Por muy lejos que intentemos ir
Aomame fue a la biblioteca municipal, llevó a cabo los mismos trámites que la vez anterior y abrió sobre la mesa una recopilación en formato reducido de un periódico. Quería volver a investigar sobre el tiroteo que se había producido en el otoño de hacía tres años, en la prefectura de Yamanashi, entre la facción radical y las fuerzas policiales. La sede de Vanguardia, la comunidad religiosa de la que había hablado la anciana, se encontraba en medio de las montañas de Yamanashi, y el tiroteo también había tenido lugar allí. Tal vez fuera una simple casualidad, pero a Aomame no le gustaban las casualidades. Podría haber una conexión entre los dos. La expresión de «ese grave incidente» en boca de la anciana parecía sugerir cierta relación.
El tiroteo se había producido hacía tres años, el diecinueve de octubre de 1981 (según la hipótesis de Aomame, tres años antes de 1Q84). La última vez que había ido a la biblioteca, había leído artículos y se había informado, grosso modo, de los pormenores del tiroteo, así que esta vez había decidido saltarse esa parte para centrarse en los artículos relacionados que se habían publicado posteriormente y en los artículos que analizaban el incidente desde diferentes perspectivas.
Al principio del tiroteo, tres agentes resultaron muertos por disparos de Kaláshnikovs automáticos de fabricación china y dos habían sufrido heridas de diferente gravedad. A continuación, el grupo de la facción radical había huido a las montañas, todavía armado, y las fuerzas policiales armadas habían llevado a cabo una cacería de envergadura. Al mismo tiempo, la brigada especial de paracaidistas de las Fuerzas de Autodefensa, armados hasta los dientes, se habían presentado en helicóptero. Al final, tres miembros de la facción radical se negaron a rendirse y fueron abatidos; dos sufrieron heridas graves (uno falleció a los tres días en el hospital. En los artículos del periódico no se informaba de qué le había ocurrido al otro herido) y cuatro fueron arrestados, ilesos o con heridas leves. Gracias al uso de recios chalecos antibalas, no se habían contado víctimas entre las Fuerzas de Autodefensa y los agentes de policía. Únicamente, uno de los agentes se había roto una pierna al caerse por un terraplén durante la persecución. Sólo uno de los miembros de la facción radical estaba en paradero desconocido. Por lo visto el hombre había desaparecido a pesar del gran despliegue policial.
Tras el impacto del tiroteo, los periódicos empezaron a informar detalladamente sobre el proceso de constitución de la facción radical. Eran vástagos de los altercados universitarios que habían ocurrido alrededor de 1970. Más de la mitad de los miembros habían participado en la ocupación del auditorio Yasuda de la Universidad de Tokio y de la Universidad Nihon. Tras capitular y entregar sus «bastiones» ante el uso de la fuerza bruta de los antidisturbios, los alumnos y una parte del profesorado que habían sido expulsados de la universidad, o que sentían que la actividad política de la zona urbana centrada alrededor del campus universitario había alcanzado un punto muerto, superaron los sectarismos, se unieron, construyeron una granja en la prefectura de Yamanashi e iniciaron la actividad comunal. Parece ser que, en un principio, participaron en la «Academia Takashima», una agrupación comunal centrada en la agricultura; pero insatisfechos con aquella vida, llevaron a cabo una reestructuración del grupo, se independizaron, compraron un pueblo abandonado en el interior de las montañas por un precio excepcionalmente barato y allí vivieron de la agricultura. Aunque al principio no todo fue coser y cantar, al cabo de poco tiempo los alimentos producidos mediante agricultura orgánica experimentaron un silencioso auge en la ciudad y, al parecer, montaron un negocio de venta de hortalizas por correspondencia. Gracias a aquellos vientos propicios, la hacienda creció cada vez más. Ellos eran, de todos modos, gente seria y trabajadora, bien organizada bajo el mando de un dirigente. El nombre de aquella comuna era «Vanguardia».
Aomame frunció gravemente el ceño y tragó saliva haciendo mucho ruido en el fondo de su garganta. Luego dio unos golpecitos en la superficie de la mesa con el bolígrafo que tenía en la mano.
Siguió leyendo los artículos.
