2b

Odeen esperó a que Tritt hiciese algo. Tenía razones para estar seguro de que no subiría a la superficie a buscar a Dua; significaría abandonar a los niños, y hacerlo era muy difícil para Tritt, quien permaneció un rato en silencio, y cuando se marchó, fue en dirección a la alcoba de los niños.

Odeen casi se alegró de que Tritt se fuera. No del todo, por supuesto, ya que Tritt estaba enfadado y afligido, y esto hacía que el contacto entre ellos se debilitara y que se irguiese la barrera del malestar. Esto ponía melancólico a Odeen; era como si el pulso de la vida fuese más lento.

A veces se preguntaba si Tritt era capaz de sentir como él… No, no quería ser injusto. Tritt tenía sus relaciones especiales con los niños.

En cuanto a Dua, ¿quién podía conocer sus sentimientos? ¿Quién podía saber lo que sentía una Emocional? Eran tan diferentes que, en comparación, el izquierdo y el derecho parecían iguales en todo menos en la mente. Pero incluso teniendo en cuenta la excentricidad de las Emocionales, ¿quién podía saber lo que sentía Dua, Dua en especial?

Fue por esto que Odeen casi se alegró de que Tritt le dejara, porque Dua era la cuestión. La demora en iniciar el tercer niño ya se prolongaba demasiado, y Dua era cada vez más difícil de persuadir. El mismo Odeen sentía una inquietud creciente, que no podía identificar del todo y que debería discutir con Losten.

Se dirigió hacia las cavernas de los Duros, con movimientos tan rápidos que parecían fluir de modo continuado, no con la falta de dignidad y la extraña mezcla de titubeo y apresuramiento que caracterizaba el avanzar ondulante de las Emocionales, ni torpe y pesadamente como los Paternales…

(Vio con claridad la imagen de Tritt, persiguiendo a trompicones al niño-Racional, que a su edad era, por supuesto, casi tan resbaladizo como una Emocional, y la imagen de Dua, que bloqueaba el paso al niño y lo devolvía a Tritt, y éste nunca sabía en seguida si debía agitar al pequeño objeto vivo o envolverlo con su sustancia. Desde el principio, Tritt se adelgazaba más efectivamente para los niños que para Odeen, y cuando Odeen bromeaba a este respecto, Tritt contestaba con gravedad, pues naturalmente carecía de humor para estas cosas «¡Ah! Pero es que los niños lo necesitan más»).

Odeen estaba muy satisfecho de sus propios movimientos, y los consideraba graciosos y solemnes a la vez. Un día se lo mencionó a Losten, a quien se lo confesaba todo porque era su mentor-Duro, y Losten observó:

—Pero ¿no crees que una Emocional o un Paternal opinarán lo mismo sobre su modo de avanzar? Si cada uno de vosotros piensa y actúa de modo diferente, ¿no tendrá también gustos diferentes? Un tríade no excluye el individualismo.

Odeen no estaba seguro de comprender el individualismo. ¿Significaba estar solo? Un Ser Duro estaba solo, por supuesto. Entre ellos no existían los tríades. ¿Cómo podían soportarlo?

Odeen todavía era muy joven cuando se formuló esta pregunta. Sus relaciones con los Seres Duros acababan de empezar y, de pronto, se le ocurrió la idea de no haber visto tríades entre ellos. El hecho era ya una leyenda para los Seres Blandos, pero ¿y si no fuese cierta? Odeen meditó el asunto y decidió que no debía creer nada a ciegas.

Odeen preguntó:

—¿Eres un izquierdo o un derecho, señor?

Más adelante, Odeen temblaba al recordar esta pregunta. Qué increíblemente ingenuo había sido y qué poco consuelo representaba saber que todos los Racionales hacían esta misma pregunta a un Ser Duro, tarde o temprano; en general, temprano.

Losten repuso, con mucha calma.

—Ninguno de los dos, pequeño-izquierdo. No hay izquierdos ni derechos entre los Seres Duros.

—¿Ni media… ni Emocionales?

—¿Te refieres a medianas? —Y el Ser Duro cambió la forma de su permanente área sensorial para expresar algo que Odeen llegó a asociar más tarde con placer o diversión—. No, tampoco medianas. Sólo Seres Duros de una clase única.

