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Una esfera de piedra

Las imágenes de Nuestra Señora que hemos mencionado tenían un rasgo común. Todas ellas estuvieron provistas de una peana esferoide desproporcionada respecto a la exigua estatura de la imagen.

La primera versión de estas peanas fue la esfera de piedra que representaba a la Diosa Madre en el útero del Dolmen Sagrado. En el Cercano Oriente esta piedra sagrada se denominaba abadir.[177]

¿Por qué esféricas? Es posible que por su similitud con los frutos de ciertos árboles sagrados, aunque en un estadio posterior del culto pudieran relacionarse con el culto iniciático de la redondez de la Tierra, por cuya divulgación castigaron a Anaximandro, Esquilo y quizá a Sócrates.[178]

En los santuarios más importantes las esferas eran tres, representando a la tríada de Diosas Madre consagradas a la Luna o a la Serpiente.[179] No obstante, la adoración de piedras sagradas es universal. Estas grandes piedras que evocan la presencia de la Diosa Madre fijan en el santuario el centro del mundo, el betel o el omphalos. Son baityli, o betilos, “la casa del Dios”,[180] que protegen contra la muerte dado que, al ser incorruptibles, el alma subsiste en ellas sin degradarse[181] e influyen en la fertilidad de los campos y las mujeres por «la fuerza que su naturaleza espiritual les confiere».[182]

En la Antigüedad, las piedras sagradas de la Diosa Madre fueron muy numerosas en todo el ámbito mediterráneo. En Grecia, «la gente bailaba alrededor de un herm o pilar de piedra a la espera de que la diosa tomara posesión de uno de ellos y le provocara el canto poético».[183]

Consulté el asunto de las piedras sagradas con el profesor Mortimer Thomson en una visita que le hice a su apartamento de Oxford.

—Un paralelo egipcio clásico de la piedra sagrada es el Ben-ben, como usted sabrá —me dijo.

No, no lo sabía, pero indagué en las páginas egipcias de internet: «En la ciudad sagrada de Heliópolis, al noroeste del moderno Cairo, los antiguos egipcios guardaban una piedra misteriosa en una sala reservada al clero heliopolitano».

—Los egipcios creían que en el principio de los tiempos sólo existía un océano de agua inerte llamado Nun, el no ser. De estas aguas salió la piedra Ben-ben que sustentaba al Dios Sol o Atum, el Señor de los Límites del Cielo. La piedra Ben-ben, en forma de pirámide, que imitaron luego en el remate de los obeliscos y de los monumentos funerarios, el piramidión, se consideraba símbolo del poder regenerador del sol y se relacionaba con el pájaro benu o Ave Fénix, que renace de sus propias cenizas cada quinientos años (Fig. 47).

Entre los egipcios, el Ben-ben, o piedra sagrada de Heliópolis, representaba a la estrella Sirio, cuyo orto helíaco se conmemoraba en la apertura del Año Nuevo con la celebración del nacimiento del niño divino Horus del vientre de la diosa Isis. Otras piedras sagradas egipcias tuvieron forma esférica y pudieron representar estrellas que a su vez representaban divinidades (Fig. 48).

Supe de más piedras sagradas adoradas en la Antigüedad: en el templo de Diana en Éfeso los devotos adoraban «un símbolo de la diosa que había caído del cielo», o sea, un meteorito. En el templo de Apolo, en Delfos, se adoraba el Ónfalos, una piedra enviada por Cronos, el dios del cielo[184] (Figs. 49 y 50). En Emessa adoraban la piedra cónica Elagalabus; en Heliópolis-Baalbek se adoraban unas piedras negras cónicas; el dios nabateo Ushara se adoraba en forma de «piedra negra sin labrar con cuatro cuernos» (protuberancias en la parte superior, que todavía caracterizan a muchas piedras-altares o aras de la antigüedad grecorromana). Finalmente, la Piedra Negra que los musulmanes besan ritualmente en el kiosko de la Kaaba, en La Meca, es una de estas piedras sagradas que se adoraron en Arabia antes de la conversión al islam. La Piedra Negra fue el único ídolo que los musulmanes respetaron cuando conquistaron La Meca en 683. La llamaban Al Hadjar Alaswad, es decir, “la joven tetuda”, o la núbil, la que puede ser madre, lo que la relaciona directamente con la tradición de la Diosa Madre representada por una roca esférica.[185] (Fig. 51).

En Taxien y otros templos neolíticos de Malta, la esfera de piedra más antigua se talló en forma de diosa, lo que resultó en una enorme matrona (Fig. 52).