Pero aunque la gestión de la comuna se había estabilizado, en el interior de Vanguardia se había formado, de forma progresiva, una clara división. El grupo estaba escindido entre una «facción radical a favor de la lucha armada», que todavía aspiraba a un movimiento revolucionario de guerrillas guiado por los dictados del marxismo, y una «facción comunal» relativamente pacífica que admitía el hecho de que una revolución violenta no era una opción realista en el Japón moderno, que además rechazaba el espíritu del capitalismo y que tenía como objetivo una vida natural, en armonía con la tierra. Y fue en 1976 cuando la facción comunal, que era superior en número, expulsó de Vanguardia a la facción a favor de la lucha armada.
Sin embargo, Vanguardia no echó a la facción radical por la fuerza. Según los periódicos, les proporcionaron nuevos terrenos y cierta financiación y parece ser que «les pidieron que se marcharan» amigablemente. La facción radical aceptó el trato y levantó su propia comuna, «Amanecer», en el nuevo terreno otorgado. Entonces, en cierto momento, adquirieron armamento de gran potencia. Se espera que investigaciones futuras esclarezcan las vías de adquisición y la provisión de fondos.
Por otra parte, parece que ni la policía ni la prensa pudieron entender bien cuál fue el motivo que había detrás de la reconversión, en un momento dado, de la comuna agrícola Vanguardia en una organización religiosa. No obstante, la comuna, que se había deshecho sin ningún problema de la facción a favor de la lucha armada, avanzó en aquel momento rápidamente hacia su vertiente religiosa, hasta que en 1979 obtuvo el permiso para convertirse en una comunidad religiosa con personalidad jurídica. Entonces, fueron comprando de manera progresiva terrenos de los alrededores y expandieron los cultivos e instalaciones. En torno de esas instalaciones de la comunidad construyeron una tapia alta, con lo cual la gente de fuera no podía entrar. La razón que dieron fue «porque estorba a la ascesis». Tampoco estaba claro por dónde entraba la financiación ni cómo habían podido obtener el permiso de comunidad religiosa con personalidad jurídica en tan poco tiempo.
El grupo radical que se mudó al nuevo terreno además de dedicarse a los trabajos agrícolas se volcó en un entrenamiento secreto para la lucha armada. Al poco tiempo surgieron algunas desavenencias con los agricultores vecinos. Una de ellas fue una riña en torno a la servidumbre de aguas del riachuelo que corría por dentro de la finca de Amanecer. El río había sido utilizado desde siempre como una fuente de agua para la agricultura cooperativa de la zona, pero Amanecer prohibió a los vecinos entrar en el solar. El litigio prosiguió durante algunos años y los vecinos presentaron una queja por la valla que cercaba el solar de Amanecer e impedía a los vecinos acceder al riachuelo; sin embargo, todo acabó en un incidente en el que unos cuantos miembros de Amanecer los agredieron violentamente. La policía prefectural de Yamanashi recibió una orden de investigación por una denuncia de agresión y se dirigió a Amanecer para tomar declaraciones. Y ahí fue cuando, de forma inesperada, ocurrió el tiroteo.
Tras el violento tiroteo en las montañas, inmediatamente después de la desaparición de Amanecer, la comunidad religiosa Vanguardia hizo un comunicado oficial. El portavoz de la organización, un hombre guapo y joven vestido con traje de negocios, ofreció una rueda de prensa y leyó el comunicado. El punto esencial estaba claro: «No existe en la actualidad ninguna relación entre Amanecer y Vanguardia, a pesar de su pasado. Tras la escisión, excepto cierto contacto profesional, apenas ha habido trato entre ambas. Vanguardia se dedica a la agricultura, respeta la Ley y es una comuna que aspira a un mundo espiritual pacífico. Habiendo llegado a la conclusión de que no podía colaborar más con los miembros de Amanecer, vinculados a una ideología revolucionaria radical, rompió con ellos de manera amistosa. Luego, Vanguardia, en calidad de comunidad religiosa, recibió el permiso de comunidad religiosa con personalidad jurídica. El hecho de que haya ocurrido un incidente sangriento de tal magnitud es una verdadera desgracia y queremos ofrecer nuestras más profundas condolencias a todos los agentes de policía, mártires del deber y a sus familias. La comunidad religiosa Vanguardia no ha participado en el presente suceso de ninguna forma. No obstante, resulta innegable que Vanguardia ha sido la matriz de la que ha surgido Amanecer; y si a raíz de lo ocurrido fuera necesario algún tipo de investigación por parte de las autoridades, la comunidad religiosa Vanguardia está dispuesta a recibirla de buena voluntad con el fin de no causar malentendidos innecesarios. Esta comunidad es una agrupación legal abierta a la sociedad, sin nada que esconder. En caso de que sea necesario exponer alguna información, deseamos colaborar en la medida de lo posible».
