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HIPNOPEDIA

A fines del otoño de 1957, el Woodland Road Camp, una institución penal del distrito de Tulare, California, fue el escenario de un experimento curioso e interesante. Se colocaron altoparlantes en miniatura bajo las almohadas de un grupo de presos que se habían prestado voluntariamente a actuar de conejitos de Indias psicológicos. Cada uno de estos altoparlantes de almohada estaba conectado a un fonógrafo en el despacho del alcalde. Cada hora durante toda la noche un susurro inspirativo repetía una breve homilía sobre «los principios de la vida moral». Al despertarse en mitad de la noche, el preso podía oír la vocecita que ensalzaba las virtudes cardinales o murmuraba, en nombre de un mejor ego del propio oyente: «Estoy imbuido de amor y compasión por todos. Venga, pues, Dios en mi ayuda.»

Después de leer lo referente al Woodland Road Camp, volví al segundo capítulo de Un Mundo Feliz. En ese capítulo, el Director de Incubadoras y Acondicionamiento para Europa Occidental explica a un grupo de nuevos técnicos en acondicionamiento e incubación el funcionamiento del sistema estatal de educación ética conocido en el siglo VII después de Ford como hipnopedia. El director dice a sus oyentes que los primeros ensayos de enseñanza durante el sueño habían estado mal orientados y, consiguientemente, habían fracasado. Los educadores habían intentado proporcionar preparación intelectual a sus dormidos alumnos. Pero la actividad intelectual es incompatible con el sueño. La hipnopedia sólo procuró resultados cuando fue utilizada para la preparación moral, o sea, para el acondicionamiento de la conducta por medio de la sugestión verbal en momentos de resistencia psicológica disminuida. «El acondicionamiento sin palabras es tosco y de orden general; no puede inculcar las complejas normas de conducta que reclama el Estado. Para eso tiene que haber palabras, pero palabras sin razón…». Es decir, la clase de palabras que no exigen análisis para su comprensión, que pueden ser tragadas enteras por el cerebro dormido. Tal es la verdadera hipnopedia, «la más grande fuerza moralizadora y socializadora de todos los tiempos». En Un Mundo Feliz, ningún ciudadano perteneciente a las castas inferiores provocaba conflicto alguno. ¿Por qué? Porque, desde que era capaz de hablar y de comprender lo que se le decía, todo niño de casta inferior quedaba expuesto a sugestiones incesantemente repetidas, noche tras noche, durante las horas de somnolencia y sueño. Estas sugestiones eran «como gotas de lacre, como gotas que se adhieren, incrustan e incorporan a aquello sobre lo que caen, hasta que finalmente la roca no es más que una ampolla roja. Hasta que finalmente la mente del niño es esas sugestiones y la suma de esas sugestiones es la mente del niño. Y no únicamente la mente del niño. También la mente del adulto, durante toda su vida. La mente que juzga, desea y decide, una mente formada por esas sugestiones. Pero esas sugestiones son nuestras sugestiones, las sugestiones del Estado…».

Hasta la fecha, que yo sepa, las sugestiones hipnopédicas no han sido utilizadas por ningún Estado de más poder que el distrito de Tulare y, desde luego, las sugestiones hipnopédicas que Tulare ha formulado a los delincuentes son inobjetables. ¡Si todos nosotros y no únicamente los reclusos del Woodland Road Camp pudiéramos ser efectivamente imbuidos, durante nuestro sueño, de amor y compasión por todos! No, no es el mensaje transmitido por el susurro inspirativo lo que inspira recelos; es el principio de la enseñanza durante el sueño por los organismos gubernamentales. ¿Es la hipnopedia un instrumento que puedan utilizar discrecionalmente los funcionarios delegados para ejercer autoridad en una sociedad democrática? En el presente caso, la están utilizando únicamente en voluntarios y con la mejor de las intenciones. Pero no hay garantías de que las intenciones sean buenas en otros casos ni de que el adoctrinamiento se haga sobre la base de la voluntariedad. Cualquier ley o medida social que cree tentaciones a los funcionarios es mala. Cualquier ley o medida social que les evite la tentación de abusar de su poder delegado en provecho propio o en beneficio del Estado o de alguna organización política, económica o eclesiástica es buena. La hipnopedia, siendo efectiva, sería un instrumento poderosísimo en las manos de cualquiera que estuviera en condiciones de imponer sugestiones a un auditorio cautivo. Una sociedad democrática es una sociedad que se ajusta al postulado de que es fácil abusar del poder y de que, en consecuencia, éste debe ser confiado a los funcionarios únicamente en cantidad limitada y por limitados períodos de tiempo. En una sociedad así, el empleo de la hipnopedia por los funcionarios debería estar reglamentado por una ley, en el supuesto, claro está, de que la hipnopedia fuera genuinamente un instrumento de poder. Pero ¿es realmente tal instrumento? ¿Puede funcionar tan bien como yo supuse que funcionaba durante el siglo VII después de Ford? Analicemos los datos existentes.

