11.
SANTOS PADRES, SAGRADOS SOBRINOS
(1503-1555)

Si Jesucristo estuviera aquí ahora, hay una cosa que no sería: cristiano.

MARK TWAIN

Francesco Tedeschini Piccolomini, nacido en Siena el 9 de mayo de 1439, consiguió prebendas y privilegios gracias a la elección de su tío como sumo pontífice con el nombre de Pío II. A los veinte años fue nombrado obispo de Siena y cardenal diácono de San Eustaquio. A la muerte del corrupto Alejandro VI, como los dos más firmes candidatos para sucederle no conseguían los votos necesarios en el cónclave, Giuliano della Rovere y D’Amboise, se decidió un candidato de consenso. El 22 de septiembre de 1503, Francesco Tedeschini adoptó el nombre de Pío III.

Pío III, el mismo que protestó cuando Alejandro VI decidió donar a su hijo Juan importantes bienes de la Iglesia, intentó llevar a cabo una gran reforma de la Iglesia y la curia, pero a los veintiséis días de reinar, Pío III falleció misteriosamente. Las malas lenguas acusaron al cardenal Della Rovere de estar detrás de la muerte del papa, alegaciones que no pudieron ser nunca demostradas.

Giuliano della Rovere nació en Abisola el 5 de diciembre de 1443, y su carrera estuvo siempre ligada a la protección de su tío, el papa Sixto IV. Cuando fue elegido en el cónclave, adoptando el nombre de Julio II, el nuevo papa hizo un discurso en el que pretendía alejarse de la moral y la política de los Borgia, pero una vez colocada la tiara sobre su cabeza su estilo no se diferenció mucho del papa español[261]. Tenía una amplia familia con varios hijos bastardos de otras tantas amantes; bebía en exceso; maldecía constantemente; le gustaban los niños; practicaba la sodomía; era aficionado a atiborrarse con la comida; padecía sífilis y debido a su afición a la guerra se le apodó el Terrible. Siendo aún cardenal, llegó a tener tres hijas. Durante el pontificado de Alejandro VI, su peor enemigo, se mantuvo oculto en Francia. Tras su muerte y el breve pontificado de Pío III, Julio II utilizó el soborno para ser elegido, y nada más sentarse en la cátedra de Pedro estableció una norma por la que cualquier cardenal que fuera encontrado culpable de soborno en un cónclave sería expulsado de él y de la Iglesia. Su fama de alcohólico llegó a ser tan famosa que incluso el emperador Maximiliano I de Habsburgo comentó de él: «Julio es un papa borracho, malvado e inmoral», aunque mucho más famosa era su fama de sodomita.

20

Julio II (1503-1513), homosexual y sanguinario, amante de la guerra.

El cronista veneciano, Girolamo Priuli, escribió: «Él sabe vivir con sus calamidades y más cuando es visto con un hombre joven, que ayuda a dar bulo a su afición a ser un compañero pasivo y aficionado al vicio de Gomorra». Otro historiador veneciano, esta vez Marino Sanudo, compuso este poema cuando el papa Julio conquistó Bolonia:

Dele la vuelta, santo padre, a san Pedro
y ponga freno a su ardiente deseo
porque disparando a ciegas,
el resultado final será fallido
y el deshonor se hará presente
aunque siempre haya alguien
que le empuje por detrás
pero estando contento con
el vino de Corso, Trebbiano y Malvasia
y en un bello acto de sodomía
usted lanzará loas y bendiciones
en compañía de Squarcia y Curzio en su sagrado palacio
guardando la botella en su boca
y el miembro en su culo[262].

La reputación de sodomita de Julio II fue tan importante, que incluso llegó a sobrevivirle. El protestante francés Phillipe de Mornay, en sus polémicas contra el papismo, acusó a todos los italianos de ser unos sodomitas y en especial afirmó:

Este horror es gracias al buen Julio [II]. Nosotros leemos en un texto escrito por nuestros teólogos en París, sobre dos caballeros enviados por la reina Ana, esposa del rey Luis XII, quienes habían visitado al cardenal de Nantes, y que habían sido violados por él [Julio II].

Los protestantes decían incluso que Julio II se agotó en dos años de pontificado debido a la vida licenciosa «entre jovencitos y prostitutos». Otro caso relatado por un cronista de la época habla de un joven noble alemán que fue a visitar al papa y del cual los romanos dieron rienda suelta a su pasión por los versos: «Vino a Roma un alemán / que en rico ademán / volvió a su tierra natal convertida en mujer / tras visitar al papa / famoso por su ademán».

