15:06 HNEWSLINE

—¡Deborah! —gritó Jennifer mientras miraba la cinta—. Llama a la CNN y consigue una copia del vídeo de la Norton.

Continuó mirando las imágenes, atónita. Volvían a pasar el vídeo, esta vez en cámara lenta, seis fotogramas por segundo. ¡Era sensacional!

Vio a un pobre desgraciado flotando en el aire como un buceador que se queda sin oxígeno, agitando los brazos y las piernas en todas direcciones. El tipo se estrelló contra un asiento, y se rompió el cuello; su cuerpo se retorció, poco después volvió a saltar en el aire y chocó contra el techo. ¡Increíble! ¡Un vídeo con las imágenes de un tipo rompiéndose el pescuezo!

Era la mejor filmación que Jennifer había visto en su vida. ¡Y el sonido! ¡Fantástico! La gente chillando, aterrorizada… sonidos imposibles de falsificar. Gente gritando en chino, lo que daba exotismo a la escena, y un montón de estampidos increíbles, mientras personas, bolsos y toda clase de basura chocaban contra las paredes y el techo. ¡Cielo santo!

¡Era una cinta fabulosa! ¡Increíble! Duraba una eternidad —cuarenta y cinco segundos— y no tenía desperdicio. Incluso cuando la cámara temblaba, cuando aparecían rayas e imágenes borrosas, el efecto añadía emoción. ¡Ningún cámara profesional podría haberlo hecho mejor, ni por todo el dinero del mundo!

—¡Deborah! —gritó—. ¡Deborah!

Estaba tan emocionada que su corazón latía desbocado. Tenía la impresión de que en cualquier momento iba a salírsele del pecho. Apenas prestó atención al tipo que apareció a continuación en la pantalla, un abogado listillo que llenaba la secuencia siguiente con acusaciones. La cinta debía de ser suya. Pero estaba segura de que se la pasaría a Newsline. Sin duda querría publicidad, lo que significaba que Jennifer tenía un reportaje. ¡Fantástico! Algún pequeño añadido, un poco de montaje, ¡y ya estaba!

Entró Deborah, entusiasmada, con la cara encendida.

—Consigue todos los recortes de prensa sobre aviones Norton de los últimos cinco años. Busca información en la red sobre el N-22, un tipo llamado Bradley King y otro llamado… —Volvió a mirar a la pantalla—… Frederick Barker. Transfiere todos los datos a mi terminal. ¡Lo quiero de inmediato!

Veinte minutos más tarde, había perfilado la historia y tenía los antecedentes de las figuras clave. Un artículo de Los Ángeles Times de hacía cinco años sobre el lanzamiento, la certificación y el primer vuelo del N-22 de la Norton. Aviónica avanzada, sistemas de control electrónicos y piloto automático avanzados, etcétera, etcétera.

Un artículo del New York Times sobre Bradley King, el polémico abogado, acusado de ponerse en contacto con los familiares de las víctimas de accidentes aéreos antes de que la compañía les informara oficialmente de la muerte de sus parientes. Otro recorte de Los Ángeles Times sobre Bradley King, que había interpuesto una demanda después del accidente de Atlanta. Una nota del Independent Press Telegram, de Long Beach, donde se comentaba que la judicatura de Ohio había reprobado la conducta poco ética de King, «el Rey de los Litigios Aeronáuticos», al hablar con familiares de las víctimas. King negaba esas acusaciones. Otro artículo del New York Times: «¿King ha ido demasiado lejos?».

Una nota publicada en Los Ángeles Times sobre la polémica marcha de la FAA del «soplón» Frederick Barker. Barker, un crítico contumaz, había sido despedido por filtrar información confidencial a la prensa. A partir de ese momento, había abierto un despacho privado como «asesor de aviación».

Independent Press-Telegram, de Long Beach: Fred Barker inicia una cruzada contra el N-22 de la Norton, que, según él, tiene «antecedentes de inaceptables incidentes de seguridad».

Telegraph-Star, de Orange County: la campaña de Fred Barker para garantizar la seguridad de las líneas aéreas.

Telegraph-Star, de Orange County: Barker acusa a la FAA de no controlar «los peligrosos aviones de la Norton».

Telegraph-Star, de Orange County: Barker, testigo principal en el juicio de Bradley King, desestimado por los tribunales.

Jennifer comenzaba a imaginar el cariz que cobraría la historia. Estaba claro que debían mantenerse apartados de Bradley King, el «perseguidor de ambulancias». Pero Barker, ex-funcionario de la FAA, podría resultar útil. Seguramente estaría dispuesto a criticar los requisitos para la certificación de la FAA.

