El árbol sefirótico
A principios de octubre me telefoneó Burt Bricklayer, el documentalista de la BBC.
—Malas noticias. Ahora que David O’Connor estaba medio repuesto de sus diarreas, Ferguson-Pollack ha dejado a la familia y se ha trasladado a Tahití.
Ferguson-Pollack, el realizador, la pieza clave en cualquier reportaje.
—¿Qué significa «se ha trasladado»? —pregunté—. ¿Cuándo regresa?
—Nunca. Se ha ido para siempre. Se ha echado una novia tahitiana con veinte años, dos tetas como dos jarritas de melaza, duras y dulces, y unas caderas a juego, una muchacha amable que sonríe continuamente, accede a todo y no exige nada. Ya lo ves, chico, el viejo Ferguson nos manda a todos a paseo.
—¿Entonces, qué hay del proyecto «Aves en Cazorla»?
—Tendrá que esperar hasta que la BBC designe a otro realizador, y ya sabes cuánto les cuesta tomar la más mínima decisión.
Aquella mañana me sentía melancólico. Desayuné churros en el mercado de abastos de Jaén y paseé sin rumbo fijo por los alrededores de la catedral como solía hacer últimamente, rumiando pensamientos tristes. Mis pasos me llevaron a la Alameda de Capuchinos, el mirador sobre la campiña, el paisaje de olivos brotando como un mar verde y plata del cendal de la niebla, el cerro Zumel al fondo.
Así que Ferguson-Pollack, de unos cincuenta años, largo y trigueño, había dejado plantada a Helen, su esposa gorda, gruñona y celulítica, por ese orden, adicta a los tranquilizantes y a los mercadillos, a sus cinco hijas feúchas y pelirrojas («Entre todas suman treinta y dos piercings, Nicholas —me decía—. Y no veas cómo tiran de mi dinero») y a su segunda esposa, la BBC, a la que llevaba uncido toda la vida, para retirarse a las soleadas islas del Pacífico, a vivir sus últimos años, sin agobios, con los fondos de jubilación y una camisa de flores. Goodbye to all that.[424]
El nuevo aplazamiento de la BBC me permitió leer los libros sobre la Cábala que había acumulado en mi mesita de noche del hotel de Jaén. Fue como penetrar en una caverna inmensa que aparece de pronto a un lado del camino, invitadora y misteriosa. Descubres de pronto que dentro de esa caverna cabe un firmamento con las estrellas más limpias, más numerosas, más brillantes que todos los firmamentos que recuerdas en tu intensa vida aventurera, más que tus noches de desierto en Gobi o en los pedregales del Sahara, más que tus noches de amor en las playas del Caribe o en Copacabana, más que los amaneceres en la selva brasileña, cuando la verde soledad se puebla con el canto atronador de mil aves invisibles. La Cábala. Lees unas páginas, como el que observa un mapa, sin siquiera atreverte a adivinar el paisaje verdadero y con sólo ese atisbo te explicas que un hombre pueda dedicarle a esto la vida entera, aun sospechando que jamás alcanzará a vislumbrar la luz que lo aguarda al otro lado porque el propio camino es ya luz suficiente.
El Sefer Yetsirá, el Libro de la Creación, considerado el tratado cabalístico más antiguo, enumera los 32 senderos que conducen a la Sabiduría: los diez Sefirot Belimá y las 22 letras-cifra del alfabeto sagrado.
Los Sefirot Belimá, o numeraciones puras, son los atributos de la divinidad, los elementos más simples, reducidos a la escala de la inteligencia humana, que contienen el Shem Shemaforash, la fórmula de la Creación o el Nombre del Poder, el nombre secreto de Dios.
Los diez Sefirot se disponen esquemáticamente en forma de árbol (recordé el árbol de la Ciencia, del Conocimiento, en el Paraíso) en el que los Sefirot serían frutos y las ramas intermedias serían los canales sefiróticos por los que «discurre la luz», según los textos cabalísticos, de modo más o menos intenso según la posición relativa que cada uno ocupa dentro del árbol (Fig. 155).