Lo cierto es que todos los historiadores coinciden en afirmar que el papa era un liberal en cuanto a sus placeres se refería. Ello le llevó a firmar un decreto el 2 de julio de 1510 en el que se ordenaba la creación de prostíbulos masculinos en los que los jóvenes pudiesen ejercer su particular profesión. La cuarta parte de la recaudación tenía que ir dirigida a conventos y monasterios. Pero lo que más atraía a Julio II no era la buena mesa, ni el arte, ni los culos de los jóvenes, ni mucho menos la Iglesia. Lo que más interesaba al papa era la guerra. Se dice que cuando Miguel Ángel terminó de pintar un retrato de Julio II, el papa preguntó al artista: «¿Qué es eso que llevo bajo el brazo?». El pintor respondió: «Un libro, santidad». El papa replicó entonces: «¿Qué sé yo de libros? En su lugar pon una espada que de eso sí que sé». Aunque Julio II fue un proxeneta, sifilítico, sodomita, pederasta, tirano y asesino, también fue el máximo responsable de convertir a Roma en el centro del Renacimiento italiano, acogiendo bajo su manto protector a los mejores artistas de todo el mundo. Julio II falleció en la tarde del 21 de febrero de 1513, supuestamente por los efectos de la sífilis. Desde 1508, el maestro de ceremonias papal indicaba ya a los visitantes distinguidos que no besasen los pies de su santidad. Las huellas de la sífilis le habían alcanzado ya esa parte del cuerpo.

Tras la muerte de Julio II y un cónclave muy breve, el cardenal Giovanni de Medici, hijo de Lorenzo el Magnífico y de Clara Orsini, fue elegido papa bajo el nombre de León X. Sin duda, el nuevo pontífice había llevado una carrera fulgurante dentro de la Iglesia hasta alcanzar la silla de Pedro. A los siete años recibió los votos sacerdotales; a los ocho fue nombrado abad; a los nueve, protonotario apostólico; a los once tomó posesión de la abadía de Montecasino; a los trece fue nombrado cardenal por el papa Inocencio VIII, el mismo año en que se trasladó a París para estudiar derecho canónico. Con treinta y siete años se sentaba en la cátedra de Pedro, con un poder entre sus manos que sin duda iba a manejar en su propio beneficio[263]. Se dice que cuando León X se puso la tiara papal comentó a su primo, el cardenal Giuliano de Medici: «Dios nos ha entregado el papado. Disfrutémoslo, querido primo».

21

León X (1513-1521) era corrupto, sodomita, homosexual y travestido.

León X era también un gran amante de los jovencitos y el alcohol. Se dice que el origen de su homosexualidad estaba en el hecho de que fuera encerrado en un monasterio desde muy pequeño[264]. Francesco Guicciardini, aunque en un principio alabó a este papa por ser el único que en los últimos años no había llegado al Vaticano con una gran ristra de amantes y concubinas, sí que hizo un pequeño guiño a su homosexualidad. «El nuevo papa [León X] tiene un excesivo apego por la carne, en especial a sumos placeres que por delicadeza no se pueden mencionar aquí», dijo. El gran historiador del papado Ludwig von Pastor, en su magna obra, La Historia de los Papas, se refiere a León X como «un sibarita burdo, frívolo y cínico», mientras que John McCabe, en su obra History's Greatest Liars, lo describe como, «un papa al que le gustaba entregarse al vicio de la homosexualidad, en el Vaticano»[265]. Los cronistas contemporáneos afirman que era muy afecto a la ociosidad y a los placeres carnales, y en consecuencia tuvo muchos hijos bastardos, a quienes nombró duques, grandes señores e hizo que contrajeran matrimonio con mujeres de las mejores familias de Italia.

Desde que era cardenal, León X inició una vida de placeres en el palacio familiar de Madama, en Roma, para después trasladar esa vida al Vaticano, una vez elegido papa. El obispo Biovio, amigo, biógrafo y, algunas malas lenguas afirman, compañero de bacanales de León X, escribió abiertamente:

No estuvo libre de la desgracia [enfermedades sexuales], ya que al parecer tenía un amor desordenado hacia algunos de sus camarlengos, la mayor parte de ellos jóvenes hijos de nobles familias de Italia, a los que les hablaba con ternura, amor y hasta les hacía bromas durante las celebraciones religiosas o en las audiencias papales.

Cuando lo eligieron sumo pontífice, León X tenía ya problemas para sentarse erguido en el trono, debido a las graves úlceras anales que sufría tras largos años de sodomía. Es más, el 21 de marzo de 1503 tuvo que ser trasladado en camilla hasta el lugar de su coronación. Allí el cardenal Alejandro Farnese, futuro Pablo III, otro sodomita reconocido, puso la tiara papal sobre la cabeza del nuevo pontífice, mientras pronunciaba las siguientes palabras:

Recibe la tiara adornada con tres coronas y que demuestra que eres padre de príncipes y reyes, triunfador sobre todo el mundo en la Tierra y vicario de Nuestro Señor Jesucristo, a quien se debe honor y gloria infinitos.

