—¿Quiere decir —exclamó Frank Poole, más sorprendido que molesto—, que hice todo ese trabajo para nada?
—Así parece —respondió Bowman—. La unidad da una comprobación perfecta. Hasta con una sobrecarga de doscientos por ciento, no se indica ninguna predicción de fallo.
Los dos hombres se encontraban en el exiguo taller-laboratorio del carrusel, que era más conveniente que el garaje de la cápsula espacial para reparaciones y exámenes de menor importancia. No había ningún peligro allí de toparse con burbujas de soldadura caliente remolineando en el aire o con pequeños y completamente perdidos accesorios de material, que habían decidido entrar en órbita. Tales cosas podían suceder —y sucedían— en el ambiente de gravedad cero de la cala de la cápsula.
La delgada placa del tamaño de una tarjeta de la unidad A.E.35. se hallaba en el banco de pruebas bajo una potente lupa. Estaba conmutada en un marco corriente de conexión, del cual partía un haz de alambres multicolores que conectaban con un aparato de pruebas automático, no mayor que un computador corriente de escritorio. Para comprobar cualquier unidad, bastaba conectarlo, introducir la tarjeta apropiada de la biblioteca «descarga trastornos», y oprimir un botón. Generalmente, se indicaba la localización exacta de la deficiencia en una pequeña pantalla expositora, con instrucciones para la actuación debida.
—Pruébalo tú mismo —dijo Bowman, con voz de tono un tanto defraudado. Poole giro a X2 el conmutador SOBRECARGA y oprimió el botón PRUEBA. Al instante fulguró en la pantalla el anuncio: UNIDAD PERFECTAMENTE.
—Creo que podríamos estar repitiéndolo hasta quemar eso —dijo— pero ello no probaría nada. ¿Qué te parece?
—El anunciador interno de deficiencias de Hal pudo haber cometido un error.
—Es más probable que nuestro aparato de comprobación haya errado. De todos modos, mejor es estar seguro que lamentarlo. Fue oportuno que reemplazáramos la unidad, por si hubiera la más leve duda.
Bowman soltó la oblea del circuito y la sostuvo a la luz. El material parcialmente translúcido estaba veteado por una intrincada red de hilos metálicos y moteado con microcomponentes confusamente visibles, de manera que tenía el aspecto de obra de arte abstracto.
—No podemos aventurarnos en modo alguno… después de todo, es nuestro enlace con Tierra. Lo archivaré como N/G y lo meteré en el almacén de desperdicios. Algún otro podrá preocuparse por ello cuando volvamos.
Mas la preocupación habría de comenzar mucho antes, con la siguiente transmisión de la Tierra.
—Rayos X-Delta-Uno, aquí Control de Misión, nuestra referencia dos-uno-cinco-cinco. Parece que tenemos un pequeño problema.
»Su informe es que nada anda mal en la Unidad Alfa Eco tres cinco, concuerda con nuestro diagnóstico. La deficiencia podría hallarse en los circuitos asociados a la antena, pero de ser así debería aparecer en las demás comprobaciones.
»Hay una tercera posibilidad, que puede ser más grave. Su computador puede haber incurrido en un error al predecir la deficiencia. Nuestros propios nueve-triple ceros concuerdan ambos en sugerirlo, basándose en su información. Ello no supone necesariamente un motivo de alarma, en vista de los sistemas de respaldo de que disponemos, pero desearíamos que estuviesen al tanto de cualesquiera ulteriores desviaciones del funcionamiento normal. Hemos sospechado varias pequeñas irregularidades, en los días pasados, pero ninguna ha sido lo bastante importante como para que requiriese una acción correctora, y no han mostrado por lo demás ninguna forma evidente de la que podamos extraer alguna conclusión. Estamos verificando nuevas comprobaciones con nuestros dos computadores, y les informaremos cuando se hallen disponibles los resultados. Repetimos que no hay motivo de alarma; lo peor que puede suceder es que tengamos que desconectar su nueve-triple cero para análisis de programa y pasar el control a uno de nuestros computadores. El intervalo creará problemas, pero nuestros estudios de factibilidad indican que el control Tierra es perfectamente satisfactorio en esta fase de la misión.
»Rayos X-Delta-Uno, aquí Control de Misión, dos-uno-cinco-seis, transmisión concluida.
Frank Poole, que estaba de guardia al recibirse el mensaje, lo meditó en silencio. Esperaba ver si había algún comentario por parte de Hal, pero el computador no intentó rebatir la implicada acusación. Bien, si Hal no quería abordar el tema, tampoco él se proponía hacerlo.
Era casi la hora del relevo matinal, y normalmente esperaba a que Bowman se le uniese en el puente de mando. Pero hoy quebrantó su rutina y volvió al eje de la nave.
Bowman estaba ya levantado, sirviéndose un poco de café, cuando Poole lo saludó con un más bien preocupado «Buenos días». Al cabo de todos aquellos meses en el espacio pensaban aún en términos del ciclo normal de veinticuatro horas, aun cuando hacía tiempo que habían olvidado los días de la semana.
—Buenos días —replicó Bowman—. ¿Cómo va la cosa?
Poole se sirvió también café.
—Así, así. ¿Estás razonablemente despierto?
—Del todo. ¿Qué sucede?
Para entonces, cada uno sabía al instante cuándo algo andaba mal. La más ligera interrupción de la rutina normal era señal de que había que estar alerta.
—Pues… —respondió lentamente Poole—, el Control de la Misión acaba de lanzarnos una pequeña bomba. —Bajó la voz, como un médico discutiendo una enfermedad junto al lecho del paciente—. Podemos tener un ligero caso de hipocondría a bordo.
Quizá Bowman no estaba del todo despierto después de todo, pues tardó varios segundos en captar la insinuación. Luego dijo:
—Oh… comprendo. ¿Qué más te dijeron?
—Que no había motivo alguno de alarma, lo repitieron dos veces, lo cual más bien es contraproducente, en cuanto a mí me concierne. Y que estaban considerando un traspaso a control Tierra, mientras verifican un análisis de programa.
Ambos sabían, desde luego, que Hal estaba oyendo cada palabra, pero no podían evitar esos corteses circunloquios. Hal era su colega, y no deseaban ponerlo en situación embarazosa. Sin embargo, no parecía necesario en aquella fase discutir la cuestión en privado.
Bowman acabó su desayuno en silencio, mientras Poole jugueteaba con la cafetera vacía. Ambos estaban pensando furiosamente, pero no había nada más que decir.
Sólo les cabía esperar el siguiente informe de Control de la Misión… y preguntarse si Hal abordaría por sí mismo el asunto. Sucediera lo que sucediese, la atmósfera a bordo de la nave se había alterado sutilmente. Había una tirantez en el aire… una sensación de que, por primera vez, algo podría funcionar mal.
La Descubrimiento no era ya una nave afortunada.