Mientras regresaba al malhadado corredor, un fuerte dolor le oprimía la frente y sus pensamientos se sucedían en una confusión de ira y especulación. No podía saber que, con cada paso que daba, no se acercaba a su habitación sino que se alejaba de ella en el tiempo y en el espacio, ni que las aventuras de la noche, lejos de terminar, estaban a punto de empezar en serio.
La noche estaba ya muy avanzada. Había regresado con paso lento y cansino, deteniéndose aquí y allá para apoyar la cabeza contra los fríos muros mientras la jaqueca le martilleaba detrás de los ojos y en el ceño anguloso. En una ocasión, estuvo una hora sentado en el peldaño más bajo de una escalinata desgastada por el tiempo. La luenga barba le caía sobre las rodillas, salvaba su brusca curva y caía de nuevo en una maraña de cabellos que terminaba a pocos centímetros del suelo.
¿Fucsia y Pirañavelo? ¿Qué podía significar eso? ¡Era blasfemo! ¡Era nefando! Rechinó los dientes en la oscuridad.
El castillo estaba silencioso como un monstruo aturdido: inerte, exánime, despatarrado. Era una noche que, con la consolidación de su negrura y su silencio, parecía probar la imposibilidad de otra aurora. No existía la aurora. Era una invención de la noche o de las comadres de la noche, una fábula inmemorial, narrada a lo largo de los siglos en la eterna oscuridad, repetida una y otra vez a los niños gnómicos en los túneles y las cavernas de Gormenghast, un cuento de otro mundo en el que esas cosas sucedían, en el que piedras, ladrillos, matas de hiedra y hierro podían verse además de tocarse y olerse, podían iluminarse y revelar colores, y en el que a ciertas horas un resplandor de color de miel brillaba en el este y la noche se desvanecía y eso que llamaban alba se levantaba sobre los bosques como si la fábula se hubiera materializado, como si la leyenda hubiera cobrado vida.
Pero aquélla era una noche como boca de lobo, aunque la boca estaba amordazada. Era una noche de ojos enormes, aunque éstos estaban tapados.
El único sonido que Excorio podía oír era el latido de su corazón.