Tras aquella ceremonia, el nuevo papa cubierto con una gran túnica bordada en oro y perlas, montó con dificultad un corcel blanco para encabezar una procesión compuesta por dos mil quinientos soldados de caballería que protegían a cuatrocientos reyes, príncipes, cardenales y nobles, a lo largo de una gran avenida decorada con estatuas de dioses. Durante toda la velada hubo banquetes y celebraciones. Tras finalizar los actos, León X pasó la noche junto a su amante, el sienés Alfonso Petrucci, a quien León nombraría al día siguiente cardenal de la Iglesia católica[266].

Estaba claro que el nuevo papa era un gran amante de las fiestas, diversiones, cacerías y bacanales. A León X le encantaba organizar bailes de disfraces en los que solo se invitaba a cardenales y donde los jóvenes invitados de ambos sexos aparecían con la cara cubierta y el resto del cuerpo desnudo. Un embajador que asistió a una de estas particulares fiestas informó de que solo el banquete constaba de sesenta y cinco platos, de tres platillos cada uno. Entre las exquisiteces probadas por los comensales había sesos de mono, lenguas de loro, peces vivos, carnes de codorniz o ciervo inundados de ricas salsas, y todo ello regado con vinos aromáticos. Poco a poco este papa comenzó a ganarse la fama de ser un derrochador extravagante y gastar su dinero a espuertas. Una de sus grandes diversiones era organizar partidas de cartas con sus cardenales, a los que hacía trampas. A estas partidas eran invitados ciertos sectores del pueblo. Si ganaba una mano, entonces León X agarraba un puñado de monedas de oro y las arrojaba al público que lo coreaba[267]. El gran coste de su vida como papa, así como el alto gasto de sus campañas militares llevó a la quiebra a las arcas vaticanas, pero nadie protestaba, porque ninguno estaba libre de pecado.

Lo cierto es que León X tenía un gran archivo donde iba recopilando todo el material posible sobre los pecadillos de sus cardenales. Un día el poderoso cardenal Cibo y otros dos miembros del colegio fueron invitados a una fiesta por el noble Lorenzo Strozzi. La fiesta debía celebrarse en el panteón de la familia Strozzi, en pleno cementerio. Allí, entre los sarcófagos de sus ancestros, los cardenales fueron agasajados a degustar los más exquisitos platos servidos por jóvenes camareros y camareras. Como postre se sirvió nada más y nada menos que a una de las prostitutas más famosas de la ciudad. Esta apareció subida, totalmente desnuda, sobre una bandeja de plata, que portaban seis jóvenes. Su cuerpo había sido embadurnado con mantequilla. El juego consistía en que quien pudiera atraparla, podría pasar la noche con ella. Al parecer fue el cardenal Cibo quien lo consiguió. Al día siguiente, el papa le hizo llamar y ante él le preguntó por aquella fiesta. Cibo sabía que aquello pasaría a formar parte de los archivos de León X.

A este pontífice le gustaba también organizar representaciones teatrales, más cercanas a obras indecentes que a sencillas comedias. Uno de sus autores preferidos era el cardenal Dovizi Bibbiena, uno de los mejores amigos del pintor Rafael. Bibbiena era, al igual que León X, un gran amante de los lujos y el sexo. Llegó incluso a encargar a su amigo la decoración de sus aposentos en el Vaticano, junto al tercer piso de las galerías. Una de las mejores decoraciones de Rafael fue el retrete del cardenal, en el que se puede observar una ilustración erótica, con imágenes de la vida de Venus y su relación con otros dioses, que juguetean casi de forma zoofílica con pequeños animales.

Una de las obras de Bibbiena, escrita para León X, sería La virgen y los ocho ermitaños. Sobre el escenario situado en el corazón de los aposentos papales, una virgen desnuda que representaba a Venus se convertía en la amante de los ocho ermitaños lujuriosos, que acaban asesinándose los unos a los otros por el amor de la virgen. Todo ello representado con carácter de comedia. Pietro Aretino, poeta, escritor y dramaturgo, protegido por León X y a quien gustaba definirse como Figlio di cortigiana, con anima di re (hijo de cortesana con alma de rey), llegó a afirmar muy sabiamente: «Es difícil juzgar y decidir qué deleita más a su santidad [León X]: los méritos de los eruditos o las artimañas de los necios». El mismo Aretino es famoso por ser el autor de Sonetti lussuriosi (Sonetos lujuriosos), un trabajo al parecer compuesto por orden de León X, y que acompañaba a los dibujos de dieciséis posturas sexuales, realizados por Giulio Romano, un discípulo aventajado del propio Rafael. De este libro se hizo una edición especial para el papa, de quien se dice que indicó a Aretino que debía escribir otra obra sobre las «dieciséis posibles posturas entre hombres». En lugar de ello, Pietro Aretino escribió una pequeña obra que divirtió mucho al papa, en la que Hanno, el elefante de León X, entregaba en herencia sus enormes genitales a un cardenal famoso por sus aventuras amorosas. Cuando Aretino murió en 1553, sobre su tumba dejó escrito: «Aquí yace Aretino, poeta toscano. De todos habló mal, salvo de Cristo, excusándose con la razón: "No lo conozco"».