Y advirtió que Jack Rogers, el periodista del Telegraph-Star de Orange County, adoptaba una actitud particularmente crítica hacia Norton Aircraft. Leyó varios artículos recientes firmados por Rogers:

Telegraph-Star, Orange County: Edgarton bajo presión para hacer nuevas ventas frente a las dificultades de la empresa. Discrepancias entre los miembros de la junta directiva y los ejecutivos importantes. Dudas de que lo consiguiera.

Telegraph-Star, Orange County: drogas y matones en la línea de montaje de Norton.

Telegraph-Star, Orange County: rumores de conflictos sindicales. Oposición de los trabajadores a la venta de China, que, según ellos, arruinará a la compañía.

Jennifer sonrió.

Las perspectivas eran optimistas.

Llamó a Jack Rogers a su periódico.

—He leído sus artículos sobre la Norton. Son excelentes. Al parecer, usted cree que la compañía tiene problemas.

—Muchos problemas —afirmó Rogers.

—¿Con los aviones?

—Bueno, sí. Pero también tienen problemas sindicales.

—¿Por qué?

—No está claro. Pero hay una gran agitación en la fábrica, y los directivos han perdido el control. El sindicato está furioso por la venta a China. Creen que no debería concretarse.

—¿Hablaría de esto ante las cámaras?

—Claro. No puedo revelar mis fuentes, pero le diré lo que sé.

Desde luego, pensó Jennifer. Todos los reporteros gráficos soñaban con salir en televisión. Sabían que la tele daba dinero. Por mucho éxito que obtuvieran escribiendo artículos, no eran nadie hasta que entraban a trabajar en la tele. Una vez que uno ganaba celebridad en televisión, podía dedicarse al lucrativo negocio de las conferencias, ganando diez o quince mil dólares sólo por hablar durante una comida.

—Es probable que viaje allí esta misma semana… Mi secretaria se pondrá en contacto con usted.

—Sólo tienen que concretar la cita, y allí me tendrán —respondió Rogers.

Llamó a Fred Barker, a Los Ángeles. El tipo parecía estar esperando su llamada.

—Es un vídeo muy espectacular —dijo Jennifer.

—Es aterrador que los slats de un avión se extiendan en pleno vuelo, prácticamente a la velocidad del sonido —señaló Barker—. Eso es lo que ocurrió en el vuelo de TransPacific. Es el noveno incidente de esta clase desde que el modelo entró en servicio.

—¿El noveno?

—Sí. No es ninguna novedad, señorita Malone. Al menos otras tres muertes pueden achacarse al diseño defectuoso de este modelo de aviones Norton, y la compañía no ha hecho nada al respecto.

—¿Tiene una lista?

—Deme su número de fax.

Miró fijamente la lista. Era demasiado técnica para su gusto, pero aun así impresionante:

Incidentes debidos a extensión de slats en el N-22 de Norton Aircraft

  1. 4 de enero de 1992: Los slats se extendieron a una velocidad de crucero de 0.84 Mach. La palanca de slats/flaps se movió accidentalmente.
  2. 2 de abril de 1992: Los slats se extendieron mientras el avión volaba a 0.81 Mach. Al parecer, una tablilla de notas cayó sobre la palanca de slats/flaps.
  3. 17 de julio de 1992: Aunque inicialmente se informó de severas turbulencias, más tarde se comprobó que los slats se habían extendido como consecuencia de un movimiento accidental de la palanca de slats/flaps. Cinco pasajeros heridos, tres de gravedad.
  4. 20 de diciembre de 1992: Los slats se extendieron a velocidad de crucero sin que se hubiera movido la palanca de slats/flaps en la cabina de mando. Dos pasajeros heridos.
  5. 12 de marzo de 1993: El avión experimentó vibraciones previas a entrada en pérdida a 0.82 Mach. Se descubrió que los slats se extendieron, y la palanca no estaba en la posición superior y trabada.
  6. 4 de abril de 1993: El primer oficial apoyó el brazo sobre la palanca de slats/flaps y la movió hacia abajo, extendiendo los slats. Varios pasajeros heridos.
  7. 4 de julio de 1993: El piloto informó que la palanca de slats/flaps se movió, extendiendo los slats. El avión volaba a 0.81 Mach.
  8. 10 de junio de 1994: Los slats se extendieron mientras el avión volaba a velocidad de crucero, sin movimiento alguno en la palanca de slats/flaps.

Jennifer levantó el auricular y volvió a llamar a Barker.

—¿Hablaría de estos incidentes ante las cámaras?

—He testificado sobre ellos en los tribunales en varias ocasiones —respondió Barker—. Estaré encantado de hablar del tema ante las cámaras. Quiero que se corrijan los defectos de ese avión antes de que muera más gente. Y nadie parece dispuesto a hacerlo. Ni la compañía, ni la FAA. Es una vergüenza.