En el número de julio de 1955 del Psychological Bulletin, Charles W. Simón y William H. Emmons han examinado y valorado los diez estudios más importantes en esta disciplina. Todos estos estudios se refieren a la memoria. ¿Ayuda la enseñanza durante el sueño al alumno en su tarea de aprender? Y ¿en qué medida el material susurrado al oído de una persona dormida es recordado por ésta a la mañana siguiente? Simón y Emmons contestan como sigue: «Han sido examinados diez estudios sobre la enseñanza durante el sueño. Muchos de estos estudios han sido citados sin espíritu crítico por casas comerciales o en revistas populares y artículos periodísticos como prueba en favor de la posibilidad de aprender mientras se duerme. Se hizo un análisis crítico del plan experimental, las estadísticas, la metodología y los criterios de sueño de estos estudios. Todos ellos revelaron debilidades en uno o más de los aspectos precedentes.» Los estudios no demuestran de modo inequívoco que se aprende realmente mientras se duerme. Pero al parecer algo se aprende «en un especial estado de vigilia, en el que los sujetos no recuerdan después que han estado despiertos. Esto puede tener gran importancia práctica desde el punto de vista de la economía en tiempo de estudio, pero no puede ser considerado como aprendizaje durante el sueño. … Una inadecuada definición del sueño hace que el problema sea parcialmente confundido».

Entretanto, subsiste el hecho de que en el ejército norteamericano, durante la Segunda Guerra Mundial (e inclusive, experimentalmente, durante la Primera), la instrucción diurna en código Morse y lenguas extranjeras fuera complementada con la instrucción durante el sueño, aparentemente con resultados satisfactorios. Desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial, varias casas comerciales de los Estados Unidos y otras partes han vendido gran número de altoparlantes de almohada y fonógrafos y cintas registradoras de regulación cronométrica para uso de actores con prisas para aprender sus papeles, de políticos y predicadores que quieren crear la ilusión de que improvisan con elocuencia, de estudiantes que preparan sus exámenes y, finalmente y con el máximo provecho, de las innumerables personas que no están contentas de sí mismas y desean autosugestionarse o que se las sugestione para convertirse en alguien distinto. La sugestión que uno mismo se administra puede ser fácilmente registrada en una cinta magnética y escuchada, una y otra vez, de día y durante el sueño. En cuanto a las sugestiones procedentes de fuera, pueden ser compradas en la forma de discos que incluyen una gran variedad de mensajes provechosos. Se hallan en el mercado discos para el alivio de la tensión y la inducción de una serenidad reparadora, discos para promover la confianza en sí mismo (muy utilizados por los vendedores), discos para aumentar nuestros atractivos y hacer nuestra personalidad más magnética. Entre los de más venta, figuran los discos para la consecución de la armonía sexual y los discos destinados a quienes desean adelgazar. («El chocolate me deja frío, soy insensible al hechizo de las patatas, los bollos no me atraen ni poco ni mucho.») Hay discos para mejorar la salud y hasta discos para ganar más dinero. Y lo notable es que, de acuerdo con los testimonios no solicitados que envían los agradecidos compradores de estos discos, son muchas las personas que ganan realmente más dinero después de escuchar las sugestiones hipnopédicas a tal fin, muchas las damas rollizas que pierden peso y muchas las parejas en los lindes del divorcio que consiguen la armonía sexual y viven después muy felices.

