Capítulo 28

Cuando el laird Lolach McKenna llegó, una vez que hizo las presentaciones del servicio a su nueva señora, se relajó. Shelma parecía haber recobrado fuerzas y sonrió al ver bajar por las escaleras a su hermana y su marido.

—Por fin… ¿Estás mejor? —preguntó Megan separándose de Duncan, que tras darle un rápido beso marchó a dar órdenes a sus hombres junto a Myles.

—Sí, estoy bien. Y, por fin, ya estoy aquí —asintió sonriendo mirando a su alrededor.

El castillo de Lolach era impresionante. El salón tenía un rico mobiliario. Varios tapices coloridos colgaban de sus paredes y una gran mesa de madera presidía la acogedora estancia. La gran chimenea les atrajo hacia ella.

—¿Qué te parece Ronna, mi ama de llaves? —preguntó Shelma.

Megan, tras mirar a la mujer de cara arrugada que daba órdenes a las criadas, dijo:

—Hablé poco con ella. Pero, por lo que veo, sabe mantener las cosas limpias y ordenadas.

—Mi pregunta es qué te parece ella —aclaró Shelma, un poco asustada por la majestuosidad de aquel lugar.

—Entre tú y yo, un poco estirada —respondió viendo cómo la mujer arrugaba el entrecejo al ver que su hermano y Klon, el perro, corrían por la sala—. Pero démosle una oportunidad, quizá la mujer esté nerviosa con tu llegada y…

—Vaya…, vaya. ¡Mi cuñada favorita! —exclamó Niall acercándose con una nada disimulada sonrisa—. Se te ve mejor cara. ¿Has descansado?

Al escucharle, Megan sonrió.

—No todo lo que me hubiera gustado —respondió sacándole la lengua.

En ese momento, Lolach las llamó. La cena de bienvenida iba a comenzar.

El banquete se prolongó hasta bien entrada la noche. Ronna se molestó en hacer trabajar duro al servicio para que su señora se llevara una buena impresión, y lo consiguió. Agobiada por tanto brindis, Shelma pidió a Megan que la acompañara a tomar el aire fresco de la noche, algo que su hermana aceptó tras dedicarle una sonrisa a Duncan.

Una vez que traspasaron la puerta lateral del castillo, fueron a parar a una ancha explanada con vistas al maravilloso e inquietante lago Ness. Emocionadas por la paz que allí se respiraba, se sentaron en unas piedras que el tiempo había tallado otorgándoles aspecto de sillas. Durante un rato, admiraron el paisaje en silencio.

—Nunca hubiera pensado que viviría junto al lago Ness —dijo Shelma.

—Es un lugar precioso —susurró Megan mirando la luna, que aquella noche iluminaba todo con una luz brillante.

—¿Por qué sonríes?

Megan, con una sonrisa soñadora, la miró.

—Pensaba en las historias que el abuelo y Mauled nos contaban sobre este lugar.

—Oh, sí —sonrió Shelma—. Aquí vive Nessie. Un monstruo extraño con cuello de serpiente.

—Según decía el abuelo, una leyenda hablaba de que cuando San Columbano llegó a las Highlands, se cruzó con el entierro de un hombre que había sido atacado mientras pescaba en el lago. Pidió a uno de sus discípulos que nadara hasta el lugar donde había ocurrido la desgracia, y el monstruo surgió de entre las aguas. —Levantándose, Megan prosiguió—: Entonces, San Columbano gritó haciendo la señal de la cruz: «No irás más lejos, no tocarás a ese hombre. Vuelve de inmediato al lugar del que vienes», y el monstruo obedeció y todos se hicieron cristianos.

Tras reír entre ellas, aunque con cierta prudencia por lo que pudiera haber de verdad, fue Shelma quien habló con los ojos cargados de lágrimas. Megan se sentó.

—Os voy a echar mucho de menos a ti y a Zac. Lo único que me reconforta es saber que estaréis bien con Duncan y que nos visitaremos siempre que podamos.

Entristecida por las palabras de su hermana, Megan intentó no llorar. Sus días juntas habían acabado y así lo debían aceptar.

