Cuando les vio entrar con los bates de béisbol, el portero del puticlub decidió que 120 euros por noche no compensaban tres costillas rotas o algo peor. Se arrancó el pinganillo de la oreja y lo lanzó a un rincón, cogió una copa a medias de la barra, agarró del culo a una de las chicas que estaban libres y se sentó en uno de los sillones, como si fuese un cliente más.
Velasco escucha la historia y se descojona en la barra.
—Si te lo digo siempre, Alek. Menos abdominales y más cojones, que anda que haces una selección de personal de puta madre, que son todos unos valientes.
—A ti te da mucha risa, no te jode —se lamenta Alek—. Pero a mí me ha metido en un lío muy gordo.
El portero cobarde trabajaba ese día en el Chamonix, uno de los sitios donde la gente de Alek lleva la seguridad. Los mexicanos destrozaron el local, pegaron fuego a una cortina y casi queman todo el edificio; menos mal que llegaron pronto los bomberos. Los otros dos porteros no se rajaron, pero casi mejor que lo hubiesen hecho. Les dieron una paliza con los bates y ahora están en el hospital. También pegaron al camarero y clavaron una navaja en el culo al gerente del puticlub, que se encerró en el despacho de la segunda planta hasta que tiraron la puerta a golpes con un extintor. A saber cuánta pasta se han llevado.
—Que no, periodista, que no fue por pasta —dice Velasco.
—¿Cómo que no?
—Que no, coño —insiste Velasco—. Que nadie en su sano juicio monta un lío así en el Chamonix solo por la pasta, que a esa hora además no hay ni dos duros en la caja. El puto pinche güey mexicano de los cojones fue el miércoles a follar y acabó pegando a una de las putas. Y, claro, aquí los esbirros del Alejandrito le sacaron a hostias, que con un borracho son más valientes.
—No te pases, tío —protesta Alek.
—Que no te mosquees, joder, que lo digo de coña. El problema es que el borracho mexicano no era un chavito cualquiera, era un masca de Culiacán, del cártel de Sinaloa. Y al día siguiente volvió más puesto y mejor acompañado, con cuatro bestias más. Y la liaron parda. En la comisaría los estamos buscando desde hace casi un año, vaya perlas. En octubre le dieron a un tipo una de las palizas más brutales que he visto en mi vida. Era un soplón, o eso decían. Le golpearon varias veces con una barra de hierro en el abdomen. El pobre ya lleva tres operaciones y para cagar ahora usa un tubo y un bote de plástico. Están muy tarados estos mexicanos. Hay que estar muy loco para montar un pollo en el Chamonix. Periodista, ¿tú sabes de quién es?
—Ni idea. Ni siquiera sé dónde está.
—Pues lo sabe todo el mundo, joder. El Chamonix es uno de los puticlubs de los colombianos.
Los colombianos. Velasco se va al baño y me quedo a solas con Alek, que está más callado de lo habitual. Hay un silencio incómodo. Le pregunto por el portero cobarde.
—No sé dónde está. Se habrá ido al pueblo, a ver a su madre. Estará en algún sitio sin cobertura porque hace días que no coge el teléfono.