«… Has visto todos los informes técnicos, Dimitri, así que comprenderás nuestra frustración. No hemos aprendido nada nuevo con nuestras pruebas y mediciones. Zagadka está ahí, cubriendo la mitad del cielo, ignorándonos completamente».
«Pero no puede ser inerte, un despojo espacial. Vasili ha señalado que debe estar ejerciendo alguna acción positiva para permanecer aquí, en el inestable punto de liberación. De otra manera, habría derivado hace años, como Discovery, y se habría estrellado contra Ío».
«¿Qué haremos ahora? No podríamos tener explosivos nucleares a bordo (¿o sí?), en contravención con UN’ 08, art. 3… Es sólo una broma…».
«Ahora que disminuyó la presión entre nosotros, y aún faltan semanas para que se nos abra la ventana de lanzamiento para volver a casa, hay una perceptible atmósfera de aburrimiento, así como también de frustración. No te rías… imagino cómo te suena esto allá, en Moscú. ¿Cómo puede aburrirse aquí una persona inteligente, rodeada de las mayores maravillas que haya visto jamás el ojo humano?».
«Aun así, no hay dudas. El ánimo no es el que fuera. Hasta ahora, todos habíamos estado desagradablemente sanos. Ahora, casi todos tienen una gripe, o un dolor de estómago, o una cortadura que no se cura, a pesar de todas las píldoras y polvillos de Katerina. Se dio por vencida, y ahora sólo nos da aliento, con consejos y buen humor».
«Sasha ha contribuido a mantenernos alegres con una serie de artículos publicados en el tablero de noticias de la nave. Los titula: "¡DESTERREMOS EL RUSGLÉS!" y confecciona listados de espantosas mezclas de ambos idiomas que asegura haber oído, palabras mal empleadas, y cosas por el estilo. Todos nosotros necesitaremos una descontaminación lingüística cuando regresemos a casa; más de una vez he sorprendido a tus compatriotas charlando en inglés sin notarlo, y recurriendo a su lengua nativa sólo para solucionar alguna palabra difícil. Yo mismo me encontré el otro día hablando en ruso con Walter Curnow; y ninguno de los dos se dio cuenta hasta después de un buen rato».
«Días pasados hubo una actividad no programada, que te dará una idea del estado de nuestra mente. Se conectó la alarma contra incendio, en medio de la noche, disparada por un detector de humo».
«Bueno, resultó ser que Chandra había entrado de contrabando uno de sus letales cigarros a bordo, y no pudo resistir más la tentación. Lo estaba fumando en el toilette, como un escolar culpable».
«Desde luego, estaba terriblemente avergonzado, pero el resto encontró el asunto histéricamente gracioso, pasado el pánico inicial. Tú sabes cómo cualquier broma trivial, sin significado para la gente de afuera, puede arrasar con un grupo de personas generalmente inteligentes, y reducirlas a la risa sin remedio. Bastaba que alguien simulara encender un fósforo para que todos se estuvieran revolcando a carcajadas».
«Lo que hace más ridícula la situación es que a nadie le hubiera importado en lo más mínimo que Chandra se hubiese ido a una cámara de presión, o que hubiera desactivado el detector de humo. Pero es demasiado tímido para admitir que tiene una debilidad tan humana; y, ahora dedica más tiempo que antes a comunicarse con Hal».
Floyd oprimió el botón PAUSA y paró la grabación. Tal vez no fuera justo burlarse de Chandra, tentadora como era la idea. En los últimos días había salido a la superficie todo tipo de pequeñas asperezas de la personalidad, e incluso se habían originado fuertes discusiones sin razón aparente. Y a propósito, ¿qué podría decir de su propio comportamiento? ¿Se había mantenido por encima de toda posible crítica?
Todavía no estaba seguro de haber tratado bien a Curnow. Aunque no creía que algún día el ingeniero le llegara a caer simpático realmente, o que le dejaría de molestar el tono ligeramente elevado de su voz, la actitud de Floyd había pasado de la mera tolerancia a una respetuosa admiración. Los rusos lo adoraban, y no en pequeña medida, por sus interpretaciones de temas favoritos como Polyushko Polye, que les arrancaba lágrimas. Y en una ocasión, Floyd sintió que la adoración había llegado un poco lejos.
—Walter —comenzó con cautela—, no sé si será asunto mío, pero hay una cuestión personal que querría aclarar contigo.
—Cuando alguien dice que algo no es asunto suyo, casi siempre tiene razón. ¿Qué problema tienes?
—Para ser sincero, tu comportamiento con Max.
Hubo un silencio helado, que Floyd aprovechó para hacer una cuidadosa inspección del pobre trabajo al óleo de la pared de enfrente. Luego Curnow replicó, en un tono bajo, implacable:
—Estaba convencido de que era mayor de dieciocho años.
