Parece tan jovencito… —dijo Virginia Dare sin apartar la vista de la imperturbable mirada carmesí de Josh.
—Tiene quince años —respondió Dee de forma distraída—. Podrías ayudarme con esto, ¿no te parece? —añadió.
El Mago estaba en el centro del salón, intentando empujar los gigantescos sofás hacia un lado para dejar libre el espacio que ocupaban en el centro de la habitación.
—No empujo mobiliario —contestó Virginia con la mirada aún clavada en el muchacho—. Estos ojos rojos son espeluznantes. Sólo los había visto un par de veces antes.
—Marte Ultor fue el encargado de Despertar al chico…
De repente, Dare se volvió de forma brusca.
—¿El Vengador aún está vivo? —preguntó con voz ahogada.
La sonrisa de Dee fue cruel.
—Algo así. Como sabes, siempre hay una conexión especial entre un Inmemorial y el humano al que Despierta. A veces, aunque no siempre, el mismo Inmemorial le ofrece al mortal el don de la inmortalidad.
Virginia asintió
—Eso fue precisamente lo que me ocurrió a mí. Mi Inmemorial me despertó cuando no era más que una cría y después, quince años más tarde, me hizo inmortal.
—Algún día me desvelarás quién fue ese Inmemorial —gruñó Dee mientras procuraba arrastrar un descomunal sillón de cuero negro—. ¿Por qué demonios compré este sillón? —farfulló.
—¿Está dormida? —preguntó la inmortal en voz baja mientras pasaba la nano ante los ojos de Josh. El joven no pestañeó ni una sola vez.
—Se encuentra en un estado somnoliento. Está lo suficiente consciente para caminar, hablar y conducir, pero cree sin duda que todo esto es un sueño.
—¿Como si estuviera hipnotizado?
—Exactamente —informó Dee. Al final cogió una silla y la lanzó hacia una de las paredes—. Estoy demasiado viejo para esto —resolló.
—Doctor —llano Virginia—, tienes que ver esto.
El tono de voz ce la inmortal hizo que Dee cruzara la habitación rápidamente. Josh estaba sentado en un taburete de la cocina. Lis cuatro espadas y el Códex estaban sobre la superficie le cristal de la mesa, justo delante de él, donde Dee las había colocado antes. Cuando el muchacho apoyó las manos sobre la mesa, todas y cada una de las espadas se iluminaron, palpitando suavemente como si fueran corazones latiendo. De repente, todos percibieron el olor a naranjas y, de manera inesperada, la superficie de vidrio se transformó en una lámina de oro sólido.
Virginia dio uros golpecitos sobre la mesa con las uñas.
—Es impresionante.
—Sin duda, el muchacho es poderoso —confirmó Dee—. Jamás había visto a alguien con un aura dorada pura.
Unas hebras muy finas que brotaban del aura dorada de Josh se deslizaron por la mesa como humo, arremolinándose alrededor de las espadas de piedra. Las espadas chispeaban entre sí y unas partículas de hielo centellearon en la hoja de Excalibur mientras un humillo de color rojo negruzco emergía de Clarent; en la hoja de Joyosa empezó a formarse una arenilla marrón y la superficie de Durandarte se rizó, como si una suave brisa soplara por encima de ella. Entonces, la pesada cubierta del Códex se abrió de repente y las páginas empezaron a pasar rápidamente, como si hubiera cruzado una ventisca por encima del volumen. Con sumo cuidado, Dee alargó la mano y cogió el libro de la mesa.
—Es demasiado poderoso —susurró el Mago—. Qué lástima que tengamos que matarle.