El mismo año en el que León X se divertía con sus amantes, la curia elevaba el grito en el cielo al denunciar los intolerables abusos del clero que ignoraban cualquier regla del celibato. Muchos de ellos llegaron incluso a vivir hasta con seis mujeres; alegaban que eran para el servicio doméstico. Las protestas se hicieron tan sonoras que el papa se vio obligado a tener que reducir la venta de licencias de concubinato para el clero, provocando una importante reducción de ingresos en las arcas papales. Como había que buscar nuevas fuentes de ingresos, incluso para destinar parte de ellos a la demolición y construcción de la nueva basílica, a León se le ocurrió la brillante idea de concentrar a todas, las más de siete mil prostitutas de Roma, en un barrio controlado por las tropas papales. Cada prostituta, al final de su jornada, debía entregar hasta el 40 por 100 de sus ingresos a la Iglesia. Otra forma de recaudar dinero fue la de vender títulos cardenalicios a las familias influyentes de Italia. Un birrete cardenalicio podía llegar a costar entre veinticinco mil y setenta mil ducados de oro. En cuestión de tan solo un año, el sacro colegio, pasó de veinticuatro a cuarenta y seis miembros. Pero León X iba a tener que superar un intento de asesinato contra él.

«El joven cardenal Petrucci es el más bello de los mancebos, al que Cupido cedió la aljaba, el arco y las flechas para que atravesase con las afiladas saetas los tiernos corazones de las Ninfas», dijo de él un poeta italiano. Existen diferentes versiones sobre los motivos por los que el cardenal Petrucci, amante de León X, intentó asesinar al papa. Una de ellas fue que el hermano del cardenal, Borghese Petrucci, había sido depuesto, con permiso del papa, como alcalde de Siena y desterrado de la ciudad. En su lugar fue nombrado el gobernador del castillo de Sant'Angelo, uno de los favoritos de León X. Otra versión que se cuenta es que el cardenal Alfonso Petrucci había sido arrojado de la cama de su amante, el papa, por otro galán más joven, y que aquello hizo que Alfonso estallara en celos y se decidiese a preparar su venganza: «[…] y fue más allá —relata Guicciardini—, aunque el peligro y la dificultad retrajo a Petrucci de semejante empresa, debido al escándalo que hubiera supuesto para la cristiandad, si un cardenal hubiera manchado sus manos con la sangre del papa».

Durante la guerra papal contra Urbino, al cardenal Petrucci se le ocurrió la idea de envenenar al papa, y para ello compró el favor del médico florentino Bautista da Vercelli, el responsable de la salud de León X. Vercelli había sido llamado a Roma para intervenir al papa de hemorroides. Su santidad sufría gravemente de esta dolencia debido a sus continuas aventuras con hombres en los prostíbulos de Roma. La idea era la de que Vercelli introdujese un potente veneno en las hemorroides abiertas del papa. Mientras tanto a Petrucci se le oyó decir que él sería el libertador del esclavizado colegio cardenalicio. Para coordinar la operación, el cardenal Petrucci, que ahora residía en Genazzano, mantenía fluida correspondencia con su secretario y mayordomo, Marco Antonio Nino. El mayordomo respondió al cardenal:

[…] Bautista da Vercelli ha sido llamado para que cuide de las llagas abiertas del papa. Él mismo [Da Vercelli] espera llegar hasta su santidad a través de dos personas de su confianza: Serapica y Giulio de Bianchi, pero con el objeto de no despertar sospechas tengo dificultad para poder visitar a su eminencia en Genazzano. Por lo demás, haría todo aquello que el cardenal quería.

La carta codificada fue interceptada por la policía secreta papal y el complot descubierto[268]. Marco Antonio Nino sería detenido el 21 de abril de 1517. Tras ser torturado, el secretario reveló los nombres del cardenal Francesco María della Rovere y del médico, Bautista da Vercelli. El cardenal Alfonso Petrucci fue llamado a Roma por el pontífice el 18 de mayo. Nada más entrar en las estancias papales, acompañado de su amigo el cardenal Sauli, León X ordenó la detención de ambos y su encarcelamiento en las mazmorras más profundas del castillo de Sant'Angelo, la llamada marrochii. Inmediatamente después, el propio papa ordenó convocar un consistorio, bajo la presidencia de una comisión especial formada por los cardenales Remolino, Accolti y Farnese, en el que se debía juzgar a los cardenales Petrucci y Sauli. El primer movimiento del papa fue ordenar la detención de todos los implicados y supuestos implicados, incluidos ocho sospechosos y el criado privado de Petrucci, Salvatore Pocointesta. Otro de los ilustres arrestados sería el cardenal Riario. Cuando el papa ordenó su encarcelamiento en Sant'Angelo, este se desmayó, y tuvo que ser trasladado hasta la mazmorra en una litera. También fueron implicados en la conjura, los cardenales Soderini y Adriano Castellesi. Todos los cardenales implicados, Sauli, Riario, Soderini y Castellesi fueron perdonados y se les impuso una importante multa de casi trece mil ducados a cada uno.

