42. EL ESPECTRO DE LA MÁQUINA

—Lo siento, Heywood; yo no creo en fantasmas. Tiene que haber una explicación racional. No hay nada de lo que la mente humana no pueda dar cuenta.

—De acuerdo, Tanya. Pero permíteme recordarte la famosa frase de Haldane: El universo no sólo es más extraño de lo que imaginamos, sino más extraño de lo que podemos imaginar.

—Y Haldane —intervino Curnow perversamente— era un buen comunista.

—Posiblemente, pero esa cita en particular puede servir para sostener todo tipo de delirios místicos. El comportamiento de Hal debe ser el resultado de alguna forma de programación. La… personalidad que creó, tiene que ser artificial. ¿No está de acuerdo conmigo, Chandra?

Aquello era agitar un trapo rojo delante de un toro; Tanya debía estar desesperada. Sin embargo, la reacción de Chandra fue sorprendentemente moderada, aun para él. Parecía preocupado, como si estuviera considerando seriamente la posibilidad de otra disfunción del computador.

—Tiene que haber habido un estímulo externo, capitana Orlova. Hal no puede haber creado una ilusión audiovisual tan autosuficiente de la nada. Si el informe del doctor Floyd es correcto, había alguien en el control. Y en tiempo real, por supuesto, ya que no hubo demoras en la conversación.

—Eso me convierte en sospechoso número uno —exclamó Max—. Yo era la única persona despierta.

—No seas ridículo, Max —retrucó Nikolai—. La parte sonora habría sido fácil, pero no hay manera de que esa aparición pudiera hacerse posible sin un equipo muy elaborado. Rayos láser, campos electroestáticos… no sé. Tal vez un mago lo podría haber hecho, pero hubiera necesitado un camión lleno de implementos.

—¡Un momento! —dijo Zenia, brillantemente—. Si todo eso sucedió en realidad, seguramente Hal lo recordará y le podríamos preguntar…

Su voz se apagó al ver las sombrías expresiones que la rodeaban. Floyd fue el primero en apiadarse de su incómoda situación.

—Ya lo intentamos, Zenia; no guarda absolutamente ningún recuerdo del fenómeno. Pero, como ya he señalado a los demás, eso no prueba nada. Chandra mostró cómo pueden borrarse selectivamente las memorias de Hal; y además, los módulos auxiliares de expresión verbal no tienen ninguna conexión con el sistema central. Podrían haber sido operados sin que Hal se enterara…

Se detuvo para respirar, y lanzó un tiro arriesgado.

—Admito que no quedan muchas alternativas. O bien imaginé todo el asunto, o en realidad sucedió. Yo sé que no fue un sueño, pero no puedo estar tan seguro de que no haya sido alguna alucinación. Katerina leyó mi historia clínica; ella sabe que no estaría aquí si tuviera ese tipo de problemas. Aun así, no se puede desechar la posibilidad… Y no culparé a nadie que la adopte como hipótesis número uno. Probablemente yo haría lo mismo.

»La única manera que tengo de demostrar que no fue un sueño es conseguir una evidencia. Así que permítanme recordarles algunas cosas extrañas que han venido sucediendo últimamente. Sabemos que David Bowman entró en Hermano Ma… en Zagadka. Algo volvió a salir, y se dirigió hacia Tierra. ¡Y fue Vasili quien lo vio… no yo!

»Luego, tenemos la misteriosa explosión de vuestra bomba en órbita…

—La de ustedes…

—Perdón… del Vaticano. Y resulta bastante curioso que inmediatamente después haya muerto la señora de Bowman, en forma plácida, sin causa médica aparente. No digo que haya una conexión, pero… bien, ya conocen el dicho: Una vez es accidente; dos, coincidencia; tres, conspiración.

—Y hay algo más —intervino Max, con súbita excitación—. Lo pesqué en un informativo vespertino; era una información muy breve. Una antigua novia del comandante Bowman anunció que había recibido un mensaje suyo.

—Sí; yo también lo escuché —confirmó Sasha.

—¿Y nunca lo mencionaron? —preguntó Floyd, incrédulo. Ambos hombres parecían avergonzados.

—Bueno, se pensó que era una broma —dijo Max, tímidamente—. Fue el marido de la mujer el que informó del asunto. Luego ella lo negó… eso creo.

—El comentarista dijo que era efecto de la publicidad, como la avalancha de OVNI que hubo por la misma época. En la primera semana fueron denunciados varias docenas; luego dejaron de aparecer.

—Tal vez algunos de ellos fueron reales. Si no fue borrado, ¿podrías desenterrar esa información de los archivos de la nave, o pedir a Control de Misión que la repitan?