En estas cavilaciones estaba, los días deslizándose iguales a los días, cuando entró el invierno con sus lluvias y su tiempo desapacible y decidí refugiarme, como otras veces, en mi molino rehabilitado de Hay on Wye, con mi perro Zeus y mi gato Hornero. La herida que había quedado en mi alma tras la desaparición de mi adorada Elisabeth se había restañado, aunque la cicatriz, fresca todavía, dolía y estaba lejos de desaparecer. Busqué distracción en la redacción de algunos informes comprometidos hace tiempo con la Royal Ornithological Society, especialmente el de las costumbres nupciales del avestruz gris, en los largos paseos por los senderos más intrincados del bosque; en la lectura y meditación sobre el asunto de los santuarios matriarcales; de la Cábala y la Mesa de Salomón.
En mis anteriores investigaciones había seguido, a veces, un viejo texto de mi amigo Juan, basado a su vez en los papeles de J. M., el archivero fusilado por los fascistas tras la Guerra Civil. Le parecía a Juan que los lugares de la línea ley de Jaén, la principal y dos secundarias, a uno y otro lado, coincidían con otros tantos enclaves significativos que, a su vez, eran un reflejo cartográfico del árbol sefirótico. Medité sobre el asunto, hice mis comprobaciones y lo encontré totalmente falto de fundamento, de manera que abandoné esa línea de investigación.[425]
Santuarios y Mesa de Salomón atraían el doble interés de los templarios. Por una parte, buscaban los lugares de poder ocupados por santuarios matriarcales y los recuperaban e instalaban en ellos Vírgenes Negras; por otra, indagaban sobre el legado iniciático de Salomón, sobre el Arca de la Alianza y la Mesa de Salomón.
Esa confluencia confirmaba el origen occidental de la sabiduría recibida por Salomón e iluminaba las enseñanzas que el mítico Hiram, arquitecto del Templo, dispensó al rey sabio. Quizá la Cábala alargaba sutiles raíces hasta los cultos matriarcales desarrollados en Occidente hace milenios, no sólo en el de Jaén, sino quizá en media docena de ellos, incluyendo el del cabo de San Vicente, el de los inquietos pájaros. ¿Por qué no?
Quizá la sabiduría de Salomón y su intento de aglutinar los principios solares y lunares en pugna hasta entonces y después de entonces se basó en los conocimientos que recibió de la tradición solar egipcia, vía Moisés, y de la tradición lunar occidental, vía Hiram y sus constructores.
Había otros elementos que descartaban cualquier posible coincidencia. El esquema del árbol sefirótico se plasmaba inequívocamente en la representación de la Virgen Coronada, una de las Vírgenes Negras de Jaén, a la que el obispo Suárez le construyó un convento. La Coronada aparece rodeada por cuatro ángeles que la sostienen en el aire mientras un quinto o Dios mismo la sobrevuela y la corona (Fig. 156).
Si trazamos una línea que una la corona de la Virgen con sus pies y otras líneas que recorran a los ángeles a través de sus brazos extendidos hacia la Señora, lo que resulta es el esquema del árbol sefirótico invertido, en el que los centros del eje son la corona, la cabeza, el vientre y la piedra.
Los Sefirot laterales son los ángeles. Los canales sefiróticos son los brazos de los ángeles tan armónicamente dispuestos. No puede tratarse de una coincidencia.
¿Quién ocultó los Sefirot en la Virgen Coronada? ¿A quién le interesaba aunar las dos ideas: el culto a la Diosa Madre y el árbol sefirótico resumen de la Sabiduría divina?
Al obispo Suárez. Todos los caminos conducen a él.
Las reproducciones más antiguas de la Coronada sefirótica han desaparecido, pero quedan muchas copias, entre ellas, la Virgen que preside la portada sur de la catedral de Jaén, obra del iniciado Vandelvira, y la del relieve procedente del propio convento de la Coronada, hoy en el museo de Jaén.[426]
En la portada de la iglesia de San Pablo en Úbeda, obra de 1511, del obispo Suárez, cuyas armas ostenta, encontramos otra Virgen sefirótica.
¿Una iglesia consagrada a San Pablo? El obispo Suárez se identifica nuevamente con el Saulo perseguidor de los cristianos y al erigirle un templo, escoge como motivo central de su portada la Virgen Coronada, que representa, ella misma, la fórmula del Nombre Divino contenida en el árbol sefirótico, la escalera para alcanzar la esencia del Dios Creador.
