2a

De un modo vago y distante, Dua tenía conciencia de la agitación de su derecho y de su izquierdo a propósito de ella, y su rebeldía aumentó.

Si uno de los dos, o ambos, venían a buscarla, la cosa terminaría en una fusión, y sólo de pensarlo se enfurecía. Era lo único que Tritt pensaba, aparte de los niños; lo único que quería, aparte del tercero y el último niño; y lo pensaba y lo quería sólo por este niño que aún faltaba. Y cuando Tritt quería una fusión, la conseguía.

Tritt dominaba el tríade cuando se ponía terco. Se empeñaba en una cosa, y no cejaba hasta que Odeen y Dua claudicaban. Pero ahora, Dua no claudicaría, no cedería…

Tampoco este pensamiento le pareció desleal. Nunca esperaba sentir por Odeen o por Tritt el intenso deseo que ellos sentían. Ella podía fundirse sola; ellos no podían fundirse sin su mediación (¿por qué, entonces, no la consideraban más?).

Odeen tenía el placer de la instrucción, de lo que él llamaba desarrollo intelectual. Dua también lo sentía a veces, lo bastante para conocer su significado; y aunque era diferente de la fusión, podía servir como sustituto, hasta el punto de que Odeen era capaz, en ocasiones, de prescindir de la fusión.

Pero no así Tritt. Para él sólo existían la fusión y los niños. Era lo único. Y cuando su pequeña mente se concentraba enteramente en ello, Odeen cedía, y entonces Dua tenía que ceder.

Una vez se había rebelado:

—Pero ¿qué sucede cuando nos fundimos? A veces tardamos horas, incluso días, en volver a separarnos. ¿Qué sucede durante ese tiempo?

Tritt parecía escandalizado.

—Siempre ha sido así y así debe ser.

—No me gustan las cosas que deben ser. Quiero saber el porqué.

Odeen se mostraba turbado, y en este estado pasaba la mitad de su vida. Dijo:

—Vamos, Dua, debe ser así. Por los… niños —pareció estremecerse al decir la palabra.

—Bueno, no tiembles —le interpeló Dua, bruscamente—. Ya somos mayores y nos hemos fundido infinidad de veces, y todos sabemos que es para tener niños. No hay por qué no decirlo. Pero me gustaría saber el motivo por el cual dura tanto.

—Porque es un proceso complicado —explicó Odeen, sin dejar de estremecerse—. Porque se precisa energía, Dua, para hacer un niño, e incluso cuando tardamos mucho tiempo, no siempre podemos hacerlo. Y cada vez es peor… No sólo para nosotros —añadió precipitadamente.

—¿Peor? —preguntó Tritt, con ansiedad.

Pero Odeen no quiso explicarse.

Por fin tuvieron un niño, un Racional, un izquierdo, que revoloteaba y se comprimía, deleitando a los tres, e incluso Odeen lo sostenía y le dejaba cambiar de forma en sus manos mientras Tritt se lo permitió. Porque fue Tritt, naturalmente, quien lo incubó durante el largo período de formación, quien se separó de él cuando alcanzó una existencia independiente y quien siempre cuidó de él.

Después de aquello, Tritt pasaba mucho tiempo alejado de ellos, lo cual satisfacía extrañamente a Dua. La obsesión de Tritt le molestaba; en cambio, la de Odeen (extrañamente) le gustaba. Cada vez tenía más conciencia de su… importancia. Los Racionales tenían algo que les capacitaba para contestar preguntas, y Dua siempre deseaba preguntarle cosas. Odeen contestaba con mayor elocuencia cuando Tritt no estaba presente.

—¿Por qué se tarda tanto, Odeen? No me gusta fundirme y no saber qué ocurre durante días enteros.

—No hay ningún peligro. Dua —repuso Odeen, con seriedad—. Vamos, nunca nos ha ocurrido nada, ¿verdad? Ni tampoco a ningún otro tríade, ¿no es cierto? Además, tú no tendrías que hacer preguntas.

—¿Porque soy una Emocional? ¿Porque las otras Emocionales no hacen preguntas? No puedo soportar a las otras emocionales, si te interesa saberlo, y me gusta hacer preguntas.

Se daba perfecta cuenta de que Odeen la miraba como si jamás hubiese visto a nadie tan atractiva y que de haber estado Tritt presente, la fusión hubiera tenido lugar inmediatamente. Dua incluso se adelgazó un poco, no mucho, pero de modo perceptible, por pura coquetería.

Odeen dijo.

