«¿Quién es?», murmuró alguien, acallado por un coro de chistidos. Floyd levantó sus manos en un gesto de ignorancia y, esperaba, inocencia.
«Sé que usted está a bordo de Leonov… puedo no tener mucho tiempo… apuntando la antena de mi traje donde pienso…».
La señal desapareció por unos agonizantes segundos, y luego, volvió mucho más clara, aunque no más fuerte.
«… enviar cierta información a Tierra. Tsien destruida hace tres horas. Soy el único sobreviviente. Usando la radio de mi traje; no sé si tiene alcance suficiente, pero es la única posibilidad. Por favor escuchen con atención, HAY VIDA EN EUROPA. Repito: HAY VIDA EN EUROPA…».
La señal se desvaneció de nuevo. Siguió un silencio aturdido que nadie intentó interrumpir. Mientras esperaba, Floyd revolvió su memoria furiosamente. No podía reconocer la voz; podría ser la de cualquier chino educado en Occidente. Probablemente fuera de alguien con quien se había encontrado en una conferencia científica, pero a menos que el locutor se identificara, nunca lo sabría.
«… poco después de la medianoche local. Estábamos bombeando regularmente y los tanques se encontraban a medio llenar. El doctor Lee y yo salimos a revisar la aislación de las cañerías. Tsien está, estaba, a unos treinta metros del borde del Gran Canal. Los tubos salen de él directamente hacia abajo a través del hielo. Muy delgado; poco seguro para caminar. El cálido extractar…».
Otra vez un largo silencio. Floyd se preguntaba si el que hablaba se estaría moviendo, y había sido interrumpido momentáneamente por alguna obstrucción.
«… sin problemas, cinco kilowats de luz brillaban en la nave. Como un árbol de Navidad, hermoso, brillando a través del hielo. Colores gloriosos. Lee la vio primero; una enorme masa oscura emergiendo de las profundidades. Al principio pensamos que sería un cardumen, era demasiado grande para ser un solo organismo, luego comenzó a abrirse paso a través del hielo».
«Doctor Floyd, espero que pueda escucharme. Habla el profesor Chang, nos conocimos en el '02, en la conferencia UAI de Boston».
La mente de Floyd voló a mil millones de kilómetros de allí. Recordaba vagamente aquella recepción, después de la sesión de clausura del Congreso de la Unión Astronómica Internacional; el último al que habían asistido los chinos antes de la Segunda Revolución Cultural. Y ahora recordaba con nitidez a Chang: un pequeño y simpático astrónomo y exobiólogo con una buena provisión de bromas. Pero ahora no estaba bromeando.
«… como enormes filamentos de algas mojadas, arrastrándose por el piso. Lee corrió hacia la nave para traer su cámara; yo me quedé para observar, informando por radio. La cosa se movía tan lentamente que podía dejarla atrás con facilidad. Estaba más excitado que alarmado. Creía saber qué clase de criatura era —he visto fotografías de los bosques de algas de California—, pero estaba equivocado».
«… notaba que se hallaba en problemas. No podía sobrevivir a una temperatura ciento cincuenta grados más baja que la de su entorno normal. Se estaba solidificando a causa del frío, mientras se movía hacia adelante. Algunas porciones de su cuerpo se quebraban como cristal, pero seguía avanzando hacia la nave, como una marea negra que disminuía su marcha a cada instante».
«Aún estaba tan sorprendido que no podía pensar con claridad ni imaginarme qué estaba tratando de hacer…».
—¿Hay alguna manera de hablarle? —musitó Floyd con angustia.
—No; es demasiado tarde. En poco tiempo Europa será eclipsada por Júpiter. Tendremos que esperar hasta que salga del eclipse.
«… trepando por la nave, construyendo una especie de túnel de hielo mientras avanzaba. Tal vez eso lo aislara de la luz solar del mismo modo que las termitas se protegen del frío con sus pequeños corredores de barro…».
«… toneladas de hielo sobre la nave. Las antenas de radio fueron lo primero en quebrarse. Enseguida vi las patas de aterrizaje que comenzaban a doblarse; todo en cámara lenta, como en un sueño».
«Sólo cuando la nave empezó a caer, comprendí qué era lo que la cosa trataba de hacer… y ya era demasiado tarde. Nos podríamos haber salvado, con sólo apagar las luces».
«Tal vez se trate de un fotótropo, con su ciclo biológico regulado por la luz solar que se filtra a través del hielo. O podría haber sido atraído como una polilla a un farol. Nuestras luces deben haber sido más brillantes que cualquier cosa que haya conocido Europa…».
«Luego la nave se hundió. Vi estallar el casco, una especie de copos de nieve se condensó como si fuera humedad. Todas las luces se apagaron excepto una, balanceándose de un cable, un par de metros sobre el piso».
«Ignoro qué pasó inmediatamente después. Lo primero que recuerdo, es que estaba parado bajo la luz, al lado de los restos de la nave, rodeado de un fino y fresco polvillo de nieve. Veía claramente mis pisadas marcadas en ella. Debí haber corrido hasta allí; tal vez habían pasado sólo uno o dos minutos…».
«La planta, todavía la consideraba una planta, estaba inmóvil. Me preguntaba si se habría dañado con el impacto; grandes porciones del grosor de un brazo humano, estaban desparramadas, como ramas quebradas».