—Shelma, no debemos entristecernos. Ambas sabemos que estaremos bien, a pesar de no poder vernos todos los días. Pero eso era algo que sabíamos desde que contrajimos matrimonio. Prométeme que acudirás a mí cuando lo necesites.

—Te lo prometo —asintió limpiándose las lágrimas—. Espero que tú hagas lo mismo.

Megan sonrió y la abrazó.

—Por supuesto, Shelma. Me reconforta ver cómo Lolach te mira y te quiere, y sobre todo saber que tú le quieres a él. Eso es importante para que yo me vaya tranquila. Sé que te cuidará tanto o más que yo. Y, en caso de que no sea así, te juro por mi vida que se las verá conmigo.

Desde una ventana cercana, Lolach y Duncan las observaban con deleite. Intuían que se estaban despidiendo, por ello prefirieron no molestar y dejar que lo hicieran a su modo.

A la mañana siguiente, todos los guerreros McRae, encabezados por Duncan y Niall, se disponían a proseguir su camino hasta Eilean Donan, su hogar. Briana y Anthony, invitados por Lolach, decidieron permanecer unos días más en Urquhart. Briana no se encontraba bien y un poco de descanso no le vendría mal.

Shelma, con disimulada tristeza, se despidió de Zac, que por su corta edad estaba emocionado por volver a retomar el camino, por lo que tras dar un rápido beso a su hermana corrió tras Ewen. Megan, al igual que Shelma, ocultó su tristeza tras una sonrisa nerviosa. Mientras ellas se abrazaban, sus maridos se daban un fuerte apretón de manos a modo de despedida.

—No olvides lo que hablamos anoche y hazme saber si voy a ser tía —le recordó Megan.

—Tú tampoco —señaló Shelma al ver a lord Draco aparecer junto a otros muchos caballos.

—No os preocupéis —intervino Lolach—. Os prometo que dentro de poco iremos a Eilean Donan y nos quedaremos unos días.

—¿En serio? —sonrió Shelma al escucharle.

—Pues claro que sí —asintió Lolach.

—Nuestras tierras no están lejos —intervino Duncan mirando a Gelfrid, uno de sus guerreros.

—Entonces, hasta dentro de poco —sonrió Megan dando un último beso a su hermana antes de seguir a su marido.

—Bueno, Impaciente —dijo Duncan con una radiante sonrisa, dejando que Lolach se acercara a Shelma para tomarla por la cintura—. Como ahora no llevamos carreta, ¿prefieres cabalgar conmigo o sobre tu caballo?

—Cabalgaré contigo —afirmó al mirar a su caballo, que iba enganchado a la montura de uno de los guerreros del clan—. Creo que lord Draco bastante tiene con el viaje como para que yo encima me suba encima de él.

Shelma, que se había percatado de lo que ocurría, miró a su marido y comenzó a sonreír.

—Tienes razón, cariño —le susurró Duncan sabiendo que todos les miraban. Cogiéndola por la barbilla, señaló—: Para lord Draco sería bastante cansado cargar contigo hasta Eilean Donan, pero quizá no para tu nuevo caballo.

Tras decir esto, Gelfrid, que había estado desaparecido desde que partieron de las tierras de los McPherson, soltó a Stoirm, que relinchando comenzó a galopar hacia lord Draco ante una desconcertada Megan.

—¡Stoirm! —susurró emocionada al reconocer al caballo. Mirando a Duncan, le dedicó una sonrisa antes de saltarle al cuello y comenzar a darle besos delante de todo el mundo—. Gracias, gracias, gracias.

Con una mezcla encontrada de sentimientos, Duncan recibió sus besos viendo cómo sus guerreros les miraban con una candorosa sonrisa.

—¡Para…, para, mujer! —se carcajeó al ver la gratitud de su esposa. Y, separándola de él, señaló—: He pensado en lo que dijiste sobre este caballo. Después de darle una oportunidad durante varios días, he comprobado que necesitaba lo que decías: cariño y atención. Stoirm es uno de los muchos regalos de boda que te haré.