Varios días después, como en respuesta al comunicado, la policía prefectural de Yamanashi entró en la comunidad con una orden de investigación en la mano, pasaron un día en su amplia propiedad e inspeccionaron a fondo el interior de las instalaciones, así como todo tipo de documentos. Algunos de los miembros de la dirección fueron interrogados. Las autoridades sospechaban que, aunque en apariencia se habían separado, el trato entre ambas partes había proseguido tras la escisión y Vanguardia podría haber participado subrepticiamente en las actividades de Amanecer. Sin embargo, no encontraron ni una sola prueba. Las instalaciones para la ascesis, hechas de madera, se esparcían por el terreno, como si abrieran senderos en medio de una bella arboleda, y en ellas muchas personas, ataviadas con sencillas ropas de entrenamiento, se entregaban exclusivamente a la meditación y a una intensa práctica de la ascesis. Paralelamente, los fieles llevaban a cabo tareas agrícolas. Sólo disponían de herramientas y maquinaria pesada muy bien cuidadas, y no se descubrió ningún rastro de armas, ni nada que sugiriese violencia. Todo estaba limpio y en orden. Había un pequeño comedor, un albergue y unas instalaciones médicas sencillas (pero abastecidas con lo necesario). En la biblioteca, de dos pisos, se atesoraban numerosos cánones y libros del Budismo, y varios especialistas avanzaban en sus investigaciones y traducciones. Más que unas instalaciones religiosas parecía el campus de una acogedora universidad privada. Los agentes, decepcionados, se retiraron con las manos vacías.
Unos días más tarde, la comunidad invitó a varios reporteros de la prensa y la televisión, que se encontraron con el mismo panorama que la policía había visto. No se trataba de un tour organizado, sino que pudieron moverse como les viniera en gana dentro del terreno, sin acompañantes, hablar libremente con cualquier persona y escribir artículos sobre ello. No obstante, para proteger la privacidad de los fieles, los medios de comunicación se comprometieron a utilizar únicamente las imágenes y fotografías a las que la organización religiosa diera el visto bueno. Algunos de los dirigentes de la comunidad, vestidos con la ropa para el entrenamiento ascético, respondieron a las preguntas de los periodistas en una amplia sala para asambleas y ofrecieron información sobre el origen de la comunidad, su doctrina y su política de gestión. Su expresión era educada y franca. Eliminaron por completo el olor a proselitismo frecuente en las organizaciones religiosas. En vez de dirigentes de una organización religiosa parecían el personal especializado de una agencia de publicidad, ducho en presentaciones. Sólo cambiaba la ropa que vestían.
«No poseemos una doctrina definida», explicaron. «No necesitamos nada parecido a un manual codificado. Nosotros investigamos de forma racional el primer Budismo y aquí se practican diversas formas de ascesis. A través de esta práctica específica, nuestro objetivo es alcanzar un despertar religioso más fluido y no tan apegado a los textos. Considérenlo como si esos despertares espontáneos de cada individuo conformaran nuestra doctrina. No se trata de que haya una doctrina y un despertar, sino que primero hay despertares individuales y de ellos nace al fin, como un desarrollo natural, la doctrina que nos permite establecer nuestras normas. Ese es nuestro principio básico. En ese sentido, nuestro origen se diferencia en gran medida del de las religiones ya existentes.
»En cuanto a la financiación, en este momento dependemos de las donaciones voluntarias de los creyentes, al igual que otras muchas comunidades religiosas. Sin embargo, nuestra meta es acabar estableciendo una vida austera y autosuficiente centrada en la agricultura, sin tener que depender así como así de donaciones. Aspiramos a alcanzar la paz espiritual dentro de esa vida de “saber contentarse con lo que uno tiene”, mediante la purificación de la carne y la ejercitación del alma. La gente que se da cuenta de la futilidad del materialismo existente en esta sociedad competitiva va en busca de un eje de coordenadas diferente, más profundo, y cruza las puertas de la organización, una tras otra. No son pocos los que han recibido una educación superior, los que tienen una profesión o gozan de prestigio social. Nosotros marcamos unos límites con los popularmente llamados “nuevos movimientos religiosos”. No somos una organización de “comida rápida”, que se encarga, así como así, del dolor real de la gente y beneficia a todos, en masa; ni tampoco pretendemos tomar ese rumbo. Es verdad que la salvación de los débiles resulta importante, pero nuestro cometido quizá se aproxime a la idea de una institución que podría decirse que corresponde a una “escuela de posgrado” religiosa, que ofrece un lugar apropiado y la ayuda necesaria a personas altamente concienciadas que quieran salvarse a sí mismas.
