La Cábala y el alfabeto
—¿Un cabalista? —se extrañó Angus Chipneck, y suspendió su humeante taza de té en el aire, el dedo meñique extendido, los otros engarfiados sobre el asa—. ¿Para qué demonios quiere usted un cabalista?
—Creo que lo que estoy investigando tiene algo que ver con la Cábala —dije.
—¿Algo? ¡No! Tiene que ver bastante, pero dudo que un cabalista pueda despejar sus dudas.
No obstante, hay uno que solía enseñar matemáticas en la Sorbona, un exiliado sefardita. ¿Cómo se llamaba…? Déjeme ver…
El profesor Chipneck consultó su abultada agenda y dio con la dirección del cabalista. Me la apuntó en una nota.
—¿Mikonos? —me extrañé.
—Una isla griega.
—Lo sé, profesor, sólo que me parece un lugar extraño para un cabalista.
—¿Por qué? Los cabalistas son hombres como nosotros, si se pinchan sangran como nosotros.
Dos días después volé a Atenas en un Boeing 767 de la British Airways y de allí a Mikonos en un viejo ATR-42 de Olimpia Airways.
El día soleado arrancaba del mar reflejos turquesa, el vinoso mar de Hornero. Las islas Cicladas pasaban bajo nosotros como palomas orladas de plumón blanco y azul, las olas espumosas rompiendo en los acantilados, las aldeítas encaladas, las playas, las calas donde los yates de recreo fondean…
En la isla hay trescientas cuarenta iglesias, pero no me fue difícil dar con la de Parapotianí. El señor Arcángelos Petros-Beer, profesor emérito de la Sorbona, habitaba en una casita marinera blanca, con las puertas y ventanas pintadas de azul, arrimada a la iglesia, junto al muelle del pescado.
Me presenté, le entregué la carta de Angus Chipneck y me hizo pasar a la terracita, desde la que se divisaban los chiringuitos playeros y las redes tendidas al sol.
Permaneció en meditativo silencio mientras le explicaba la investigación que estaba realizando.
—¡La Cábala! —dijo—. Como usted comprenderá, no es una disciplina que se pueda explicar en un día, pero intentaré darle una idea de su contenido. Para la Cábala, la esencia de cada objeto del mundo se contiene en la palabra que lo designa. La rosa está en la palabra rosa, la luz está en la palabra día y las tinieblas llenan la palabra noche. Nombrar una cosa es iniciar el proceso mágico de crearla. Eso explica que a veces eviternos mencionar lo que íntimamente tememos.
La riña de dos gaviotas por una sardina en medio del cielo azul cobalto distrajo nuestra atención momentáneamente, pero Petros-Beer prosiguió en seguida.
—Los fundamentos de la Cábala son relativamente simples; su desarrollo, extraordinariamente complejo. El que domina la palabra domina el objeto, lo entiende. Y entender es la razón misma de la Sabiduría.
—Comprendo —dije.
—Pero Dios —prosiguió—, el Dios Primordial del que se deriva, como de una fuente remota y necesaria, el caudal todo de la Creación, ha entregado algo más al hombre: le ha entregado una serie de textos revelados, es decir, directamente inspirados por Él. Para los judíos y cristianos estos textos son la Biblia o parte de ella. La causa remota de la Cábala hebraica es, por tanto, el concepto de la «inspiración mecánica del texto sagrado».[95] En estos textos revelados no hay nada que sea obra del hombre: son emanación de Dios mismo. «Evangelistas y profetas son secretarios impersonales de Dios que escriben al dictado… Dios mismo es el que dicta palabra por palabra lo que se propone decir».[96] «La escritura revelada es, por lo tanto, un texto absoluto en el que el azar no existe. La sola concepción de ese documento es un prodigio superior a cuantos registran sus páginas. Un libro impenetrable a la contingencia, un mecanismo de infinitos propósitos, de variaciones infalibles, de revelaciones que esperan la sabiduría de un lector capaz de desvelarlas, de superposiciones de luz. ¿Cómo no interrogarlo hasta lo absurdo, hasta lo prolijo numérico, según hace la Cábala?»[97] ¿Sabe usted quién era Borges?
