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Tritt tenía conciencia de su propia solidez. No la consideraba repulsiva. No la consideraba de ningún modo. De haberlo hecho, la hubiese considerado hermosa. Su cuerpo estaba diseñado para un fin específico, y en este sentido era perfecto.

Preguntó:

—Odeen, ¿dónde está Dua?

—Fuera, en alguna parte —murmuró Odeen, casi como sí no le importase.

A Tritt le molestaba que afectase esta indiferencia hacia el tríade. Dua era tan difícil, y Odeen no se preocupaba.

—¿Por qué la has dejado marchar?

—¿Cómo puedo detenerla, Tritt? ¿Y qué mal hace?

—Lo sabes muy bien. Tenemos dos niños. Necesitamos un tercero. Es tan difícil hacer un pequeño-mediano en estos días… Dua tiene que estar bien alimentada para que podamos hacerlo. Y ahora ha vuelto a ir de paseo al atardecer. ¿Cómo puede alimentarse bien cuando el sol se pone?

—No le gusta comer mucho.

—Y nosotros no tenemos un niño-mediano, Odeen —la voz de Tritt era acariciante—. ¿Cómo puedo amarte satisfactoriamente sin Dua?

—Vamos, vamos —murmuró Odeen, y Tritt se asombró una vez más de la evidente turbación del otro ante la mera comprobación de un hecho.

Tritt dijo:

—Recuerda, fui yo quien consiguió a Dua.

¿Lo recordaba Odeen? ¿Pensaba alguna vez en el tríade y en lo que significaba? A veces, Tritt se sentía tan frustrado que llegaba a creer que sí. En realidad, no sabía qué hacer, pero sabía que se sentía frustrado. Como cuando pedía una Emocional y Odeen no hacía nada.

Tritt sabía que no era capaz de construir frases largas y complicadas. Pero aunque los Paternales no hablaban, pensaban. Pensaban cosas importantes. Odeen siempre hablaba de átomos y de energía. ¿A quién le importaban los átomos y la energía? Tritt pensaba en el tríade y en los niños.

Odeen le había dicho una vez que los Seres Blandos escaseaban cada día más. ¿Esto no le preocupaba? ¿Tampoco preocupaba a los Seres Duros? ¿Preocupaba sólo a los Paternales?

Sólo dos formas de vida en todo el mundo, los Seres Blandos y los Seres Duros. Y el calor era su alimento.

Odeen le había dicho que el sol se estaba enfriando. Dijo que al haber menos alimento, el número de habitantes decrecía. Tritt no podía creerlo. El sol no le parecía más tibio que cuando era pequeño. La culpa era de la gente, que ya no se ocupaba de los tríades. Había demasiados Racionales abstraídos y demasiadas Emocionales estúpidas.

Lo que debían hacer los Seres Blandos era concentrarse en las cosas importantes de la vida, como hacía Tritt. El cuidaba del tríade. Llegó el niño-izquierdo y después el niño-derecho. Estaban creciendo y engordando. Pero debían tener un niño-mediano. Este era el más difícil de hacer, y sin un niño-mediano no podía haber un nuevo tríade.

¿Por qué Dua era de aquel modo? Siempre había sido difícil, pero estaba empeorando.

Tritt sentía un vago rencor hacia Odeen. Odeen siempre decía aquellas palabras tan duras. Y Dua escuchaba. Odeen hablaba continuamente a Dua, hasta que casi eran dos Racionales. Esto era malo para el tríade.

Odeen tendría que haberlo comprendido.

Siempre era Tritt quien tenía que preocuparse, quien hacía lo que debía hacerse. Odeen era amigo de los Seres Duros y, sin embargo, no decía nada.

Necesitaban a una Emocional, y Odeen seguía callando. Odeen les hablaba de energía, y no de las necesidades del tríade.

Fue Tritt el que cambió las cosas. Tritt lo recordaba con orgullo. Vio a Odeen hablando con un Ser Duro y se aproximó a ellos. Sin un temblor en la voz, les interrumpió y dijo:

—Necesitamos una Emocional.