»Entre los miembros de Amanecer y nosotros surgió, en un momento dado, una gran discrepancia de pareceres en lo que a la política de gestión se refiere y, durante un periodo, se produjeron hostilidades. Sin embargo, al cabo de varias charlas alcanzamos un consenso pacífico y decidimos andar por caminos diferentes. Ellos también buscaban, a su manera, un ideal de manera pura y estoica, pero sólo podemos decir que el desastre acaecido como resultado es una tragedia. La razón principal debió de ser que se volvieron demasiado dogmáticos y perdieron el punto de conexión con la sociedad real y viva. Con motivo de estas circunstancias recordamos que, sin dejar de ser estrictos con nosotros mismos, tenemos que seguir siendo una organización de ventanas abiertas al exterior. La violencia no resuelve los problemas. Sólo deseamos que entiendan que nosotros no somos una organización que imponga la religión. No captamos fieles, ni atacamos a otras religiones. Nosotros ofrecemos un ambiente comunitario adecuado y eficaz a aquellas personas que buscan tanto el despertar espiritual como objetivos espirituales».
Los miembros de la prensa adoptaron, en general, una visión positiva de la entidad religiosa y se marcharon. Todos los adeptos, hombres y mujeres, eran delgados y esbeltos, y tanto los ancianos como los relativamente jóvenes (a veces también podían verse personas de edad avanzada) tenían una mirada bella y límpida. Su forma de expresarse era fina y cortés. Por lo común, los devotos no querían hablar demasiado de su pasado, pero la mayoría parecía haber recibido una educación de calidad. Aunque el almuerzo que les ofrecieron (el mismo que los adeptos solían comer) fue frugal, los alimentos eran frescos, recién cogidos de los campos de la organización, y bastante sabrosos.
Por eso la mayoría de los medios de comunicación definieron al grupo revolucionario que se había trasladado a Amanecer como una especie de «hijo bastardo», necesariamente eliminado de Vanguardia, que había tomado rumbo hacia la búsqueda de unos valores espirituales. En el Japón de los años ochenta, el pensamiento revolucionario basado en el marxismo ya se había quedado algo desfasado. Los jóvenes que alrededor de 1970 querían modificar de forma radical la política trabajaban ahora en diversas empresas y luchaban encarnizadamente en el frente de batalla de la economía. O habían puesto tierra de por medio con el bullicio y la competencia del mundo real y se dedicaban a la búsqueda de unos valores personales en sus respectivos paraderos. En fin, la corriente del mundo había cambiado y la época concentrada en la política ya era cosa del pasado. A pesar de que el incidente de Amanecer había sido extremadamente desventurado y sangriento, a largo plazo no sería más que un episodio imprevisto e intempestivo en el cual un espectro del pasado se había manifestado por accidente. Se interpretaría como el cierre del telón de una época determinada. Ése fue el tono general de la prensa. Vanguardia era una prometedora opción del nuevo mundo. En cambio, no había futuro para Amanecer.
Aomame posó el bolígrafo y respiró hondo. Entonces le vinieron a la mente los ojos totalmente inexpresivos y carentes de profundidad de Tsubasa. «Aquellos ojos me estaban mirando. Pero, al mismo tiempo, no miraban nada. En ellos había ausente algo importante».
«No es tan sencillo», pensó Aomame. «La situación de Vanguardia no es tan limpia como la pintan en la prensa. Hay una parte oscura oculta en su interior. Según la anciana, la persona a quien llaman “líder” viola a niñas de apenas unos diez años de edad y alega que es un acto religioso. Los medios de comunicación no lo saben. Ellos sólo pasaron media jornada allí. Los guiaron en orden por unas instalaciones para la ascesis, les ofrecieron un almuerzo a base de alimentos frescos, escucharon una bella explicación sobre el despertar del alma y regresaron satisfechos. No vieron lo que estaba ocurriendo realmente en el interior».
