COBRA

La cobra toda ojos,

bulto echado la tarde (baja, nube),

bulto entre hojas secas,

rodeada de corazones de súbito parados.

Relojes como pulsos

en los árboles quietos son pájaros cuyas gargantas cuelgan,

besos amables a la cobra baja

cuya piel es sedosa o fría o estéril.

Cobra sobre cristal,

chirriante como navaja fresca que deshace a una virgen,

fruta de la mañana,

cuyo terciopelo aún está por el aire en forma de ave.

Niñas como lagunas,

ojos como esperanzas,

desnudos como hojas

cobra pasa lasciva mirando a su otro cielo.

Pasa y repasa el mundo,

cadena de cuerpos o sangres que se tocan,

cuando la piel entera ha huido como un águila

que oculta el sol. ¡Oh cobra, ama, ama!

Ama bultos o naves o quejidos,

ama todo despacio, cuerpo a cuerpo,

entre muslos de fríos o entre pechos

del tamaño de hielos apretados.

Labios, dientes o flores, nieves largas;

tierra debajo convulsa derivando.

Ama el fondo con sangre donde brilla

el carbunclo logrado.

El mundo vibra.