HIJA DE LA MAR

Muchacha, corazón o sonrisa,

caliente nudo de presencia en el día,

irresponsable belleza que a sí misma se ignora,

ojos de azul radiante que estremece.

Tu inocencia como un mar en que vives

qué pena a ti alcanzarte, tú sola isla aún intacta;

qué pecho el tuyo, playa o arena amada

que escurre entre los dedos aún sin forma.

Generosa presencia la de una niña que amar,

derribado o tendido cuerpo o playa a una brisa,

a unos ojos templados que te miran,

oreando un desnudo dócil a su tacto.

No mientas nunca, conserva siempre

tu inerte y armoniosa fiebre que no resiste,

playa o cuerpo dorado, muchacha que en la orilla

es siempre alguna concha que unas ondas dejaron.

Vive, vive como el mismo rumor de que has nacido;

escucha el son de tu madre imperiosa;

sé tú espuma que queda después de aquel amor,

después de que, agua o madre, la orilla se retira.