El 16 de junio, Salvatore Pocointesta fue ahorcado en la prisión de Tor di Nona. A pesar de haber pagado la multa, los cardenales sabían que como buen Medici, el papa León X iba a buscar justicia por su propia mano, así que Soderini buscó refugio bajo el manto de la familia Colonna, y Castellesi, bajo la corona de Nápoles. La comisión investigadora destacó que la búsqueda de la muerte de León X estaba solo planeada para colocar la tiara en la cabeza del cardenal Riario, quien ya habría dado su consentimiento. La sentencia condenatoria imponía a los cardenales culpables de conspiración la pérdida de la dignidad cardenalicia y el embargo de todos sus bienes a favor de la Iglesia. La lectura de los cargos y la sentencia contra los implicados duró trece horas. El 27 de junio fueron ahorcados y descuartizados el médico Bautista da Vercelli y el secretario del cardenal Petrucci, Marco Antonio Nino[269]. También sería ejecutado el cardenal y antiguo amante del papa, Alfonso Petrucci, y las diversas fuentes discrepan sobre el método utilizado. Una de las versiones más extendidas es que el papa León no deseaba que ningún cristiano se manchase las manos con la sangre de un cardenal de la Iglesia católica, por lo que ordenó a un moro infiel que estrangulase a Petrucci en su propia celda. Se dice también que el cordón utilizado fue entregado por el propio papa al sicario. Otra fuente afirma que el cardenal Petrucci, y de forma romántica, se clavó él mismo una daga en el corazón. Lo único cierto es que Petrucci tenía veintisiete años cuando se suicidó, lo estrangularon o lo decapitaron, por orden del papa León X.

El humanista, médico, historiador y cronista de la curia renacentista Paolo Giovio escribió:

Aun cuando los mencionados no confiaron al inconstante y liviano Petrucci la ejecución del plan criminal contra León X, le espolearon, sin embargo, a ello por medio de pullas y burlas; y en su interior deseaban aquellos hombres consumidos de odio y ambición que el loco Petrucci quitara de en medio al papa con el veneno o la violencia.

Durante los años siguientes, el pontífice mantuvo una estrecha relación con un bello cantante otomano de dieciséis años, llamado Suleiman. Este era nieto del que fuera poderoso sultán Mehmet II, sobrino de Bayezid II e hijo del sultán Djem, asesinado por el papa Alejandro VI. También fueron continuas las escapadas del papa a los burdeles masculinos de la ciudad, a los que gustaba acudir vestido de mujer para reclamar clientes. Aunque si de algo hay que acusar a León X es de haber sido el mayor vendedor de indulgencias de toda la larga historia de la cristiandad. A este papa se debe la llamada Taxa Camarae, una tarifa promulgada en 1517 con el fin de vender el perdón de las culpas a todos aquellos que pudiesen pagar el precio. De esta forma el papa perdonaba y concedía la absolución a laicos y clérigos, a violadores de niños y adúlteros, a asesinos y ladrones, a estafadores y abortadoras. Todo era perdonado si tenías dinero para pagar esos mismos perdones. Los excesos del papado llevaron a Martín Lutero a clavar sus noventa y cinco tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg, provocando su excomunión el 3 de enero de 1521. En las noventa y cinco tesis, Lutero denunciaba la venta de indulgencias, la simonía y la corrupción reinante en la corte de León X. Poco después, el recién nacido luteranismo se rebelaba también contra el celibato sacerdotal y que según el mismo Lutero había traído consigo una de las mayores desgracias a la Iglesia. Finalmente, el cansancio, la enfermedad y, en especial, la sífilis acabaron con la vida del papa León X a los cuarenta y seis años. Exactamente, el 1 de diciembre de 1521[270].

Tras un breve período de tranquilidad en el papado, en la figura del holandés Adriano Florenz, quien adoptaría el nombre de Adriano VI, la pederastia, la sodomía, el proxenetismo, el nepotismo, la simonía o el adulterio se darían nueva cita en la cátedra de Pedro en la figura del cardenal Giuliano de Medici, hijo bastardo de Giuliano de Medici, asesinado durante la Conjura de los Pazzi; sobrino de Lorenzo de Medici y primo del papa León X. De Medici, elegido el 19 de noviembre de 1523 tras distribuir casi setenta y dos mil ducados de oro para sobornar a varios de los cardenales, adoptaría el nombre de Clemente VII[271].

Nada más sentarse en la silla de Pedro, Clemente VII se hizo acompañar de una joven mulata, llamada Simonetta de Collavechio y que el historiador, político y escritor italiano Gino Capponi describe como «una esclava mora o mulata, esposa de un arriero de mulas que trabajaba para una de las tías del papa»[272]. Clemente VII tuvo un hijo con ella, al que llamó Alejandro el Moro y que con el paso de los años se convertiría en primer duque y señor de Florencia, después de que el papa aboliera la constitución de la ciudad[273].