Al salir de la biblioteca, Aomame entró en una cafetería y pidió un café. Desde el teléfono del establecimiento llamó a Ayumi a su puesto de trabajo. Era el número al que le había dicho que podía llamar siempre. Le dijeron que estaba de servicio, pero que volvería a la comisaría en unas dos horas. Aomame no dejó su nombre. Sólo respondió que llamaría más tarde.
Se fue a su apartamento y, dos horas más tarde, volvió a marcar el número. Ayumi se puso al aparato.
—Buenos días, Aomame. ¿Qué tal?
—Bien, ¿y tú?
—Yo también, aunque no tenga a ningún hombre a mi lado. ¿Y tú?
—Estoy en las mismas —respondió Aomame.
—Es que no puede ser —dijo Ayumi—. Que dos chicas jóvenes y atractivas como nosotras lo pasen mal para satisfacer su saludable apetito sexual y no hagan más que refunfuñar quiere decir que algo no anda bien en este mundo. Tenemos que hacer algo al respecto.
—Sí, pero…, oye, ¿no pasa nada porque hables en voz tan alta? Estás de servicio. ¿No hay nadie cerca?
—Tranquila. Puedes hablarme de lo que quieras —respondió Ayumi.
—Si fuera posible, me gustaría pedirte un favor. Es que no se me ocurre nadie más a quien pedírselo.
—Claro. No sé si podré ayudarte, pero dime de qué se trata.
—¿Conoces una organización religiosa que se llama Vanguardia? Tiene su sede en medio de las montañas de la prefectura de Yamanashi.
—Vanguardia, ¿verdad? —dijo Ayumi. Luego rebuscó en su memoria durante unos diez segundos—. Sí, creo que la conozco. Es una especie de comuna religiosa a la que perteneció el grupo radical Amanecer, que provocó el incidente del tiroteo en Yamanashi, ¿no? Hubo un tiroteo en el que desgraciadamente tres agentes de la policía prefectural fallecieron. Pero Vanguardia no participó en los hechos. Tras el incidente se realizó una investigación en la comunidad, sin embargo salió limpia. ¿Y entonces?
—Quería saber si en Vanguardia se ha producido algún incidente más después del tiroteo. De tipo criminal o civil. Pero soy inexperta y no sé cómo investigar. Sólo puedo leer las versiones en formato reducido de la prensa. Sin embargo, he pensado que un policía podría investigarlo de alguna manera.
—No es tan fácil. Me gustaría poder decirte que, si lo busco en el ordenador, lo sabré enseguida, pero, desgraciadamente, la informatización de la policía japonesa aún no está tan avanzada. Creo que todavía van a tener que pasar varios años hasta que eso ocurra. Por lo tanto, ahora mismo para saberlo tendría que preguntar a la policía de Yamanashi y pedirles que me envíen por correo una copia del expediente. Para ello, primero debo rellenar un formulario de solicitud de documentos, que tiene que recibir la aprobación de mis superiores. Obviamente, también tengo que dejar por escrito la razón de la solicitud. En fin, como ésta es una oficina gubernamental, nos pagan por hacer que todo sea más complicado de lo necesario.
—¿Ah, sí? —dijo Aomame. Luego soltó un suspiro—. Entonces no es posible.
—Pero ¿por qué quieres saberlo? ¿Tienes a algún conocido implicado en un caso relacionado con Vanguardia?
Aomame titubeó y luego decidió hablarle con franqueza.
—Casi. Tiene que ver con violaciones. En esta fase aún no puedo darte detalles, pero se trata de violaciones de niñas. Me han informado de que, bajo esa fachada religiosa, se cometen violaciones de forma sistemática.
A través del auricular sintió que Ayumi estaba frunciendo ligeramente el ceño.
—¡Hmm! ¿Violaciones? Es intolerable.
—Por supuesto —dijo Aomame.
—¿Cuántos años tienen las niñas?
—Diez o menos. En todo caso, niñas a las que todavía no les ha venido la primera regla.
Ayumi se quedó callada un buen rato al auricular. A continuación habló con una voz monótona.
—De acuerdo. Si es así, pensaré en alguna solución. ¿Me das dos o tres días?
—Claro. Ponte en contacto conmigo, por favor.
Luego de charlar un rato sobre cosas triviales, Ayumi le dijo:
—Bueno, tengo que volver al trabajo.