—Tengo una idea: un escritor argentino.
—Sí. Se interesó por la Cábala y la usó en algunos escritos. Borges decía: «Burlarse de tales operaciones es fácil, prefiero procurar entenderlas». Nunca un profano comprendió mejor el desvelo minucioso de tantas generaciones de cabalistas, que consagraron sus vidas al esclarecimiento de una aparente quimera.
Asentí.
—La escritura revelada por Dios —prosiguió Petros-Beer— no puede contener ni una tilde que sea fruto de la casualidad. Una emanación directa y voluntaria de Dios debe forzosamente participar de la perfección divina. Por lo tanto, el Libro, que es parte de Dios mismo, es un sistema perfecto, cerrado, glorioso, a través del cual pueda el hombre remontarse a la comprensión de la obra divina. De este modo el hombre trasciende sus propios límites y se eleva por un camino lleno de obstáculos, ciertamente, que lo acerca, por encima de sus limitaciones, hasta la inteligencia de Dios. El Libro es una escalera para llegar a Dios.
—¿No es un acto de soberbia intentar entender a Dios? —objeté.
—En absoluto —replicó el cabalista—. Dios no puede repudiar ese acercamiento del hombre puesto que le ha legado las claves de su obra en el Libro sagrado inspirado por Él. La comprensión de la obra de Dios implica el conocimiento del mundo y de sus mecanismos. Conocer es poder.
—Luego la Cábala puede conducir al poder —repuse.
—En efecto, usted lo ha dicho. El problema es que entre la teoría y la práctica media un abismo. ¿De qué medios disponían los cabalistas para salvar ese abismo? ¿Consiguió alguno de ellos salvarlo, o todo fue una mera ilusión?
—¿Podría explicarme cuáles eran esos caminos? —pregunté.
—Lo intentaré. Algunos cabalistas los han expuesto como el que describe los detalles de un prolijo mapa. Claro que conocer un mapa dista mucho de conocer el paisaje del territorio que representa.
»Atienda: la palabra Cábala significa, en hebreo, “lo recibido”. Se han formulado muchas definiciones de esta materia falsamente llamada ciencia, puesto que no es sistemática. Se la ha llamado «saber secreto», «matemática sagrada», «lenguaje místico», y de muchas otras maneras.
»La Cábala es un don de Dios al primer hombre que Dios le reveló a Moisés en el Sinaí junto con la ley escrita. En el siglo II un rabino galileo, Simeón bar Yojai, codificó las enseñanzas cabalísticas en el Zohar (Libro del Esplendor). Es de suponer que la Cábala llevaría siglos de silenciosa evolución entre los sabios judíos como sabiduría secreta reservada a los iniciados. Hay un texto cabalístico, Lámpara Santa, que dice «el mundo sólo es estable en el secreto».[98]
»Otro texto fundamental de la Cábala, el Raza Abba o Gran Misterio, data del siglo X, pero esta sabiduría secreta no empieza a denominarse Cábala hasta el siglo XII, cuando Yehuda ben Barzilai, de Barcelona, emplea por vez primera la palabra.
»La Cábala es la química del espíritu divino. A partir de una serie de letras, que también son cifras, Dios creó el mundo nombrando a las cosas. Nombrar es crear de la nada. Es el sentido mágico de la Palabra en su enunciación bíblica. En un principio fue el Verbo. La potencia divina era el Verbo, es decir, su propia Palabra, y a partir de la Palabra existió todo lo demás.
Pasó un vendedor ambulante de helado, un viejo marino cojo, y saludó a Petros-Beer, que le devolvió el saludo.