Pietro Aretino, escritor, dramaturgo y poeta italiano, alcanzó la protección papal debido a su habilidad en crear textos eróticos para el papa. De su pluma salió el siguiente texto en honor de Clemente VII: «Vil Roma, adiós / Yo te vi, pero tú ya no me verás / Hasta que yo decida ser / Tratante de blancas o malhacer / libidinoso o bebedor».

El tipo de vida de Clemente y su corte cardenalicia era tan libertina que el emperador Carlos I de España y V de Alemania decidió lanzar sus tropas el 6 de mayo de 1527, contra la Roma papal, provocando lo que en la historia se conocería como el Saco de Roma[274]. Roma estaba tan solo defendida por cinco mil milicianos al mando de Renzo da Ceri y por un pequeño contingente de la Guardia Suiza. En la mañana del 6 de mayo, el ejército de Carlos V atacó las murallas. En la resistencia de la ciudad, la Guardia Suiza viviría su más heroico momento, cuando de los ciento ochenta y nueve guardias que protegían a Clemente VII solo sobrevivieron cuarenta y dos. Su resistencia permitió al papa huir a través del passetto di Borgo, el corredor secreto que unía el Vaticano con el castillo de Sant'Angelo[275]. Tras la ocupación de la ciudad, los soldados imperiales comenzaron una oleada de pillaje que se inició con la ejecución de un millar de defensores, la quema de iglesias —menos las españolas—, el asesinato de ciudadanos que se habían refugiado en esas mismas iglesias, la quema de las reliquias o la violación de monjas. Mientras tanto, el libertino Clemente que había conseguido refugiarse en Sant'Angelo, pudo escapar a Orvieto y ponerse bajo la protección del embajador del rey Enrique VIII. Bajo el manto protector del rey inglés, Clemente VII tuvo que enfrentarse con el cisma de la iglesia de Inglaterra, cuando Enrique VIII pidió al papa la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón para poder contraer matrimonio con la joven Ana Bolena. El problema era que Catalina no solo era hija de los Reyes Católicos, sino también tía del emperador. Finalmente, el papa pronunció la excomunión contra el rey Enrique VIII, que se hizo efectiva el 24 de marzo de 1534, consumándose así la ruptura definitiva entre Roma y la Iglesia de Inglaterra. Durante los últimos años del pontificado de Clemente un gran número de sacerdotes católicos se convirtieron al luteranismo, por motivo del celibato. «Convertir a la amante en una honorable esposa; convertir a los bastardos en hijos honorables era el mejor regalo, y el más trascendental, que el protestantismo podía aportar al catolicismo y más en concreto, al clero», escribía un observador de la época.

22

Pablo III (1534-1549), homosexual, incestuoso y envenenador.

Por fin, el 25 de septiembre de 1534 murió Clemente VII. Fue sepultado en la iglesia de Santa María sopra Minerva. El prestigioso historiador del papado, el alemán Leopold von Ranke, calificó el pontificado de este papa Medici como «uno de los más funestos de toda la historia del pontificado y fue de hecho funesto porque con su política sancionó la ruptura de la cristiandad».

El sucesor de este sería el cardenal Alejandro Farnese, el cual adoptaría el nombre de Pablo III. Farnese era el mismo que entregó a su hermana Giulia a las garras de Alejandro VI, para que este la desflorase. «Su moral no era mejor que la de la época en la que le tocó vivir. Se podrían relatar el gran número de enormes y horripilantes parricidios, robos, brujerías, traiciones, tiranías, incestos y prostituciones de este papa [Pablo III]», escribió un cronista. Las acciones de los anteriores papas, Inocencio VIII, Alejandro VI, Julio II, León X y Clemente VII lo convirtieron en uno de los hombres más ricos y poderosos de Europa. Hasta que fue elegido pontífice, Alejandro Farnese llevó una vida fastuosa, llena de amantes con las que tuvo varios hijos: Pierluigi, futuro duque de Parma, Pablo, Ranuccio y Constanza.

Pablo III fue todavía un papa del Renacimiento, siendo el nepotismo una de las grandes sombras de su pontificado. A su hijo Pierluigi lo nombró confaloniero de la Iglesia en 1537 y duque de Parma en 1545; a su nieto Alejandro, de catorce años e hijo de Pierluigi, le concedió obispados, abadías, prioratos, el cargo de vicecanciller y, finalmente, el cardenalato; a Octavio lo casó en 1538 con Margarita de Austria, hija ilegítima de Carlos V, y le regaló los ducados de Camerino y Castro; a Orazio le entregó la prefectura de Roma; y a Guido Ascanio Sforza, de dieciséis años e hijo de Constanza, el birrete cardenalicio[276]. Las malas lenguas aseguraban que siendo aún cardenal, el ahora papa Pablo III envenenó a su madre, Giovanella Gaetani, y a su sobrina con el fin de recibir una mayor parte de la herencia familiar. Otra de las acusaciones vertidas sobre Pablo III era la del incesto. Los biógrafos del papa Farnese le acusaban abiertamente de haber tenido relaciones sexuales con su hija Constanza y de haber ordenado el envenenamiento del esposo de esta, Bosius Sforza, para estar aún más cerca de su hija. También se cuenta que cuando intentó tener relaciones sexuales con su sobrina, Laura Farnese, el esposo de esta los encontró en plena faena y con una daga le dejó una marca al pontífice.

