Tritt no se había sentido nunca tan impaciente. No pretendía comprender el porqué de la actitud de Dua. Ni siquiera lo intentaría; no le importaba. Nunca había comprendido por qué las Emocionales se comportaban de aquel modo. Y para colmo, Dua ni siquiera se comportaba como una Emocional.
Dua no pensaba en lo importante. Contemplaba el sol. Pero al hacerlo se adelgazaba tanto, que la luz y el alimento sólo hacían que pasara a través de ella. Entonces decía que era muy hermoso. Aquello no era lo importante. Lo importante era comer. ¿Qué había de hermoso en comer? ¿Y qué significaba la palabra hermoso?
Siempre quería introducir cambios en la fusión. Una vez dijo:
—Primero hemos de hablar. Nunca hablamos de ello. Y nunca pensamos en ello.
Odeen siempre respondía.
—Hagamos lo que ella quiere, Tritt. Así, la fusión es mejor.
Odeen siempre era paciente. Pensaba que todo salía mejor si esperaban. O a veces quería meditar.
Tritt no estaba seguro de saber a qué se refería Odeen cuando hablaba de «meditar», pero le parecía que significaba que Odeen no quería hacer nada.
Como conseguir a Dua, por ejemplo. Odeen todavía estaría meditando. Tritt, en cambio, se decidió a pedirla sin rodeos. Así era como tenía que ser.
Ahora, Odeen no quería hacer nada respecto a Dua, como si no se acordara de la niña-Emocional, que era lo importante. Pues bien, si Odeen no quería ocuparse de ello, Tritt lo resolvería.
De hecho, ya estaba empezando a intentarlo. Mientras todas estas ideas cruzaban su mente, iba avanzando por el largo corredor, sin darse apenas cuenta de cuánto se alejaba. ¿Sería esto «meditar»? Bueno, aunque lo fuese, no se arredraría, ni daría marcha, atrás.
Imperturbable, miró a su alrededor. Este era el camino hacia las cavernas de los Duros. Sabía que dentro de poco tendría que recorrer este camino con su pequeño-izquierdo. Odeen se lo había mostrado una vez.
Ignoraba qué haría cuando llegase allí, pero no sentía ningún temor. Quería una niña-Emocional; estaba en su derecho al exigirla. Nada era más importante que aquello. Los Seres Duros se encargarían de conseguírsela. ¿No le habían traído a Dua cuando se la pidió?
Pero ¿con quién hablaría? ¿Con cualquier Ser Duro? Decidió vagamente que no podía ser cualquiera de ellos. Preguntaría por uno cuyo nombre sabía, y sólo a él elevaría su petición.
Recordó el nombre, incluso recordó cuándo lo había oído pronunciar por primera vez. Fue cuando el pequeño-izquierdo había crecido lo suficiente para cambiar de forma a voluntad. (¡Qué gran día aquél! «¡Ven, Odeen, de prisa! Annis está ovalado y duro, y lo ha conseguido sin ayuda. ¡Dua, mira!». Annis era el único niño entonces. Tuvieron que esperar tanto para que llegase el segundo. Entraron corriendo y le vieron en un rincón, enroscándose y flotando sobre su lecho como arcilla húmeda. Odeen se fue porque tenía trabajo. Pero Dua dijo: «Ya volverá a hacerlo, Tritt». Le contemplaron horas, pero no lo hizo más).
Tritt se ofendió porque Odeen no había esperado, pero no le regañó al observar su fatiga. Tenía arrugas muy marcadas en su ovoide y no hacía ningún esfuerzo para alisarlas.
Tritt preguntó con ansiedad.
—¿Sucede algo malo, Odeen?
—Ha sido un día muy duro y no creo poder conseguir las ecuaciones diferenciales antes de la próxima fusión.
(Tritt no recordaba las palabras exactas, pero habían sido algo parecido. Odeen siempre usaba palabras duras).
—¿Quieres la fusión ahora?