—Cuanto vemos en el universo —prosiguió el cabalista— corresponde a su modelo ideado por Dios. «No existe ni el menor objeto en este bajo mundo que carezca de equivalente en el mundo de Arriba por el que es regido», dice Rabí Ytsjak. Al comprender la esencia del objeto de Abajo entenderemos la del objeto de Arriba. Y entenderlos es poseerlos. Por este camino Dios permite al hombre participar de su Sabiduría y de su Poder.
»Las letras-cifra emanadas de Dios se reciben a través de ciertos textos revelados, es decir, compuestos por la propia divinidad. Si estos textos proceden de Dios mismo es posible deducir a través de ellos los secretos de la divinidad. Esa labor de análisis y deducción es el trabajo de los cabalistas.
»El conocimiento del nombre verdadero de una cosa otorga poder sobre ella. El conocimiento del nombre de un dios otorga poder sobre él. El conocimiento del nombre del Creador, del principio máximo, otorga poder sobre su obra, es decir, sobre la Creación misma.
—¡Es el Poder sin límite! —murmuré.
—Exacto. El cabalista efectúa sus cálculos sobre el alfabeto sagrado, el hebreo, veintidós letras, de las que tres son madres, siete dobles y doce sencillas. «Cada letra de fundamento es un concentrado de energía divina».[99]
»A cada letra del alfabeto hebreo le corresponde un número. En el universo todo puede reducirse a medidas y las medidas se expresan en números, es decir, en letras.
»Tomemos, por ejemplo, la primera palabra de la Biblia, la primera que, para los cabalistas, sale de la boca de Dios, Breshit. Esta palabra empieza por la letra B, una de las llamadas «madre». También es la inicial de Braja o bendición. El libro sagrado empieza por una bendición.
»En el ajedrez un número limitado de piezas genera un número ilimitado de combinaciones, en el libro sagrado un número limitado de palabras expresa un número infinito de mensajes. El Libro Sagrado contiene la sabiduría de Dios y su Poder. Cada letra puede reemplazarse por su cifra correspondiente y estas cifras se someten a otras operaciones —tomó una cuartilla y un lápiz y se puso a escribir—. Aquí tenemos la palabra Yayin, que significa vino. Las tres letras que la componen suman 10 más 10 más 50, es decir, setenta. También la palabra Sod, secreto, suma 70 (60, más 6, más 4). Esto confirma el proverbio cabalista Ninkhas Yayin Yatsa Sod, «del vino sacarás el secreto».
—¡Extraordinario! —exclamé.
Garrapateó nuevas palabras en la cuartilla:
—Las letras de Ahavah, “Amor”, suman 1, más 5, más 2, más 5, es decir, 13. La palabra Ehad, “uno”, también suma trece (1, más 8, más 4): Amor equivale a Uno. Si sumamos Amor y Uno el resultado es 26. El nombre de Dios consta de cuatro letras que valen 10, más 5, más 6, más 5, es decir, 26. Luego Amor y Uno hacen la cifra de Dios. Y si vamos a la escritura revelada, en el versículo 26 del Génesis está escrito: «Hagamos al hombre a nuestra imagen».
—¡Caramba!
—Los sentidos de la cifra divina son inagotables —prosiguió Petros-Beer con sus anotaciones—: Desde Adán hasta Moisés transcurrieron 26 generaciones. 26 es la diferencia numérica entre el nombre de Eva (que vale 8, más 6, más 5, es decir, 19) y el de Adán (que vale 1, más 4, más 40, es decir, 45).
»Hacia el siglo vi algunas doctrinas cabalísticas se habían sistematizado en el Sepher Yetsira o Libro de la Formación. Según éste, Dios creó el mundo a partir de tres entes superiores o Sepharim: el Sephar (las letras-cifra), el Sapor (la letra oral) y el Sepher (la letra escrita).[100]
—¿Qué hay de los Sefiros? —pregunté para demostrar que, aunque poco, algo sabía.