Una llamada de Mr. Alexander Shallowbrain me llevó de nuevo a España, a principios de marzo, cuando ponen sus huevos los halcones y las cigüeñas, el águila real incuba y los aguiluchos laguneros inician el celo, cuando los sembrados tempranos comienzan a brotar y remontan el paralelo gansos, limícolas, milanos, alcaudones y grullas. Margaret había logrado descifrar uno de los cuadernos ilegibles de Joyce Mann que contenía material interesante para mí. Corrí a reunirme con ella y pasé algunas mañanas tomando notas en la British Library y algunas tardes en su agradable compañía.
Entre los papeles de RILKO habían aparecido las actas y la correspondencia, en parte cifrada, de una logia neotemplaria, Los Doce Apóstoles, de principios del siglo XX y un informe de la señora Joyce que indagaba en la relación del rey Felipe II de España y la Mesa de Salomón. Hacia 1580, el bibliotecario real, Arias Montano, informó al rey sobre la existencia del códice templario del obispo Biedma.[427] Felipe II se había propuesto encontrar la Mesa de Salomón y devolverla al Templo de Salomón que estaba construyendo en El Escorial. Pero la copia del Códice Verginus que consiguió estaba incompleta. Creyó que podía conseguir la parte restante en Roma. Sin reparar en medios envió en 1590 a Juan Bautista Villalpando y a su compañero Del Prado al Santo Reino, para indagar el legado del templario Verginus en las ruinas del monasterio de Montesión.
Jerónimo del Prado encontró el esquema de la Mesa tallado por Vergino cerca del antiguo santuario de Montesión, en la piedra del Letrero. Si lograba descifrarlo no necesitaría las páginas finales del Códice Verginus. La copia de la Mesa que hizo Del Prado se añadió al códice incompleto de El Escorial.
El rey en cuyos dominios no se ponía el sol, el que intentó repetidas veces borrar a Inglaterra del mapa, estaba obsesionado con reproducir fielmente la arquitectura sagrada del Templo de Salomón.
Uno de los títulos de Felipe II era Rey de Jerusalén. El rey, que no era emperador del Sacro Imperio Romano Germánico como lo había sido su padre Carlos V, aspiraba a convertirse en un segundo Salomón, el Rey Sagrado anterior al Imperio. Esto explica que los aduladores artistas de la corte Austria representaran al Salomón bíblico con los rasgos de Felipe II.
Felipe II quiso reproducir en El Escorial el Templo de Jerusalén, pero la empresa planteaba un problema: si se reproducía con las dimensiones exactas de la Biblia, el Templo resultaba un edificio modesto, sin mayor mérito. Los intelectuales renacentistas habían acatado como canónicos los cinco órdenes del estilo clásico griego y romano, creados, por lo menos, cinco siglos después del Templo de Salomón. Villalpando, uno de los dos jesuitas comisionados por Felipe II para el caso, ideó una explicación satisfactoria: Dios creó el estilo clásico para su Templo de Jerusalén y desde allí el estilo divino irradió a Grecia y a Roma. Villalpando, que basaba sus conclusiones en la visión bíblica de Ezequiel, diseñó un templo desmesurado que seguramente no podía construirse con los medios de entonces. Inevitablemente, surgió la polémica entre los puristas, que se atenían a las dimensiones ofrecidas por la Biblia y los que, como Villalpando, propugnaban un edificio gigantesco. En el bando de los puristas militaban Arias Montano (que defendió su tesis en el Apparatus de la Biblia Políglota de 1572) y el padre Sigüenza.
En la sala vicarial de El Escorial hay dos misteriosas inscripciones redactadas por Arias Montano: Hic lapis offensus ferrient, feret que ruinam; Hic es inoffensus petra salvtis erat. Que se tradujo en esta forma:
Ofendida está la Piedra despreciada mortal ruina o irremediable herida, hará su ofensor; mas, si temida, será refugio de salud cumplida. |
Y la otra: Hanc haec mirandam tibi protulit unio gemman authori cara est vtraque petra deo:
¿Ves esta unión, ves estas piedras bellas? De aquí salió la Piedra tan preciosa Que te enriquece y de su autor amadas Son sumamente piedras apreciadas. |
Polémicas aparte, El Escorial reproduce conscientemente el Templo de Salomón. Si suprimimos patios y edificios adyacentes, comprobamos que el núcleo central del edificio, su iglesia, el tabernáculo y la antesala copian los diseños rectangulares del Templo de Jerusalén. El conjunto se articula de acuerdo con proyecciones geométricas herméticas con las tres figuras básicas, el cuadrado, el círculo y el triángulo equilátero. Los constructores dejaron claves de este mensaje, las tres figuras herméticas superpuestas, en la tabla que sostiene el Euclides pintado por Tebaldi en el techo de la biblioteca (Fig. 157).
