje,

ustedes las habichuelas

y nosotros los tomates.

Un concierto permanente donde se conseguía una fusión pura y se dormía con los calcetines puestos mientras el peine esperaba en el cajón del pan. El disco se grabó en una tarde noche. El primer día fue un desastre. Pero Ricardo Pachón lo solucionó disolviendo unos tripis en las bebidas. Con el subidón, en lo alto del piano de cola se comieron una sandía. Juan el Camas andaba cerca.

Se trataba de un bohemio nacido en Camas, localidad cercana a Sevilla y tierra que pisó el héroe y donde dicen las leyendas que guardó un tesoro. Para ser exactos, un tesoro que fue descubierto hace más de medio siglo en el cerro del Carambolo, por encima de la vega de Triana. En esta tierra de tesoros y hambre, Juan el Camas cantaría a la protesta con el palo duro del fandango. Sus bulerías fueron grabadas para los restos en el segundo disco de Pata Negra. Pero no nos adelantemos. Solo el Diablo puede permitirse la impaciencia. Sin apoyos, el grupo Veneno se disolvió pronto. Cinco días de despedida en Barcelona tocando sin parar en el teatro Villarroel, donde Raimundo partió la Telecaster como hacía Pete Thowsend. Ahí va otra letra:

Siéntate en los bordillos

y mira pasar la rueda.

Notarás tu espalda encorvada,

la cabeza colgándote del cuello.

Tras la disolución de Veneno, los hermanos Amador forman Pata Negra y graban Guitarras callejeras, al año siguiente grabarían otro disco que rechinó en el ambiente flamenco y que merece un capítulo aparte por ser elemento de desorden: La leyenda del tiempo de Camarón de la Isla.