—Los atributos de Dios, con los que el cabalista intenta comprenderlo y remontarse a su poder, son los diez Sephirot Belima (la Corona, la Sabiduría, la Inteligencia, la Misericordia, la Severidad, la Belleza, el Triunfo, la Gloria, la Causa y la Dignidad Real). La formulación precisa de estos atributos se plasma en el llamado árbol sefirótico.
»Pero acceder a la sabiduría divina no es empresa fácil. El número de combinaciones de las veintidós letras del alfabeto sagrado es infinito, puesto que, además de letras, son cifras. La Verdad es única, pero los posibles caminos para acceder a ella son infinitos. Para reducir su estudio a una escala humana y manejable, los cabalistas han trazado una serie limitada de vías que son como las rutas del caravanero en el vasto desierto o las del marino en el inmenso mar.
—¿Eso son los Sefiros?
—Procedamos con calma, la Cábala se contiene en 32 vías, que representan ideas absolutas y reales. Los radios de una circunferencia pueden ser infinitos, pero la Cábala ha escogido sólo 32 para llegar al centro porque la inteligencia del hombre es finita. También se señalan 50 puertas de acceso al conocimiento que clasifican a los seres en cinco series de a 10. Abrazan todos los conocimientos posibles mediante el estudio de cada serie por ella misma y por sus relaciones con las otras. En cuanto a las vías, están representadas por los 10 números de la aritmética y las 22 letras del alfabeto hebreo.
»Es evidente que se trata de una compleja y absorbente actividad. El sabio puede dedicarle toda una vida de intensa meditación y trabajo sin acercarse a la meta. Es, en cierto modo, una alquimia espiritual que destila el alma del cabalista hasta hacer que el camino constituya toda la justificación de su viaje.
»Vista desde fuera, la propuesta es descorazonados, pero quizá existan atajos en ese camino.
—¿Atajos? —dije—. ¡Eso ya es otra cosa!
—Lo que no hay son atajos para evitar los atajos. Existen guías secretas que conducen directamente a la meta del viaje, pero el viaje es indispensable en cualquier caso y extremadamente laborioso.
—Pero la tradición asegura que Salomón poseyó la sabiduría perfecta porque accedió a la Sabiduría divina, aún joven —insistí.
Petros-Beer sonrió.
—El único camino más corto y seguro lo tendrá el que posea el formulario secreto de Salomón inscrito en su Mesa, según unos, y en el Cantar de los Cantares, según otros. En eso consiste el secreto de la Mesa de Salomón. Rabí Simeón, una de las mayores autoridades cabalísticas, escribió: «Todos los tesoros del Rey Supremo están encerrados en una sola Clave».[101]
Estuvimos hablando hasta muy tarde. Le conté que la oración del gitano sanador relacionaba una serie de lugares identificables como santuarios de un culto a la Diosa Madre con la Mesa de Salomón, el sabio que había conseguido emular la Sabiduría y, por tanto, el Poder divino, al hacer compatibles los principios femeninos y masculinos de la divinidad, remontándose al Nombre del Poder, esencia de Dios Creador.
Cuando me despedí era de noche. Me abrí camino entre los turistas alemanes que abarrotaban las cervecerías del paseo marítimo y regresé a la convencional habitación del hotel Zorba. Me duché con agua tibia sintiendo mi musculatura vibrar bajo el agua jabonosa.
Pasé la mano por el espejo empañado y el trozo limpio me devolvió mi cascada de cabello rubio acabado wet y mi rostro atezado por el sol.
—Todavía nos queda un largo camino por recorrer —me dije.
Y salí a la noche griega, que se me ofrecía plena, con todos sus encantos.[102]
El alfabeto
Petros-Beer me había invitado a almorzar al día siguiente. Me presenté con un ramo de rosas adquirido a la florista del hotel, una chica menudita y agraciada, salvo por el bigote, que atendía por Alexandra.
El almuerzo fue sabroso y frugal: musaka, pez espada a la brasa y yogur con nueces.