En Roma, los primeros dioses Penates familiares se representaban por piedras redondas. A Gea-Cibeles, diosa de la Tierra, se la veneraba en diversos templos «bajo la forma de un meteorito negro y de superficie pulida».

El culto procedía de Frigia, en el centro de Anatolia, en Asia Menor (actual Turquía). La imagen más notable de la Cibeles frigia era la enorme roca Arslankaya (“roca de los leones”). En el siglo –VIII o –VII, labraron en ella un nicho en el que representaron a la diosa entre dos leones.

También se afirmaba que Gea pulió la piedra y se la dio a comer a Urano.[186]

Piedras sagradas son los sílex religiosa mencionados por Claudino, los mirificae moles de Cicerón,[187] la piedra negra de Pessinonte, imagen de la Diosa Madre frigia que los romanos llevaron a Roma[188] y la piedra redonda que llamaban Neton los accitanos (en la antigua Guadix).[189]

Con el advenimiento del cristianismo, los sacerdotes de la nueva religión se esforzaron por desarraigar los ritos relacionados con piedras sagradas. En 681 y 682 los Concilios de Toledo anatematizaron a los veneratores lapidum o adoradores de piedras.[190] A la postre, el clero fracasó y tuvo que adoptar una solución de compromiso. Puesto que el pueblo continuaba aferrado a aquellas toscas representaciones de la Diosa Madre, era preferible cristianizarlas e incorporarlas a las nuevas creencias. El fenómeno no es privativo de España. Incluso es posible que se generara en otros lugares. En Éfeso, donde la histórica madre de Cristo vivió sus últimos años y falleció, existía una piedra negra muy venerada que los turcos denominaban karatchalti. Los sacerdotes cristianos se la apropiaron explicando que la Virgen subió al cielo desde esta piedra. No es casual que en el mismo lugar existiera un templo de la Diosa Madre latina (Magna Mater) con su efigie morena y menuda como las de nuestras Vírgenes medievales.[191]

En Cefalú (Sicilia), en la catedral fundada por los normandos sobre las ruinas de un templo pagano de Diana, se adoraban tres esferas de piedra de las que aún se conserva una empotrada en el muro sur del templo, y una placa votiva que la reproduce a tamaño natural (Figs. 53, 54 y 55). Cefalú, por cierto, fue fundado por sicanos procedentes de la península Ibérica. En el prestigioso santuario de Diana (recordemos que la Diosa Madre medieval era Diana, la protectora de la naturaleza) fundaron los normandos el panteón de su dinastía.

En el Sacromonte de Granada, en las fiestas de San Cecilio, el varón apostólico, mientras las autoridades bajo mazas y los canónigos se homenajean con una tortilla al Sacromonte, las devotas entran en las catacumbas (la cueva sagrada) a probar la virtud de dos grandes piedras, una negra y otra blanca, que sirven para encontrar marido (la blanca) o para librarse de él (la negra).[192]

En el Andévalo onubense es famosa la romería al santuario de la Virgen de Piedras Albas, interesante pervivencia de un culto ancestral, que se manifiesta en una pareja de vírgenes relacionadas con el roquedo granítico y el espeso bosque donde está el santuario.

En muchos casos, a las piedras consagradas a la Diosa Madre les colocaron encima una imagen de la Virgen o, más raramente, una cruz. En Mengíbar, Jaén, cuya patrona es la Magdalena, existió un antiguo santuario dolménico del que restan dos esferas de piedra que sirven de peana a sendas cruces colocadas una en la parte alta del pueblo y otra en la baja: la cruz del Pilarillo y la cruz del Estudiante. La del Pilarillo marcaba el lugar donde daba la vuelta la procesión del Cristo de las Lluvias (vestigio de danza ritual) antes de dirigirse al cementerio. En Pegalajar, a pocos kilómetros de Jaén, otra piedra esferoide que sostiene una cruz nos recuerda la pervivencia de santuarios matriarcales en el Santo Reino (Fig. 56).

A veces una oportuna leyenda justifica la asociación de una piedra con su imagen. La Virgen del Pilar se apareció encima de un pilar de piedra o columna. De este modo, no había reparo en que los fieles adorasen la piedra que era sustento y peana de Nuestra Señora. Los sacerdotes confiaban en que, con el tiempo, la adoración se transmitiría a la imagen superior, humana y maternal, mucho más atractiva que la arcaica e inexpresiva esfera. No andaban equivocados. Sin embargo, el monolito esférico siguió siendo parte muy esencial de la nueva representación de la Diosa Madre convertida ahora en Madre de Cristo. Y como tal perdura la piedra hasta nuestros días, más o menos disimulada.

