Lo mismo que con muchas de mis novelas, en particular aquellas que tratan con conocimientos que exceden mis estudios de química y de medicina en el campo de la cirugía y la oftalmología, me he beneficiado enormemente de la erudición profesional, la sabiduría y la experiencia de mis amigos y de los amigos de mis amigos a la hora de buscar documentación, planear y escribir Convulsión, que toca temas de medicina, biotecnología y política. Una multitud de personas han sido extraordinariamente generosas con su valioso tiempo y conocimientos. Aquellos a los que quiero manifestar mi agradecimiento son (en orden alfabético):
Jean Cook, MSW, CAGS: una psicóloga, una lectora muy perceptiva, una crítica valiente y una valiosa tabla de resonancia.
Joe Cox, J.D., LLM: un dotado abogado experto en impuestos además de lector de obras de ficción, que lo sabe todo de las estructuras corporativas, la financiación y los temas legales internacionales.
Gerald Doyle, M.D.: un comprensivo internista forjado en un molde de épocas pasadas, con una lista de referencia de primer orden de médicos clínicos de éxito.
Orrin Hatch, J.D.: un venerado senador de Utah, quien me permitió generosamente conocer de primera mano un día típico en la vida de un senador y me obsequió con divertidas historias de senadores cuyas biografías fueron una magnífica fuente para crear a mi ficticio Ashley Butler.
Robert Lanza, M.D.: una dínamo humana que lucha incansablemente por cerrar la brecha entre la medicina clínica y la biotecnología del siglo XXI.
Valerio Manfredi, Ph. D.: un entusiasta arqueólogo y escritor italiano, quien generosamente se ocupó de las presentaciones y de preparar mi visita a Turín, Italia, para documentarme sobre el extraordinario Santo Sudario de Turín.