Después de colgar el teléfono, Aomame, sentada en la butaca para leer, al lado de la ventana, observó su mano derecha durante un rato. Los dedos largos y finos y las uñas bien cortadas y arregladas pero sin esmalte. Al mirarlas, se avivó la idea de que su propia existencia no era más que una cosa frágil y efímera. Por ejemplo, ella no había elegido la forma de sus uñas. «Alguien la decidió a su antojo y yo sólo la recibí sin rechistar. Me gustara o no. ¿Quién demonios habrá decidido que mis uñas tengan esta forma?».
Hacía poco que se había enterado a través de la anciana de que: «Sus padres seguían siendo devotos fervientes de la Asociación de los Testigos». En tal caso, en ese preciso momento también se dedicarían a la predicación del Evangelio. Aomame tenía un hermano cuatro años mayor. Era un hermano responsable. Cuando Aomame tomó la decisión y se fue de casa, él acató las instrucciones de sus padres y vivió conforme a su fe. ¿Qué sería ahora de él? Pero Aomame no sentía demasiado interés por informarse sobre su familia. Para ella formaban parte de una vida pasada. Había roto todo vínculo con ellos.
Hacía tiempo que intentaba olvidarse, sin excepción, de todo lo que le había ocurrido hasta cumplir los diez años. «Mi vida empezó realmente a los diez años. Todo lo que ocurrió antes no fue más que un triste sueño. Voy a deshacerme de esos recuerdos». Pero, por mucho que se esforzara, su mente siempre volvía al mundo de aquel triste sueño. Podía decirse que todas las cosas que poseía estaban enraizadas en aquel suelo sombrío y se alimentaban de él. «Por muy lejos que huya, al final no puedo dejar de volver allí», pensó Aomame «Tengo que enviar al “líder” al otro barrio», decidió entonces «Por mí misma».
Tres días después, Ayumi la llamó por teléfono de noche.
—He recabado unos cuantos datos —le dijo.
—¿Sobre Vanguardia?
—Sí. Mientras le daba vueltas a la cabeza, de repente me acordé de que el tío de un tipo que entró en servicio durante la misma época que yo está en la policía de la prefectura de Yamanashi. Además parece que es algún jefazo. Así que se lo pedí al tipo este. Me dijo que una chica joven de su familia acaba de entrar en la organización y les está causando problemas, así que está recabando información sobre Vanguardia. «Me sabe mal, pero te lo pido por favor», o algo por el estilo, le dije. Estas cosas se me dan bastante bien.
—Gracias. Te debo una —contestó Aomame.
—Entonces llamé por teléfono a su tío de Yamanashi, hablamos de la situación y él me dijo que, en tal caso, podía presentarme al responsable de la investigación de Vanguardia. De manera que pude hablar directamente con él por teléfono.
—Estupendo.
—Sí. La verdad es que hablamos largo y tendido y le pregunté diferentes cosas sobre Vanguardia. Como lo que salió en la prensa ya lo sabrás, ahora podemos hablar de la parte desconocida. ¿Te parece bien?
—De acuerdo.
—En primer lugar, Vanguardia ha tenido entretanto problemas legales en varias ocasiones. Le han interpuesto unas cuantas demandas civiles. Casi todos los litigios tienen que ver con la compraventa de terrenos. Parece ser que la organización posee capital en abundancia y anda a la compra de todos los terrenos colindantes. Es verdad que, como están en el campo, los terrenos son realmente baratos, pero aun así… Y en muchos casos sus métodos son un tanto coactivos. Han creado una empresa fantasma bajo la que se ocultan y se dedican a la compra de bienes inmuebles sin que nadie lo sepa. Eso acarrea problemas con los propietarios de las tierras y con los municipios. Es como el modus operandi de un especulador. Pero hasta la fecha, la policía no ha llegado a intervenir por ninguna demanda civil. Aunque están en una situación peliaguda, no los han llevado a los tribunales. Tal vez haya una intriga espinosa o política de trasfondo, porque cuando los políticos mueven los hilos, a veces la policía se muestra indulgente. El asunto se está inflando y, si se realizara una investigación, otro gallo cantaría.
—Vanguardia no está tan limpia como aparenta, sobre todo en lo que a actividad económica se refiere.