Trasladado al plano de El Escorial, el vértice de ese triángulo señala el tabernáculo «lugar de mucha devoción», según el propio Herrera, el punto donde debería pronunciarse el Shem Shemaforash. Felipe II no se atrevió a pisar esta estancia de su templo, en espera de que sus agentes consiguieran el secreto del Nombre del Poder y el sacerdote por él designado lo reprodujera en aquel lugar sacratísimo.
La arquitectura renacentista de El Escorial intenta armonizar con el orden cósmico, convirtiendo todo el edificio en un acumulador y dispensador de energía. El arquitecto Juan de Herrera trabajaba según la noción pitagórica de la música de las esferas que establece la armonía entre los cuerpos celestiales. En El Escorial vemos dos elementos omnipresentes: la esfera y el cubo. La esfera, símbolo de la propia Tierra o del Huevo Primordial de la Creación, es, como hemos visto, un objeto sagrado adorado desde la prehistoria dentro de la cueva o matriz de la tierra. La esfera es visible, móvil y femenina, «la unidad, esencia infinita, uniformidad y justicia de Dios», según Palladio. El cubo, o hexaedro, representa a la tierra como un elemento y el supremum numen, concepto de la arquitectura de origen divino que viene a ser la esencia invisible de la esfera. De hecho, la piedra fundacional o primarius lapis de El Escorial fue precisamente una piedra cúbica sobre la que los obispos desarrollaron una compleja ceremonia propiciatoria.
Juan de Herrera compuso un libro, Discurso de la figura cúbica, según los principios y opiniones del místico y ocultista Raimundo Lulio, que encierra «grandes e subidos misterios i secretos difíciles de calar».
En el fresco de Luca Cambiase que decora la bóveda del coro alto vemos una escenificación del paraíso. En la cúspide está la Trinidad Divina, los pies de la Primera y de la Segunda Persona descansan sobre un bloque de piedra cúbico (Fig. 158).
En su obsesión por alcanzar el Shem Shemaforash como nuevo Salomón, Felipe II envió a Roma, hacia 1592, a Juan Bautista Villalpando y Jerónimo de Prado sobre la doble pista del Códice Verginus y los documentos templarios que supuestamente se custodiaban en la sección Aviñón, del archivo secreto vaticano, desde la caída del Temple francés.
Prado y Villalpando discrepaban sobre la interpretación de los documentos y demoraron sus informes a pesar de la impaciencia de Felipe.
En 1595 murió Del Prado en Roma. Joyce Mann sospechaba que pudo eliminarlo la sociedad Lámpara Tapada por mediación de uno de los médicos judíos del Pontífice. En una nota marginal, la señora Mann especulaba si Prado sería el autor de una copia del Códice Verginus completo que existió en la Biblioteca de El Escorial, de los fondos de Felipe II, hasta mediados del XIX.
Villalpando continuó otros quince años en Roma buscando obsesivamente las páginas finales del Vergino, loco y aquejado de manía persecutoria.
En los papeles de la señora Mann se mencionaba a menudo una sociedad secreta isabelina, Los Hijos de Dios. Mr. Robert Deianus, respondiendo a mi consulta, me confirmó el carácter secreto de esta sociedad cristiana integrada por católicos y protestantes, personas de talento intereresadas en estudios bíblicos, lo más granado de la intelectualidad de los Países Bajos, Italia, Francia… Se le suponía relacionada con Taeda Tecta, o Lámpara Tapada.
