23:30 HGLENDALE

—Ahora vamos —dijo Teddy. Le había rodeado los hombros con un brazo y la acompañaba a la habitación—. Todo va bien, pequeña.

—Teddy —dijo Casey—, no sé por qué…

—Lo averiguaremos mañana —aseguró él con dulzura.

—Pero, ¿qué estaba haciendo…?

Era incapaz de terminar una frase. Se sentó en la cama y se sintió súbitamente agotada, exhausta.

—Dormiré en el sofá —dijo Teddy—. No quiero que pases la noche sola. —La miró y le acarició la barbilla—. No te preocupes por nada, cariño.

Extendió el brazo y le quitó el QAR de la mano. Casey lo soltó de mala gana.

—Lo dejaremos aquí —dijo, poniéndolo sobre la mesilla de noche. Hablaba como si Casey fuera una niña.

—Teddy, es importante que…

—Lo sé. Seguirá ahí cuando despiertes. ¿De acuerdo?

—De acuerdo.

—Si necesitas algo, llámame. —Salió de la habitación y cerró la puerta.

Casey miró las almohadas. Debía desnudarse para meterse en la cama. Le dolía la cara, aunque no recordaba qué le había pasado. Tenía que mirarse en el espejo.

Cogió el QAR y lo metió debajo de la almohada. Miró fijamente la almohada, se tendió y cerró los ojos.

Sólo un momento, pensó.

—Allí estaré —respondió ella.