Josh tomó asiento al lado de Niten, quien conducía el oscuro vehículo solamente con la mano izquierda. La derecha acunaba una inmensa daga enfundada en un estuche lacado que permanecía sobre su regazo. En los asientos traseros, Nicolas estaba hundido junto a su esposa mientras Sophie y Aoife estaban sentadas frente al matrimonio. El Alquimista tenía los ojos cerrados y mantenía la cabeza apoyada sobre el hombro de Perenelle mientras sus dedos rozaban la mano de ella.
—¿Cuánto tiempo de vida le queda? —preguntó Aoife sin rodeos.
Flamel abrió sus ojos pálidos y se enderezó.
—Lo suficiente —respondió con la voz ronca. Se aclaró la garganta y volvió a intentarlo—. Todavía no está muerto y, sin duda, tampoco sordo.
Aoife descubrió sus dientes en una fugaz sonrisa y, en ese instante, se convirtió en la viva imagen de su hermana.
—¿Por qué estás aquí? —preguntó Perenelle con brusquedad.
—Quiero que mi hermana regrese —dijo Aoife con la misma frialdad en la voz que la Hechicera.
—Al parecer, está atrapada en el pasado —informó Nicolas.
—Mi tío Prometeo me llevará hasta Cronos; haré que arrastre a Scathach…
—Y a Juana —añadió rápidamente Perenelle.
—Y a Juana —aceptó Aoife a regañadientes—. Conseguiré que las busque en el pasado y las traiga hasta aquí.
Sophie se inclinó ligeramente y se volvió en el asiento para observar a la guerrera. El nombre de Cronos había llenado su cabeza de pensamientos y recuerdos de la Bruja. La Bruja de Endor conocía al Inmemorial Cronos y sabía lo que era y qué era capaz de hacer. La propia Bruja había regateado con él y había pagado un precio terrible.
—¿Acaso Cronos no querrá una especie de recompensa? —preguntó la joven Newman con cautela mientras se esforzaba por mantener el volumen de su voz.
—Seguro que sí —asumió Aoife, que se encogió de hombros y volvió a colocarse las gafas de sol—. Mi tío se ocupará de ello. Es uno de los Inmemoriales más poderosos —añadió con cierto orgullo.
—¿Y esperas que Cronos acepte traer a tu hermana y a Juana a través del tiempo sólo porque Prometeo se lo pide? —dijo Flamel mientras tosía una risa. Intentó sonreír, pero no le salió—. ¿Y si se niega?
Aoife expuso sus salvajes dientes vampíricos.
—Entonces hablaré yo con él en privado. Nadie se ha atrevido a negarme nada.
—Excepto Scathach —musitó Sophie.
La guerrera pelirroja se giró para mirar a la chica y, durante un buen rato, el único sonido en el interior del coche fue el zumbido de los neumáticos sobre el asfalto.
—Excepto Scathach —reconoció finalmente la guerrera con un tono que denotaba tristeza.
—¿Qué ocurrió? —preguntó Sophie.
Aoife pestañeó y, por un instante, sus ojos verdes se riñeron de un rojo ensangrentado. Entonces se retorció en el asiento para desviar la mirada hacia Josh.
—Él es tu hermano —dijo—. ¿Qué harías si lo perdieras?
—¿Si lo perdiera? —repitió Sophie sin entender la pregunta—. ¿A qué te refieres?
—Si se volviera contra ti, si te odiara…
Josh soltó una carcajada y no dejó de reírse hasta que se dio cuenta de que la vampira no estaba bromeando.
—Yo nunca… —empezó.
—Eso fue lo que Scathach dijo —interrumpió Aoife. Clavó la mirada en Sophie y continuó—: No has respondido a mi pregunta: ¿qué harías si perdieras a tu hermano, si, de repente, te odiara? ¿Dejarías de confiar en él?
—Nunca —susurró Sophie. La mera idea le resultó escalofriante y se le revolvieron las tripas.
Aoife asintió lentamente. Después volvió a acomodarse en el asiento y cerró los ojos mientras apoyaba las manos en los muslos.
—Perdí a Scathach, pero jamás perdí la fe en ella. He pasado diez mil años en este reino terrenal a la espera de tener la oportunidad de decirle, de demostrarle, que jamás dejé de quererla.
El vehículo tomó la carretera 101, hacia el norte, y aceleró. El único sonido que se oía era el vibrar de las ruedas en la carretera. Entonces Perenelle se inclinó hacia delante y acarició la rodilla de la vampira. El aire chisporroteó.
—¿Quieres a tu hermana? —Sí.
—Ella no te quiere —dijo en voz baja la Hechicera.
—Me da lo mismo.
Continuaron el camino en silencio y después Perenelle, en tono muy bajo, casi un susurro, y con los ojos vidriosos, dijo:
—Quizá te hemos juzgado mal. Si es así, te pido disculpas.
Aoife gruñó una sonrisa.
—No, Hechicera, no me has juzgado mal. Soy tal cual me imaginas.
Josh se volvió desde su asiento delantero.
—Eh, ¿acabas de decir que has pasado diez mil años en esta tierra?
180 Sophie respondió a la pregunta asintiendo con la cabeza. Sabía exactamente lo que su hermano iba a preguntar y ella conocía la respuesta.
—Scathach miente —confesó Aoife mientras meneaba la cabeza—. Es una mentirosa horrible. No deberíais creer ni una sola palabra de lo que dice.