En los documentos RILKO se mencionaba como miembro de Los Hijos de Dios a un obispo de Jaén, don Baltasar Moscoso y Sandoval, cuyo nombre también figura en la lista de los que se interesaron por la Cava. De los documentos hallados por la señora Mann en el archivo catedralicio se deducía que este prelado buscó la Mesa de Salomón entre 1625 y 1646 en dos oratorios godos rescatados por templarios y calatravos, el antiguo santuario de Santa Potenciana, en Villanueva de la Reina, junto al Guadalquivir, y el santuario de San Nicolás, en Arjona, el refugio del obispo visigodo Totila. Moscoso y Sandoval acometió unas largas y costosas excavaciones en el solar del santuario, como antaño los templarios en el solar del Templo de Salomón. Probablemente, buscaba el templo subterráneo o cueva sagrada. Las excavaciones se realizaron en el contexto del descubrimiento de las reliquias de mártires cristianos torturados por los romanos, una acumulación de huesos pertenecientes a una necrópolis argárica.[428]
A mi regreso a Jaén me dirigí al Instituto de Estudios Giennenses y solicité información sobre las excavaciones de Moscoso y Sandoval en el santuario de Arjona. El asunto revistió mucha importancia en su momento y generó algunos libros. En uno de ellos, los Discursos apologéticos de las reliquias de san Bonoso y Maximiano, compuestos por Manuel Tamayo, página 354, encontré la pista segura de la vinculación templaria de aquel santuario: el libro reproducía varias piedras encontradas durante las excavaciones, todas ellas decoradas con cruces inequívocamente templarias (Fig. 159).
También indagué sobre el obispo Moscoso y Sandoval. Su súbito encumbramiento recuerda el del condestable Iranzo y el de Gutierre Doncel, salvando distancias. Era un veinteañero y ya había alcanzado la dignidad de deán en la catedral de Toledo y cardenal de la iglesia (Fig. 160).
Nuevamente Toledo. Moscoso y Sandoval comenzaba su carrera a la sombra de la catedral de Toledo, continuaba en Jaén, en sus años de actividad más febril, y nuevamente se retiraba a Toledo, ya arzobispo, para morir allí. Una vida a la sombra de estas dos catedrales.
Recordé la cruz especular de la catedral de Toledo y la piedra de la Diosa Madre, sobre la que se posó la Virgen.
¿Quién impulsó la meteórica carrera de Moscoso y Sandoval? En cuanto cumplió los preceptivos treinta años, lo nombraron obispo de Jaén. Se incorporó a la diócesis del Santo Reino en 1619. En sus primeros años de pontificado no parece realizar actividad alguna que lo relacione con la búsqueda de la Mesa de Salomón, pero de pronto, hacia 1625, comienza a excavar afanosamente en todos los lugares señalados por la tradición. La gente continuaba acudiendo y realizando extraños ritos en el santuario de Santa Potenciana, en el Guadalquivir, donde se veneró desde tiempo inmemorial una Diosa Madre, un lugar sagrado que los romanos convirtieron en ninfeo o santuario de divinidades acuáticas que posteriormente fue el morabito de una santa curandera.[429] Moscoso y Sandoval indagó en el lugar y abrió el supuesto sepulcro de Potenciana (a la que declaró santa) y llevó los restos a la iglesia del pueblo. No es casual que a finales del siglo XIX la logia templaria Los Doce Apóstoles se interese por esta iglesia. Tampoco parece casual que en su fachada exista un relieve de un arcángel que presenta un libro abierto con la inscripción latina Terribilis locus iste est (Figs. 161 y 162).
El profesor Deianus me recibió en su casa, un cottage en Chelsea que olía a papel viejo y a rosas putrefactas. Con su característica brusquedad me ofreció asiento y una copa de oporto. Luego observó en silencio la fotografía ampliada que había colocado sobre su mesa.
—Terribilis locus iste est —murmuró—: La marca de los buscadores de la Mesa, los hijos de Jacob que requieren la escala que conduce al cielo, la escala de los ángeles, desde la piedra sagrada, el betilo —contempló todavía, un rato más aquella fotografía y añadió—: La misma inscripción que el párroco Berenguer Sauniere hizo esculpir, por los mismos años, en el frontispicio de su iglesia de Rennes le Chateau.
—¿Qué encontró Moscoso y Sandoval en el santuario de Potenciana?
—No lo sabemos —dijo Deianus (tomé nota del plural)—, pero su interés se centró después en el santuario de San Nicolás, en Arjona. Y al propio tiempo reemprendió la construcción de la catedral de Jaén, un pretexto para nuevas excavaciones en el Dolmen Sagrado.