—No me convencerán ni cien relatos juntos —gruñó Tanya—. Lo que necesitamos es una prueba sólida.

—¿Como qué?

—Hem… algo que Hal no pudiera saber, y que ninguno de nosotros pudiera haberle dicho. Alguna manifes… eh, manifestación física.

—¿Un buen anticuado milagro?

—Sí, me inclino por eso. Mientras tanto, no diré nada a Control de Misión. Y sugiero que tú hagas lo mismo, Heywood.

Floyd reconocía una orden cuando la escuchaba, y asintió con seriedad.

—Tendré mucho gusto en seguir tu consejo. Pero querría hacer una sugerencia.

—¿Sí?

—Deberíamos comenzar a prepararnos para cualquier contingencia. ¿Qué pasaría si el aviso fuera válido… como yo creo?

—¿Qué podríamos hacer? Absolutamente nada. Desde luego, podemos abandonar el espacio de Júpiter cuando lo deseemos; pero no podemos entrar en órbita de regreso antes de que se abra la ventana de lanzamiento.

—¡Eso será once días después del límite!

—Sí. Me gustaría irme antes; pero no tenemos combustible para una órbita de mayor energía… —la voz de Tanya tembló con una indecisión atípica—. Iba a hacer este anuncio más adelante; pero ahora que ha salido el tema…

Hubo un repentino silencio, mientras la audiencia contenía el aliento:

—Querría posponer nuestra partida en cinco días, para acercar nuestra órbita al ideal de Hohmann, y así disponer de una mayor reserva de combustible.

El anuncio no era inesperado, pero fue saludado con un coro de gruñidos.

—¿Cómo incidirá eso en nuestra fecha de llegada? —preguntó Katerina en un tono ominosamente bajo. Por un momento las dos formidables damas se observaron como adversarios poderosos, respetuosos uno del otro, pero que no ofrecerían tregua.

—Diez días —contestó finalmente Tanya.

—Mejor tarde que nunca —dijo Max en tono jocoso; intentando aliviar la tensión, pero sin lograrlo.

Floyd apenas lo notó; estaba absorto en sus propios pensamientos. La duración del proyecto no haría diferencia para él y sus dos colegas, en su sueño sin sueños. Pero ahora eso era absolutamente secundario.

Estaba seguro —y esa certeza lo llenaba de desesperación— de que si no se iban antes de aquel plazo, no se irían jamás.

—… Es una situación increíble, Dimitri, y aterradora. Eres la única persona en la Tierra que la conoce; pero muy pronto, Tanya y yo deberemos enfrentarnos con Control de Misión.

»Inclusive algunos de tus materialistas compatriotas están dispuestos a aceptar —al menos como hipótesis de trabajo— que alguna entidad ha… bien, invadido a Hal. Sasha acuñó una buena frase: «El Espectro de la Máquina».

»Las teorías abundan: Vasili elabora una por día. Casi todas son variaciones de ese viejo cliché de la ciencia ficción: el campo de energía organizada. Pero, ¿qué clase de energía? No puede ser eléctrica, porque la habrían detectado fácilmente nuestros instrumentos. Lo mismo se aplica a la radiación; al menos, a las que conocemos. Vasili está yendo realmente lejos, hablando de ondas estacionarias de neutrinos y de intersecciones con espacios hiperdimensionados. Tanya dice que todo esto son delirios místicos —su frase favorita—, y han estado más cerca de pelearse de lo que nunca vimos. En realidad, la otra noche los oímos gritarse mutuamente. Eso no es bueno para nuestra moral.

»Me temo que todos estamos tensos y sobreexcitados. Este aviso y la postergación de la fecha de partida, se agrega al estado de frustración causado por nuestro fracaso total con Hermano Mayor. Hubiera ayudado —quizás— que me hubiera podido comunicar con esa cosa de Bowman. ¿Dónde se habrá ido? Tal vez, simplemente no se interesó por nosotros después de nuestro primer encuentro. ¡Cuántas cosas nos podría haber dicho, de haberlo querido! ¡Diablos y chyort vozmi!… Maldito sea; otra vez estoy hablando ese odiado rusglés de Sasha. Cambiemos de tema.

»Nunca podré agradecerte lo suficiente por todo lo que hiciste, y por informarme de la situación en casa. Me siento un poco más tranquilo al respecto…; tal vez el tener algo más importante de qué preocuparse sea el mejor remedio para un problema insoluble.

»Por primera vez, estoy comenzando a preguntarme si alguno de nosotros volverá a ver la Tierra alguna vez.