—Es algo que la mayoría de los devotos desconocen, pero, si se observa el registro de compraventa de bienes inmuebles, no se puede decir que la tropa que forma la directiva, encargada de la gestión de fondos, no tenga las manos sucias. Por mucha buena voluntad que se le eche, resulta difícil pensar que se pueda ir en busca de una espiritualidad pura y al mismo tiempo manejar dinero. Y es que estos tipos no sólo operan en la prefectura de Yamanashi, sino que también poseen propiedades y edificios en el centro de Tokio y Osaka. Todos terrenos de primera categoría. En Shibuya, Minami-Aoyama, Shōtō… Parece que la organización prevé expandirse a escala nacional y quizá por ello haya decidido dar un cambio de rumbo hacia el negocio inmobiliario.
—¿Por qué habría de extenderse al centro de la ciudad una entidad religiosa cuyo último objetivo es vivir en plena naturaleza y realizar inocentes y estrictos ejercicios de ascesis?
—¿Y de dónde sale esa considerable cantidad de dinero?—planteó Ayumi—. Cultivando y vendiendo nabos y zanahorias es imposible recabar tales fondos.
—Les sacan el dinero a los adeptos en forma de donaciones.
—Puede ser, pero no creo que sea suficiente. Seguro que tienen alguna otra vía para conseguir fondos. Además, hace poco me encontré con una información alarmante. Algo que es posible que te interese. Dentro de la organización hay bastantes hijos de adeptos que, fundamentalmente, van a la escuela primaria local. Sin embargo, muchos de ellos dejan de ir a las clases al cabo de un tiempo. El colegio intenta por todos los medios que asistan, ya que se trata de educación obligatoria, pero la organización sólo aduce que «algunos de los niños se emperran en que no quieren ir» y hacen caso omiso. Alegan que, en cuanto a sus estudios, no tienen que preocuparse, porque ellos se encargan en persona de la educación de los niños.
Aomame recordó su época en la escuela primaria. Entendía por qué los niños de la organización no querían ir al colegio: allí sólo eran marginados, vejados e ignorados.
—Tal vez se sientan incómodos en la escuela local —dijo Aomame— Además puede que no ir a la escuela no sea tan inusual.
—Pero según los maestros que se ocupaban de los niños, muchos de ellos parecían sufrir trastornos mentales, sin distinción de sexo. En un principio son niños alegres, normales y corrientes, pero a medida que los cursos avanzan, el número disminuye, se vuelven inexpresivos, luego extremadamente insensibles y, poco después, dejan de ir al colegio. Muchos de los niños procedentes de Vanguardia pasan por las mismas fases y muestran los mismos síntomas. Y eso es algo que extraña y preocupa a los profesores. ¿En qué situación se encuentran los niños recluidos en la organización una vez que no vuelven a asomarse por la escuela? ¿Estarán bien? Pero no pueden verlos, ya que han prohibido la entrada en el complejo a cualquier persona ajena.
«Son los mismos síntomas que padece Tsubasa», pensó Aomame. «Insensibilidad extrema, inexpresividad, casi no abre la boca».
—Tú supones que dentro de Vanguardia están maltratando a los niños o algo por el estilo. De manera sistemática. Y que seguramente también se cometen violaciones.
—Sin embargo, como sólo es una suposición sin fundamento, la policía no va a actuar.
—No. La policía es una rama muy conservadora de la administración pública y los jefazos sólo tienen en mente hacer carrera. Es cierto que los hay que no son así, pero la gran mayoría aspira únicamente a medrar sin riesgos y, después de la jubilación, ser nombrados para un puesto importante en una organización subsidiaria del Gobierno o en una empresa privada. De modo que nunca se mojan en asuntos espinosos o arriesgados. ¿No será que esos tipejos se van a llevar un trozo del pastel una vez que éste se enfríe? Si los nombres de las víctimas salieran a la luz y pudieran testificar abiertamente ante un tribunal, mudarían las tornas, pero no parece que vaya a ser tan fácil.
—Sí. Quizá sea difícil —recalcó Aomame—. Pero gracias de todas formas. La información me ha servido de gran ayuda. Te lo tengo que agradecer de algún modo.
—Pues ya que estamos, salgamos las dos por Roppongi, que queda cerca, y olvidemos los problemas.
—De acuerdo —respondió Aomame.
—¡Así me gusta!—dijo Ayumi—. Por cierto, ¿estás interesada en los juegos con esposas?
—Me parece que no —respondió Aomame. «¿Juegos con esposas?».
—¡Ah! Pues qué lástima… —dijo Ayumi apenada.