13:15 HBURBANK

Jennifer estaba histérica. Había tenido que dejar a Marty solo por un momento, y no era conveniente dejarlo solo durante el rodaje. Marty era un tipo inquieto, hiperactivo, y requería atención constante. Necesitaba que alguien le cogiera de la mano y le hiciera la pelota continuamente. Era como todos los comentaristas célebres de Newsline: aunque alguna vez habían sido periodistas, se habían convertido en actores y tenían todas las cualidades de los actores: ególatras, presumidos, exigentes. Unos personajes insufribles.

Jennifer suponía que las protestas de Marty sobre el caso Norton se debían a que, en el fondo, estaba preocupado por su imagen. Sabía que el reportaje se había preparado en el último momento, que era una historia sucia y rastrera. Y temía que, después del montaje, pareciera que él estaba al frente de una historia inconsistente. Temía que sus amigos se burlaran del reportaje mientras comían en el Four Seasons. La responsabilidad periodística le importaba un pimiento. Lo único que le preocupaba eran las apariencias.

Y ahora Jennifer tenía una prueba de ello. Sólo había estado fuera veinte minutos, y mientras su coche se aproximaba al lugar del rodaje, vio a Marty paseándose con la cabeza gacha, preocupado y deprimido.

Típico de Marty.

En cuanto bajó del coche, Marty salió a su encuentro y comenzó a protestar, diciendo que debían suspender el reportaje, llamar a Dick y decirle que las cosas no iban bien… Jennifer lo interrumpió:

—Mira esto, Marty.

Le enseñó la cinta que tenía en la mano, se la entregó al cámara y le pidió que la pusiera. El cámara la insertó en el reproductor de vídeo mientras Marty se acercaba al monitor que estaba sobre la hierba.

—¿Qué es? —preguntó Marty de pie junto al monitor.

—Tú mira.

Aparecieron las primeras imágenes de la cinta: un bebé sentado en el regazo de su madre, chupándose los dedos de los pies. Gu-gu, ga-ga.

Marty miró a Jennifer, arqueando las oscuras cejas.

Ella no dijo nada.

La cinta continuó avanzando.

El reflejo del sol en el monitor impedía ver los detalles, pero la imagen era lo suficientemente nítida: los cuerpos de los pasajeros volaban por los aires. Marty se quedó boquiabierto.

—¿De dónde has sacado esa cinta?

—Me la entregó una empleada descontenta.

—¿Una empleada de dónde?

—De una compañía de vídeo que trabaja para Norton Aircraft. Una ciudadana decente que pensó que el público debía ver estas imágenes.

—¿La cinta pertenece a la Norton?

—Sí. La encontraron en el avión.

—Increíble —dijo Marty con la vista fija en el monitor—. Sencillamente increíble. —La cámara se sacudía, los pasajeros caían al suelo—. Es impresionante.

—¿No te parece estupendo?

La cinta siguió avanzando. Era buena, muy buena, mejor que la de la CNN. Más dinámica e impactante. Daba una idea más fiel de lo que había ocurrido en el avión, ya que la cámara se sacudía, rodaba, se arrastraba por el suelo.

—¿Quién más tiene copias? —preguntó Marty.

—Nadie.

—Pero esa empleada descontenta podría…

—No —aseguró Jennifer—. Le prometí que en caso de que la demandaran nosotros correríamos con los gastos legales siempre y cuando no entregara la cinta a nadie más. Así que será discreta.

—O sea que tenemos la exclusiva.

—Exactamente.

—Entonces será un reportaje sensacional —dictaminó Marty.

¡El muerto ha resucitado!, pensó Jennifer mientras Marty cruzaba la valla y se preparaba para la toma de pie. ¡Había salvado el reportaje!

Marty se dejaría de recelos porque, si bien aquella cinta no aportaba ningún dato nuevo, él era un profesional y sabía que el éxito de un reportaje de televisión dependía exclusivamente de las imágenes. Si las imágenes eran buenas, lo demás no importaba.

Y aquella cinta era un filón.

Radiante, Marty se paseaba de un sitio a otro, mirando hacia la fábrica Norton por encima de la valla. La situación era perfecta para él: una cinta de vídeo que pertenecía a la propia compañía daba pie a un montón de insinuaciones e indirectas sobre el intento de ocultarla. Marty sabría aprovechar la oportunidad.

Mientras la maquilladora le retocaba el cuello, Marty dijo:

—Quizá deberíamos enviar la cinta a Dick. Para que le saque partido.

—Ya está hecho —dijo Jennifer, señalando un coche que se alejaba.

Dick tendría la cinta al cabo de una hora. Y cuando la viera, se quedaría de una pieza.

Por supuesto que le sacaría partido. Usaría algunas secuencias para promocionar el programa del sábado: ¡Nueva e impresionante filmación de la catástrofe del N-22 de la Norton! ¡Aterradoras imágenes de la muerte en los cielos! ¡Sólo en Newsline, el sábado a las diez!

Repetirían el anuncio cada media hora hasta la emisión del programa. Y el sábado por la noche, el país entero lo estaría mirando.

Marty improvisó sus comentarios, y lo hizo bien. Ahora estaban nuevamente en el coche, de camino a la puerta principal de Norton. Llegarían unos minutos antes de lo previsto.

—¿Quién es el portavoz de la compañía? —preguntó Marty.

—Una mujer llamada Singleton.

—¿Una mujer? —Marty arqueó las cejas—. ¿Cómo es?

—Es una de las vicepresidentas. Treinta y tantos años; miembro de la comisión que investiga el incidente.

—Pásame la carpeta y las notas —dijo Marty extendiendo la mano. Comenzó a repasar la información en el coche—. Porque te das cuenta de lo que tenemos que hacer ahora, ¿verdad, Jennifer? El enfoque del reportaje ha cambiado por completo. La cinta dura cuatro minutos, quizá cuatro y medio. Y tal vez quieras repetir alguna secuencia… Yo lo haría. Así que no queda mucho tiempo para Barker y compañía. Tendremos que concentrarnos en la cinta y en la entrevista con la portavoz de la Norton. Es la esencia de la noticia. Así que no nos queda otra que poner a esa mujer contra las cuerdas.

Jennifer no respondió. Esperó mientras Marty hojeaba la carpeta.

—Un momento —dijo Marty, mirando fijamente uno de los papeles—. ¿Qué es esto? ¿Una broma?

—No —respondió Jennifer.

—Es dinamita pura —afirmó Reardon—. ¿De dónde lo has sacado?

—Me lo envió la Norton hace tres días junto con los documentos informativos. Parece que se coló accidentalmente.

—Un accidente desafortunado —observó Marty—. Sobre todo para la señora Singleton.