Mientras aparecían los títulos de crédito de Newsline en la pantalla, sonó el teléfono. Una voz grave, desconocida, preguntó:
—¿Casey Singleton?
—Sí.
—Le habla Hal Edgarton.
—¿Cómo está, señor?
—Estoy en Hong Kong. Acaba de llamarme uno de los miembros del consejo para decirme que Newsline no ha emitido el reportaje sobre la Norton en el programa de esta noche.
—Así es, señor.
—Me alegro mucho —dijo—. Me pregunto por qué no lo han emitido.
—No tengo idea, señor —respondió Casey.
—Bueno, no sé qué les habrá dicho usted, pero es evidente que ha funcionado —dijo Edgarton—. Dentro de unas horas salgo hacia Pekín para firmar el trato. John Marder debía encontrarse conmigo aquí, pero, según me han dicho, aún está en California.
—No sé nada al respecto, señor.
—Bien —dijo Edgarton—. Me alegra oír eso. En los próximos días haremos algunos cambios en la Norton. Mientras tanto, quería felicitarla, Casey. Sé que ha estado bajo una gran tensión. Ha hecho un trabajo excelente.
—Gracias, señor.
—Hal.
—Gracias, Hal.
—Cuando regrese, mi secretaria la llamará para concertar una comida —dijo—. Adelante con el buen trabajo.
Edgarton colgó y Casey recibió otras llamadas. Mike Lee le dio la enhorabuena con tono cauteloso. Le preguntó cómo se las había ingeniado para que no emitieran el reportaje. Casey respondió que no había hecho nada; que por alguna razón, Newsline había decidido no emitirlo.
La llamaron Doherty, Burne y Ron Smith. También Norma, que dijo:
—Cariño, estoy orgullosa de ti.
Y finalmente Teddy Rawley, para decir que casualmente estaba cerca de su casa y preguntarle qué iba a hacer.
—Estoy muy cansada —dijo Casey—. Otra noche, ¿de acuerdo?
—Ay, nena. Hoy ha sido un día estupendo. Tu gran día.
—Sí, Teddy, pero estoy muy cansada.
Desconectó el teléfono y se fue a la cama.