Odeen tuvo que preguntarlo; lo hizo involuntariamente, casi contra su deseo.

—Pero ¿cómo pueden soportarlo?

—Somos diferentes, pequeño-izquierdo. Estamos acostumbrados a ello.

¿Podría Odeen acostumbrarse a una cosa así? Hasta ahora, su vida había transcurrido entre el tríade Paternal y sabía que en un futuro no muy lejano formaría su propio tríade. ¿Qué era la vida sin aquello? De vez en cuando reflexionaba mucho sobre este punto, como lo hacía sobre cada nueva experiencia. A veces consiguió vislumbrar un destello de lo que podía significar. Los Seres Duros no tenían a nadie más que a sí mismos: ni hermano-izquierdo, ni hermano-derecho, ni hermana-mediana, ni fusión, ni hijos, ni Paternales. Sólo tenían la mente y la investigación del universo.

Tal vez esto era suficiente para ellos. A medida que se hacía mayor, Odeen comprendía cada vez mejor las satisfacciones que brindaba la investigación. Eran casi suficientes (casi suficientes), pero entonces se acordaba de Tritt y de Dua y decidía que, ante ellos, todo el universo no era suficiente.

A menos que… Era extraño, pero había momentos aislados en que le parecía que podía existir una situación, unas condiciones, en las cuales… Pero entonces perdía la momentánea lucidez, o, mejor dicho, la intuición de la lucidez, y ya no comprendía nada. Sin embargo, con el tiempo volvía, y últimamente, con la fuerza y la duración suficientes para poder ser captada.

Pero ahora, nada de esto debía preocuparle; su misión era resolver lo de Dua. Siguió avanzando por el camino que le era tan familiar, y que había recorrido por vez primera con su Paternal (como Tritt acompañaría pronto a su propio Racional, su propio niño-izquierdo).

Y, como era de esperar, se perdió de nuevo en sus recuerdos. Aquella vez fue aterrador. Había otros Racionales jóvenes, y todos latían, lanzaban destellos y cambiaban de forma, pese a las señales de todos los Paternales, instándoles a permanecer firmes y suaves y a no dejar en mal lugar al tríade. Un pequeño-izquierdo, compañero de Odeen, llegó a aplanarse como si fuera un bebé y no se enderezaba, a pesar de los esfuerzos de su turbadísimo Paternal. (Después fue un estudiante perfectamente normal. Aunque ningún Odeen, como el propio Odeen se dijo a sí mismo con considerable complacencia).

En aquel primer día de escuela conocieron a varios Seres Duros. Hablaron con cada uno de ellos, para que la vibración de los jóvenes Racionales pudiera ser grabada de varios modos, y para decidir si les aceptaban en seguida como alumnos o era mejor esperar otro intervalo; y a qué clase de instrucción les destinaban.

Odeen, con un esfuerzo desesperado, se puso muy liso al acercarse el Ser Duro y no se permitió un solo movimiento. Entonces, el Ser Duro dijo (y el primer sonido de los extraños tonos de su voz casi malogró la determinación de Odeen de ser un adulto):

—Este es un Racional que se mantiene muy firme. ¿Cómo te representas a ti mismo, izquierdo?

Era la primera vez que Odeen se oía llamar «izquierdo», en lugar de algún diminutivo y se sintió más firme que nunca mientras murmuraba.

—Odeen, señor-Duro —usando la cortés apelación que su Paternal le enseñara cuidadosamente.

Odeen recordaba con vaguedad haber recorrido las cavernas de los Duros, llenas de instrumentos, maquinaria, bibliotecas y sus incomprensibles imágenes y sonidos. Más que las percepciones sensoriales en sí, recordaba su desesperación interior. ¿Qué iban a hacer con él?

Su Paternal le había dicho que aprendería, pero él ignoraba en realidad el significado de «aprender», y cuando lo preguntó a su Paternal, resultó que éste tampoco lo sabía.

Le costó algún tiempo averiguarlo y la experiencia fue placentera, muy placentera, aunque no carecía de inconvenientes.

El Ser Duro que le llamó «izquierdo» por primera vez, fue su profesor. Él le enseñó a interpretar las grabaciones de las ondas sonoras, hasta que lo que fuera un código incomprensible se convirtió en palabras, palabras tan claras como las que él formaba con sus propias vibraciones.