—Pero tal vez no comprendas las implicaciones, Dua. Hace falta una gran cantidad de energía para iniciar una nueva chispa de vida.

—Has mencionado a menudo la energía. ¿Qué es, exactamente?

—Pues lo que comemos.

—Entonces, ¿por qué no la llamas comida?

—Porque comida y energía no son la misma cosa. Nuestro alimento procede del sol y es una especie de energía, pero hay otras clases de energía que no constituyen alimento. Cuando comemos, tenemos que extendernos y absorber la luz. Eso es más difícil para las Emocionales porque son mucho más transparentes; es decir, que la luz tiende a atravesarlas en lugar de ser absorbida…

Era maravilloso que se lo explicara, pensó Dua; en realidad, ella ya lo sabía, pero no conocía las palabras apropiadas, las palabras científicas que Odeen había aprendido. Además, de este modo, todo lo que ocurría adquiría más precisión y significado.

Ahora, de tanto en tanto, en la vida adulta, cuando ya no temía las burlas infantiles y disfrutaba del prestigio de pertenecer al tríade de Odeen, intentaba acercarse a las otras Emocionales y soportar sus charlas y el hacinamiento. Después de todo, a veces le apetecía una comida más sustanciosa que la que solía tomar y ello contribuía a una fusión más satisfactoria. Era placentero (a veces casi compartía el placer que los demás encontraban en ello) estirarse y exponerse a los rayos del sol, contraerse y condensarse para absorber el calor con más intensidad y mayor eficacia.

Sin embargo, muy poco era suficiente para Dua, mientras que los demás nunca parecían saciarse. Había en ellos una especie de glotonería que Dua no podía imitar y que, a la larga, le asqueaba.

Esta era la razón por la cual los Racionales y los Paternales permanecían durante tan poco rato en la superficie. Su gordura les permitía comer rápidamente y marcharse. Las Emocionales se retorcían al sol durante horas, porque aunque comían más despacio, necesitaban más energía que los demás…, por lo menos para la fusión.

La Emocional suministraba la energía, le había explicado Odeen (temblando, así que apenas se comprendían sus señales); el Racional, la semilla; y el Paternal, la incubación.

Cuando Dua comprendió esto, un cierto desdén empezó a mezclarse con su desaprobación al contemplar a las otras Emocionales que sorbían con avidez la fuerte luz del sol. Como nunca formulaban ninguna pregunta, Dua estaba segura de que ignoraban por qué lo hacían, y, por lo tanto, no comprendían la parte obscena de sus temblorosas condensaciones y de sus prisas por abandonar la superficie con el fin de obtener una buena fusión, naturalmente, gracias a su rebosante energía.

También comprendía el enfado de Tritt cuando ella bajaba sin la visible opacidad que significaba una comida abundante. Pero ¿por qué se quejaban? La delgadez constante de Dua garantizaba una fusión más hábil. Quizá no tan densa y aglutinada como la de los otros tríades, pero según su opinión, era la cualidad etérea lo que contaba. Y en resumidas cuentas, los pequeños izquierdo y derecho habían llegado, ¿no?

Naturalmente, se trataba de la niña-Emocional, de la pequeña mediana. Ella requería más energía que los otros dos niños, y Dua nunca tenía la suficiente.

Incluso Odeen empezaba a mencionarlo.

—No tomas tanto sol como debieras, Dua.

—Ya tomo bastante —replicó Dua, con rapidez.

—El tríade de Genia —observó Odeen— acaba de iniciar una Emocional.

A Dua no le gustaba Genia, nunca le había resultado simpática. Tenía la cabeza hueca, incluso teniendo en cuenta que era una Emocional. Dua contestó, arrogante.

—Supongo que lo va proclamando por ahí. No tiene ninguna delicadeza. Supongo que va diciendo: «No tendría que mencionarlo, querida, pero adivina lo que mi lado-izquierdo y mí lado-derecho han planeado y por fin han conseguido…».

Imitó con asombrosa exactitud las temblorosas señales de Genia y Odeen se divirtió mucho.

Pero más tarde dijo:

—Genia puede ser una estúpida, pero lo cierto es que ha iniciado una Emocional, y Tritt está preocupado por ello. Nosotros lo estamos intentando hace mucho más tiempo…

Dua se apartó.

—Tomo todo el sol que puedo resistir; lo tomo hasta que estoy demasiado llena para moverme. No sé qué queréis de mí.

Odeen la apaciguó.

—No te enfades. Le prometí a Tritt que hablaría contigo. El cree que me haces caso.