Pero el papa no solo fue famoso por sus aventuras sexuales, sino también su hijo Pierluigi, mercenario que participó en el Saco de Roma[277]. Al parecer durante una de sus misiones a las órdenes del papa convenció a una niña de catorce años para que se entregara a él. Ella no sabía que aquel hombre era un legado papal. Se dice que cuando la jovencita lo descubrió no solo le dio un hijo ilegítimo, sino que también se volvió loca.

Finalmente, el 10 de septiembre de 1547, un grupo de nobles, formado por los condes Francesco Anguissola y Agostino Landi, y los marqueses Girolamo y Alessandro Pallavicini, decidió apuñalarlo hasta la muerte y colgar su cuerpo desde la ventana del palacio de Piacenza. Cuentan que cuando el papa conoció la noticia, se encerró en sus aposentos durante doce días y doce noches, y que solo se le oía llorar. También se acusó a Pablo III de tomar decisiones teológicas con la ayuda de astrólogos y espiritistas; de ser un ateo convencido; y de envenenar a dos cardenales rivales y a un obispo que estaba en desacuerdo con su política. Pero Pablo III supo, al igual que sus predecesores, Clemente VII, León X o Julio II, buscar una importante fuente de ingresos en las más de cuarenta y cinco mil prostitutas que ejercían su oficio en Roma. Se dice que Pablo III impuso una tasa especial, bautizada por sus enemigos como el impuesto Pablo o tasa del placer, y que consistía en que cada prostituta debía entregar a las arcas papales, hasta un 20 por 100 de cada servicio realizado a sus clientes. Debido a la mala fama adquirida por los papas Borgia, Della Rovere y Medici, el papa Farnese sabía que debía mantener su vida privada y su amor por los placeres terrenales dentro de los muros vaticanos. En el interior de las estancias pontificias, Pablo III disfrutaba de una vida mundana al lado de hermosas mujeres, fiestas interminables, banquetes espectaculares y brillantes festividades.

Uno de sus grandes frentes de batalla sería Inglaterra. El papa Pablo III excomulgó a Enrique VIII y decretó un interdicto contra toda Inglaterra, lo que impedía celebrar oficios religiosos a lo largo y ancho de todo el reino. Para contrarrestar los efectos del poder papal, el rey Enrique ordenó entonces a Thomas Cromwell, primer conde de Essex, secretario de Estado y primer ministro, que se ocupase de investigar en monasterios, conventos y abadías la vida privada del clero. Con el cargo de vicario general presidiría la llamada Disolución de monasterios, tras los informes recibidos por sus agentes entre 1535 y finales de 1536. En ellos quedaba patente la vida libertina que asolaba monasterios, conventos y abadías católicas en la Inglaterra de aquella época. En el informe presentado al rey, Cromwell reportaba la visita a ciento cuarenta y cuatro monasterios, abadías y conventos en los que se habían encontrado serios indicios de libertinaje sexual y desfalcos económicos. «En ellos se viven los vicios de Sodoma, donde las monjas actúan como confesoras depravadas y los monjes tienen relaciones sexuales con mujeres casadas a las que tratan como prostitutas, pasándoselas los unos a los otros, para su disfrute sexual», escribía Cromwell a Enrique VIII.

Aunque Inglaterra aceptó el protestantismo, el papa Pablo III pudo conservar Escocia dentro del catolicismo. Para ello nombró al cardenal David Beaton como arzobispo de St. Andrews y primado de Escocia, pero la vida de este cardenal no era del todo moral. Beaton, que era viudo, había tenido tres hijos ilegítimos, pero, tras su asesinato a los cincuenta y dos años, se descubrió que el cardenal había dejado once hijos y cuatro hijas ilegítimas.

La herejía se convirtió en el principal caballo de batalla del papa Pablo III y en especial de sus adorables, hijo, sobrinos y nietos. El duque de Parma y el cardenal Farnese disfrutaban jactándose ante las bellas damas de haber desollado a infieles y herejes y de haber «hecho fluir ríos de sangre hereje tan profundos, que sus caballos podían nadar en ellos», mientras su santidad se acostaba con su hija Constanza. En 1542, el papa ordenó una reorganización de la Inquisición, consistente en crear una comisión especial formada por seis cardenales, presididos por el cardenal Juan Pedro Caraffa —futuro Pablo IV— y que llevaría por nombre: Sanctum Officium. El futuro papa escribió al corrupto Pablo III:

En Roma las rameras andan por la ciudad como mujeres casadas, o cabalgan a lomos de mulas, seguidas, desde el corazón de la ciudad, por nobles y clérigos de la casa de los cardenales. En ninguna otra ciudad hemos visto tal corrupción: excepto en esta, que es un mal ejemplo para todas.