En su afán de acabar con el culto a la piedra, los sacerdotes consiguieron que su contemplación se vedara al pueblo. Unas veces le pusieron velos y cortinas, como en el caso de la Antigua, otras veces la taparon con un frontal de plata, como en el caso de la Virgen de la Cabeza de Andújar o en el de la Virgen de Cazalilla (Figs. 57 y 58). Con el tiempo, incluso lograron deshacerse de la molesta y, en apariencia, absurda piedra de la peana, que, al fin y al cabo, ya llevaba generaciones oculta de la vista de sus devotos. Pero, en cualquier caso, algún temor reverencial les aconsejó no prescindir del todo de las formas de la piedra. Perduraron esas enormes y antiestéticas peanas esferoides que son la nube de la Virgen de la Antigua, o los dos almohadones de la Virgen de la Capilla, o el barroco frontal de plata de la Virgen de la Cabeza.

En algunos casos existen estampas o cuadros antiguos que atestiguan la existencia del monolito esférico, ya desaparecido[193] (Fig. 59). Algunas piedras sagradas perdieron su significado y fueron relegadas a diversos usos en el entorno del templo cristiano.[194] En la ermita de las Virtudes, en Ciudad Real, la piedra sagrada del antiguo santuario, un grueso fuste labrado de escamas, sustenta la pila bautismal.

Finalmente, otras piedras santas, probablemente la mayoría, quedaron abandonadas en el campo cuando el santuario desapareció. Ése sería el caso de la esfera de Perulera, que tras rodar a una hondonada desde su posición original, se ha ido sepultando debido a las labores agrícolas del entorno.[195]

En nuestro deambular ornitológico por el territorio español, lo que nos lleva de un lado a otro siguiendo la anual migración de las aves, hemos visitado muchas ermitas fundadas sobre antiguos santuarios precristianos y hemos localizado algunas esferas de piedra que en su momento sirvieron de peana a las imágenes de la Virgen, y luego fueron escamoteadas por el clero. Para botón de muestra traemos aquí las fotografías de algunas de las más notables, aunque en algún caso el lector entenderá que no revelemos su paradero exacto para evitar que caigan en manos de expoliadores y coleccionistas (Figs. 60, 61, 62, 63, 64, 65 y 66).

La Barca de Piedra

En algunos santuarios de la Diosa Madre la esfera de piedra pudo estar emplazada sobre una especie de pedestal en forma de barca. Es posible que parte del rito consistiera en mover la piedra sobre esa base cóncava. La palabra hebrea thebah[196] designa un recipiente sagrado en forma de barco como el arca de Noé o la cestilla que contenía a Moisés cuando lo salvaron de las aguas. El caso es que en algunos santuarios prehistóricos ha aparecido esa piedra vaciada en forma de barca o una piedra natural de la misma forma. La más notable históricamente sería el Pedrón o Padrón, la barca convertida en piedra en la que el apóstol Santiago llegó a Galicia, según otras versiones, la piedra en la que amarró esa barca. Esta piedra se conserva bajo el altar de la iglesia del apóstol y contiene una inscripción romana (Fig. 67).

En Muxía, Galicia, Santiago está predicando el cristianismo cuando llega la Virgen en una barca impulsada por ángeles. La barca se conserva, convertida en piedra, a los pies de la iglesia del pueblo. «Es una piedra oscilante utilizada antaño en ritos de fecundidad»[197]. Otra barca de piedra asociada al santuario matriarcal es la de la cueva santa en la montaña de Alájar en Huelva, el santuario matriarcal al que se retiró el iniciado Arias Montano (Fig. 68). En el santuario matriarcal de Arjona debió de existir otra barca de piedra que aparece en un grabado de 1629, en el que vemos a un fraile templario (identificable por la cruz paté que lleva sobre el hábito en el pecho) acostado en la barca, de la que tira un caballo. Dos individuos observan la escena, uno de ellos tocado con un morrión, que pudieran representar a los dos mártires de Arjona, san Bonoso y san Maximiano. Hay un pilar de piedra rematado en ganchos, quizá picota alusiva al martirio de los santos y del templario, y la inscripción SMARTIRES (Santos Mártires). (Fig. 69).[198]