—¡Oh! La verdad es que Tritt encuentra raro que tú me hables de ciencia. No comprende nada… ¿Te gustaría una mediana como las otras?

—No —repuso Odeen, con seriedad—. Tú no eres como las otras y me alegro de ello. Y si estás interesada en la conversación Racional, voy a explicarte algo. El sol nos suministra menos alimento que en los tiempos antiguos. La energía de la luz es menor y hay que exponerse a ella durante más tiempo. Hace siglos que el índice de natalidad está decreciendo y la población mundial es sólo una fracción de lo que era antes.

—Yo no puedo evitarlo —protestó Dua.

—Quizá los Seres Duros puedan hacerlo. También su población está disminuyendo.

—¿Ellos desaparecen como nosotros?

Dua se sintió repentinamente interesada. Siempre había creído que eran inmortales, que no nacían y morían. Por ejemplo, ¿quién había visto a un Niño Duro? No tenían niños. No se fusionaban. No comían.

Odeen dijo, muy pensativo:

—Me imagino que sí. Nunca me hablan de sí mismos. Ni siquiera sé qué comen, aunque algo han de comer. Y también han de nacer. A propósito, hay un nuevo Ser Duro… Yo aún no lo he visto… Bueno, esto no importa. Lo importante es que han descubierto un alimento artificial…

—Lo sé —dijo Dua—. Lo he probado.

—¿Lo has probado? ¡No lo sabía!

—Un grupo de Emocionales hablaba de ello. Dijeron que un Ser Duro estaba pidiendo voluntarios para probarlo y todas tenían miedo, las tontas. Decían que probablemente las convertiría en duras para siempre y que no podrían volver a fusionarse.

—Esto es absurdo —dijo Odeen, con vehemencia.

—Lo sé, por eso me presté como voluntaria. Así las hice callar. Son difíciles de soportar, Odeen.

—¿Cómo era el gusto?

—Horrible —contestó Dua en seguida—. Fuerte y amargo. Claro que no se lo dije a las otras Emocionales.

Odeen comentó.

—Yo lo he probado y no lo encuentro tan malo.

—A los Racionales y Paternales no les importa el gusto del alimento.

Pero Odeen añadió.

—Aún está en el periodo experimental. Los Seres Duros trabajan mucho para mejorarlo. En especial Estwald (el que te he mencionado antes, el que no he visto nunca). A veces, Losten habla de él como si fuese algo fuera de lo común: un gran científico.

—¿Cómo es que tú no le has visto nunca?

—Soy un Ser Blando. No supondrás que me enseñan y me cuentan todo, ¿verdad? Supongo que le veré algún día. Ha inventado una nueva fuente de energía que aún puede salvarnos a todos.

—Yo no quiero comida artificial —dijo Dua, y se alejó bruscamente de Odeen.

Esto había sucedido poco tiempo atrás, y Odeen no había vuelto a mencionar a este Estwald, pero ella sabía que lo haría, y empezó a pensarlo mientras estaba en la superficie, al atardecer.

Había visto una sola vez aquella comida artificial: una brillante esfera de luz, como un sol minúsculo, en una caverna especial de los Seres Duros. Aún recordaba su gusto amargo.

¿Sabrían mejorarlo, darle un gusto mejor, incluso delicioso? En tal caso, ella tendría que comerlo y saciarse hasta que la sensación de plenitud le comunicase un deseo casi incontrolable de fusionarse.

Temía aquel deseo autogenerador. Era distinto cuando el deseo provenía de la fuerte estimulación combinada del lado-izquierdo y el lado-derecho. La autogeneración significaría que ya estaba madura para realizar la iniciación de una pequeña mediana. Y… ¡y no quería hacerlo!

Pasó mucho tiempo antes de que se confesara a sí misma aquella verdad. ¡No quería iniciar una Emocional! Cuando habían nacido los tres niños, llegaba inevitablemente el momento de desaparecer, y ella no quería desaparecer. Recordó el día en que su Paternal la dejó para siempre y decidió que ella no le imitaría nunca. Su decisión era salvaje y firme.

Las otras Emocionales no se preocupaban porque eran demasiado tontas para pensarlo, pero ella era diferente. Era la extraña Dua, la Em-izquierda; así la habían llamado y así quería ser. Mientras no tuviera aquel tercer hijo, no desaparecería; continuaría viviendo.

Por consiguiente, no iba a tener el tercer hijo. Nunca. ¡Jamás!

Pero ¿cómo haría para conseguirlo? ¿Y cómo evitaría que Odeen se diese cuenta? ¿Y qué sucedería cuando Odeen lo comprendiera?