El texto de Caraffa llegó a manos protestantes, que utilizaron el documento como un panfleto anticatólico. Así, cuando el cardenal inquisidor Caraffa se convirtió en Pablo IV, ordenó que el texto fuera incluido en el Índice de Libros Prohibidos. Tras la muerte del papa, el 10 de noviembre de 1549, víctima de unas fiebres, quedaba como herencia una obra dedicada a él por el mismísimo Copérnico, titulada Sobre los recursos de los cuerpos celestes; El Juicio Final, en la Capilla Sixtina y los frescos de la capilla Paolina, pintados ambos por Miguel Ángel, así como la dirección de las obras de la basílica de San Pedro a este mismo artista.

El sucesor del corrupto papa Pablo III, sería Julio III. Juan María Ciocchi del Monte, había nacido en Roma el 10 de septiembre de 1487. Durante el pontificado de Clemente VII fue proclamado gobernador de Roma y su nombre figuró en la lista de rehenes entregados a las tropas de Carlos V tras el Saco de Roma. El 22 de diciembre de 1536, el papa Pablo III le hizo cardenal de San Vital y lo nombró su representante en el Concilio de Trento. Tras la muerte de Pablo III, el cónclave tardó más de dos meses en decidir un candidato, debido a las fuertes presiones entre franceses e imperiales. Por fin, el 8 de febrero de 1550, el cardenal Del Monte salió elegido sumo pontífice. El nuevo papa era un hombre aficionado a la buena vida, a las mujeres hermosas, a los hombres jóvenes, a la caza y al juego. Von Pastor, en su magnífica Historia de los Papas, escribió de él: «No quiso enemistarse con nadie. Gustaba de ver a su alrededor rostros satisfechos y amaba más el brillo del poder que la misma realidad del poder»[278].

A pesar de ser él mismo un sátiro, Julio III prohibió la convivencia de monjes y monjas bajo el mismo techo:

Monjes y monjas no vivan nunca juntos, sino que los monasterios de hombres y de mujeres estén separados. Se sabe que muchos monjes mantienen sirvientes y son tan desvergonzados que llevan mujerzuelas al monasterio para derrochar los bienes de este en vicios y entregarse a la lujuria general. Finalmente también se da la sodomía[279].

Tenía como amantes a Innocenzo del Monte, un jovencito de diecisiete años, a quien hizo cardenal; a Santino, un sirviente de trece años; y a Bertuccino, su hijo ilegítimo de catorce años[280]. Cuando los demás cardenales le preguntaron al papa por qué hacía cardenal a un joven tan indigno, respondió: «¿Y qué vieron ustedes en mí para hacerme papa?». Julio III era un hombre indolente al que no le este gustaba la parte política de su cargo. Le gustaba observar desde el trono papal cómo su amado Innocenzo sodomizaba a alguno de los sirvientes o a veces se vestía de mujer y se convertía él mismo, en el suculento premio sexual de los asistentes. También le gustaba jugar junto a Innocenzo a las torturas. Muchas noches bajaban disfrazados hasta las mazmorras de la Inquisición y eran testigos silenciosos de los tormentos impuestos a jóvenes desnudos de ambos sexos. Durante los cinco años que duró su pontificado, Julio III nombró a un gran número de jovencitos cardenales de la Iglesia católica, con los que le gustaba practicar la sodomía. El religioso y poeta Giovanni della Casa dedicó su Alabanza a la sodomía, al papa Julio III:

¿Qué es Roma?
Incluso lo muestra en ese orden disparatado.
¿Qué es eso?
¿Qué es lo que dice si se escribe al revés?
Al revés es Amor,
pero ¿qué es el amor?,
pero espera, es amor masculino, algo odioso de mencionar.

Tan amante era el papa Julio III de los textos obscenos de Pietro Aretino que estuvo a punto de convertirlo en cardenal, si la muerte no se hubiera llevado antes a este papa deplorable. Lo cierto es que el papa Julio III falleció el 23 de marzo de 1555, a los sesenta y ocho años. Algunas malas lenguas afirman que su corazón no pudo resistir las acometidas de un joven y musculoso amante, mientras que otras fuentes, mucho más benignas, apuntan a que el papa murió mientras rezaba en la basílica de San Pedro. Su amante, el cardenal Innocenzo del Monte, moriría en 1577, tras ser acusado de asesinatos, violaciones, robo, escarnio y sacrilegio y después de una larga temporada en las mazmorras de Sant'Angelo.

A la muerte del libertino y sodomita Julio III no cabía ya la menor duda de que se había iniciado una nueva era, en la que sexo y libertinaje no iban a dejar de estar presentes en los siguientes pontificados, a pesar de una corta era de abstinencia.