4b

A Odeen le parecía estar viviendo una pesadilla. Dua se había ido. Los Seres Duros se habían ido. Solamente Tritt permanecía allí, silencioso.

«¿Cómo pudo suceder?», pensaba Odeen en su tortura. ¿Cómo pudo Tritt encontrar por sí solo el camino que conducía a las cavernas de los Duros? ¿Cómo pudo llevarse una batería de repuesto, cargada con la Bomba de Positrones y destinada a despedir una radiación mucho más concentrada que la luz del sol y atreverse a…?

Odeen no hubiese tenido el valor de arriesgarse a hacerlo. ¿Cómo pudo tenerlo Tritt, el indeciso e ignorante Tritt? ¿O es que también él era diferente? Odeen, el Racional inteligente; Dua, la Emocional excéntrica y Tritt, ¿el Paternal valiente?

Preguntó.

—¿Cómo pudiste hacerlo, Tritt?

Tritt, apasionado, replicó:

—¿Qué he hecho? La he alimentado. Le he dado más alimento del que había recibido en toda su vida. Ahora, por fin, hemos iniciado a una niña-Emocional. ¿No habíamos esperado bastante? De haber hecho caso a Dua, aún estaríamos esperando.

—Pero ¿no comprendes, Tritt? Podrías haberle hecho mucho daño. No era luz solar corriente. Era una fuente experimental de radiación que podía ser demasiado concentrada para usarla sin peligro.

—No comprendo lo que dices, Odeen. ¿Cómo podía dañarla? Yo había probado la comida que hicieron antes los Seres Duros. Era mala. Tú también la probaste. Tenía un sabor horrible y, sin embargo, no nos hizo daño. Sabía tan mal, que Dua no quería tomarla. Entonces llegué yo con la bola de comida. Sabía bien. La probé y era deliciosa. ¿Cómo puede hacer daño algo tan delicioso? Y Dua comió, y le gustó mucho. Y ya hemos iniciado a la niña-Emocional. ¿Qué mal hay, pues, en lo que he hecho?

Odeen vio que era inútil explicar. Dijo:

—Dua estará muy enfadada.

—Ya se le pasará.

—Lo dudo. Tritt, ella no es una Emocional corriente. Por eso es tan difícil vivir con ella, y tan maravilloso a la vez. Es posible que ahora no quiera volver a fusionarse con nosotros.

El contorno de Tritt era obstinadamente plano. Repuso:

—Bueno, ¿y qué?

—¿Y tú lo preguntas? ¿Es que piensas renunciar a fusionarte?

—No, pero si se niega, habrá que conformarse. Yo ya tengo mi tercer niño, y no me importa. Sé que en la antigüedad, los Seres Blandos eran distintos: solía haber dos grupos de nacimientos en un tríade. Pero eso no me concierne. Con uno tengo bastante.

—Pero, Tritt, los niños no son el único objetivo de la fusión.

—¿Ah, no? Recuerdo que una vez dijiste que aprendías más de prisa después de la fusión. Pues aprende más despacio. No me importa. Yo ya tengo mi tercer hijo.

Odeen dio media vuelta, temblando, y salió nervioso de la cámara. ¿De qué servía regañar a Tritt? Tritt no podía comprenderlo. No estaba seguro de comprenderlo ni siquiera él mismo.

En cuanto el tercer niño naciera y creciera un poco, se iría acercando el momento de desaparecer. Tendría que ser él, Odeen, quien diera la señal, quien fijase el momento, y tendría que hacerlo sin miedo. De lo contrario, significaría él deshonor para ellos o algo aún más grave, y sin embargo, no tenía valor para enfrentarse a ello sin fusionarse, incluso ahora que los tres niños estaban formados.

La fusión, en cierto modo, eliminaría el miedo… Tal vez porque fusionarse era un poco como desaparecer. Había un periodo en que se perdía el conocimiento y, pese a ello, no se sentía dolor. Era como no existir y, sin embargo, era apetecible. Al fusionarse, tendría la fuerza para desaparecer sin miedo y sin…

¡Oh! ¡Por el sol y todas las estrellas! No era «desaparecer». ¿Por qué usar aquella palabra con tanta solemnidad? Conocía la otra palabra que sólo a veces usaban los niños cuando querían provocar a sus mayores. Era morir. Tenía que prepararse para morir sin miedo, y que Dua y Tritt muriesen con él.

Y no sabía cómo hacerlo… No sin la fusión…