Niten? —llamó Nicolas.
—La batería se ha descargado.
El inmortal japonés giraba una y otra vez la llave de contacto, pero era inútil. Nicolas alzó la mano para encender la luz del techo. No ocurrió nada.
—El Mundo de Sombras ha agotado cualquier forma de energía.
—¿Qué hacemos? —preguntó Josh.
—Nos quedamos sentados y esperamos —propuso el Alquimista.
Con un malestar cada vez más evidente, Sophie observaba a las figuras de fango aproximándose cada vez más al vehículo, apiñándose compactas a su alrededor. Siempre que rozaban la lustrosa carrocería metálica del coche, las criaturas dejaban un rastro de lo que parecía tierra seca y escamosa. Un brazo que se movía sin sentido alguno dejó una estela de lodo sobre el parabrisas; otra criatura se apoyó en la puerta y empapó el cristal con un barro pegajoso de color marrón grisáceo. Se produjo un ruido sordo cuando algo se desplomó sobre el techo y el vehículo empezó a balancearse de un lado al otro debido al peso oscilante de la masa de cuerpos pesados que se apoyaban en él.
—¿Qué ocurre? —preguntó Josh con la voz temblorosa.
Una criatura empezó a arrastrarse por el abrasador capó del coche; el calor aún secaba más su piel, de forma que iba perdiendo pedazos de su cuerpo que quedaban atrapados sobre el metal.
—¡No abráis las ventanas! —exclamó de repente Sophie con la voz rasgada.
Sus palabras sonaron algo distintas de lo habitual; su voz se había tornado más vieja, más ronca. Además, había adoptado un acento muy marcado que ninguno de los presentes fue capaz de identificar.
—No deben tocarnos —añadió.
Aoife se giró rápidamente en el asiento para colocarse frente a la joven y entrecerró sus ojos verdes, mostrando así su recelo.
—¿Cómo lo sabes?
—La Bruja me lo contó —musitó Sophie.
Su mirada azul destelló con un resplandor plateado y, asombrosamente, se tornó verde durante un breve instante. Se puso a mirar por la ventana. Justo delante de ella había una de las criaturas de barro, de la que sólo la separaban unos centímetros. Sophie vio reflejado su propio rostro en el cristal, encima de la máscara en blanco de la criatura y, atemorizada, se alejó de la ventanilla. Sabía qué había atraído a aquellas bestias y qué querían.
—Nuestras auras las atraen —dijo muy despacio y con el mismo indescriptible acento de antes—. Aunque se mueven, están desprovistas de la chispa de la verdadera vida. Si logran tocarnos podrán sorber nuestras auras, envolverse de nuestro resplandor. Así, parecerán tener vida propia.
La pálida tez de Aoife se había teñido de un color aún más blanquecino, casi fantasmal. Las pecas parecían gotas de sangre repartidas por las mejillas y la nariz.
—Tú pareces… pareces… —la guerrera meneó la cabeza—, pero eso es imposible.
Sophie se volvió hacia Aoife de las Sombras. Se apartó unos mechones dorados de la cara y clavó su mirada en la guerrera pelirroja. Se concentró mucho y, de manera inesperada, sus ojos azules palidecieron gradualmente, apagándose hasta establecerse en una tonalidad plateada. Al mismo tiempo, una suave esencia a vainilla perfumó el interior del coche.
—¿Quién eres? —inquirió Aoife—. ¿Qué eres?
Al ver que Sophie no contestaba, Nicolas se inclinó hacia delante y dijo:
—Hécate Despertó a Sophie; luego, tu abuela le enseñó la Magia del Aire. Al mismo tiempo, la Bruja le transmitió sus recuerdos y pensamientos. Sophie sabe todo lo que la Bruja sabía.
Aoife se alejó de Sophie.
—No te creo.
—Es cierto —corroboró Josh.
—¿Por qué estás asustada? —le preguntó Sophie. Una oleada de recuerdos bañó su conciencia y, muy despacio, asintió al percatarse de que conocía la respuesta a su propia pregunta—: Te da miedo lo que sé.
—¡Yo no le tengo miedo a nada! —replicó Aoife de inmediato.
—Creo que has tenido miedo toda tu vida.
—Esto es alguna especie de truco —dijo Aoife con brusquedad y con una voz un tanto temblorosa—. Flamel o la Hechicera te han instruido.
Unas espirales de su horrenda aura gris brotaron de su cuerpo, elevándose como humo, mientras su nariz expulsaba una humareda del mismo color.
—Si realmente conoces toda la sabiduría de la Bruja de Endor, dime cuál es su verdadero nombre, su nombre secreto.
—Zephaniah —dijo Sophie conteniendo la respiración. Al pronunciar el nombre, su corazón empezó a latir vigorosamente mientras unos repentinos y vividos recuerdos la inundaban. Cerró los ojos e inspiró profundamente…