Tomamos café en la terraza sombreada que domina la playa.
Conversamos sobre el alfabeto hebreo con el que opera la Cábala.
—El alfabeto supone un esfuerzo por integrar al hombre y al cosmos en idéntico ritmo explicó Petros-Beer. Esto es aplicable a cualquier alfabeto en sus inicios. «En tal sentido, las virtudes de sus sonidos pueden despertar centros de energía cósmica».[103] Las letras pueden ser «la llave del hombre iniciado para acceder a los planos cósmicos». Petros-Beer me explicó que antes de que el hebreo originase la rica tradición cabalística existieron otros alfabetos sagrados integradores de la energía cósmica, de los que el hebreo procede en última instancia.
—¿Quiere decir que hubo otras Cábalas anteriores a la hebrea?
—Seguramente, las habría en alfabetos anteriores que se han perdido —me confirmó—. Del mismo modo otros alfabetos antiguos coetáneos del hebreo pudieron originar otras Cábalas. Por ejemplo, el griego. De hecho, «Pitágoras fue iniciado en el misterio alfabético de los Dáctilos y es posible que debiera a ellos su teoría de las connotaciones místicas de los números».[104]
»Hoy se piensa que el alfabeto lo inventaron los cananeos hace unos tres mil quinientos años. De los fenicios pasó a los hebreos y a otros pueblos semitas, y luego a los griegos, que lo divulgaron por el Mediterráneo.
—¿Y no es así?
—No del todo. Estrabón, nacido en el –63, señala que en la España de su tiempo los turdetanos sabían escribir y recitaban poemas y leyes en verso de más de seis mil años de antigüedad.[105] Si estas obras estaban en verso, es evidente que tenían que basarse en algún tipo de escritura alfabética. Aquí tenemos un firme candidato a la invención del alfabeto, anterior, como mínimo, en 4500 años al que nos propone la ciencia oficial, es decir, al fenicio. No obstante, es posible que los cananeos inventaran el alfabeto hace casi cinco milenios, del mismo modo en que Colón descubrió América en 1492. Es cierto que América recibió visitantes europeos anteriormente (los vikingos, en el año 1000), pero fue Colón el que divulgó en Europa la existencia del nuevo continente. De la misma manera, el alfabeto se pudo inventar en la península Ibérica, aunque fueran los fenicios los que divulgaron su uso muchos siglos después.
—¿Y por qué no se divulgó el alfabeto de la península Ibérica? —pregunté.
—Quizá sus inventores lo utilizaron para transmitir conocimientos sagrados limitados a unos pocos iniciados. En este caso, la escritura no se confiaría a materiales duros, piedra o arcilla cocida, sino a papiros, madera y otros soportes fáciles de borrar en caso necesario.
»Los cananeos pudieron conseguir el invento, o su simple mecánica, en uno de sus múltiples y bien documentados contactos con el sur de la península Ibérica. Después pudieron divulgarlo y explotarlo en provecho propio. Esto explicaría que el alfabeto surja en Canaán casi de pronto, sin apenas evolución previa.
»Muchos siglos después, una forma de ese alfabeto de origen fenicio, abierto y comercial, arribaría a las costas españolas, donde lo copiarían los pueblos ibéricos. Pero ésta es ya otra historia.
—¿Hay alguna prueba que permita afirmar eso, aparte de la palabra de Estrabón? —inquirí.
—Muchas. Numerosos datos sugieren el origen ibérico del alfabeto. Una leyenda señala que el fenicio Cadmos, mítico inventor del alfabeto, recogió de España un sistema de escritura fonética. Luego fue a Grecia, reclamado por el centro iniciático de Delfos, y finalmente fundó Tebas, desde la que se divulgó la nueva invención entre los griegos. Otra leyenda helena atribuye a las Parcas la invención del alfabeto o de parte de él (ya sabes que la morada de las Parcas estaba en el sur de España).[106] Finalmente, una leyenda irlandesa asegura que un héroe procedente de España llevó el alfabeto a Irlanda.[107] Estas leyendas confirman el origen occidental e ibérico del alfabeto.
