«Bauticé esta isla como la isla de los Alcatraces porque albergaba infinidad de estas aves».
Teniente Juan Manuel de Ayala, 1775
Los emplazamientos utilizados en «Los secretos del inmortal Nicolas Flamel» son todos reales. En los cuatro libros que he publicado hasta ahora es posible seguir el rastro del viaje de los mellizos desde San Francisco al valle Mill; a través de las callejuelas de París; desde la estación de St. Pancras en la calle Euston, Inglaterra, hasta Stonehenge; y desde Sausalito hasta Point Reyes pasando por el corazón de la ciudad de San Francisco. Hay un lugar que ha desempeñado un papel muy importante en las cuatro obras, una ubicación alrededor de la cual se desarrolla gran parte de la historia: Alcatraz.
La Roca es un lugar fundamental en esta serie.
Aunque oficialmente fue «descubierta» y nombrada por Juan Manuel de Avala en 1775, las tribus de indígenas autóctonos, tales como los ohlone o los costanoan, estuvieron recogiendo huevos y pescando en la isla durante generaciones. No hay pruebas que demuestren que hubo un asentamiento permanente allí, pero la isla del Ángel, cercana a Alcatraz, estuvo habitada.
En 1853, Alcatraz albergó el primer faro en la Costa Oeste. Como la niebla dificultaba la luz, el faro contenía una campana antiniebla que debía tocarse con la mano. Ciento diez años después, en 1963, el sistema se automatizó. La campana antiniebla ha sobrevivido hasta el día de hoy y la luz aún opera.
Hoy en día consideramos Alcatraz como la primera prisión federal, pero existen documentos con fecha de 1861 que demuestran que también alojó prisioneros de la guerra de Secesión de Estados Unidos. La primera cárcel oficial se construyó aquí en 1867. Originalmente se trataba de una prisión militar, pero tras los disturbios del gran terremoto, en 1906, recibió temporalmente presos en tierra firme. Alcatraz continuó siendo una prisión militar hasta 1933, cuando se convirtió en una cárcel federal. La mayoría de leyendas que planean sobre la Roca y sus famosos presos, incluyendo a Al Capone, que estuvo encarcelado allí desde 1932 hasta 1939, datan de esa fecha. Alcatraz fue una cárcel federal durante tan sólo treinta años. En 1963 cerró definitivamente sus puertas.
Seis años más tarde, un grupo de ochenta nativos norteamericanos que representaban a más de veinte tribus distintas aterrizaron sobre la isla abandonada y deteriorada e intentaron reclamarla para los pueblos nativos. En una declaración política el grupo, llamado Indígenas de Todas las Tribus, ofrecieron adquirir la isla al Gobierno estadounidense por un precio de «24 dólares en abalorios de cristal y tela roja». La irónica oferta era una manera de comunicar a la población la convicción de las tribus de que aquella isla les había sido robada. Querían recuperar lo que consideraban tierra indígena y establecer allí un centro de estudios nativo americanos y un centro espiritual donde se practicara su religión tribal y donde poder celebrar ceremonias sagradas. La ocupación de Alcatraz por parte de los nativos americanos duró diecinueve meses y, aunque al final no sirvió de nada y los ocupantes tuvieron que irse, llamó la atención de todos los nativos de Estados Unidos. Existen varias pintadas de esta época que pueden encontrarse hoy en día en las fachadas de los distintos edificios de la isla, sobre todo en la pared del embarcadero.
Sobre el cartel oficial donde se leía Prisión de Estados Unidos se escribieron con pintura roja las palabras INDIOS BIENVENIDOS y TIERRA INDÍGENA.
En 1972. Alcatraz entró a formar parte de la Zona Recreativa Nacional de Golden Gate y cada año más de un millón de personas visitaban la isla.
Cuando empecé a desarrollar la idea que, posteriormente, se convirtió en la serie «Los secretos del inmortal Nicolas Flamel» necesitaba una ubicación que cumpliera con ciertos requisitos. Tenia que estar relativamente cerca de una gran ciudad y, al mismo tiempo, ser un tanto inaccesible. Tenia que ser lo bastante grande para albergar un enorme ejército de criaturas y, por supuesto, debía tener una historia a sus espaldas. Durante varios años busqué pueblos mineros abandonados en el estado de California, sobre todo en Bodie; rastreé pueblos fantasma en el Viejo Oeste; exploré haciendas desiertas a lo largo de la carretera Boston Post e indagué en algunos de los fuertes del sendero Santa Fe. Cada uno me ofrecía posibilidades interesantes, pero ninguno se adecuaba a la perfección.
Después, finalmente, hace unos ocho o nueve años, visité Alcatraz. Supe, casi en el mismo momento en que desembarqué de la lancha, que era la ubicación idónea. Y esa decisión dio forma a todo lo demás. Escoger aquella isla significaba que la serie debía estar enmarcada en San Francisco y, a partir de ese punto de referencia, aparecieron todas las demás ubicaciones repartidas por la Costa Oeste de Estados Unidos. Alcatraz no sólo se convirtió en el emplazamiento clave de las obras, sino que se convirtió en otro personaje más de las novelas. Juan Manuel de Avala se convirtió en su «voz».
He regresado a Alcatraz decenas de veces a lo largo de estos años y, cada vez que voy, descubro algo nuevo. Si alguna vez tienes la oportunidad de visitar la Roca, hazlo por la noche: es precisamente en ese momento cuando escucharás los susurros de los fantasmas de Alcatraz…