38 — El centinela

—El aire de la nave se está viciando del todo, y la mayor parte del tiempo me duele la cabeza. Hay todavía mucha cantidad de oxígeno, pero los purificadores no limpiaron nunca realmente todo el revoltijo, después de que los líquidos de a bordo comenzaron a hervir en el vacío. Cuando las cosas van demasiado mal, bajo al garaje y extraigo algo de oxígeno puro de las cápsulas…

»No ha habido reacción alguna a cualquiera de mis señales y debido a mi inclinación orbital, me aparto cada vez más de T.M.A.-1; les diré de paso que el nombre que ustedes le han dado es doblemente inadecuado… pues aún no hay muestra alguna de un campo magnético.

»Por el momento, mi aproximación mayor es de cien kilómetros; aumentará a unos ciento sesenta cuando Japeto gire debajo de mí, y luego descenderá a cero. Pasaré directamente sobre el objeto dentro de treinta días…, pero es demasiada larga la espera, y de todos modos entonces se encontrará él en la oscuridad.

»Aún ahora, sólo es visible durante escasos minutos, antes de descender de nuevo bajo el horizonte. Es una verdadera lástima que no pueda hacer ninguna observación seria.

»Así, pues, me complacería que aprobaran ustedes el plan siguiente: las cápsulas espaciales tienen unas amplias alas en delta para poder efectuar un contacto y un regreso a la nave. Deseo, pues, utilizarlas y efectuar una próxima inspección del objeto. Si parece seguro, aterrizaré junto a él… o hasta encima.

»La nave se hallará aún sobre mi horizonte mientras yo desciendo, de manera que podré retransmitirlo todo a ustedes. Informaré nuevamente en la siguiente órbita, por lo que mi contacto estará interrumpido durante más de noventa minutos.

»Estoy convencido que lo expuesto es la única cosa que cabe hacer. He recorrido mil quinientos millones de kilómetros… y no desearía verme detenido por los últimos cien.

Durante semanas, en su continua observación hacia el Sol con sus extraños sentidos, la Puerta de las Estrellas había vigilado la nave que se aproximaba. Sus creadores la habían preparado para muchas cosas, y ésta era una de ellas. Reconoció lo que venía ascendiendo hacia ella desde el encendido corazón del Sistema Solar.

Observó y anotó, pero no emprendió acción alguna cuando el visitante refrenó su velocidad con chorros de incandescente gas. Sintió ahora el suave toque de radiaciones, intentando escudriñar sus secretos, y aún no hizo nada.

Ahora estaba la nave en órbita, circulando a baja altura sobre aquella extraña luna. Comenzó a hablar, con ráfagas de radioondas, contando los primeros números de 1 a 11. No tardaron éstos en dar paso a señales más complejas, en varias frecuencias… rayos ultravioleta, infrarrojos y X. La Puerta de las Estrellas no respondió nada; pues nada tenía que decir.

Hubo una prolongada pausa antes de que observara que algo estaba descendiendo hacia ella de la nave en órbita. Investigó sus memorias, y los circuitos lógicos tomaron sus decisiones, de acuerdo con las órdenes que tiempo ha le fueran dadas.

Bajo la fría luz de Saturno, en la Puerta de las Estrellas, se despertaron sus adormilados poderes.