«Luego el tronco principal comenzó nuevamente a moverse. Se alejó del casco y comenzó a arrastrarse hacia mí. Fue entonces que tuve la certeza de que la cosa era fotosensible: yo estaba parado exactamente bajo la lámpara de mil watt, que había dejado de balancearse».
«Imaginen un roble; o mejor aún, un baniano con sus múltiples troncos y raíces aéreas, achatado por la gravedad, y tratando de serpear por el suelo. Llegó a cinco metros de la luz, y comenzó a extenderse hasta formar un círculo perfecto alrededor de mí. Presumo que ése sería el límite de su tolerancia, el punto en que el fototropismo se convertía en repulsión. Después, por unos minutos nada sucedió. Pensé que había muerto, solidificado de frío».
«Luego vi que se estaban formando grandes capullos en muchas de las ramas. Era como ver una película filmada en cámara rápida, donde las flores se abren a simple vista. En realidad yo pensaba que eran flores, cada una casi tan grande como la cabeza de un hombre».
«Delicadas, maravillosamente coloreadas membranas comenzaron a desplegarse. Inclusive entonces, se me ocurrió que nadie, nada, podía haber visto antes esos colores; no habían tenido existencia hasta que llevamos nuestras luces, nuestras fatales luces, a este mundo».
«Pétalos, estambres, meciéndose suavemente… caminé hacia la pared viviente que me rodeaba, para poder ver exactamente qué era lo que sucedía».
«Ni en ese momento, ni en ningún otro, sentí el más mínimo temor hacia la criatura. Estaba seguro de que no era malévola… si acaso era consciente».
«Había vástagos de las flores grandes, en varias etapas de floración. Me parecían mariposas, recién salidas de las crisálidas, las alas arrugadas, débiles aún; me estaba aproximando a la verdad».
«Pero se estaban congelando; morían apenas se formaban. Luego, una tras otra, se desprendieron de sus capullos madre. Durante unos instantes se debatieron como peces atrapados en tierra seca; y al fin comprendí lo que eran. Esas membranas no eran pétalos: eran aletas, o su equivalente. Se trataba de su estado acuático, la etapa larvaria de la criatura. Probablemente pase gran parte de su vida arraigada en el lecho del mar, y luego envíe estos vástagos móviles en busca de un nuevo territorio. Igual que los corales en los océanos de la Tierra».
«Me arrodillé para poder observar de cerca una de estas pequeñas criaturas. Los hermosos colores se estaban apagando, tornándose a un marrón pardo. Algunas de las aletas-pétalos se habían caído, transformándose en cristales quebradizos al helarse. Pero la cosa se seguía moviendo débilmente, y a medida que me aproximaba trataba de huir. No sé cómo percibía mi presencia».
«Luego noté que todos los estambres, como los había llamado, tenían unos puntitos azules en la punta. Parecían pequeñas estrellas de zafiro, o los ojos azules en el borde del manto de las coquillas, que captan la luz, pero no son capaces de formar imágenes. Mientras estaba mirando, el azul intenso se apagó, los zafiros se volvieron piedras opacas, comunes…».
«Doctor Floyd, o cualquiera que esté escuchando, no me queda mucho tiempo; en poco más Júpiter bloqueará mi señal. Pero casi he terminado».
«Sabía lo que debía hacer. El cable de aquella lámpara de mil watt llegaba casi hasta el suelo. Le di unos golpes, y la luz se apagó en una lluvia de chispas».
«Me pregunté si no sería tarde. Por unos minutos, no ocurrió nada. Caminé hacia la pared de ramas enredadas alrededor de mí, y la pateé».
«Lentamente, la criatura comenzó a desembrollarse, y a retroceder hacia el Canal. Había mucha luz, se veía todo perfectamente. Ganímedes y Calisto brillaban en el cielo, Júpiter era un inmenso y delgado semicírculo, y la aurora se desplegaba ampliamente en el lado nocturno, en el extremo joviano del cono gravitacional de lo».
«No había necesidad de usar la luz de mi casco».
«Seguí a la criatura durante todo su regreso al agua, animándola con puntapiés cuando se frenaba, sintiendo todo el tiempo crujir los fragmentos de hielo bajo mis botas… Al acercarse al Canal, parecía adquirir fuerza y energía, como si supiera que se aproximaba a su hogar natural. Me pregunté si sobreviviría, si volvería a florecer».
«Desapareció a través de la superficie, dejando las últimas larvas muertas en la tierra extraña. El agua expuesta burbujeó unos minutos hasta que una capa de hielo protector la selló contra el vacío de arriba. Volví caminando a la nave por si quedaba algo por rescatar; no quiero hablar de eso».
«Sólo tengo dos pedidos que hacer, doctor. Cuando los taxonomistas clasifiquen esta criatura, espero que le darán mi nombre».
«Y, cuando llegue la próxima nave, pídales que lleven nuestros huesos a China».
«Júpiter nos cortará en pocos minutos. Me gustaría saber si alguien me está recibiendo. De todos modos, repetiré este mensaje cuando volvamos a estar en línea directa… si el sistema de supervivencia de mi traje me mantiene vivo hasta entonces».
«Habla el profesor Chang, desde Europa, informando la destrucción de la nave espacial Tsien. Aterrizamos cerca del Gran Canal y conectamos los tubos en el borde del…».
La señal se apagó abruptamente, regresó por un instante, luego apareció completamente por debajo del nivel de estática. Aunque Leonov siguió escuchando en la misma frecuencia, no hubo ya ningún otro mensaje del profesor Chang.