11:15 HAUTOPISTA DEL AEROPUERTO

Filmaron al tipo de la FAA en la calle, con el aeropuerto al fondo, para variar el escenario. El representante de la FAA era esquelético y llevaba gafas. Parpadeaba rápidamente, deslumbrado por el sol. Era un tipo débil, amorfo, sin una pizca de personalidad, tanto que Jennifer ni siquiera recordaba su nombre. Estaba convencida de que no haría un buen papel.

Desgraciadamente, no tuvo piedad con Barker.

—La FAA maneja mucha información reservada. Parte de ella está patentada; otra parte es técnica. Su confidencialidad es vital para la industria o para las fábricas. Dado que la equidad con todas las partes es fundamental para nuestra labor, tenemos reglas muy estrictas en lo referente a su difusión. El señor Barker violó esas reglas. Parece desesperado por salir en la televisión o por ver su nombre impreso en los periódicos.

—Él dice que eso no es cierto —respondió Marty—. Dice que la FAA no cumplía con su trabajo, y que por eso se sintió obligado a hacer declaraciones.

—¿A los abogados?

—¿Abogados?

—Sí —respondió el tipo de la FAA—. En casi todos los casos, habló con los abogados que demandaban a las compañías aéreas. Les facilitó información confidencial, información incompleta sobre investigaciones en curso. Eso es ilegal.

—¿Y ustedes no lo procesaron?

—No podemos procesarlo directamente. Carecemos de autoridad para ello. Pero nos quedó claro que Barker recibía sobornos de los abogados para que les proporcionara información. Pasamos el caso al Departamento de Justicia, que falló a su favor. Eso nos molestó mucho. Creemos que Barker debería estar preso junto con los abogados que le pagaron.

—¿Y por qué no lo está?

—Pregúnteselo al Departamento de Justicia. Pero ese departamento está formado por abogados, y a los abogados no les gusta meter a sus colegas en la cárcel. Es una cuestión de cortesía profesional. Barker trabajaba para abogados, y por eso lo dejaron en libertad. Y ahora sigue trabajando para abogados. Todo lo que dice sirve para apoyar o incitar demandas negligentes. La seguridad aérea le trae sin cuidado. Si no fuera así, seguiría trabajando para nosotros. Se dedicaría a servir al público, en lugar de amasar fortunas.

—Como ya sabrá, en estos momentos la FAA se encuentra en entredicho…

Jennifer pensó que debía detener a Marty en ese punto. No tenía sentido que continuara. De todos modos, se proponía cortar la mayor parte de la entrevista. Sólo usaría la declaración en que el tipo de la FAA decía que Barker quería publicidad. Era el comentario menos dañino y equilibraría las fuerzas.

Porque necesitaba a Barker.

—Lo lamento, Marty, pero tenemos que ir a la ciudad.

Marty asintió de inmediato —otra señal de que estaba aburrido—, dio las gracias al tipo de la FAA, le firmó un autógrafo para su hijo, y se subió a la limusina junto a Jennifer.

Saludó por la ventanilla al representante de la FAA; incluso le sonrió. Luego se reclinó en el asiento.

—No entiendo nada, Jennifer —dijo con tono pesimista—. Corrígeme si me equivoco, pero no tienes ninguna noticia. Tienes un montón de acusaciones hechas a la ligera por unos abogados y sus soplones a sueldo. Pero no tienes nada sustancioso.

—Tenemos una noticia —aseguró ella, procurando parecer convencida—. Ya lo verás.

Marty gruñó.

El coche arrancó y se dirigió al norte del valle, hacia Norton Aircraft.