—¡Oh, no! Acabo de ver a Dua subiendo a la superficie, y ya sabes cómo se pone si se lo impedimos. No hay prisa, en realidad. Además, hay un nuevo Ser Duro.
—¿Un nuevo Ser Duro? —repitió Tritt, con evidente falta de interés.
A Odeen le interesaban profundamente sus relaciones con los Seres Duros, pero Tritt hubiera deseado que este interés no existiese. Odeen se preocupaba más por lo que él llamaba su educación que cualquier otro Racional de su área. Esto era injusto. Odeen estaba demasiado ausente. Dua se iba demasiado a menudo a la superficie. Nadie, a excepción de Tritt, se interesaba debidamente por el tríade.
—Se llama Estwald —dijo Odeen.
—¿Estwald? —ahora, Tritt sintió una punzada de interés. Tal vez porque estaba captando con ansiedad los sentimientos de Odeen.
—Yo no le he visto, pero todos hablan de él. —Los ojos de Odeen se aplanaron como solían hacerlo cuando se quedaba pensativo—. Es el responsable del nuevo invento.
—¿Qué nuevo invento?
—La Bomba de positro… No lo comprenderías. Tritt. Es algo nuevo, que va a revolucionar al mundo entero.
—¿Qué es revolucionar?
—Cambiarlo todo.
Tritt se alarmó inmediatamente.
—No está bien cambiarlo todo.
—Todo va a ser mejor. Cambiar no siempre significa empeorar. La cuestión es que Estwald lo dirige. Es muy inteligente, lo presiento.
—Entonces, ¿por qué te es antipático?
—Yo no he dicho que me sea antipático.
—Pues eso es lo que sientes.
—No, en absoluto, Tritt. Se trata sólo de que… de que… —Odeen se echó a reír—. Estoy celoso. Los Seres Duros son tan inteligentes que un Ser Blando no es nada en comparación con ellos, pero ya me había acostumbrado a esta idea, porque Losten no dejaba de repetirme lo inteligente que era yo… para un Ser Blando, supongo. Pero ahora aparece este Estwald e incluso Losten parece rendido de admiración, y yo comprendo que no soy nada.
Tritt hinchó su parte delantera para entrar en contacto con Odeen, que levantó la mirada y sonrió.
—Pero esto es estúpido por mi parte. ¿A quién le importa la inteligencia de un Ser Duro? Ninguno de ellos tiene a un Tritt.
Entonces, los dos se fueron juntos en busca de Dua. Esta, por pura casualidad, ya volvía de sus peregrinaciones y estaba bajando. Fue una buena fusión, aunque sólo duró aproximadamente un día. En aquella época, Tritt no quería prolongarlas; Annis era muy pequeño e incluso una corta ausencia era peligrosa, aunque siempre se podía conseguir la ayuda de otros Paternales.
Desde aquel día, Odeen mencionaba a Estwald de vez en cuando. Siempre le llamaba «el Nuevo», aun después de haber pasado mucho tiempo. Todavía no le había visto.
—Creo que le estoy evitando —dijo una vez, cuando Dua estaba con ellos—, porque sabe tanto sobre la nueva máquina. No quiero aprender demasiado de prisa; quiero prolongar todo lo posible el placer de instruirme.
—¿La Bomba de Positrones? —preguntó Dua.
«Esta era otra de las rarezas de Dua», pensó Tritt, fastidiado. Era capaz de pronunciar las palabras duras casi tan bien como Odeen. Una Emocional no debía ser así.
Tritt decidió hablar con Estwald porque Odeen había dicho que era listo. Además, como Odeen no le conocía, Estwald no podría decir: «Ya he hablado de ello con Odeen, Tritt, y no debes preocuparte».
Todo el mundo creía que si se hablaba con el Racional, era como si se hablase con el tríade. Nadie hacía caso de los Paternales. Pero esta vez tendrían que prestarte atención.