Al escucharle, Shelma gimió emocionada.

—Eres maravilloso —susurró Megan dándole un breve pero intenso beso en los labios, que interrumpió cuando notó que el caballo le daba con el hocico golpes en la espalda. Volviéndose hacia el impresionante animal, dijo cariñosa—: Hola, guapo. Te echaba de menos, bonito.

El caballo respondió con alegres relinchos. Megan miró conmovida a su hermana, que lloraba de emoción acercándose a ella.

El guerrero Gelfrid, contento por la alegría de su señora, le informó sobre el estado del animal.

Milady, las heridas de las patas le han cicatrizado en su mayoría. Se las curé con el ungüento que le disteis a Mael, y tengo que deciros que ha funcionado. Stoirm es un caballo algo nervioso e impaciente, pero muy dócil cuando acepta a su dueño. —Y, sonriendo a su señora mientras tocaba al caballo, añadió—: Me costó un par de días que dejara de morderme cada vez que me acercaba a curarle, pero ahora somos buenos amigos. ¿Verdad, Stoirm?

El animal relinchó tan feliz como ellos.

—¡Gelfrid! Muchas, muchas gracias —sonrió Megan dándole un rápido beso en la mejilla, algo que Shelma también repitió, provocando el rubor en el guerrero—. Gracias por cuidar de él. Muchas gracias, de verdad.

—Lady Megan, lady Shelma, ha sido un placer —señaló Gelfrid, rojo como un tomate, mientras regresaba a su montura.

—Una cosa más —señaló Duncan cogiendo a su mujer del brazo para atraer su atención al observar sus chispeantes ojos negros—. Quiero que tengas cuidado cuando lo montes. Para mi gusto, este caballo es demasiado nervioso e intrépido.

Aquella advertencia, y en especial la mirada de Megan, ocasionaron que más de uno sonriera. Entre ellos, Shelma.

—¡Por todos los santos! —exclamó Niall al ver la excitación de su cuñada—. Mi hermano no sabe lo que acaba de hacer.

—Te equivocas —asintió Myles—. Lo sabe muy bien.

Duncan, ajeno a los comentarios, sólo tenía ojos para su preciosa mujer. No podía dejar de mirarla mientras ella sonreía iluminando su vida.

—¿Me has escuchado, Impaciente? Necesito que me asegures que vas a tener cuidado —bromeó Duncan observándola.

—¡Vale! ¡Vale! —asintió sin hacerle caso—. ¿Me ayudas a montar?

—Por supuesto, cariño —sonrió Duncan.

Tras alzarla, Megan se acopló en el caballo. Tomando las riendas que Duncan le pasó, dio dos palmaditas a Stoirm en el cuello y con cuidado lo guio hasta su hermana y su cuñado, mientras Duncan se montaba en Dark y levantaba la mano para que los guerreros comenzaran a andar.

—Os espero en Eilean Donan —señaló Duncan.

—Que tengáis un buen viaje —les deseó Lolach con una franca sonrisa.

Las hermanas, tras una intensa mirada, se sonrieron.

—Hasta pronto, Megan —susurró Shelma. Viendo las intenciones de su hermana, dijo atrayendo la atención de Duncan y Lolach—: ¿Cómo decía el abuelo?

—«Volaré como el viento, sin dejar señal. Y, cuando el día comience, volveré a volar» —gritó Megan al espolear a Stoirm, que salió disparado como una flecha dejándoles a todos boquiabiertos.

—¡Por todos los santos! Le pedí que fuera juiciosa —gruñó Duncan dando espuelas a Dark para ir tras ella.

—En estos momentos, está siendo juiciosa —señaló Shelma.

—¿Estás segura? —rio Niall al ver a su cuñada galopar con la soltura de un highlander.

Con una sonrisa pícara en los labios, Shelma miró a Niall antes de decir:

—Oh, sí, por supuesto que sí. Ya lo entenderás cuando no lo sea.

—Esto será divertido —se carcajeó Niall mirando a Lolach. Y, tras despedirse de ellos, se unió a los guerreros de su clan.