Poco después, aquel Ser Duro desapareció y otro ocupó su puesto. Pero Odeen tardó algún tiempo en darse cuenta. En aquellos primeros días era difícil distinguir a los Seres Duros entre sí, diferenciar sus voces. Sin embargo, un día se dio cuenta. Poco a poco adquirió la seguridad y tembló ante aquel cambio. No comprendía su significado.

Hizo acopio de valor y al fin preguntó:

—¿Dónde está mi profesor, señor-Duro?

—¿Gamaldan? Ya no volverá a tu lado, izquierdo —Odeen enmudeció durante unos momentos. Después dijo:

—Pero los Seres Duros no desaparecen…

No terminó la frase, pues se quedó ahogada en su garganta.

El nuevo Ser Duro, impasible, no dijo nada, no le dio ninguna explicación.

Según Odeen comprobó más tarde, aquella actitud no cambiaría nunca. No querían hablar de sí mismos. Eran elocuentes sobre cualquier otro tema, pero en lo concerniente a sí mismos…, no decían nada.

Por muchos indicios, Odeen tuvo que llegar a la conclusión de que los Seres Duros desaparecían, de que no eran inmortales (algo que daban por sentado muchos Seres Blandos). Sin embargo, ningún Ser Duro se lo confesó jamás. Odeen y los otros estudiantes-Racionales solían discutirlo, temerosos, vacilantes. Cada uno de ellos aportó una pequeña prueba y todas confirmaban inexorablemente la mortalidad de los Seres Duros, pero ellos seguían dudando, reacios a admitir lo evidente, razón por la cual dejaron la cuestión en suspenso.

A los Seres Duros no parecía importarles que se sospechara su mortalidad. No hacían nada para ocultarla, aunque tampoco la mencionaban. Y si se les hacía una pregunta directa (lo cual era inevitable), nunca contestaban; no negaban ni afirmaban.

Y si desaparecían, también tenían que nacer, pero tampoco hablaban de esto, y Odeen no había visto jamás a un Niño Duro.

Odeen creía que los Seres Duros obtenían su energía de las rocas y no del sol; por lo menos, introducían en sus cuerpos el polvo de una roca negra. Algunos estudiantes también pensaban lo mismo. Otros, por el contrario, se negaban rotundamente a aceptarlo. Pero no pudieron llegar a ninguna conclusión porque nadie les había visto alimentarse, y los Seres Duros jamás mencionaban este tema.

Al final, Odeen aceptó esta reticencia como si formara parte de ellos mismos. Pensó que tal vez se debía a su individualismo, al hecho de que no formaban tríades. Era como si vivieran dentro de una concha.

Además, Odeen aprendió cosas de tanta importancia que los detalles relativos a la vida privada de los Seres Duros se convirtieron en banalidades. Aprendió, por ejemplo, que el mundo entero estaba marchitándose, encogiéndose…

Fue Losten, su nuevo maestro, quien se lo dijo.

Odeen le había interrogado sobre las cavernas deshabitadas que se extendían hasta los confines del mundo y Losten pareció complacido.

—¿Te asusta preguntar acerca de ellas, Odeen?

(Ahora le llamaban Odeen; no con una referencia general a su calidad de izquierdo. Siempre era motivo de orgullo que un Ser Duro le interpelase con su nombre personal. Ya lo hacían muchos de ellos. Odeen era un prodigio de comprensión, y utilizar su nombre era como reconocer este hecho. Más de una vez, Losten había expresado satisfacción por tenerle como alumno).

A Odeen le asustaba realmente, y lo confesó tras cierta vacilación. Siempre era más fácil confesar los propios defectos a los Seres Duros que a los compañeros-Racionales; y mucho más fácil que confesarlos a Tritt, era inconcebible confesarlos a Tritt… Eran los días anteriores a Dua.

—Entonces, ¿por qué preguntas?

Odeen titubeó de nuevo. Después dijo con lentitud.