Deianus lo sabía todo sobre Moscoso y Sandoval y no se cuidaba de ocultarlo, como otras veces.
—En 1646 regresó a Toledo, de donde el Papa lo había nombrado arzobispo, a instancias del rey. En su despedida de la diócesis fue primero a Arjona y luego al antiguo morabito de santa Potenciana. Después de Trento, la Iglesia católica decide apropiarse de los lugares santos de la religión tradicional. Ya que no puede erradicar la veneración de los antiguos santuarios de la Diosa, se los apropia y los engloba con toda su pompa ritual, y se lleva el agua a su molino. El caso de Arjona no es único. Se repite en muchos otros lugares de la cristiandad en los que pervivían cultos ancestrales en la memoria del pueblo.
»Lo que singulariza el caso de Arjona es su extraordinaria difusión. El fenómeno estuvo orientado y controlado por el cardenal Moscoso y Sandoval auxiliado por su secretario don Martín de Jimena Jurado. La señora Joyce encontró sus croquis de las excavaciones.[430]
En Jaén examiné los croquis de Jimena Jurado. Son unos dibujos torpes, pero muy detallados, llenos de notas sobre lo encontrado en cada lugar. Por ninguna parte se menciona la Mesa, como cabía esperar, aunque estudiando el material y comparándolo con el terreno, se ve que no dejaron un palmo cuadrado de tierra sin remover (Fig. 163). Encontraron muchos huesos y restos de hornos de martirio, huesos que sangraban, que despedían un perfume embriagador y obraban prodigios. De todo ello queda cumplido testimonio en el actual santuario en el que se veneran las reliquias y en el patronazgo de san Bonoso y san Maximiano, los dos mártires principales, cuya fiesta celebran el 21 de agosto (Fig. 164).
Con todo aquel material intenté encontrar el hilo que me permitiera seguir alguna pista. Había unos cuantos datos reveladores. Por una parte, la fiesta de los santos de Arjona, o Fiestasantos, se celebra el 21 de agosto, seis días después del ocaso de la estrella Spica, que, en el calendario cristiano, representa la Virgen de Agosto; por otra parte, la veneración en el santuario de Arjona del supuesto cráneo de uno de los santos. Además, el hecho mismo de dos santos gemelos o camaradas, típicamente templario y calatravo, que se dan con frecuencia en estas tierras calatravas.
¿Qué sentido tienen esos santos gemelos?
En 1200, el cabalista Yehuda Ben Barzilay escribió: «Siendo Yavé el creador único de la Cábala, un solo hombre no está en condiciones de aprehender totalmente su sentido. Tómate por lo tanto un compañero, dedicaos a meditar sobre el Yetsirá y llegaréis a comprenderlo».
Santos dobles. ¿Y las calaveras?
Ya había observado que donde se venera un cráneo aparecen los templarios a poco que se investigue.
Una visita a Mr. Shallowbrain me aclaró algunos conceptos.
—¿Cráneos templarios? —respondió el viejo profesor—. Cuando detuvieron a los Templarios de París, en 1307, los esbirros del rey encontraron en la iglesia del Temple una cabeza de mujer, hueca, de metal sobredorado, que contenía una calavera y una cartela con la inscripción: CAPUT LVIIIm. Los templarios veneraban ciertas calaveras con las que, probablemente, se relaciona el Bafomet. Es posible que esta adoración viniera de antiguo. Los templarios conocían el secreto de la estirpe sacerdotal de Aarón y su reliquia sagrada, la cabeza decapitada de Juan el Bautista. Se dice que la cabeza fue de Jerusalén a Cilicia y de allí a Constantinopla; otros dicen que está en Damasco, en el edículo de mármol de la mezquita omeya, trasladada desde la iglesia de Teodosio. La pista no siempre es fácil de seguir. El caso es que los caballeros templarios veneraban calaveras en sus santuarios o encomiendas principales. ¿Conoces el santuario de San Saturio, en Soria? Hay una cabeza de plata con la leyenda Caput St. Satvr civil nomant patroni. Dentro guarda una calavera (Fig. 165).
