7:30 HSALA DE BATALLA

John Marder llegó tarde. Entró en la sala con una expresión crispada y distraída y se dejó caer en una silla.

—Muy bien —dijo—. Empecemos. ¿Qué hay de nuevo sobre el 545? ¿Tenemos el registrador de datos de vuelo?

—Todavía no —respondió Casey.

—Necesitamos esos datos. Ocúpate de ello, Casey. ¿Estructura?

—Bueno, la situación es muy delicada, muy delicada —contestó Doherty con tono quejumbroso—. Todavía me preocupa ese pasador de blocaje defectuoso. Creo que deberíamos tener más cuidado…

—Doug —lo interrumpió Marder—, ya te he dicho que lo comprobaremos en la prueba de vuelo. Ahora continuemos. ¿Hidráulica?

—El sistema hidráulico está bien.

—¿Cableado?

—Bien. Claro que estamos a temperatura ambiente. Para asegurarnos, tendríamos que enfriar el avión.

—Bien. Lo haremos en la prueba de vuelo. ¿Electricidad?

—Hemos programado la prueba de ciclos eléctricos para las seis de la tarde. Se prolongará toda la noche. Si hay algún problema, lo sabremos por la mañana.

—¿Ha aparecido algo sospechoso hasta el momento?

—Sólo los sensores de proximidad del ala derecha.

—¿Los habéis probado?

—Sí, y aparentemente funcionan con normalidad. Por supuesto, para examinarlos bien tendríamos que sacarlos de las cajas, y antes retirar éstas del ala, lo que significa…

—Que todo se retrasaría —terminó Marder—. Olvídalo. ¿Grupo motor?

—Nada —dijo Kenny Burne—. Los motores están bien. Algunas juntas del fan estaban instaladas del revés. Y hemos encontrado una cubierta de inversores de empuje falsificada. Pero nada de eso pudo haber causado el accidente.

—De acuerdo. El grupo motor queda eliminado. ¿Aviónica?

—Los resultados de la comprobación de aviónica son normales —respondió Trung.

—¿Qué me dices del piloto automático? ¿Tomó el control?

—El piloto automático está en perfecto estado.

—Ya veo —dijo Marder, mirando alrededor—. O sea, que no tenemos nada, ¿verdad? Llevamos setenta y dos horas investigando y no tenemos ni la más remota idea de qué ocurrió en el vuelo 545. ¿No es así?

Todos los técnicos sentados alrededor de la mesa guardaron silencio.

—¡Joder! —exclamó Marder, furioso, y dio un puñetazo en la mesa—. ¿Es que no lo entendéis? ¡Tenemos que resolver este maldito asunto!