—Pero más allá del testimonio de los antiguos, ¿cuál puede ser el origen del alfabeto?
—Mircea Eliade señala que las fases de la Luna generaron correspondencias complicadísimas que llegan hasta los árabes. Entre babilonios y hebreos existen 10 o 12 letras que designan fases lunares. En un escolio de Dionisio de Tracia, los sonidos del alfabeto se asimilan a las fases de la Luna: las vocales son la luna llena; las consonantes sonoras son los cuartos de luna y las sordas, la luna nueva.[108] El alfabeto procede del calendario sagrado y éste se basa en las observaciones astronómicas.
»Si la Luna inspira el alfabeto y encarna a la Diosa Madre, el alfabeto tiene en su origen un sentido sagrado restringido al ámbito de los cultos matriarcales.[109]
»Muchas leyendas y creencias antiguas corroboran esta idea. Para los antiguos egipcios y griegos, de los que procede la cultura mediterránea, el Conocimiento se origina en Occidente. Si este conocimiento se transmite por la escritura, es evidente que la escritura también procederá de Occidente.
A mi regreso al Santo Reino de Jaén supe que la arqueología regional apoyaba esta conclusión. En el sur de España se producen hallazgos de escrituras indescifradas, quizá simples balbuceos o imitaciones salidas de la mano de analfabetos que han visto la escritura sagrada de los iniciados e intentan remedarla torpemente para beneficiarse de sus virtudes mágicas.
Mencionaré, tan sólo, algunas inscripciones alfabéticas relacionadas con los santuarios de la Diosa Madre de la provincia de Jaén.[110]
La más espectacular se encontró en una tumba de la necrópolis del santuario de Santa Ana en Torredelcampo, a pocos kilómetros de Jaén. Al santuario de la Virgen de la Cabeza pertenecen las misteriosas inscripciones de las piedras letreras de Sierra Morena, en unos parajes, no es casual, donde abundaron poderosos santuarios dolménicos de la Antigüedad. La propia denominación de la Sierra Morena alude al negro color de la Diosa Madre. A la Virgen negra de Sierra Morena, Nuestra Señora de la Cabeza, se la llama la Morenita. Una de las inscripciones de las piedras letreras está en la finca Los Conejeros, vecina del santuario de la Cabeza, sobre una roca de 2,50 metros de alto por 3,50 metros de largo.[111]
Exceptuando el posible ideograma de la figura del sol, que se intercala en la tercera línea, el resto es una escritura alfabética o su burda imitación.
Letras parecidas aparecen en el anillo de cobre que encontró Schulten en sus excavaciones en busca de Tartessos:[112]
Otros signos de esta índole se parecen más a los alfabetos orientales antiguos:[113]
En la misma categoría cabría clasificar la inscripción del sello de bronce de Montealegre:
o las inscripciones que afloraron en Martos, cerca de Jaén, hacia el 1500 en letras gódicas unas y en letras egipciacas otras. ¿Qué serían letras egipciacas para un observador del siglo XVI?[114]
—Produce una especie de vértigo admitir que pueda haber mensajes escritos muy anteriores a lo que pensábamos —reflexioné.
Petros-Beer sonrió.
—Te produce ese vértigo porque eres un principiante. Lo que te digo no es ningún misterio. Hace tiempo que se estudia, aunque, debo admitirlo, todavía no figura entre los intereses prioritarios de los académicos. ¿Has oído hablar de The Epigraphic Society?
—Creo que no —admití.
—Su presidente, el doctor Barry Fell, era amigo mío. Dedicó su vida al estudio de una de estas protoescrituras mucho más antiguas que las alfabéticas, la escritura ogámica. Al principio se pensaba que la escritura ogámica era una variante típicamente irlandesa del alfabeto latino, pero él demostró que se remontaba por lo menos a la Edad del Bronce y que debió de inventarse en la península Ibérica.