A este respecto, un artículo de Theodore X. Barber, «Sueño e hipnosis», publicado en el número de octubre de 1956 de The Journal of Clinical and Experimental Hipnosis, es sumamente esclarecedor. El señor Barber señala que hay una importante diferencia entre el sueño ligero y el sueño profundo. En el sueño profundo, el electroencefalógrafo no registra ondas alfa; en el sueño ligero, las ondas alfa hacen su aparición. En esto, el sueño ligero está más cerca de los estados de vigilia e hipnótico (en los que están presentes las ondas alfa) que del sueño profundo. Un ruido fuerte despertará a una persona sumida en un sueño de esta última clase. Un estímulo menos violento no lo hará, pero provocará la reaparición de las ondas alfa. Por el momento, el sueño profundo ha cedido el sitio al sueño ligero.

Una persona en sueño profundo no es sugestionable. En cambio, cuando se hacen sugestiones a personas en sueño ligero, responden a ellas, según el señor Barber lo comprobó, exactamente como responderían a sugestiones que se les hicieran en un trance hipnótico.

Muchos de los primeros investigadores del hipnotismo hicieron experimentos análogos. En su clásica History, Practice and Theory of Hypnotism, publicada por primera vez en 1903, Milne Bramwell señala que «muchas autoridades afirman que han cambiado el sueño natural en sueño hipnótico. Según Wetterstrand, es frecuentemente muy fácil ponerse en rapport con personas dormidas, especialmente niños. Wetterstrand cree que este modo de inducir a la hipnosis tiene mucho valor práctico y sostiene que lo ha usado muchas veces con buenos resultados». Bramwell cita a muchos otros experimentados hipnotistas (incluidas autoridades tan eminentes como Bernheim, Molí y Forel) con el mismo propósito. Actualmente, un experimentador no hablará de «cambiar el sueño natural en hipnótico». Lo más que dirá es que el sueño ligero (como opuesto al sueño profundo sin ondas alfa) es un estado en el que muchos sujetos aceptarán sugestiones con la misma facilidad que si estuvieran en un estado de hipnosis. Por ejemplo, después de habérseles dicho, mientras estaban en un sueño ligero, que iban a despertarse al poco tiempo sintiendo mucha sed, muchos sujetos se han despertado efectivamente en el momento preciso con la garganta seca y un fuerte deseo de tomar agua. La corteza está tal vez demasiado inactiva para pensar íntegramente, pero está también lo bastante alerta para reaccionar ante las sugestiones y transmitirlas al sistema nervioso autónomo.

Como hemos visto ya, el conocido médico y experimentador sueco Wetterstrand obtuvo resultados muy buenos en el tratamiento hipnótico de niños dormidos. En nuestro tiempo, los métodos de Wetterstrand son seguidos por cierto número de pediatras, quienes instruyen a las jóvenes madres en el arte de hacer provechosas sugestiones a sus hijitos durante las horas de sueño ligero. Con esta clase de hipnopedia, cabe curar a los niños de los vicios de mojar la cama y morderse las uñas, prepararlos para que vayan a una operación sin temor y darles confianza y seguridad cuando, por una razón cualquiera, las circunstancias de sus vidas se hacen angustiosas. Yo mismo he obtenido notables resultados con la enseñanza terapéutica durante el sueño de niños chiquitos. Se obtendrían probablemente resultados análogos con muchos adultos.