—No te confundas. En realidad, no me preocupa Max. Se trata de Zenia.
La boca de Curnow se abrió en indisimulada sorpresa.
—¿Zenia? ¿Qué tiene que ver con esto?
—Para ser un hombre inteligente, eres bastante poco observador… por no decir obtuso. Seguramente sabrás que Zenia está enamorada de Max. ¿No has notado cómo mira, cuando pasas tu brazo alrededor de él?
Floyd nunca imaginó que vería sonrojarse a Curnow, pero el golpe pareció llegar a destino.
—¿Zenia? Yo pensé que era sólo una broma… es tan… una ratita. Y además todos lo quieren a Max, cada uno a su manera… incluso Katerina la Grande. Aun así… hum, bien, supongo que tendré que ser más cuidadoso. Al menos cuando esté Zenia.
Hubo un prolongado silencio, durante el cual la temperatura social volvió a lo normal. Luego, obviamente para demostrar que no había rencor, Curnow agregó en un tono de informal conversación:
—Sabes, muchas veces me he preguntado por Zenia. Hicieron un maravilloso trabajo de cirugía plástica en su rostro, pero no pudieron reparar el daño. La piel está demasiado tirante, y no recuerdo haberla visto reír de veras. Puede que sea ésa la causa por la que he evitado mirarla. ¿Me hubieras creído con tanta sensibilidad estética, Heywood?
El deliberadamente formal «Heywood» era signo de buena predisposición antes que de hostilidad, y Floyd se permitió bajar la guardia.
—Puedo satisfacer tu curiosidad en parte: finalmente Washington se enteró de todo. Parece que sufrió un serio accidente aéreo, y tuvo mucha suerte al poder recuperarse de las quemaduras. Hasta donde sabemos, no hay otro misterio, excepto que se supone que Aeroflot no tiene accidentes.
—Pobre chica. Me sorprende que la hayan dejado venir al espacio, pero supongo que sería la única persona calificada disponible cuando Irina se autoeliminó. Lo siento por ella; además de las heridas, el golpe psicológico debe haber sido terrible.
—Ciertamente; pero su recuperación fue completa.
«No estás contando toda la verdad», se decía Floyd, «y nunca lo harás». Desde su encuentro en el acercamiento a Júpiter, siempre habría un lazo secreto entre ellos, no de amor, sino de ternura, que es mucho más duradera.
Repentinamente se sintió agradecido para con Curnow; el otro estaba obviamente sorprendido de su preocupación por Zenia, pero no había intentado explotar el hecho en su propia defensa.
Y de haberlo hecho, ¿habría sido deshonesto? Ahora, después de unos días, Floyd se preguntaba si sus propios motivos eran del todo admirables. Por su parte, Curnow había mantenido su promesa; en verdad, alguien que no estuviera al tanto se podría haber imaginado que ignoraba deliberadamente a Max; al menos, cuando Zenia estaba cerca. Y a ella la trataba con más dulzura; lo que es más, había logrado hacerla reír abiertamente en más de una ocasión.
Así que la intervención había valido la pena, cualquiera hubiera sido el impulso que la originó. Aunque éste fuera, como Floyd sospechaba con pesar, la envidia secreta que los homo o heterosexuales definidos sienten, si es que son totalmente honestos consigo mismos, hacia los polimorfos alegremente asumidos.
El dedo índice trepó hasta el grabador, pero el hilo de sus pensamientos se había cortado. Inevitablemente, le venían a la cabeza imágenes de su propio hogar, y de su familia. Cerraba los ojos, y recordaba el momento culminante de la fiesta de cumpleaños de Christopher; el niño soplando las tres velitas de la tarta, hacía menos de veinticuatro horas, pero a casi mil millones de kilómetros de distancia. Había pasado el vídeo tantas veces que ya conocía la escena de memoria.
¿Cuántas veces habría pasado Caroline sus mensajes a Chris, para que el niño no olvidara a su padre… o no lo viera como a un extraño cuando volviera, después de estar ausente otro cumpleaños? Casi tenía miedo de preguntarlo.
Pero no podía culpar a Caroline. Para él, pasarían sólo unas semanas antes de que se volvieran a encontrar. Pero ella habría envejecido más de dos años mientras él estaría en su sueño sin sueños entre los astros. Era mucho tiempo para ser una joven viuda, por más temporaria que fuera.
Floyd se preguntaba si no estaría sufriendo alguna enfermedad de a bordo; raras veces había sufrido tal sensación de frustración, y hasta de fracaso. «Puedo haber perdido a mi familia, atravesando los abismos del espacio y del tiempo, y todo para nada. Porque no he logrado nada; a pesar de haber alcanzado mi meta, ésta permanece vacía, una impenetrable muralla de total oscuridad».
Y sin embargo, alguna vez David Bowman había gritado: «¡Dios mío, esto está repleto de estrellas!».