SEIS AÑOS DESPUÉS
Es viernes por la noche y la casa está muy tranquila. Como de costumbre, Apolo está tumbado en el vestíbulo del primer piso, entre las puertas cerradas de las dos habitaciones. Suspira y apoya la cabeza sobre las patas, sabiendo que no pasará mucho rato hasta que pueda ver al bebé de nuevo. Quizá al día siguiente puedan volver a salir y jugar bajo la sombra de la casita del árbol.
Henry tiene ocho semanas. Su hermana, Elizabeth, cumplirá tres años el próximo mes.
Se abre la puerta del dormitorio principal y Abby sale desnuda, sólo lleva puesto el sujetador. Sus pasos son ligeros y rápidos. A pesar de que sigue teniendo un cuerpo estilizado, ha cambiado mucho en los últimos años. Y aunque sus noches distan mucho de ser tranquilas, en ese momento no está cansada.
Hace tres años la nombraron directora de la biblioteca. En todo este tiempo ha organizado una campaña de alfabetización, ha aumentado el programa de tutorías para alumnos de instituto y ha puesto en marcha un campamento de verano para niños de primaria y secundaria. Disfruta mucho de su trabajo, pero la semana próxima presentará su dimisión, porque quiere estar en casa con sus hijos.
Sin embargo, esta noche tiene la atención puesta en otra cosa muy diferente y se detiene un momento junto a la puerta de cada una de las habitaciones, para asegurarse de que no se oye ningún ruido dentro, antes de darse media vuelta y entrar en el cuarto de juegos. Cuando lo hace, se siente excitada y vacilante a un mismo tiempo. Excitada porque ya hace mucho tiempo que no pasan un buen rato en el cuarto de juegos y vacilante por el mismo motivo.
Sabe que él será suave con ella esta noche. Como lo fue la primera vez que jugaron después de que naciera Elizabeth. Pero a Abby no le importa. Después de años de vivir juntos, amarse, discutir y reconciliarse, está muy cómoda con la idea de que en el cuarto de juegos él es su Amo.
Y no quiere que sea de ninguna otra forma.
Poco después, la puerta se cierra detrás de ella, se vuelve a abrir la puerta de la habitación principal y Nathaniel sale al pasillo. Lleva puestos los vaqueros negros que suele vestir en el cuarto de juegos. Repasa mentalmente los planes que tiene para esa noche y pasa algunos minutos tratando de imaginar cómo reaccionará Abby. Es probable que su mujer sepa que no la presionará mucho. En realidad, el encuentro sólo será una readaptación para ambos.
Se detiene un momento ante las puertas de las habitaciones de sus hijos y se los imagina dormidos. Elizabeth, tan llena de vida, con sus ojos inquisitivos y su mente curiosa, tan parecida a la de su madre. Y Henry, que ya empieza a dar señales de ser un alma tranquila y contemplativa.
Se mira el anillo de casado, la alianza de su padre, y sonríe antes de entrar en el cuarto de juegos. Dentro está su esposa, su sumisa, su amante, la madre de sus hijos y su mejor amiga. Esa noche, él volverá a dominar su cuerpo y su mente, provocándola de esa forma que ella tanto desea y como sólo él es capaz de hacer.
Cuando acaben, se la llevará a su dormitorio, donde la adorará con palabras y caricias y la envolverá con la seguridad y el consuelo de su amor.