Recordé la calavera santa de la ermita de San Frutos (Segovia) que procede de la encomienda templaria de Sepúlveda; la de San Gregorio Ostiense en Sorlada (Navarra), quizá procedente de la encomienda de Aberín, o la de San Guillermo en Arnótegui (Obanos, Navarra, cerca de la iglesia octogonal templaria de Eunate). (Fig. 166).[431]
Los ritos de todas estas cabezas son parecidos: las pasean en procesión y pasan por ellas agua y vino, que adquieren propiedades curativas contra ciertos males. También se baña en agua y vino la Vera cruz templaria de Cara vaca, Murcia.
—Si andas investigando en el Santo Reino sabrás algo de san Eufrasio.
—Fue uno de los míticos Siete Varones Apostólicos que evangelizaron España. Murió siendo obispo de Iliturgi.
Sonrió.
—Es otra cabeza santa, que deben de tener dentro de un relicario en la catedral de Jaén.
—La tuvieron, pero ya no está expuesta.
—Es un Rey Sagrado. Su martirio y su fiesta, el 15 de mayo, es eminentemente agrícola. Se supone que lo martirizaron en Iliturgi, y lo sepultaron en el mismo lugar. Seis siglos después, el rey Sisebuto erigió una capilla en torno a su tumba, pero en 711, al llegar los moros, sus devotos trasladaron el cuerpo a la iglesia de Valdemao, en Galicia, cerca de Samos.
—¿Y la calavera?
—La calavera vino de Galicia en el siglo XVI.
Asentí.
—Debes buscar conexiones entre las calaveras santas templarias y las Vírgenes Negras. Comienza por la de Santorcaz, cerca de Madrid, una Virgen Negra encontrada en el tronco de una encina.
—El árbol sagrado.
—Hay una cámara oculta, de no más de cuatro metros cuadrados, en el ábside del santuario, con dos puertecillas disimuladas. Mirarás las pinturas, rombos apaisados, abejas y estrellas de seis puntas. Allí había doce arquetas de reliquias y una de ellas contenía la calavera de san Torcuato.
—Otro varón apostólico —me apresuré a decir—. El patrono de Guadix.
—Tiene su ermita en un cerro desértico y pelado, un monasterio subterráneo, con un olivo santo que crecía sobre su tumba y florecía y daba aceite el mismo día.
Las cabezas veneradas por los templarios, o por sus sucesores los calatravos, se relacionan con cultos ancestrales y ceremonias de iniciación y conocimiento.
Recordé la leyenda del papa san Silvestre II (999-1003), que viajó a Toledo en busca de Conocimiento y encontró una cabeza de cobre que contestaba sí o no y predecía el porvenir. La cabeza perteneció después a Roger Bacon y a Alberto el Grande y se perdió en 1280.
La misma cabeza parlante se atribuyó al Viejo de la Montaña, el profeta de la secta de los asesinos, con los que los templarios mantuvieron cierta relación en Tierra Santa. Incluso es posible que la palabra Bafomet derivase de una expresión árabe, Ouba el Fumet, “la boca del padre”, el que trasmite la palabra o la enseñanza. Es, en fin, la que Cervantes menciona en el Quijote.
Volviendo al proceso de París, dos templarios que no se conocían entre sí, Antoine de Verceil y Hugues de Faura, coincidieron en declarar ante dos tribunales diferentes una misma historia: un caballero templario de Sidón estaba tan enamorado de una doncella llamada Ise que cuando murió abrió el sepulcro y violentó el cadáver de su amada. Al terminar, la voz de la difunta le advirtió: «Regresa dentro de nueve meses y recogerás tu fruto. No te separes jamás de él pues te deparará cuanto puedas desear». El caballero regresó a los nueve meses y encontró que el cadáver ya reseco de su amada había dado a luz una calavera. El nombre Ise de la doncella se parece demasiado a Isis como para no remitirnos a alguna ceremonia secreta de los cultos isíacos. Por otra parte, los alquimistas recordaban que el fruto del Conocimiento se recoge en el sexo de Isis. En los antiguos ritos dionisíacos la bacanal era una exaltación del sexo como vía de Conocimiento.
—¿Qué significa esa parábola? —le pregunté a Deianus—. ¿Cómo puede recompensarse la necrofilia, que es un pecado horrendo?
Deianus sonrió.
—La parábola tiene sus propias leyes, que no son morales. Esa cabeza subterránea está en una tumba. Esa cabeza, sabia es el producto de la mujer, de la Virgen. Piensa por tu cuenta y verás que todo se relaciona.