—La escritura de los turdetanos.
—Pudiera ser. El hecho es que perduraba todavía en el siglo XII cuando el monje irlandés Ballymote escribió su tratado sobre la escritura ogámica, que se conserva en la universidad de Dublín.
»Quizá te interese saber que ciertos indicios permiten suponer que los templarios usaron esta escritura. En el muro norte de la iglesia de San Miguel de Breamo, en Pontedeume, en la provincia de La Coruña, una iglesia que los templarios construyeron sobre un santuario ancestral, se ha descubierto recientemente una breve inscripción ogámica. Me pregunto cuántas habrá que pasan desapercibidas como meros rayones en los muros de las viejas iglesias y ermitas.[115] (Figs. 31, 32 y 33).
—Las pruebas apuntan a un posible origen ibérico de los alfabetos antiguos —admití aquella tarde ante los argumentos de Petros-Beer—, pero el alfabeto constituye el vehículo de cultura por excelencia. Aceptar un origen occidental del alfabeto parece descabellado, puesto que las grandes civilizaciones se originan en Oriente.
—Parece descabellado, pero es posible que no lo sea —respondió el cabalista—. A lo mejor remontándose en el tiempo, las grandes civilizaciones históricas se nutren de la prehistoria occidental.
»Tradicionalmente, se ha aceptado que las primeras sociedades desarrolladas surgen en el llamado Fértil Creciente o territorio comprendido entre los ríos Tigris y Eufrates, la región de Palestina y el Nilo, el solar de los grandes pueblos de la Antigüedad: sumerios, babilonios, akadios, asirios, israelitas, fenicios y egipcios. Los historiadores difusionistas creen que las formas complejas de sociedad y conocimiento que hoy conforman lo que llamamos cultura occidental irradian de allí.
—¿Difusionistas? —me sonaba la expresión, pero no terminaba de ubicarla.
—El difusionismo es la visión tradicional de la Prehistoria respaldada por la arqueología, «la presunción fue que las principales innovaciones de la Europa prehistórica fueron resultado de influencias del Cercano Oriente, traídas por oleadas emigratorias de aquellos pueblos o bien por contactos entre regiones adyacentes».[116]
Basándose en las teorías difusionistas, los prehistoriadores aseguraban que la arquitectura megalítica llegó a España desde el Este Mediterráneo, pero desde 1949 un nuevo procedimiento de análisis se incorpora al gabinete del arqueólogo: el análisis de radiocarbono o carbono 14, en virtud del cual se puede calcular, con un mínimo margen de error, la edad exacta de cualquier vestigio que haya tenido vida, por ejemplo, un hueso o un trozo de madera. El perfeccionamiento de este sistema y la incorporación de otros han dado al traste con las cronologías antiguas demostrando, por ejemplo, que «las culturas neolíticas tardías de España son mucho más antiguas de lo que se creía, bastante más antiguas que sus supuestos antepasados mediterráneos orientales».[117] Es decir, que la difusión opera al contrario de como se pensaba: no de Oriente a Occidente, sino más bien de Occidente a Oriente.
—Es de lo más notable —admití.
—Esta nueva visión de la Prehistoria, considerada hasta hace unos pocos años revolucionaria, se abre ahora camino incluso entre los arqueólogos aferrados a las teorías tradicionales. Y precisamente al hilo de esta nueva comprensión de los fenómenos culturales de la Antigüedad, comenzamos a estudiar seriamente algunos mitos y tradiciones hasta hace poco considerados meras fantasías sin la menor base histórica. Me refiero a las tradiciones que señalaban a Occidente y, más concretamente, al sur de España o a su entorno marítimo como la cuna del Conocimiento.
La Atlántida
Yo había oído hablar de la Atlántida. Incluso un colega mío algo chiflado había intentado encontrar la ciudad sumergida buceando con una vieja campana de presión. No encontró nada y un fallo mecánico lo dejó sordo.