Contemplando la esfera de piedra de la catedral de Jaén (que sigue fascinando a sus visitantes, en la plaza de Santa María de Arjona) me he preguntado a veces por qué estas piedras mantienen ese extraño magnetismo después de que las religiones prehistóricas que las justificaban se hayan olvidado. Por todo el mundo, acá y allá, seguimos encontrando ritos y mitos supervivientes de aquellas religiones. En la frontera entre Marruecos y Mauritania, está el desierto de Ouarzazat, una región en la que abundan grandes cobras negras, que los assaouas veneran. Los practicantes de esta secta dan siete vueltas rituales a una gran piedra antes de aventurarse en la zona de las cobras y capturarlas con las manos desnudas. Para los marroquíes, los assaouas son brujos inmunes al veneno mortal de la cobra y capaces de beber agua hirviendo o de meterse en la boca hierros candentes. Sólo los aprecian porque los pueden librar de las serpientes y porque pueden provocar curaciones milagrosas.[199]

En Bombay, en un santuario de la diosa Shiva (la Negra), el rito consiste en levantar una esfera de granito de cincuenta y cinco kilos de peso con los dedos índice y corazón de seis devotos mientras recitan un mantra (Fig. 70).

En la cuenca del río Torralba y Sierpe, al sudoeste de Costa Rica, se encuentran decenas de esferas de granito, andesita o caliza, perfectamente talladas y pulidas, cuyo tamaño oscila entre los veinte centímetros de las más pequeñas y los dos metros de diámetro de las mayores. Las esfera de Costa Rica son un enigma arqueológico: sólo sabemos que se tallaron entre el –1000 y el 500 y que muchas de ellas se asocian a enterramientos.

Volvamos al Dolmen Sagrado de Jaén. Si el dolmen es la campana, ¿cómo denominar a ese monolito esférico que a veces se encuentra en el interior del dolmen? Los campesinos que penetraban en los dólmenes olvidados las llamaban cabezas, uno de los sinónimos que designan el badajo de la campana.[200] En Jaén el badajo es cabeza.

Las Vírgenes antiguas, las Vírgenes dolménicas que fueron a suplantar al monolito esférico de la Diosa Madre, estaban sobre el badajo del dolmen, es decir, sobre la cabeza. Eran Vírgenes de la Cabeza. Éste es el origen de la famosa advocación mariana de Andújar y de las otras muchas Cabezas que jalonan el nomenclátor mariano español.[201]

En otros lugares describieron el monolito, más prosaicamente, como piedra (Virgen de Piedras Santas en Pedroche, provincia de Córdoba), o como peña.[202]

No termina aquí el rastro de los dólmenes sagrados. El estado natural del dolmen es el subterráneo. Después de acabarlo solían cubrirlo de tierra, formando un montículo artificial o collado. En algunos lugares, como Santisteban o Segura de la Sierra, por citar sólo los cercanos a Jaén, existen Vírgenes del Collado, es decir, Vírgenes del Dolmen. También, por el mismo motivo, existen Vírgenes de la Cueva. La canción infantil que implora lluvia a la Virgen de la Cueva no es más que el eco lejano de algún ritual traspasado al folclore. El mayor santuario ibérico de la Península, en Sierra Morena, se llama también Collado de los Jardines.

En cualquier caso, peña o cabeza o collado, la Virgen se relaciona con una piedra esférica, a menudo encerrada en un dolmen y relacionada con un manantial. A veces la tradición local explica esta relación: la romería de Guarromán, el 15 de mayo, va al lugar denominado la Piedra Rodadera (= esférica). En este caso, la imagen de Virgen o santo ha perdido toda importancia. Importa sólo el lugar, la piedra rodadera.[203]

¿De dónde proceden estas piedras esféricas soporte de Vírgenes o santos? La tradición popular lo indica claramente: puesto que son sagradas, proceden del cielo. Si visitamos la bella localidad jiennense de Pozoalcón el 9 de mayo y nos unimos a la alegre romería de San Gregorio, nos llevarán al lugar conocido como «la cruz», donde cayó del cielo una piedra redonda con una cara grabada que besan los romeros.[204] Piedras celestes o meteoritos han recibido adoración en distintos lugares del planeta, recordemos el Ben-ben egipcio de Heliópolis o la Kaaba de La Meca. Lo que confirma la tesis de Eliade referente a la representación de la Diosa Madre en estas piedras.[205]

La piedra sagrada venida del cielo o la cara milagrosa —como el rostro de la Verónica de Jaén— admiten más variantes. La patrona de Pozoalcón, Jaén, impuesta por el clero es la Virgen de los Dolores, pero a nivel popular se venera a Santa Ana, que suplanta al culto de la Diosa Madre incluso en una etapa anterior al florecimiento de la devoción a Nuestra Señora.