Para un aspirante a dictador, la moraleja de todo esto es clara. En las debidas condiciones, la hipnopedia es realmente eficaz; es, al parecer, tan eficaz como la hipnosis. La mayoría de las cosas que pueden hacerse con una persona en trance hipnótico pueden hacerse también con una persona en sueño ligero. Cabe pasar a través de la soñolienta corteza sugestiones verbales al interior del cerebro, al cerebelo, al bulbo y al sistema nervioso autónomo. Si estas sugestiones están bien ideadas y son frecuentemente repetidas, cabe mejorar o dificultar las funciones corporales del dormido, instalar nuevos sentimientos o modificar los antiguos, dar órdenes poshipnóticas e inculcar profundamente en la memoria lemas, fórmulas y consignas. Los niños son mejores sujetos hipnopédicos que los adultos, y el aspirante a dictador sabrá sacar ventaja de este hecho. Los niños en la edad de las guarderías y los jardines de infantes serán tratados con sugestiones hipnopédicas durante la siesta de la tarde. Para los niños mayores y especialmente los hijos de los miembros del partido —los chicos y chicas destinados a dirigentes, administradores y maestros— habrá internados en los que la excelente educación diurna tendrá como complemento la enseñanza durante el sueño. Cuando se trate de adultos, se dedicará una atención especial a los enfermos. Como Pavlov lo demostró hace años, los perros resistentes y de mucho carácter se hacen completamente sugestionables después de una operación o de una enfermedad debilitante. Nuestro dictador cuidará, por tanto, de que toda sala de hospital tenga las oportunas instalaciones de sonido. Una operación de apendicitis, un parto, una pulmonía o una hepatitis se convertirán en la ocasión de un curso intensivo en lealtad y verdadera fe, en una recordación de los principios de la ideología local. Cabrá encontrar otros auditorios cautivos en las cárceles, los campos de trabajo, los cuarteles, los barcos en navegación, los trenes y los aviones por la noche y las lúgubres salas de espera de las terminales de autobuses y de las estaciones ferroviarias. Aunque las sugestiones hipnopédicas presentadas a estos cautivos sólo fueran efectivas en un diez por ciento, los resultados seguirían siendo impresionantes y, desde el punto de vista de un dictador, sumamente deseables.

De la impresionabilidad intensificada en relación con el sueño ligero y la hipnosis pasemos a la impresionabilidad normal de quienes están despiertos o creen por lo menos que están despiertos. (De hecho, como sostienen los budistas, la mayoría de nosotros estamos medio dormidos todo el tiempo y pasamos por la vida como sonámbulos que obedecen las sugestiones de otro. La iluminación equivale a estar completamente despierto. La palabra «Buda» podría ser traducida como «El Alerta».)

Genéticamente, cada ser humano es único y, en muchos aspectos, diferente de otro ser humano cualquiera. El campo de la variación individual respecto de la norma estadística es asombrosamente amplio. Y la norma estadística, recordémoslo, es útil únicamente en los cálculos actuariales, no en la vida real. En la vida real, no existe eso que se llama el hombre medio. Sólo existen hombres, mujeres y niños particulares, cada uno de ellos con sus idiosincrasias natas de mente y de cuerpo, y todos ellos dedicados (u obligados) a comprimir sus diversidades biológicas en la uniformidad de tal o cual molde cultural.

La impresionabilidad es una de las cualidades que varían mucho de individuo a individuo. Los factores ambientales representan sin duda un papel en hacer que una persona reaccione ante una sugestión más que otra, pero hay también, con la misma certidumbre, diferencias constitucionales en la impresionabilidad de los individuos. La resistencia extrema a la sugestión es muy rara. Por fortuna. Porque, si todos fueran tan poco sugestionables como lo son algunos, la vida social sería imposible. Las sociedades pueden funcionar con cierto grado de eficiencia porque, en grados diversos, la mayoría de la gente es bastante sugestionable. La impresionabilidad extrema es probablemente tan rara como la extrema impasibilidad. Y esto también es una buena cosa. Porque si la mayoría de la gente reaccionara ante las sugestiones exteriores tanto como los hombres y mujeres en los límites extremos de la impresionabilidad, la opción libre y racional resultaría imposible para la mayoría del cuerpo electoral y las instituciones democráticas no podrían sobrevivir ni tan siquiera surgir.

Hace unos cuantos años, un grupo de investigadores llevó a cabo en el Hospital General de Massachusetts un experimento sumamente esclarecedor sobre los efectos calmantes de los placebos. (Un placebo es cualquier cosa en la que el paciente ve un activo remedio pero que, de hecho, es una sustancia farmacológicamente inactiva.) En este experimento, los sujetos eran ciento sesenta y dos pacientes que acababan de salir de los quirófanos y padecían fuertes dolores. Siempre que el paciente pedía una medicación que le calmara el padecimiento, recibía una inyección, unas veces de morfina y otras de agua destilada. Todos los pacientes recibieron algunas inyecciones de morfina y del placebo. Un treinta por ciento jamás obtuvo del placebo el menor alivio. En cambio, el catorce por ciento se sintió aliviado con cada una de las inyecciones de agua destilada. El restante cincuenta y cinco por ciento del grupo se sintió aliviado por el placebo en ciertas ocasiones, pero no en otras.

