Heywood Floyd tenía el aspecto de haber dormido muy poco, y la expresión de su rostro denotaba preocupación. Pero fueran cuales fuesen sus sentimientos, su voz sonó firme y tranquilizadora; estaba haciendo lo más que podía para insuflar confianza al hombre solitario al otro lado del Sistema Solar.
—Lo primero de todo, doctor Bowman, —comenzó—, debemos felicitarle a usted por la manera como manejó esta situación extremadamente difícil. Hizo exactamente lo que debía en el caso de una emergencia sin precedentes e imprevista.
»Creemos conocer la causa del fallo de su Hal Nueve Mil, pero eso ya lo discutiremos más tarde, pues ya no supone un problema crítico. De momento, todos estamos interesados en prestarle a usted toda la ayuda posible, de manera que pueda completar su misión.
»Y ahora debo poner en su conocimiento su verdadero designio, que hasta la fecha hemos logrado mantener en secreto, con gran dificultad, al público en general. Se le hubiesen proporcionado todos los datos al aproximarse a Saturno; éste es un rápido sumario a fin de ponerle a usted en antecedentes. Dentro de pocas horas se le enviarán las cintas completas de información. Todo cuanto voy a decirle tiene desde luego la clasificación de seguridad máxima.
»Hace dos años, descubrimos la primera evidencia de vida inteligente en el exterior de la Tierra. En el cráter Tycho se halló enterrada una losa de material negro, de tres metros y medio de altura. Hela aquí.
A su primer vislumbre de T.M.A.-1, con las figuras con traje espacial arracimadas en su derredor, Bowman se inclinó hacia la pantalla con boquiabierto asombro. En la excitación de esta revelación —algo que, como cada hombre interesado en el espacio, había esperado toda su vida— casi olvidó su propio y desesperado trance.
La sensación de asombro fue rápidamente seguida por otra emoción. Aquello era tremendo… ¿pero qué tenía que ver con él? Sólo podía haber una respuesta. Logró dominar sus desbocados pensamientos, al reaparecer Heywood Floyd en la pantalla.
—Lo más asombroso de ese objeto es su antigüedad. La evidencia geológica prueba sin lugar a dudas que tiene tres millones de años. Por lo tanto, fue colocado en la Luna cuando nuestros antepasados eran primitivos monos-humanoides.
»Al cabo de todas esas edades, se podría naturalmente suponer que el objeto era inerte. Mas poco después del levante del sol lunar, emitió una potentísima ráfaga de radioenergía. Creímos que esa energía era simplemente el subproducto —la secuela, por decirlo así— de alguna desconocida forma de radiación, pues al mismo tiempo varias de nuestras sondas espaciales detectaron una insólita perturbación cruzando el Sistema Solar. Pudimos rastrearla con gran precisión. Estaba apuntada precisamente a Saturno.
»Atando cabos tras este hecho, decidimos que el monolito era una especie de ingenio potenciado, o cuando menos disparado, por energía solar. El hecho de que emitiera su vibración inmediatamente después de alzarse el sol, al ser expuesto por primera vez en tres millones de años a la luz del día, difícilmente podía ser una coincidencia.
»Sin embargo, ese objeto fue enterrado deliberadamente…, no cabe duda de ello. Se había hecho una excavación de diez metros de profundidad, colocado el bloque en el fondo, y cuidadosamente rellenado el agujero.
»Para empezar, puede usted preguntarse cómo lo descubrimos. Pues bien, el objeto era fácil —sospechosamente fácil— de encontrar. Tenía un potente campo magnético, de manera que se destacó como un pulgar lesionado en cuanto comenzamos a hacer inspecciones orbitales de bajo nivel.
»Mas, ¿por qué enterrar un ingenio de energía solar a diez metros bajo el suelo? Hemos examinado docenas de teorías, aunque nos damos cuenta de que puede ser completamente imposible comprender los motivos de seres que tienen un adelanto de tres millones de años con respecto a nosotros.
»La teoría favorita es la más simple, y la más lógica. Es también la más perturbadora.
»Se oculta un ingenio de energía solar en la oscuridad… sólo si se desea saber cuándo es sacado a la luz. En otras palabras, el monolito puede ser una especie de aparato de alarma. Y nosotros lo hemos disparado…
»No sabemos si aún existe la civilización que lo colocó. Debemos suponer que unos seres cuyas máquinas funcionan todavía al cabo de tres millones de años, pueden también haber edificado una sociedad asimismo duradera. Y también debemos suponer, hasta que no tengamos pruebas en contra, que pueden ser hostiles. Ha sido argüido a menudo que toda cultura avanzada debe ser benévola, mas no podemos incurrir en riesgo alguno.
»Además como la historia pasada de nuestro propio mundo ha demostrado reiteradamente, las razas primitivas han dejado con frecuencia de sobrevivir al encuentro con civilizaciones superiores. Los antropólogos hablan de choque cultural; puede ser que tengamos que preparar a la especie humana entera para tal choque. Pero hasta que sepamos algo sobre los seres que visitaron la Luna —y posiblemente la Tierra también— hace tres millones de años, no podemos siquiera hacer ninguna clase de preparativos.
»Su misión, por lo tanto, es mucho más que un viaje de descubrimiento. Es una exploración… un reconocimiento de un territorio desconocido y potencialmente peligroso. El equipo a las órdenes de doctor Kaminski fue especialmente entrenado para esta tarea; ahora, usted habrá de arreglárselas sin ellos… Finalmente… su blanco específico. Parece increíble que puedan existir en Saturno formas avanzadas de vida, o que puedan haber evolucionado en cualquiera de sus lunas. Hemos planeado inspeccionar el sistema entero, y esperamos aún que pueda ejecutar usted un programa simplificado. Pero podemos tener que concentrarnos en el octavo satélite… Japeto. Cuando llegue el momento para la maniobra terminal, decidiremos si debe usted reunirse con ese notable objeto.
»Japeto es único en el Sistema Solar… ya lo sabe usted, desde luego, pero al igual que todos los astrónomos de los últimos trescientos años, probablemente le ha dedicado escasa atención. Permítame por lo tanto decirle que Cassini —que descubrió Japeto en 1671— observó también que era seis veces más brillante de un lado de su órbita que en el otro.
»Esta es una relación extraordinaria, y no ha habido nunca para ella una explicación satisfactoria. Ni siquiera con los telescopios lunares su disco es apenas visible. Mas parece haber una brillante mancha curiosamente simétrica en una cara, y ello puede ser relacionado con T.M.A.-1. A veces pienso que Japeto ha estado lanzándonos sus destellos como un heliógrafo cósmico, durante tres mil años, y que hemos sido demasiado estúpidos para comprender su mensaje…
»Así, pues, ya conoce usted su objetivo real, y puede apreciar la vital importancia de su misión. Todos rogamos por que pueda usted proporcionarnos algunos datos para un anuncio preliminar; el secreto no puede ser mantenido indefinidamente. Por el momento no sabemos si esperar o temer. No sabemos si en las lunas de Saturno se encontrará con lo bueno o lo malo… o tan sólo con ruinas mil veces más antiguas que las de Troya.