¡La Atlántida!
Los sacerdotes egipcios de Isis, la Diosa Madre, le contaron al sabio griego Solón que en los archivos de su templo, en Sais, se custodiaban las crónicas de la Atlántida, una poderosa civilización que floreció en una isla del océano hace once mil años. Los atlantes eran metalúrgicos, ganaderos, agricultores y constructores, pero «tras unos espantosos terremotos y cataclismos, en un día y una noche terribles, la Atlántida se hundió en el mar y desapareció».[118]
De la Atlántida se ha dicho y se ha escrito mucho, unos en favor de su existencia real y otros en contra. No analizaremos aquí si el relato de Platón tiene base real o si se trata de una fábula. Los sacerdotes de la Diosa Madre de Egipto estaban convencidos de que sus conocimientos procedían del Extremo Occidente, donde había existido una antigua civilización anterior a las del Cercano Oriente y origen de todas ellas.
La otra gran civilización del Mediterráneo Oriental es la griega. Hércules, el héroe solar griego, viaja hasta el sur de España para realizar dos difíciles trabajos: robar los bueyes del gigante Gerión y robar las manzanas de oro del jardín de las Hespérides, las hijas de Atlas (Hespértusa, la negra; Eritia, la roja, y Egle, la blanca). Las manzanas que custodiaban eran el fruto del Conocimiento. El mismo sentido tiene la manzana prohibida que Eva ofrece a Adán en el paraíso.
En cuanto a los fenicios y los hebreos, ya hemos visto como Hiram y Salomón envían sus barcos a Tarsis, que es el sur de España y África, en busca de refinados productos y metales.
Los historiadores antiguos apoyan estos mitos cuando alaban el poderoso reino de Tartessos, en el sur de España, quizá el Tarsis bíblico, como sinónimo de abundancia y riqueza, el país de la plata y del oro, regido por Argantonio, un rey venerable, longevo, hospitalario y generoso.
En el solar de Tartessos, en la Edad del Cobre, cuando se genera la leyenda egipcia, existió, junto al santuario matriarcal de Jaén, en la zona de Marroquíes Bajos, una ciudad en todo semejante a la Atlántida: sucesivos anillos de agua (alimentados por el manantial de la Malena) separaban otros tantos anillos de tierra en los que se levantaban las viviendas y los edificios públicos. Esta prodigiosa ciudad se está excavando todavía.
Los mitos y las fuentes históricas antiguas coinciden en señalar la existencia de una civilización en el extremo sur de Europa que es fuente de riqueza y conocimiento, de una civilización superior a la suya.
Estos descubrimientos me tuvieron preocupado durante un tiempo. Consultaba libros, tomaba notas, cavilaba sobre la relación de los antiguos santuarios con la Cábala y los alfabetos sagrados. Cada paso que daba confirmaba mis sospechas de que aquel magno entramado conducía siempre al mismo punto: el interés por la Mesa de Salomón.
¿Por qué buscaron los templarios y otros después de ellos la Mesa de Salomón? Porque contiene las claves para deducir el Nombre del Poder o Shem Shemaforash, es decir, el verdadero nombre del Dios primordial de la Creación, la fórmula de la sabiduría absoluta que, a su vez, entraña el poder absoluto.
El Nombre del Poder y la Cábala, que lo tiene por último objetivo, se basan en los mecanismos del alfabeto sagrado. Este alfabeto, procedente del sur de España, era el secreto celosamente guardado de los santuarios de la Diosa Madre.
Después de diversos avalares históricos, la Mesa de Salomón, formulario del Nombre del Poder, regresa a uno de estos santuarios, el Dolmen Sagrado de Jaén. Pero regresa en la Edad Media, miles de años después de que el santuario perdiese vigencia.
Esto pensaba. Hasta que descubrí que el santuario seguía vigente en la Edad Media y aún después.