Al este, una fina línea roja comenzaba a dibujarse sobre las cumbres de las montañas Gila. En el intenso añil del cielo destellaban aún algunas estrellas. El aire era muy frío, tanto que Casey podía ver el vaho de su respiración. Se subió la cremallera del anorak y comenzó a dar patadas en el suelo para entrar en calor.
En la pista, las luces alumbraban el avión de fuselaje ancho de TransPacific, mientras la cuadrilla de pruebas de vuelo terminaba de instalar las videocámaras. Había hombres en las alas, alrededor de los motores, junto al tren de aterrizaje.
El equipo de Newsline ya había comenzado a filmar los preparativos. Malone los observaba junto a Casey.
—Caray, qué frío —dijo.
Casey entró en la estación de pruebas de vuelo, un bungalow bajo de estilo colonial, situado junto a la torre. Dentro había un montón de monitores, cada uno de los cuales recibía las imágenes de una cámara. La mayoría de las cámaras enfocaban piezas concretas —Casey descubrió la que enfocaba el pasador de blocaje—, de modo que la estancia tenía un aspecto técnico, industrial. No era muy acogedora.
—Este sitio no es como lo imaginaba —dijo Malone.
Casey señaló alrededor de la habitación.
—Ésa es la cabina. La cabina vista desde la espalda del piloto. Ya ve a Rawley en su asiento. La parte delantera de la cabina de pasajeros, vista desde popa. La parte delantera de la cabina, vista desde proa. El ala derecha. El ala izquierda. Ésas son las partes principales del interior.
»También tendremos el avión de control.
—¿El avión de control?
—Un caza F-14 seguirá al avión durante el vuelo, así que también contamos con sus cámaras.
Malone frunció el entrecejo.
—No sé —dijo—. Pensé que sería más… Ya sabe, más impresionante.
—Todavía estamos en tierra.
Malone estaba decepcionada.
—Esos ángulos de la cabina de pasajeros… —dijo—. ¿Quién estará allí durante el vuelo?
—Nadie.
—¿Quiere decir que los asientos estarán vacíos?
—Exactamente. Es una prueba de vuelo.
—No quedará muy bien —dijo Malone.
—Así son las pruebas de vuelo —explicó Casey—. Siempre se hacen de esta manera.
—Pero no queda bien —insistió Malone—. Las imágenes no tendrán garra. Debería haber gente en los asientos, o por lo menos en algunos. ¿No podemos poner a alguien a bordo? ¿No puedo subir yo a bordo?
Casey negó con la cabeza.
—Es un vuelo peligroso —dijo—. El avión sufrió daños en el accidente. No sabemos qué pasará.
—Oh, venga —protestó Malone—. Aquí no hay abogados. ¿Qué me dice?
Casey la miró. Era una cría estúpida que no sabía nada del mundo, que sólo estaba interesada en la imagen, que vivía para las apariencias y lo trivializaba todo. Sabía que debía negarse.
En cambio, se oyó decir.
—No se lo pasaría bien.
—¿Quiere decir que no es seguro?
—Quiero decir que no se lo pasaría bien.
—Subiré —dijo Malone, desafiando a Casey con la mirada—. ¿Y usted?
Casey podía oír a Marty Reardon diciendo: «A pesar de insistir repetidamente en que el N-22 es un avión seguro, la propia portavoz de la Norton, Casey Singleton, se negó a subir a bordo del avión durante la prueba de vuelo. Adujo que la razón para no subir era…»
¿Cuál?
Casey no tenía una respuesta, al menos una respuesta adecuada para la televisión. Ninguna respuesta convincente. Súbitamente se sintió furiosa por la forma en que la televisión había alterado su vida: los días de tensión, los esfuerzos para resolver el incidente, para mantener las apariencias ante las cámaras, para asegurarse de que no decía una sola frase que pudiera sacarse de contexto.
Sabía perfectamente qué pasaría. Malone había visto la cinta de vídeo, pero no parecía entender que las imágenes eran reales.
—De acuerdo —dijo Casey—. Subamos.
Las dos mujeres se dirigieron al avión.