El Ser Duro se volvió para mirarle. Tritt no había estado jamás tan cerca de un Ser Duro. Era todo de una pieza. Todo él tenía que volverse cuando una parte se volvía. Poseía unas proyecciones que podían moverse por su cuenta, pero nunca cambiaban de forma. Nunca se ondulaban, y eran irregulares y feas. No les gustaba que les tocasen.

El Ser Duro preguntó:

—¿Es eso cierto, Odeen?

No dirigió la palabra a Tritt. Odeen se acható. Se acható hasta casi tocar el suelo, más de lo que Tritt le había visto nunca. Repuso:

—Mi lado-derecho es demasiado impaciente. Mi lado-derecho es… es… —tartamudeó, sin poder continuar.

Tritt habló por él. Declaró:

—No podemos fundirnos sin una Emocional.

Tritt sabía que Odeen estaba tan turbado que era incapaz de pronunciar palabra, pero no hizo caso. Ya era hora.

—Veamos, querido-izquierdo —dijo el Ser Duro a Odeen—. ¿Opinas tú lo mismo?

Los Seres Duros hablaban como los Seres Blandos, pero más roncamente y con menos matices. Era difícil escucharles. A Tritt, por lo menos, le resultaba difícil, aunque Odeen parecía acostumbrado.

—Sí —contestó Odeen, por fin.

El Ser Duro se dirigió finalmente a Tritt:

—Recuérdamelo, joven-derecho. ¿Cuánto tiempo hace que Odeen y tú estáis juntos?

—El suficiente para merecer a una Emocional —replicó Tritt, que mantenía con firmeza su forma angulosa. Y no se dejaba amilanar. La cuestión era importante—. Y mi nombre es Tritt.

El Ser Duro parecía divertido.

—Sí, la elección fue acertada. Tú y Odeen os compenetráis, pero hacéis difícil la elección de una Emocional. Ya casi nos hemos decidido. Es decir, hace tiempo que yo me he decidido, pero he de persuadir a los demás. Sé paciente, Tritt.

—Estoy cansado de ser paciente.

—Lo sé, pero procúralo, por lo menos.

Otra vez parecía divertido.

Cuando se hubo alejado, Odeen se enderezó y luego se comprimió con enfado. Dijo:

—¿Cómo has podido hacer eso, Tritt? ¿Sabes quién es?

—Un Ser Duro.

—Es Losten, mi profesor especial. No quiero que se indisponga conmigo.

—¿Por qué habría de indisponerse? Yo he sido cortés.

—Bueno, dejémoslo. —Odeen estaba recuperando su forma normal; esto significaba que ya no sentía cólera (Y Tritt se alegró, aunque trató de no demostrarlo)—. Es muy embarazoso que mi mudo lado-derecho se acerque e interpele al Ser Duro.

—¿Por qué no lo has hecho tú, entonces?

—Hay que esperar el momento oportuno.

—Para ti no llega nunca.

Pero entonces se rozaron sus superficies y dejaron de discutir, y poco tiempo después llegó Dua.

Fue Losten quien la trajo. Tritt no lo sabía; no miró al Ser Duro. Miró solamente a Dua. Pero Odeen le dijo después que había sido Losten.

—¿Lo ves? —dijo Tritt—. Yo fui quien le habló. Por eso la trajo.

—No, es que era el momento —repuso Odeen—. La hubiese traído, aunque ninguno de los dos se lo hubiéramos dicho.

Tritt no le creyó. Tenía la completa seguridad de que Dua estaba allí sólo gracias a él.

Seguramente nunca había habido en el mundo nadie como Dua. Tritt conocía a muchas Emocionales. Todas eran atractivas. Hubiese aceptado a cualquiera de ellas para una fusión completa. Pero en cuanto vio a Dua, comprendió que ninguna de las otras hubiera servido. Solamente Dua. Solamente Dua.

Y Dua sabía con exactitud lo que había que hacer. Con exactitud. Después les contó que nadie se lo había enseñado. Nadie le explicó nunca nada, ni siquiera las otras Emocionales, porque ella evitaba su compañía.