—Pero, ¿cómo puede estar seguro de que el último incidente se debió a un problema de slats?

—Tengo un contacto dentro de la Norton —dijo Barker—. Un empleado descontento, que está cansado de tantas mentiras. Mi contacto me ha dicho que fue un problema de slats, y que la compañía intenta ocultarlo.

Jennifer terminó la conversación con Barker y pulsó el botón del intercomunicador.

—¡Deborah! —gritó—. Pásame con Viajes.

Jennifer cerró la puerta de su despacho y se sentó. Sabía que tenía un reportaje.

Un reportaje fantástico.

La cuestión era: ¿Cómo lo enfocaba? ¿Desde qué ángulo?

En un programa como Newsline, el enfoque era importante. Los productores más viejos hablaban de «contexto», lo que para ellos significaba encuadrar la historia dentro de un marco más amplio. Indicando qué significaba la noticia, lo que había ocurrido antes, o citando sucesos similares. Para los viejos el contexto era tan importante que lo consideraban una especie de obligación moral o ética.

Jennifer no estaba de acuerdo. Porque dejando de lado toda esa mierda moralista, el contexto no era más que un rodeo, una forma de inflar la historia. Y no precisamente una forma eficaz, porque el contexto exigía referencias al pasado.

Jennifer no estaba interesada en el pasado; formaba parte de la nueva generación de periodistas que comprendía que el poder de la televisión procedía de la actualidad, de los sucesos que ocurrían ahora, un continuo flujo de imágenes en un perpetuo presente electrónico. El contexto, por definición, exigía desviarse del presente, y ella no quería hacerlo. Ni ella ni nadie, pensó. El pasado estaba muerto y enterrado. ¿A quién le importaba lo que uno había comido el día anterior? Lo atractivo era lo inmediato, la actualidad.

Y lo mejor de la televisión era que podía retratar la actualidad. De modo que un buen planteamiento no tenía nada que ver con el pasado. La maldita lista de incidentes previos, enviada por Fred Barker, en realidad constituía un problema, ya que desviaba la atención al aburrido, difuso pasado. Tendría que encontrar una manera de evitar ese tema… Mencionarlo brevemente y continuar.

Lo que buscaba era una manera de enfocar la noticia que la presentara como actual, con unas pautas que el televidente pudiera seguir. El mejor planteamiento para seducir al televidente era aquél en que la noticia se presentaba como un conflicto entre buenos y malos, una historia moral. Eso era lo que gustaba al público. Si uno presentaba una noticia de esa manera, conseguía una aceptación inmediata. Era como hablar el mismo lenguaje del público.

Pero, puesto que la historia también tenía que presentarse con rapidez, esta fábula moral debía pender de una serie de «ganchos» que no tenían por qué explicarse. Cosas que el televidente daba por sentadas. Y el público ya sabía que en las grandes empresas había corrupción, que sus directivos eran un hatajo de ambiciosos cerdos machistas. No había que probarlo; bastaba con mencionarlo. El público sabía que la burocracia era incompetente y lenta. Tampoco era necesario probarlo. Y sabían que los productos se fabricaban con cinismo, sin preocupación por la seguridad del consumidor.

Con estos elementos de consenso general, Jennifer debía construir su fábula moral.

Una fábula dinámica, ambientada en la actualidad.

Naturalmente, había otro requisito. Antes que nada, debía vender el segmento a Dick Shenk. Tenía que buscar un planteamiento que interesara a Shenk, que coincidiera con su visión del mundo. Y eso no era cosa fácil: Shenk era más exigente que el público, más difícil de complacer.

En las oficinas de Newsline, lo conocían como el Crítico, por su costumbre de cargarse las ideas que le proponían. Cuando se paseaba por allí, Shenk adoptaba una actitud afable, interpretaba el papel del jefe comprensivo y magnánimo. Sin embargo, cuando escuchaba una propuesta, todo cambiaba. Entonces era peligroso. Dick Shenk era un hombre educado y listo —muy listo—, y si se lo proponía, podía ser encantador. Pero en el fondo era mezquino. Se había vuelto más mezquino con la edad, cultivando esa malicia, que él veía como la clave de su éxito.

Ahora Jennifer iba a proponerle un reportaje. Sabía que Shenk necesitaba desesperadamente un reportaje. Pero también estaría furioso con Pacino y con Marty, y su furia podía volverse contra Jennifer y su propuesta.

Para evitarlo, para vender la historia, la joven tendría que proceder con cuidado. Tendría que plantear la noticia de modo que permitiera a Dick Shenk dar rienda suelta a su hostilidad, pero desviándola en una dirección útil.

Cogió un bloc de notas y empezó a perfilar lo que debía decir.