—Me asustan las cavernas deshabitadas porque cuando era joven me dijeron que estaban llenas de las cosas más monstruosas. Pero no sé nada directamente; sólo lo que me contaron otros jóvenes, que tampoco sabían nada seguro. Quiero saber la verdad acerca de ellas y he llegado al punto de sentir más curiosidad que miedo.

Losten pareció satisfecho.

—¡Muy bien! La curiosidad es útil, y el miedo, inútil. Tu desarrollo interior es excelente, Odeen, y recuerda que, en las cosas importantes, sólo cuenta este desarrollo interior. La ayuda que te prestamos es marginal. Puesto que quieres saberlo, es fácil decirte que las cavernas deshabitadas están vacías. No contienen más que reliquias insignificantes del pasado.

—¿Quién las dejó allí, señor-Duro?

Odeen siempre se veía impelido a usar el título honorífico cuando se hallaba ante la neta superioridad intelectual del otro.

—Los que ocuparon las cavernas en tiempos pasados. Hace ya miles de ciclos, los Seres Duros se contaban por millares y los Seres Blandos, por millones. Ahora somos muchos menos de los que éramos entonces, Odeen. Ahora no llegamos a trescientos Seres Duros y a diez mil Seres Blandos.

—¿Por qué? —inquirió Odeen, asombrado. (Sólo quedaban trescientos Seres Duros. Esto equivalía a admitir abiertamente que los Seres Duros desaparecían, pero no era el momento de pensar en aquello).

—Porque la energía va en disminución. El sol se está enfriando. Con cada ciclo se hace más difícil engendrar y vivir.

(¿Aquello no significaba que los Seres Duros también nacían? ¿Y que también se sustentaban del sol y no de las rocas? Odeen registró el nuevo dato y lo archivó para otra ocasión).

—¿Y esta situación continuará?

—El sol se irá extinguiendo, Odeen, y un día ya no proporcionará alimento.

—¿Significa esto que todos nosotros, los Seres Duros y los Blandos, desapareceremos?

—¿Qué otra cosa puede significar?

—No podemos desaparecer todos. Si necesitamos energía, y el sol se extingue, tenemos que encontrar otras fuentes. Otras estrellas.

—Pero, Odeen, todas las estrellas se están extinguiendo. El universo va hacia su fin.

—Si las estrellas se extinguen, ¿no hay alimento en alguna otra parte? ¿Ninguna otra fuente de energía?

—No, todas las fuentes de energía del universo se están extinguiendo.

Odeen reflexionó sobre ello con rebeldía, y entonces añadió:

—Hay otros universos. No podemos darnos por vencidos porque nuestro universo claudica.

Estaba palpitando mientras hablaba. Se había expansionado con descortesía imperdonable, hinchándose translúcidamente hasta adquirir un tamaño mayor que el del Ser Duro.

Pero Losten sólo expresaba una extrema satisfacción. Dijo:

—Maravilloso, querido-izquierdo. Tengo que decírselo a los demás.

Odeen volvió a su tamaño normal, embargado por una mezcla de turbación y de orgullo al oírse llamar «querido-izquierdo», una frase que nadie le había dirigido, a excepción de Tritt, naturalmente.

Fue poco después de esta conversación cuando el propio Losten les llevó a Dua. Odeen se había preguntado vagamente si existiría alguna relación, pero sus dudas se disiparon pronto. Tritt repetía tan a menudo que la llegada de Dua se debía a sus propias instancias a Losten, que Odeen dejó de pensar en el asunto. Era demasiado confuso.

Pero ahora volvía a visitar a Losten. Había pasado mucho tiempo desde aquellos primeros días en que aprendió que el universo se encaminaba hacia su perdición y que los Seres Duros habían decidido trabajar con resolución por la propia supervivencia.

El mismo había dedicado su atención a muchas materias, y Losten confesó que en física ya no podía enseñar nada a Odeen que pudiera ser asimilado con provecho por un Ser Blando. Y como había otros jóvenes Racionales a quienes guiar, él y Losten dejaron de verse con la frecuencia habitual.

Odeen encontró a Losten con dos jóvenes Racionales en la Cámara de Radiación. Losten le vio enseguida a través del cristal y salió, después de lo cual, con sumo cuidado, cerró la puerta tras de sí.