Y no obstante, cuando los tres estuvieron juntos, cada uno de ellos supo lo que debía hacer.

Dua se adelgazaba. Se adelgazaba más de lo que Tritt jamás viera o creyera posible. Se transformaba en una especie de humo coloreado que invadía la habitación y le deslumbraba. Tritt se movía sin saber que se estaba moviendo. Se sumergía en el aire que era Dua.

No había sentido de penetración, ninguno en absoluto. Tritt no sentía resistencia ni fricción. Sólo una sensación flotante y una palpitación rápida. Notaba que también él se adelgazaba, pero sin el tremendo esfuerzo que siempre requería el hacerlo. Mientras Dua le invadía, podía adelgazarse sin esfuerzo hasta convertirse en un humo denso. Adelgazar se transformaba en algo parecido a flotar, en una fluidez enorme y suave.

Veía vagamente a Odeen que se acercaba por el otro lado, a la izquierda de Dua. Y él también se adelgazaba.

Era sencillamente…, placer.

Los sentidos se amortiguaban bajo la intensidad de aquel placer, y en el momento en que pensaba que no podía soportarlo más, los sentidos dejaban de funcionar.

Al cabo de un rato, se separaron y se miraron fijamente. Habían estado fusionándose durante días enteros. Como es natural, fusionarse siempre requería tiempo. Cuanto más intenso era, más tiempo duraba, aunque después les parecía que aquel tiempo había sido un instante y no lo recordaban. Cuando pasaron unos años, muy raramente se prolongaba más que aquella primera vez.

Odeen dijo:

—Ha sido maravilloso.

Tritt se limitó a contemplar a Dua, que lo había hecho posible. Dua se estaba recuperando, retorciéndose, moviéndose trémulamente. Parecía la más afectada de los tres.

—Lo haremos otra vez —dijo con precipitación—, pero más tarde, más tarde. Ahora dejadme ir.

Se fue corriendo. Ellos no la detuvieron. Estaban demasiado agotados para detenerla. Pero lo mismo sucedió las veces siguientes. Siempre se iba después de una fusión. Por maravilloso que hubiera sido, siempre se iba. Parecía que había algo en ella que exigía la soledad.

Esto preocupaba a Tritt. Dua era diferente en todo a las otras Emocionales. No hubiera debido serlo.

Odeen opinaba de distinta manera. Decía en muchas ocasiones:

—¿Por qué no la dejas en paz, Tritt? No es como las otras, lo cual significa que es mejor. La fusión no sería tan maravillosa si ella fuese como las demás. ¿Quieres los beneficios sin pagar el precio?

Tritt no comprendía esto con claridad. Sólo sabía que Dua debía portarse como era debido. Replicó.

—Quiero que haga lo que es correcto.

—Lo sé, Tritt, lo sé. Pero déjala, de todos modos.

El propio Odeen regañaba a menudo a Dua por su extraño comportamiento, pero siempre le molestaba que la regañase Tritt.

—Careces de tacto, Tritt —decía, pero Tritt no sabía con exactitud qué significaba tacto.

Y ahora… Había pasado tanto tiempo desde la primera fusión, y la niña-Emocional aún no llegaba. ¿Cuánto tardaría? Ya había pasado demasiado tiempo. Y Dua se iba, y cada vez duraban más sus ausencias.

Tritt dijo:

—No come lo suficiente.

—Cuando sea el momento… —empezó Odeen.

—Siempre estás hablando de si es o no el momento. Nunca te parecía el momento para tener a Dua, y ahora tampoco encuentras el momento para tener una niña-Emocional. Dua debería…

Pero Odeen lo interrumpió.

—Está ahí fuera, Tritt. Si quieres ir a buscarla, como si fueras su Paternal en vez de su lado-derecho, hazlo. Pero yo te repito que la dejes en paz.

Tritt retrocedió. Hubiese querido decir muchas cosas, pero no sabía cómo decirlas.