La misma piedra venida del cielo es lo que un arqueólogo definiría como menhir prehistórico, que está plantado junto a la ermita nueva en el cerro del Camello, cerca de Alcalá la Real.[206]

Las coincidencias no existen. Por todas partes las antiguas imágenes y cruces se yerguen sobre monolitos a veces disimulados por el tiempo o transformados en pesados pedestales cúbicos o fustes de columnas que sostienen cruces o imágenes de santos, pero nunca completamente vencidos.

Las esferas de piedra perduran incluso en la iconografía cristiana, que no tendría por qué respetar las antiguas tradiciones. En la heráldica del cabildo de Jaén, la catedral santificada por el Dolmen Sagrado, la Virgen se representa sobre una esfera que unas veces es de piedra y otras se convierte en el dragón o lagarto jiennense. La sierpe es la fuente, el manantial de aguas santas de la Diosa Madre.[207]

La mutilación ritual del Rey Sagrado que acompañaba a las arcaicas festividades de la Diosa Madre ha dejado su huella en el folclore mariano. Juan de Rivas, el pastor que encontró la imagen de la Virgen de la Cabeza de Andújar, era manco;[208] el príncipe moro que halló la de Rus era ciego;[209] la reina que encontró la Virgen de la Fuensanta (en Villanueva del Arzobispo) había sufrido la mutilación de manos y ojos.[210]

A pesar de los dos mil años transcurridos, el clero cristiano no ha acabado con los rituales de la Diosa Madre que persisten en la presencia del agua, los ritos femeninos, la exaltación de la vegetación y de la fecundidad de la tierra propia del matriarcado agrícola. Pero vayamos por partes.

El agua

En casi todas las ermitas de Nuestra Señora, y en gran parte de las de los santos o Cristos que en algún momento las sustituyeron, existen pozos o manantiales sagrados, las Fuensantas, Aguas Santas o Pozos Santos.

En el Dolmen Sagrado de la catedral de Jaén había un manantial cuyas aguas, que brotaban en el interior del propio dolmen, se canalizaban en varias direcciones. Un regato iba hacia la actual calle Pilarillos, donde estuvo la primitiva comunidad de monjas de Santa Clara.[211] ¿Agua sagrada de la Diosa Madre para una comunidad religiosa femenina? Es posible que ni el rey ni las monjas fueran conscientes de la pervivencia de estas asociaciones ¿O lo eran?

A la muerte del último iniciado que trabajó en la catedral, Andrés de Vandelvira, el cabildo dispuso que «el venero del testero del brazo sur del crucero» se encauzara fuera del templo.[212] De este modo el manantial sagrado se llevó al pilar de la actual ermita de San Félix de Cantalicio.

Visitemos esta apartada ermita.

En su interior hay una Virgen Dolorosa acompañada de las doce Sibilas, cada una con su nombre en una cartela: Pérsica, Líbica, Deifica, Cumea, Samia, Cumana, Helespóntica, Frigia, Europea, Tiburtina, Egipcia y Eritrea.

Doce cuadros que corresponden a doce Sibilas. Curioso tema para una sencilla ermita cristiana. En tres de ellas una misteriosa y anónima mano ha raspado los nombres: Líbica, Cumea y Pérsica.[213]

¿No es extraño que se haya tachado el nombre de tres Sibilas, precisamente tres, el número de las Diosas Madre del santuario dolménico? ¿Quién lo hizo y con qué sentido? Otras preguntas sin respuesta.

Pero ¿quiénes eran las Sibilas?

Las Sibilas constituyen una pervivencia grecorromana del antiguo sacerdocio femenino de la Diosa Madre. En este sentido, podemos afirmar que la reina de Saba era una Sibila.

Las Sibilas habitaban en los antiguos santuarios de la Diosa, en lugares recorridos por corrientes telúricas. Estaban dotadas del don de la profecía y lo ejercían en forma de oráculos, con los que respondían a las consultas de los devotos.

La más famosa fue la de Cumas. De su oráculo se derivaron las Recopilaciones sibilinas, colecciones de profecías que gozaron de gran autoridad entre los romanos, quienes las guardaban en el Capitolio, junto con la Mesa de Salomón y el tesoro antiguo.

No parece casual que en la ermita que conmemora el manantial sagrado del Dolmen tengan asiento estas representaciones de adivinas paganas, sacerdotisas de la Diosa Madre. Pero tampoco debe extrañarnos, puesto que la lista de los que buscaban la Cava es larga, y esto indica que, en distintas épocas, existieron personas interesadas en transmitir el legado del Conocimiento por medio de signos e imágenes que los iniciados venideros pudieran entender.