—Querido-izquierdo —le saludó, alargando sus miembros en un gesto de amistad (y Odeen, como tantas otras veces en el pasado, experimentó el perverso deseo de tocarle, pero se abstuvo)—, ¿cómo estás?

—No quería interrumpir, señor Losten.

—¿Interrumpir? Esos dos se arreglarán perfectamente solos durante un rato. Hasta es probable que celebren mi ausencia, porque yo les canso con excesiva verborrea.

—Imposible —protestó Odeen—. Tú siempre has fascinado y estoy seguro de que tienes la misma influencia sobre ellos.

—De cualquier modo, es agradable oírtelo decir. Te veo a menudo en la biblioteca y sé por los demás que haces grandes progresos en tus estudios especializados, los cuales me privan de mi mejor estudiante. ¿Cómo está Tritt? ¿Sigue siendo tan tenaz en sus deberes paternales?

—Cada día más. El es la fuerza del tríade.

—¿Y Dua?

—¿Dua? Ha venido… Ya sabes que es muy excéntrica.

Losten asintió.

—Sí, ya lo sé.

Tenía la expresión que Odeen había llegado a asociar con la melancolía.

Odeen aguardó un momento, y entonces decidió abordar el asunto de manera directa. Dijo:

—Señor Losten, la razón de que nos la trajeran a Tritt y a mí, ¿fue precisamente su excentricidad?

Losten repuso.

—¿Te sorprendería si fuera así? Tú mismo eres muy diferente, Odeen, y me has dicho en varias ocasiones que Tritt también lo es.

—Sí, lo es —afirmó Odeen, con convicción.

—Entonces, ¿no es lógico que tu tríade incluya a una Emocional diferente?

—Hay muchas maneras de ser diferente —explicó Odeen, pensativo—. A veces, las extrañas actitudes de Dua disgustan a Tritt y me preocupan. ¿Puedo hacerte una consulta?

—Siempre.

—No le gusta mucho… fusionarse.

Losten escuchó con expresión grave y sin ninguna turbación aparente.

Odeen siguió:

—Mejor dicho, le gusta la fusión mientras dura, pero no siempre es fácil convencerla para que acceda a fusionarse.

Losten preguntó:

—¿Qué opina Tritt de la fusión? Me refiero a lo que no sea el placer inmediato del acto. ¿Qué significa para él aparte del placer?

—Los niños, naturalmente —repuso Odeen—. A mí me gustan y a Dua también, pero Tritt es el Paternal. ¿Lo comprendes?

(De improviso, Odeen pensó que tal vez Losten no podía comprender todas las sutilezas del tríade).

—Trato de comprenderlo —repuso Losten—. Así, pues Tritt obtiene algo, además de la fusión. ¿Y qué hay de ti mismo? ¿Qué sacas de ella, aparte del placer?

Odeen lo pensó.

—Creo que ya lo sabes. Una especie de estimulación mental.

—Sí, lo sé, pero quería estar seguro de que lo sabías tú, de que no lo habías olvidado. Me has dicho a menudo que cuando sales de un período de fusión, y su peculiar falta de la noción del tiempo (te confieso que he pasado intervalos muy largos sin verte), sientes de pronto que comprendes muchas cosas que antes te parecían confusas.

—Sí, como si mi mente permaneciese activa durante ese período —corroboró Odeen—. Como si ese tiempo, de cuya duración y existencia yo permanecía inconsciente, fuese necesario para mí; porque en su transcurso podía pensar más profunda e intensamente, sin la distracción de las partes menos intelectuales de la vida.

—Sí —convino Losten—. Y cada vez, tu inteligencia daba un gran salto. Es algo común entre vosotros, los Racionales, pero he de confesar que nadie progresaba al mismo ritmo que tú. En realidad, creo que ningún Racional de la historia ha experimentado tan grandes incrementos de inteligencia.

—¿De veras? —dijo Odeen, tratando de no parecer demasiado feliz.

—Por otra parte —continuó Losten, algo divertido al notar el repentino cambio de brillo de su interlocutor—, puedo estar equivocado, pero dejemos eso. Lo que quiero subrayar es el hecho de que tú, al igual que Tritt, sacas algo de la fusión, aparte de la fusión en sí.

—Sí, sin duda alguna.

—¿Y qué saca Dua de la fusión, aparte del placer?