Llegó a las cavernas de los Duros, donde todo parecía diferente. Nada de lo que contenían era comprensible para Tritt; todo se le antojaba extraño y espantoso. Murmuró para sus adentros: «Necesito a mi pequeña-mediana». Esto le infundió los ánimos necesarios para seguir avanzando.
Por fin vio a un Ser Duro. Estaba solo, hacía algo, se inclinaba sobre algo, se ocupaba en algo. Una vez, Odeen le había dicho que los Seres Duros siempre trabajaban en sus… bueno, lo que fuera. Tritt no lo recordaba ni le importaba recordarlo.
Avanzó con suavidad y se detuvo.
—Señor Duro —dijo.
El Ser Duro le miró y el aire vibró a su alrededor, como sucedía a veces cuando dos Seres Duros hablaban entre sí, según le dijera Odeen. Después, el Ser Duro pareció apercibirse realmente de Tritt y dijo:
—Vaya, pero si eres un derecho. ¿Qué te trae por aquí? ¿Has venido con tu pequeño-izquierdo? ¿Es acaso el comienzo de un semestre?
Tritt no hizo caso de las preguntas. Interrogó a su vez.
—¿Dónde puedo encontrar a Estwald, señor?
—¿Encontrar a quién?
—A Estwald.
El Ser Duro guardó silencio durante un buen rato. Entonces preguntó.
—¿Para qué necesitas a Estwald, derecho?
Tritt se sentía obstinado.
—Es importante que hable con él. ¿Eres tú, Estwald, señor-Duro?
—No, no lo soy… ¿Cómo te llamas, derecho?
—Tritt, señor-Duro.
—Comprendo. Eres el derecho del tríade de Odeen, ¿verdad?
—Sí.
La voz del Ser Duro pareció suavizarse.
—Me temo que de momento no podrás ver a Estwald. No está aquí. Si hay alguien más que pueda ayudarte…
Tritt no sabía qué decir. Se quedó inmóvil.
El Ser Duro dijo:
—Vete a casa. Habla con Odeen. El te ayudará. ¿De acuerdo? Vete a casa derecho.
El Ser Duro se apartó. Parecía muy ocupado para seguir hablando con Tritt, y Tritt permaneció allí, indeciso. Entonces se deslizó lentamente hacia otra sección, sin hacer ningún ruido. El Ser Duro no levantó la vista.
Al principio, Tritt no sabía por qué se había movido en aquella dirección determinada Sólo sintió que era su deber hacerlo. Pero en seguida comprendió la razón. Estaba rodeado por un débil calor alimenticio y se encontró absorbiéndolo.
No había sentido hambre, y, sin embargo, ahora estaba comiendo y saboreando aquella comida.
El sol no lucía en ninguna parte. Instintivamente, miró hacia arriba, sin pensar que se hallaba en una caverna. Y pese a ello, la comida era mejor, mucho mejor que en la superficie. Miró en torno suyo, extrañado. Extrañado, ante todo, de su propia extrañeza.
A veces se había impacientado con Odeen porque éste cavilaba sobre muchas cosas que no tenían importancia. Y ahora, él mismo, Tritt, estaba cavilando. Pero el tema de su cavilación sí que importaba. Lo comprendió de improviso: era importante. Con una intuición casi cegadora comprendió que él no podía sentir extrañeza por nada, a menos que algo en su interior le dijese que era importante.
Actuó con rapidez, maravillado de su propia osadía. Al poco rato, volvió sobre sus pasos. Se deslizó de nuevo por el lado del Ser Duro, el mismo con quien había hablado antes. Le dijo:
—Me voy a casa. Señor-Duro.
El Ser Duro se limitó a murmurar algo incoherente. Seguía ocupado, inclinado sobre algo, haciendo cosas estúpidas e ignorando lo único importante.
Si los Seres Duros eran tan poderosos y tan inteligentes, pensó Tritt, ¿cómo podían ser tan estúpidos?