¿En qué aspectos difieren los sugestionables de los no sugestionables? Cuidadosos estudios y pruebas han revelado que ni la edad ni el sexo son factores importantes. Los hombres reaccionaban ante el placebo tan frecuentemente como las mujeres, y los jóvenes tan frecuentemente como los viejos. Tampoco la inteligencia, tal como es medida por las pruebas clásicas, parece ser importante. El IQ medio de los dos grupos era aproximadamente el mismo. En lo que los miembros de los dos grupos diferían significativamente era ante todo en el temperamento, en el modo en que se sentían en relación consigo mismos y con otras personas. Los sugestionables cooperaban más que los no sugestionables, eran menos críticos y recelosos. No daban trabajo a las enfermeras y juzgaban que el trato que estaban recibiendo en el hospital era «excelente». Pero, aunque menos hostiles hacia los demás que los no sugestionables, los sugestionables se preocupaban por lo general mucho más por sus propias personas. Bajo tensión, esta ansiedad tendía a traducirse en diversos síntomas psicosomáticos, como trastornos estomacales, diarrea y jaquecas. A pesar de su ansiedad, o a causa de ella, la mayoría de los sugestionables se mostraban menos inhibidos para exhibir su emoción que los no sugestionables. También se mostraban más locuaces. Y eran igualmente mucho más religiosos, mucho más activos en los asuntos de su Iglesia, y estaban mucho más preocupados, en un nivel subconsciente, por sus órganos pélvicos y abdominales.

Es interesante comparar las cifras sobre la reacción ante los placebos con los cálculos hechos, en su propio campo especial, por quienes han escrito sobre hipnotismo. Aproximadamente la quinta parte de la población, según se nos dice, puede ser hipnotizada muy fácilmente. Otra quinta parte no puede ser hipnotizada de ningún modo o sólo puede ser hipnotizada cuando las drogas o la fatiga han disminuido la resistencia psicológica. Las restantes tres quintas partes pueden ser hipnotizadas algo menos fácilmente que el primer grupo, pero mucho más fácilmente que el segundo. Un fabricante de discos hipnopédicos me ha dicho que aproximadamente el veinte por ciento de sus clientes son clientes entusiastas y dan cuenta de muy notables resultados en muy poco tiempo. En el otro extremo del espectro de la impresionabilidad, hay una minoría del ocho por ciento que regularmente pide que se le devuelva el dinero. Entre estos dos extremos, está la gente que no obtiene resultados rápidos, pero que es lo bastante sugestionable para quedar afectada a la larga. Si esta gente escucha con perseverancia las oportunas instrucciones hipnopédicas, acabará obteniendo lo que quiere: confianza en sí misma, armonía sexual, menos peso o más dinero.

Los ideales de democracia y libertad se ven ante el hecho brutal de la impresionabilidad humana. Una quinta parte del cuerpo electoral puede ser hipnotizada casi en un abrir y cerrar de ojos, una séptima parte puede sentirse aliviada del dolor con inyecciones de agua, una cuarta parte reaccionará pronta y entusiastamente ante la hipnopedia. Y a todas estas minorías excesivamente cooperadoras hay que añadir las mayorías de iniciación más lenta, cuya menor impresionabilidad puede ser explotada efectivamente por cualquiera que sepa lo que tiene entre manos y esté dispuesto a tomarse el tiempo y el trabajo necesarios.

¿Es compatible la libertad individual con un alto grado de impresionabilidad individual? ¿Pueden las instituciones democráticas sobrevivir a la subversión desde dentro practicada por hábiles manipuladores de la mente adiestrados en la ciencia y el arte de explotar la impresionabilidad de los individuos y las multitudes? ¿En qué medida puede ser neutralizada por la educación la tendencia nata a ser demasiado sugestionable por el propio bien o el bien de una sociedad democrática? ¿Hasta qué punto puede ser limitada por una ley la explotación de la impresionabilidad excesiva por parte de negociantes, eclesiásticos y políticos en el poder o la oposición? Explícita o implícitamente, las dos primeras preguntas han quedado contestadas en los capítulos precedentes. Estudiaré en lo que sigue los problemas de la prevención y la cura.