Se produjo un largo silencio.

—Lo ignoro —dijo Odeen.

—¿No se lo has preguntado nunca?

—No, nunca.

—Comprende —dijo Losten— que si ella no obtiene nada más de la fusión que la fusión en sí, mientras que tú y Tritt sacáis algo además del placer, ¿por qué ella tiene que desearla con tanta ansiedad como vosotros?

—Las otras Emocionales no parecen necesitar… —empezó Odeen, para justificarse.

—Las otras Emocionales no son como Dua. Me lo has repetido muchas veces y creo que con satisfacción.

Odeen se sintió avergonzado.

—Yo pensaba que podía tratarse de otra cosa.

—¿De qué?

—Es difícil de explicar. En el tríade nos conocemos el uno al otro, nos captamos mutuamente; en ciertos aspectos, los tres somos parte de un solo individuo. Un individuo escurridizo, que viene y se va. En general, es algo inconsciente. Si pensamos en ello con demasiada concentración, lo perdemos, así que nunca podemos conocerle con detalle. Nosotros… —Odeen se interrumpió, desalentado—. Es difícil explicar a alguien qué es el tríade…

—Sin embargo, yo trato de comprender. Piensas que has captado una porción de la mente interior de Dua; algo que ella ha mantenido en secreto, ¿verdad?

—No estoy seguro. Es una impresión muy vaga, captada de vez en cuando por una porción de mi mente.

—¿De qué se trata?

—A veces creo que Dua no quiere tener una niña-Emocional.

Losten le miró con gravedad.

—Hasta ahora sólo habéis tenido dos niños, un pequeño-izquierdo y un pequeño-derecho.

—Sí, sólo dos. Ya sabes que la Emocional es difícil de iniciar.

—Lo sé.

—Y Dua no se preocupa de absorber la energía necesaria. Ni siquiera lo intenta. Aduce muchas razones, pero yo no puedo creer ninguna de ellas. Me parece que tiene algún motivo para no querer una niña-Emocional. Por mi parte, si en efecto Dua prefiriese no tenerla durante un tiempo, le dejaría hacer su voluntad. Pero Tritt es un Paternal y la necesita; debe tenerla y yo no puedo decepcionar a Tritt, ni siquiera para complacer a Dua.

—Si Dua tuviera una causa racional para no querer iniciar a una Emocional, ¿cambiarías de opinión?

—Yo, por supuesto, pero Tritt no. El no comprende estas cosas.

—Pero ¿te esforzarías para obligarle a ser paciente?

—Sí, haría todo lo posible.

Losten dijo.

—¿Se te ha ocurrido pensar que casi ningún Ser Blando —aquí vaciló, como buscando una palabra, y al final utilizó la frase corriente entre los Seres Blandos— desaparece antes de que nazcan los niños, los tres, el último de los cuales es la niña-Emocional?

—Pues, claro.

Odeen se extrañó de que Losten pudiera suponerle ignorante de un hecho tan elemental.

—Entonces, el nacimiento de una niña-Emocional equivale a que ha llegado el momento de desaparecer.

—En general, no hasta que la Emocional ha crecido lo suficiente.

—Pero el momento de desaparecer se acerca. ¿No es posible que Dua no quiera desaparecer?

—¿Cómo es eso posible, Losten? Cuando llega el momento, es igual que cuando se quiere la fusión es imposible negarse.

(Los Seres Duros no se fusionaban; quizá no podían comprenderlo).

—Aun así, supongamos que Dua no quiera desaparecer. ¿Qué dirías a esto?

—Pues que no hay más remedio que desaparecer, un día u otro. Si Dua sólo quiere demorar el último niño, yo podría permitírselo, e incluso, tal vez, convencer a Tritt Pero si no quiere tenerlo nunca, es imposible acceder a ello.

—¿Por qué?

Odeen hizo una pausa para pensarlo.

—No puedo decirlo, señor Losten, pero sé que debemos desaparecer. Con cada ciclo que pasa, lo sé y lo siento cada vez más, y a veces incluso creo comprender la razón.

