VI
LA VISITA DEL COLOMBIANO

El portero cobarde del puticlub Chamonix no se fue al pueblo a ver a su madre, eso seguro. La madre del portero que se achantó cuando los mexicanos asaltaron el local llamó ayer por teléfono a Alek para preguntarle con acento gallego por su rapaz. A saber cómo había conseguido su teléfono. La señora estaba asustada. Alek intentó tranquilizarla y al menos la convenció para que no denunciase la desaparición.

—Seguro que no ha pasado nada, señora, ya verá. Esté usted tranquila.

—No sé, no sé. Nadie sabe nada de él y en su casa su compañero de piso me dice que no está. No es normal que lleve tantos días sin llamar.

—No se preocupe, señora, que ya sabe cómo son los chicos de esa edad. Esta semana libraba en el trabajo. Seguro que está en casa de alguna chica guapa y por eso no llama, ya verá como no es nada. Su chaval está hecho un ligón, que aquí es famoso por eso.

—¿Y si aviso a la policía por si le ha pasado algo?

—No le haga eso al pobre chico. Imagínese qué vergüenza si la policía lo busca y es por una tontería. Espere antes un par de días, que ya pregunto yo por aquí, que seguro que alguno sabe con qué chica está.

Hablaron poco más de tres minutos, pero en ese tiempo Alek mintió dos veces a la señora. Su hijo no estaba con ninguna chica, eso seguro. El rapaz era gay; por eso le encargó la puerta del puticlub, porque a él las chicas no le meterían en problemas. La segunda mentira era aún más piadosa. Aún no sabía el qué, pero Alek ya estaba también seguro de que algo malo le había pasado al rapaz.

La segunda evidencia de que el problema de Alek era mucho más grave de lo que él mismo había calculado se planteó unas horas después, en la puerta de la Premium. Uno de los colombianos se pasó a saludar. El menda me sonaba, pero entonces no sabía de qué. Alek desconectó el pinganillo y estuvo hablando con él un rato largo en un extremo de la barra. Se despidieron con un abrazo tan falso como efusivo. Alek me dio largas cuando le pregunté quién era, «un viejo amigo, nada más». Pero el bocazas de Velasco me contó lo que pasaba cinco copas después.

—Joder, periodista, pareces tonto. Qué mal se te da leer las señales. Alek se ha metido en un lío con los colombianos, que son los dueños del Chamonix, porque el rapaz que se cagó cuando los pinches de Sinaloa arrasaron el puticlub trabajaba para él, así que la cagada también es suya.

—¿Lo van a matar?

—No, hombre, no; con lo grande que es, solo por no enterrarlo… Además, los colombianos hace tiempo que querían meter su coca en la Premium, que es un sitio cojonudo. Ya sabes, quien controla la puerta controla la sala. Alek ahora va de legal y pasa de meterse en líos, pero después de lo que ha ocurrido tendrá que tragar. —Velasco intenta imitar a Marlon Brando—. Le han hecho una oferta que no puede rechazar.

—¿Y al rapaz? ¿Se lo han cargado?

—No sé, no creo. No lo conocía, pero si es listo se habrá largado unas semanas a la playa. A saber.

Del rapaz se supo mucho tiempo después, de lo que quedaba de él. Hubo que pedir una muestra de ADN a su madre para poder identificarlo. Estaba enterrado en una zanja cerca del pantano de San Juan, a pocos metros del lugar donde la policía encontró mi cadáver.