—Eres un filósofo, Odeen —comentó Losten, con sequedad—. Vamos a considerarlo. Cuando el tercer niño haya llegado y esté creciendo, Tritt ya tendrá a todos sus hijos y podrá pensar en desaparecer después de haber cumplido su misión en la vida. Tú mismo, con la satisfacción de haber aprendido muchas cosas, podrás desaparecer con la sensación del deber cumplido. Pero ¿y Dua?

—Lo ignoro —dijo Odeen, perplejo—. Las otras Emocionales se pasan la vida juntas y parecen divertirse mucho chismorreando entre sí. Pero a Dua no le gusta hacerlo.

—Porque es diferente. ¿No hay nada que le guste?

—Le gusta oírme hablar de mi trabajo —murmuró Odeen.

Losten dijo:

—Pues no te avergüences de ello, Odeen. Todos los Racionales hablan de su trabajo con su derecho y con su mediana. Todos simuláis no hacerlo, pero todos lo hacéis.

Odeen objetó:

—Pero Dua escucha, señor Losten.

—Estoy seguro de ello. No es como las otras Emocionales. ¿Y has observado alguna vez si te comprende mejor después de una fusión?

—Sí, lo he observado varias veces. Aunque nunca presté mucha atención a este detalle…

—Porque estás seguro de que las Emocionales no pueden comprender estas cosas. Pero, al parecer, existe mucha parte Racional en Dua.

Odeen levantó la vista hacia Losten con repentina consternación. Una vez, Dua le había hablado de su infancia desgraciada, sólo una vez; de los insultos proferidos por las otras Emocionales, del insultante apodo que le pusieron: Em-izquierda. ¿Se habría enterado Losten de todo aquello? Pero sólo hacía que mirara a Odeen con mucha calma.

Odeen dijo:

—Yo también lo he pensado en ocasiones. —Y entonces se desahogó—: Por eso estoy orgulloso de ella.

—Es lógico —dijo Losten—. ¿Por qué no se lo dices a ella? Y si es aficionada a cultivar su faceta Racional, ¿por qué no dejarla? Enséñale lo que sabes más intensivamente. Contesta sus preguntas. ¿Será un descrédito para tu tríade hacer esto?

—No me importaría, pero ¿por qué habría de serlo? Tritt lo considerará una pérdida de tiempo, pero ya me ocuparé de él.

—Explícale que si Dua obtiene algo más de la vida y alcanza un sentido de plenitud, no tendrá miedo de desaparecer y tal vez esté más dispuesta a tener una niña-Emocional.

Era como si Odeen se hubiese liberado del enorme peso de un desastre inminente. Habló muy de prisa.

—Tienes razón. Siento que tienes razón. Tu comprensión es grande, señor Losten. Contigo como jefe de los Seres Duros, ¿cómo puede dejar de tener éxito nuestro proyecto del otro universo?

—¿Jefe yo? —preguntó Losten, divertido—. Olvidas que ahora es Estwald quien nos dirige. El es el auténtico héroe del proyecto. Sin él no se hubiera iniciado.

—¡Ah, claro! —exclamó Odeen, desorientado momentáneamente.

Aún no conocía a Estwald. De hecho, ningún Ser Blando le había visto, aunque algunos pretendían haberle distinguido de lejos. Estwald era un nuevo Ser Duro; por lo menos, nuevo en el sentido de que Odeen no había oído hablar de él en su juventud. ¿Ello no podía significar que Estwald era un joven Ser Duro, y había sido un niño-Duro cuando Odeen era un niño-Blando?

Pero ahora, esto no importaba. Ahora, Odeen quería volver a su casa. No podía tocar a Losten para demostrarle su gratitud, pero volvió a darle las gracias y se retiró a toda prisa, verdaderamente satisfecho.

Su alegría tenía algo de egoísmo. No se trataba solamente de la distante perspectiva de la niña-Emocional y del placer que experimentaría Tritt. Ni siquiera se trataba de la plenitud de Dua. Lo que más contaba para él en este momento era su inmediata misión. Tendría posibilidad de enseñar. Estaba seguro de que ningún otro Racional podía encontrarse en su halagüeña situación, porque ninguno podía tener en su tríade a una Emocional como Dua.

Sería maravilloso, con tal de que pudiera hacer comprender la necesidad a Tritt. Tendría que hablar con Tritt y convencerle de algún modo de que tuviera paciencia.